Reyes
Traducido por CrisCras
Corregido por Aimetz Volkov
Me quité la ropa y me metí en la cama, tratando de no dejar que este último desarrollo respecto a todas las cosas de Charley Davidson me molestara. No ayudó. Me preocupaba, y no había mucho en todo el infierno que pudiera hacer al respecto. Ella nunca escucharía. Tenía que darme cuenta de eso. Y, lo cierto es, que su obstinación era parte de su encanto. Desafortunadamente, ese encanto iba a conseguir matarla algún día. Haría todo lo que hubiera en mi poder para no permitir que eso sucediera, pero cuando ignoraba mis consejos en todo momento, hacía mi objetivo más y más difícil de alcanzar.
Y pagó el precio. Mierda, pagó el precio. Con todo por lo que había pasado, uno pensaría que al menos intentaría evitar las situaciones que amenazaran su vida. Oí sus gritos en la noche. Sentí el temor que la recorrió cuando sus sueños se volvieron oscuros. Penetró la pared que había entre nosotros como sombras afiladas como cuchillos que cortaban hasta el hueso.
Mi ira se alzó una vez más con el pensamiento. Tragué saliva de nuevo. Holandesa parecía preocuparse más por los demás que por ella misma —y en un grado incomprensible. Iba contra todo lo que yo sabía sobre los ángeles de la muerte. No se preocupaban por los humanos. Hacían su trabajo y seguían adelante con sus días.
Holandesa era diferente, única, y no pude evitar el orgullo que se hinchó dentro de mí con ese conocimiento. Si tuviera alguna idea de lo que era capaz, probablemente yo estaría en muchos problemas. No se debía jugar con los ángeles de la muerte. Ella descubriría eso algún día.
La sentí arrastrarse sobre su colchón. Nuestras camas prácticamente hacían tope la una contra la otra, y la pared entre nosotros se estaba volviendo aburrida. Tendría que hacer algo al respecto pronto. Aun así, sentirla tan cerca, incluso con una pared entre nosotros, era como un bálsamo. Calmaba los mares siempre turbios dentro de mí. Iluminaba la oscuridad que moraba en mi interior. No podía tener suficiente de ella. Nunca podría tener suficiente de ella. Incluso mientras crecía, soñaba con ella constantemente. Si hubiera sabido que no era solo un producto de mi imaginación, la habría buscado en carne y hueso antes de lo que lo hice. En cambio, la visitaba en sus sueños. Su energía, su viveza y su alma deslumbrantemente brillante, me atraían hacia ella cada vez que cerraba los ojos. En su mayor parte, mantuve la distancia. Solo me daría a conocer si ella estaba en algún tipo de peligro, lo cual parecía suceder mucho.
Pero hubo momentos mientras crecía, en mis horas más oscuras y solitarias, cuando el dolor de mi crianza se hacía insoportable, en los que la buscaría. Era la única razón por la que aún estaba vivo. Sin ella allí para iluminar mi camino, habría estado perdido desde hace décadas. Habría tomado mi propia vida, sin duda, muy posiblemente la vida de otros tantos por el camino. Esa era la simple verdad.
La sentí entonces. La sentí cruzar la barrera entre nosotros, sondeando, buscando. Me tensé, preguntándome qué estaba haciendo. Había sido herida hacía un par de semanas, y había prometido darle su espacio y tiempo para sanar. Tal vez estaba mejor. A juzgar por lo que sentía que irradiaba de ella ahora, mucho mejor.
La sensación de su presencia se hizo más fuerte. Estaba tratando de llegar con su mente, jugando a un juego en el cual yo era un maestro. No pude evitar sentirme divertido y enviar mi propia esencia como respuesta. Dejé mi cuerpo físico y me deslicé a través de la pared como si no estuviera allí.
Tenía su palma contra ella, intentando llegar a mí, tocarme como estaba tocándola ahora a ella. No me materialicé. En cambio, empecé en su muñeca y me abrí camino hacia abajo, deslizando las puntas de mis dedos a lo largo de su brazo, a través de su mejilla, descendiendo por su cuello, hasta que me acosté encima de ella. Contuvo el aliento, su pecho alzándose suavemente con la acción, estimulándome hasta mi núcleo. Ahuequé un pecho en mi mano, su plenitud suave y tentadora. Gimió debajo de mí, se retorció de placer mientras la fricción hacía que me endureciera contra ella. Era honestamente la cosa de Dios más sexy que había visto jamás, y había visto mucho.
