El sable, alma del samurái

 

El Bushido hizo de la katana el emblema de su poder, era el jurado, juez y verdugo. Desde muy joven Kempachi se esmeró por enseñarme todo cuanto debía saber sobre las armas y en especial sobre la katana.

Recuerdo como si fuera ayer las palabras de mi padre al entregarme mí primera katana: “No llevarás en vano una espada, pues la que llevas en tu cintura es el símbolo de lo que llevas en tú corazón; lealtad y honor”. Desde ese día, nunca han abandonado mi cintura, mi katana y mi wakizashi son mis compañeros fieles y prestos a defender mi vida y principios, los quiero como a mi vida y también les doté de nombres “cariñosos”, son venerados y forman parte de mi culto personal. Yo los animo, por tanto, soy el espíritu de ambos, pero ellos son mi cuerpo y mi alma, los tres formamos el ten chi jin; cielo, tierra y hombre, un triangulo equilátero perfecto y armonioso, el principio de vida, pues son necesarios dos, padre y madre, para formar un tercero, “el hijo”, así entendemos los samuráis la vida y la vida y la muerte son dadas, concedidas, por “la vía de la espada”.

No obstante el más sabio de los consejos de Kempachi fue: “La victoria más fructífera es aquella que se consigue sin derramamiento de sangre”. Y he de confesaros que siempre intenté seguirlo.