La reparación de una ofensa y camino más elevado “el seppuku”
El hara kiri o “inmolarse a sí mismo abriéndose las entrañas” devino práctica común cuando se había perdido sin remisión el respeto, ya fuera de amigos o enemigos, Kempachi decía al respecto: “Cuando se ha perdido el honor, es un alivio el morir, la muerte es la única retirada segura contra la infamia”.
Recuerdo que le miraba con fascinación y temor a la vez, sensaciones que se dibujarían en mí juvenil rostro, pues a continuación añadía: “Ahora comprenderás que el seppuku no es una simple práctica de suicidio es, una institución legal y ritual, una práctica gracias a la cual los guerreros podemos expiar nuestros crímenes, excusarnos con nuestros señores y escapar al deshonor, de la misma forma que podemos probar la honorabilidad de un amigo con éste acto de serenidad, autocontrol, y honor”.
Ante tal alegato, yo, bajaba la vista y recordaba, serena y plácidamente, una conversación con mi madre quien me dijo en una ocasión como perdió a un hermano menor el cual tuvo que hacerse seppuku.
“Hijo – y me abrazó, acto que no prodigaba en exceso – nunca empujes demasiado adentro la hoja del wakizashi, para no caer de espaldas, inclínate más bien hacia delante y ten las rodillas muy apretadas, procura mantener los ojos abiertos, si tu espada encuentra resistencia y te faltan fuerzas toma valor y redobla tu esfuerzo para cortar de través”.
De ahí el dicho, más tarde convertido en axioma, “el sable es el alma del samurái”.