Pero se detuvo. Abrió los ojos, sus profundidades doradas brillando como el agua a la luz de la luna, y concentradas, luchando contra mí mentalmente, luchando para invertir nuestras posiciones. Yo era siempre el que dejaba mi cuerpo físico y venía a ella. Ganaba el mismo placer estando con ella tanto incorpórea como corpóreamente. Pero el pensamiento de ella haciendo lo mismo me causó una sacudida de placer en la base de mi polla. La sangre se apresuró hacia esa zona en general con la rapidez de un rayo en el momento en el que la sentí frotarse sobre mí.
Envió su esencia hacia fuera, dejando que el calor de su energía mental explorara mi cuerpo. Nunca nadie me había tocado de esa manera. Su esencia era cálida y suave como la seda. Probó cada centímetro de mí, pasando los dedos sobre mi abdomen, luego —casi tímidamente— alrededor de mi polla. Apreté los dientes, curvando las manos en las sábanas cuando sentí su boca deslizarse sobre mí, rodeando mi erección. Sus labios se deslizaron hacia abajo, sus dientes vagaron sobre la piel sensible de allí. Pero ella quería más. Podía sentirlo. Solo podía permitirle llegar así de cerca. Así de profundo. Algo más, y ella podría ver cosas que no quería que viera.
Así que la detuve. Alcé una barrera para limitar sus exploraciones a esos lugares visibles a simple vista. Por otra parte, era Holandesa con quien estaba tratando, la más poderosa de su especie nacida en un milenio. Agudizó su contacto, pasó sus uñas sobre mi piel, las dejó clavarse en mi carne. Me tragué una maldición.
—Holandesa —dije en voz alta en advertencia, pero no había lucha contra ella. Era demasiado poderosa, y atravesó mi barrera en un rápido ataque.
El calor penetró el músculo y el hueso y estalló dentro de mí. Una sensación que no había sentido nunca antes se extendió a través de cada centímetro. Era caliente, como lava, y ardía de adentro hacia afuera, corriendo a lo largo de mis terminaciones nerviosas. Separó mis piernas y se apretó contra mí, y el placer que se disparó a través de mí casi me saca de la cama.
Nuestras energías colisionaron, la fricción se afiló, haciendo que mi hambre se hiciera más fuerte con cada latido de su pulso. Mientras me acariciaba, yo la acaricié. Sentí su energía engullir mi polla en movimientos largos y poderosos hasta que la empujé hacia abajo e hice lo mismo con ella. Sentí su clímax crecer como un mar en su interior, agitándose y girando. La besé y chupé, y empujé dentro de ella tan fuerte y rápido que se deshizo en una cascada de luces brillantes. En el momento en el que se vino, también exploté. Solo que no estaba realmente dentro de ella. En realidad no estaba encima de ella, y me vine en mi estómago, mi mandíbula apretada, mis músculos convulsionando con cada espasmo de placer.
Cuando el orgasmo se calmó, lancé un brazo sobre mi rostro y escuché el sonido de mi propia respiración dificultosa. Esa fue una de las cosas más increíbles que me habían sucedido jamás.
La alcancé de nuevo, el enigma que era conocido en todo el universo como la hija de la luz. —Ven a dormir conmigo —dije.
No respondió, pero podía oír sus suaves suspiros mientras jadeaba en su almohada. Me levanté de la cama para limpiarme. Podía sentirla estudiándome. Sonreí. Siguió observando hasta que volví a meterme en la cama. Con el agotamiento asaltándome rápidamente, repetí—: Ven a dormir conmigo.
No estaba seguro de si ella respondió o no. Aparentemente, me quedé dormido como follaba generalmente —rápido y con fuerza—, porque no recuerdo nada más hasta que me desperté con una abrumadora sensación de pánico que venía del apartamento de Charley.
A veces escribo “tomar café” en mi lista de pendientes
sólo para sentir que he logrado algo.
—ACTUALIZACIÓN DE ESTADO
Llegué a casa justo después de la puesta de sol, sosteniendo el título de mi alma en una mano y un mocha latte en la otra. Seguramente Reyes vería el lado bueno de eso. Lo del alma. ¿Cómo podía enojarse de que hubiera ido a ver al Negociante? Escogí no pensar demasiado en Reyes o su ira mientras lo buscaba. Después de comprobar su casa y la mía, y todo lo demás, me dirigí a mi oficina y finalmente lo encontré afuera en el callejón entre el bar y el edificio de apartamentos, con sus piernas asomándose por debajo la parte delantera del más dulce auto negro de alta potencia que jamás había visto. Reduje mi ritmo para disfrutar la obra de arte ante mí. Entonces, revisé el coche. El emblema en el costado decía que era un ‘Cuda. Fuese lo que fuera, ella derritió mis rodillas hasta impactarse. Ella era impresionante, y decidí justo en ese momento que me convertiría en lesbiana.
—¿Es tuya? —le pregunté mientras caminaba. Él trabajaba con su motor, que estaba suficientemente limpio para comer en él, lo suficientemente brillantes para aplicarse maquillaje, y lo suficientemente grande para hacer temblar la tierra, estaba segura.
Un suave trueno retumbó en la distancia. Miré las nubes que se desplegaron, sus inquietante color gris contra el oscuro cielo.
Volviendo a enfocarme en Sr. Pantalones Enojados, me incliné sobre el motor para ver lo que estaba haciendo. Tenía una de esas luces colgantes, y pude ver una porción de su rostro mientras trabajaba bajo el auto. Me ignoró y siguió ajustando algo. Algo que sólo podía esperar que en realidad necesitara ajustarse, porque él estaba de verdad metido en eso. Su calor distintivo se colaba y me rodeaba. Puse los codos en una brillante parte y apoyé la barbilla en mis manos acunadas.
—¿Vas a estar enojado por mucho tiempo? —le pregunté.
Ajustó de nuevo, rehusándose a encontrar mi mirada, así que vagué con la mirada sobre la parte delantera del coche a sus piernas abiertas, delgadas y poderosas, sus estrechas caderas elaboradas a la perfección, y su cintura de roca, ondulada y tensa. Su camiseta se había subido para revelar varios centímetros de delicias sobre sus vaqueros, y mi boca se hizo agua en respuesta.
—¿Por cuál parte estás enojado? —pregunté, dándome cuenta que él podía estar enojado por cualquier número de cosas. Tendía a acumular puntos en la lista de mierda.
Por fin habló, arrastrando mi atención de nuevo a él. —Estás investigando lo que piensas que fue mi secuestro.
¿Por eso era que se enojó? Espera, ¿acaba de decir… —¿Lo que pienso que fue tu secuestro? Te refieres a que, ¿el bebé que fue secuestrado de los Fosters no eras tú?
Bajó el trinquete y agarró otro, una herramienta igualmente premonitoria. —Sí, era yo, pero difícilmente fui secuestrado.
Me incliné más cerca de él, intentando verlo tras el motor. —¿A qué te refieres? —Mis pensamientos se precipitaban entre sí mientras revisaba el caso en mi cabeza—. No lo entiendo. ¿No fuiste secuestrado?
—No esa vez. —El auto bajó con la presión que puso en ella.
—Reyes, por favor explícate. ¿Fuiste secuestrado de los Fosters o no?
—No importa lo que te diga. Tomarás esa información y harás lo que quieras con ella. Nunca piensas en las consecuencias de tus actos.
—Estás tan equivocado. —Me apoyé con las rodillas y me incliné para mirarlo bajo el auto. Sus bíceps se tensaban contra la delgada tela de su camiseta mientras trabajaba—. Eso es todo lo que considero. Hago lo que puedo para ayudar…
—A extraños —dijo, girando la llave tan fuerte que el auto se hundió de nuevo—. Personas a las que no conoces. No piensas en las personas que estás más cerca a ti. Lo que tus acciones pueden hacerles a ellos.
Estaba horrorizada de que incluso él dijera tal cosa. —¿Piensas que no me preocupo de mi familia? ¿Mis amigos?
—Creo que te preocupas por demasiados. Te extiendes demasiado. Tomas demasiado, demasiado riesgo, y posiblemente no puedes ganar.
Él estaba cambiando el tema a propósito, trayendo un viejo argumento para animarme a dejar el rastro de su secuestro. —Reyes, ¿fuiste secuestrado de tu familia biológica o no?
Respirando con dificultad, bajó la llave y finalmente me miró, sus ojos brillando en la luz artificial. —Sí. Lo fui.
—Entonces, ¿los Fosters son tu familia biológica. La familia que escogiste para nacer en la tierra?
—No. —Volvió a trabajar, y apreté los labios, luchando por paciencia.
—Entonces, el hijo de los Fosters fue secuestrado, pero no fuiste tú.
Entrecerró los ojos mientras luchaba con el coche. —Equivocada. Y equivocada.
Me encontré hipnotizada por sus acciones por un momento. Las sombras entre sus músculos cambiaba cada vez que los flexionaba. —Está bien, entonces, si este el día al revés, el h de los Fosters no fue secuestrado y… —Me esforcé en pensar en cómo lo pondría—… y eras tú. Tú eras el niño de los Fosters.
—Más cerca.
Me tiré a la acera tan dramáticamente como pude sin incurrir en una lesión. —Oh, Dios mío. Te daré un millón de dólares si simplemente me dices.
Examinó la llave que sostenía. —No tienes un millón de dólares.
—Bien —dije, rodando hasta quedar de espaldas y palmear mis bolsillos. Saqué lo que tenía: tres dólares, algo de cambio, y un caramelo de sandía. —Te daré tres dólares, cincuenta y dos centavos y un caramelo.
Su boca se suavizó mientras me daba toda su atención. —Iba a decir que no, pero ya que lanzaste el caramelo. —Se deslizó de debajo del coche y se puso de pie antes de ayudarme a hacer lo mismo—. Si te digo, ¿me prometerás algo?
—Te daré un baile sensual. En tu regazo —dije, sacudiendo mi cabello.
—Trato. No fui secuestrado de los Fosters.
Me sacudí el trasero, pero lo dejé cuando él continuó.
—Los Fosters fueron lo que me secuestraron.
Mientras me quedaba ahí sorprendida ante él, levantó la luz y cerró el capó de su coche. Si bien esto no era para nada como las veces que había intentado que se abriera sobre su infancia con Earl Walker, el monstruo que lo crió, podía decir que no quería hablar especialmente sobre esta parte de su vida tampoco. Se limpió las manos con un trapo, ignorando por completo el hecho de que él estaba cubierto de suciedad y aceite. Definía la palabra sexy.
Me acerqué a él, puse una mano en su brazo para conseguir su atención. Y, bueno, sólo tocar su brazo, porque maldición. —¿Puedes explicarme? No lo entiendo.
Estudió el trapo mientras hablaba. —No soy un ángel de la muerte. No puedo recordar todo desde mi nacimiento como tú. Pero de lo que he podido reunir, la Sra. Foster me secuestró de un área de descanso en Carolina del Norte.
—¿Carolina del Norte? —pregunté, tomada por sorpresa.
Asintió. —Creo que fue un crimen de oportunidad. Ella simplemente descubrió que no podía tener hijos. Ella y su esposo manejaban a casa todavía de una cita de otro doctor. El coche de mi madre se sobrecalentó. Se estacionó en un área de descanso, y ya que dormía en la parte trasera, abrió la puerta para comprobarme y cubrirme con una manta. Ella olvidó volver a cerrarla. La Sra. Foster estuvo mirando todo desde su auto mientras su esposo utilizaba las instalaciones. Lo tomó como una señal de Dios que yo debía ser suyo. Cualquier madre que dejara a su hijo solo así… ella no podía creer que una madre tan indigna de un hijo pudiera tener uno mientras que ella no. Como mi madre biológica estaba tras el capó, llenando el depósito de agua, la Sra. Foster caminó, abrió la puerta, y me tomó. Todo sucedió demasiado rápido. Mi madre caminó alrededor para comprobarme de nuevo, y yo me había ido.
Él hablaba como si lo hubiera leído de un reporte policial. —Pero entonces, ¿lo sabes? ¿Sabes quiénes son tus padres biológicos?
—Sí. A medida que fui creciendo, empecé a recordar más y más. La mayoría no vino a mí hasta que estuve en prisión, pero lentamente recordé sus nombres. Eso fue todo. Eso fue todo lo que vino a mí.
—Entonces, ¿cómo conectaste todo?
—Hackeé la base de datos del FBI y leí los reportes.
—¿Hackeaste al FBI desde prisión? —Cuando simplemente levantó una arrogante ceja, menee la cabeza, atónita. Se me olvidaba lo bueno que era en esas cosas—. ¿Qué sucedió después de eso? Si la Sra. Foster te secuestró, ¿por qué luego dio la vuelta y… y, qué? ¿Hubo alguien más que te secuestró? —Luché para entender—. Eso no tiene sentido.
—Era uno de esos casos en dónde todo seguía yendo mal. Después de que la Sra. Foster me llevó, convenció a su esposo de que era lo que debía ser. Pero, difícilmente podía aparecer con un niño de tres meses. Así que dejaron el estado, se movieron un poco hasta que terminaron en Albuquerque, lo que era extraño en todo otro nivel.
—¿Por qué?
—Porque mis padres biológicos se suponía que se mudaron aquí. Era el por qué los elegí. Entonces, después de que fui secuestrado, terminé aquí de todos modos.
Me incliné contra el grueso poste de luz. —Eso no puede ser una coincidencia. ¿Qué sucedió después?
—Los Fosters estuvieron aquí por un tiempo. Conocieron a los vecinos. Se unieron a una iglesia. Empezaron a hacer amigos. Pero la familia del Sr. Foster empezó a sospechar. Ellos querían verlo. Nunca les gustó su esposa y estaban preocupados de que ella fuera peligrosa, así que planearon un viaje de visita. Y ya que los Fosters de pronto tenían a un hijo de la edad exacta del niño secuestrado de su estado, se dieron cuenta que serían atrapados. Así que, me vendieron.
—Ellos simplemente… ¿van y te venden? ¿Al igual que en eBay?
—Esa es una pieza del rompecabezas que no he descubierto bien aún. Tal vez el Sr. Foster conoció a alguien que los ayudó. ¿Quién sabe? De todos modos, creo que el plan era sólo venderme y acabar con el asunto, pero una vecina vio a un hombre de aspecto sospechoso salir por la puerta trasera conmigo. Pensó que estaba siendo secuestrado, así que llamó a la policía. Ellos aparecieron, los Fosters entraron en pánico y dijeron, sí, su bebé había desaparecido, y el resto es historia.
—Reyes, esto es una locura. ¿Qué hay de la familia del Sr. Foster? ¿Ellos no se enteraron de que él también tenía a un misterioso niño secuestrado?
—Lo creas o no, nunca llegó a ellos. Los niños son secuestrados todo el tiempo. ¿Cuántos has visto, especialmente a través del país? Incluso hoy, durante la era de la información, difícilmente vemos alguna vez los rostros de los niños perdidos. ¿Sabías que hay cerca de dos mil personas reportadas cada día como perdidas? ¿Cuántas ves en las noticas?
—Aún así —dije, completamente sorprendida—, ¿cómo los policías no hicieron la conexión? Tenías las marcas, el mapa de las puertas del infierno en tu piel.
—Sí, pero cuando nací, eran muy claras. Tan claras, que eran imposibles de ver al ojo humano. Se volvieron más oscuras a medida que me hacía mayor. Para el tiempo que los Fosters me vendieron, parecían una muy ligera marca de nacimiento. Nada como lo son ahora.
Me senté en una caja mientras las primeras gotas de lluvia caían del cielo. —Esto es simplemente una locura. Los Fosters parecían tan buenos en el papel y en sus entrevistas. —Sacudí un dedo índice, recordando lo que Sack había dicho—. El Agente Carson dijo que su padre tenía un mal presentimiento de todo el caso, como si algo más estuviera pasando que no podía entender.
—Suena como si fuera un buen agente.
—¿Ibas a terminar aquí de todos modos? Así, ¿creceríamos juntos e iríamos a la misma escuela?
Empacó las herramientas que había sacado y miró hacia el cielo. Las gotas de lluvia dejaban pequeños riachuelos en su rostro y brazos. —Mi padre biológico iba a ser transferido a Albuquerque. Pero después de que fui secuestrado, decidieron permanecer en Carolina del Norte y esperar que la policía me encontrara. Nunca se fueron.
Me puse de pie de un salto. —¿Todavía están ahí?
—Sí.
—¿Has vuelto a ellos, Reyes? —Me acerqué más cuando me miró—. ¿Les has dicho quién eres?
La expresión que me dio me detuvo en seco. —¿Por qué haría eso?
—¿Por qué harías… —me detuve, estupefacta de que él tuviera que preguntar—. Reyes, ellos deben saber que estás bien. Ellos tienen el derecho a saber eso.
—Tienen el derecho a vivir sus vidas felices y sin enterarse.
No podía creer nada de eso. —¿Por qué los ibas a dejar en la oscuridad por todos estos años?
El calor de su cólera calentó las frías gotas de lluvia cuando cayeron suavemente en la tierra. —Ellos no son mis padres reales, Holandesa. Sabes eso.
—Pero, tú los escogiste.
—Escogí a la mujer para que fuera un recipiente, eso es todo.
Había más que eso. Podía sentir la mezcla de emociones arremolinándose dentro de él. Podía sentir la ira y el resentimiento y la duda. —Eso no es del todo cierto —le dije.
Sus emociones era demasiado fuertes para bloquearlas, y eso lo enfureció incluso más.
Se apartó de mí para recoger la caja de herramientas, pero lo detuve, tomé su mano en la mía, la llevé a mi rostro para acariciarlo. —Reyes, tienes que decirles. Tienes que aliviar su dolor. Su incertidumbre.
Las gotas de lluvia caían de sus imposiblemente largas pestañas, sus oscuros ojos brillando debajo de ellas. —¿Por qué me querrían, Holandesa? ¿Qué les haría saber mi verdadera identidad?
Aunque estaba completamente en desacuerdo, quería convencerlo de que se abriera. Que les dijera. El resto podía venir después. —No tienes que decirles lo que eres.
—No me refiero a eso. —Se apartó de mí—. he pasado los últimos diez años en prisión.
Di un paso más, obligándolo a enfrentarme. —Por un crimen que no cometiste.
—Todavía tengo el hedor de la prisión en mí. Los internos son diferentes. Actúan diferente. Sus habilidades sociales no están exactamente a la altura. Lo sabrían.
—Por favor, dime que está bromeando.
—No. —Agarró mi brazo, su comportamiento cambiando un poco. —Y no quiero que les cuentes, tampoco. Esta es mi vida, Holandesa. No quiero que interfieras, ¿entiendes?
No importaba cuando quisiera, tenía que respetar eso. Si no quería conocer a sus padres biológicos, no podía forzar el asunto. Él tenía todo el derecho a su privacidad, pero el pensar en ellos aún sufriendo después de todos estos años, todavía sin saber lo que había sucedido a su bebé, rompía mi corazón. Había mucho que decir a favor del desenlace. Dejarlo como estaba era como dejar una herida abierta, bueno, abierta. Seguramente había una forma de bordear sus deseos, de tan sólo hacerles saber que su hijo estaba a salvo y bien, —muy bien, de hecho, sin dar su identidad.
—Prométemelo —dijo, tomando posesión de mi otro hombro.
Antes de que pudiera hacer esa promesa, otra idea me golpeó. —Oh, Dios mío, ¿qué pasa con el otro hijo que tienen ahora? ¿Los Fosters? ¿Es siquiera realmente de ellos?
—No tengo idea. —Soltó mis hombros y se cruzó de brazos—. Tengo la sensación que él también fue secuestrado, ya que rubio y ellos son de cabello oscuro.
—Santa mierda en el pan bendito. Esto es tan malo. Tienen que ser detenido.
—¿Esta es tu forma de escapar de mi promesa a que mantendrás esa pequeña nariz fuera de esto?
—¿Qué? ¿Yo? Vaya, mira esta lluvia.
—Holandesa —dijo, su profunda y sexy voz toda profunda y, bueno, sexy. La suave lluvia había moldeado su camiseta una vez blanca en él como si estuviera hecha a la medida de la extensión de sus hombros, a la estreches de su cintura—. Podrías lamentar verme así.
Mi mirada saltó de regreso a su rostro. No ayudó. —Nunca podría arrepentirme de mirarte.
Frunció el ceño como si no entendiera. —¿Por qué? —preguntó, completamente serio.
Y estaba perdida. Salté a sus brazos, casi literalmente, y presioné mi boca en la suya. Él lucho contra una sonrisa por un momento, devolviendo mi beso entusiastamente, para luego apoyarme contra su auto. Una mano al instante buscó el peso de Peligro. La persuadió agasajándola con un pulgar. Su boca, tan caliente contra la mía, salió a succionar su ccresta y sólo entonces me di cuenta de que había desabotonado mi camisa y liberado tanto a Peligro como a Will de sus confines.
El hecho de que estuvieran afuera ni siquiera lo registraron. El sofocante calor de su beso me envolvió mientras chupaba a Peligro. Ella se tensó bajo sus cuidados, endureciéndose tan rápido, que casi grité. La sacudida de éxtasis fue abrumadora. Él cambió a Will y luego volvió de nuevo, ofreciéndoles a ambos la misma cantidad de atención. Cada vez que se arrastraba una rosada cresta, sentía un cortante bocado de excitación atravesarme. Lo miré mientras amasaba y succionaba, su exquisita boca hermosa contra mi pálida carne. Pero fueron sus dientes rozando sus endurecidos picos que fue mi perdición. En una rápida ráfaga, el aguijón agridulce del orgasmo se disparó a través de mí, chocando como fuego y hielo durante un huracán.
Un grito no podía dejar de salir de mi garganta. Jamás. Jamás en mi vida había experimentado un clímax de tal manera. Jadee de completo asombro cuando el orgasmo pulsó a través de mí como una cascada de placer. Decayó poco a poco, dejándome temblando a su paso, y sin embargo quería más. Siempre más cuando venía de Reyes Alexander Farrow.
Su boca descendió a la mía y envolví los brazos alrededor de su cabeza mientras me recostaba hacia atrás, dejándose sobre el capó de su auto. Antes de que él pudiera levantarse, me extendí y acaricié la erección que sus pantalones apenas podían contener. Inhaló una bocanada de aire, el aire se agitó de repente frío contra mis labios, causando otra ola de crudo deseo tensándose en mí. Antes de saberlo, él me quitó los pantalones. Cómo se las arregló para hacer eso sin que me diera cuenta me sorprendió, pero yacía en su auto, medio desnuda, jadeando y agotada cuando, sin la más mínima pizca de fanfarria, entró en mí en una larga embestida.
Lo sujeté y agarré a mí, el fuerte repunte de necesidad borrando mi autocontrol una vez más. Se quedó allí, enterrado dentro de mí, permitiendo a mi cuerpo ajustarse a la plenitud de su erección hasta que agarré puñados de cabello, mordí su hombro, y empujé mis caderas contras las de él, forzándolo a ir incluso más profundo.
Gruñó contra mi oído, envolvió un brazo bajo una rodilla, y se impulsó en mí una y otra vez con rápidos y cortas explosiones, engatusando el calor en mi abdomen a hincharse, girar y agitarse, construyéndose con cada embestida al igual que la presión de un volcán de lava a punto de hacer erupción. Mis pezones aún estaban sensibles. Se rozaban contra su pecho con cada empuje, haciendo su parte para lanzarme al borde una vez más.
Los músculos en los poderosos hombros de Reyes se flexionaban bajo la presión de sus esfuerzos. Su respiración se hacía entrecortada, más y más laboriosa a medida que me forzaba todavía bajo su agarre férreo. Clavé las uñas en su carne, instándolo a ir más rápido, rogándole que no se detuviera. A nunca detenerse. Su expresión era una de agonía cuando se tragó su propia necesidad para obligarme a alcanzar otro clímax explosivo. Enterré la cara en el hueco de su cuello mientras la fiebre dentro de mí se elevaba y quemaba como una marea creciente estrellándose contra una presa. Reyes volvió a gruñir cuando su propio clímax lo estremeció. Tembló contra mí, su angustia tan poderosa como la mía, al igual que intoxicante. Se aferró a mí con tanta fuerza, que era casi doloroso y sirvió solo para enviar la cresta de mi orgasmo aún más alto. La monté, deleitándome en el regocijo que me inundaba el cuerpo y el alma hasta que muy suavemente fluyó, disipándose completamente en el lapso de varios segundos.
La respiración de Reyes se enlenteció, así como la lluvia. Tocaba un suave y melódico patrón contra el ‘Cuda mientras yacíamos ahí, miembros enredados, ropas torcidas. Lo poco que teníamos, al menos. Se inclinó y me besó, largo, duro y profundo, como si me diera las gracias. Como si reforzara el hecho de que me necesitaba tanto como yo a él.
Cuando se levantó, pasé las puntas de mis dedos por su mejilla y susurré—: Eso fue algo increíble.
Sus dientes brillaron en la oscuridad. —Tú eres algo increíble.
Lo aceptaría. Estaba totalmente ocupada mirando sus ojos cuando escuché un repiqueteo. Se registró en alguna parte en el fondo de mi mente, pero no terminaba de llegar a ser un pensamiento consciente hasta que escuché el sonido de nuevo.
—Ese es mi teléfono —le dije.
Me ayudó a bajar del capó y me mantuvo agarrada hasta que recuperé mi equilibrio. Me tomó un momento localizar mis pantalones, pero una vez que lo hice, saqué mi teléfono del bolsillo, recé para que la lluvia no lo hubiera arruinado, y revisé los mensajes. Un insulto que no podía repetir en público se esparcía en la pantalla. Grité, cubriéndome la boca con una mano, luego dije a través de mis dedos—: ¡Me olvidé de Tío Bob!
13
Traducido por Marie.Ang
A veces escribo “tomar café” en mi lista de pendientes
sólo para sentir que he logrado algo.
—ACTUALIZACIÓN DE ESTADO
Llegué a casa justo después de la puesta de sol, sosteniendo el título de mi alma en una mano y un mocha latte en la otra. Seguramente Reyes vería el lado bueno de eso. Lo del alma. ¿Cómo podía enojarse de que hubiera ido a ver al Negociante? Escogí no pensar demasiado en Reyes o su ira mientras lo buscaba. Después de comprobar su casa y la mía, y todo lo demás, me dirigí a mi oficina y finalmente lo encontré afuera en el callejón entre el bar y el edificio de apartamentos, con sus piernas asomándose por debajo la parte delantera del más dulce auto negro de alta potencia que jamás había visto. Reduje mi ritmo para disfrutar la obra de arte ante mí. Entonces, revisé el coche. El emblema en el costado decía que era un ‘Cuda. Fuese lo que fuera, ella derritió mis rodillas hasta impactarse. Ella era impresionante, y decidí justo en ese momento que me convertiría en lesbiana.
—¿Es tuya? —le pregunté mientras caminaba. Él trabajaba con su motor, que estaba suficientemente limpio para comer en él, lo suficientemente brillantes para aplicarse maquillaje, y lo suficientemente grande para hacer temblar la tierra, estaba segura.
Un suave trueno retumbó en la distancia. Miré las nubes que se desplegaron, sus inquietante color gris contra el oscuro cielo.
Volviendo a enfocarme en Sr. Pantalones Enojados, me incliné sobre el motor para ver lo que estaba haciendo. Tenía una de esas luces colgantes, y pude ver una porción de su rostro mientras trabajaba bajo el auto. Me ignoró y siguió ajustando algo. Algo que sólo podía esperar que en realidad necesitara ajustarse, porque él estaba de verdad metido en eso. Su calor distintivo se colaba y me rodeaba. Puse los codos en una brillante parte y apoyé la barbilla en mis manos acunadas.
—¿Vas a estar enojado por mucho tiempo? —le pregunté.
Ajustó de nuevo, rehusándose a encontrar mi mirada, así que vagué con la mirada sobre la parte delantera del coche a sus piernas abiertas, delgadas y poderosas, sus estrechas caderas elaboradas a la perfección, y su cintura de roca, ondulada y tensa. Su camiseta se había subido para revelar varios centímetros de delicias sobre sus vaqueros, y mi boca se hizo agua en respuesta.
—¿Por cuál parte estás enojado? —pregunté, dándome cuenta que él podía estar enojado por cualquier número de cosas. Tendía a acumular puntos en la lista de mierda.
Por fin habló, arrastrando mi atención de nuevo a él. —Estás investigando lo que piensas que fue mi secuestro.
¿Por eso era que se enojó? Espera, ¿acaba de decir… —¿Lo que pienso que fue tu secuestro? Te refieres a que, ¿el bebé que fue secuestrado de los Fosters no eras tú?
Bajó el trinquete y agarró otro, una herramienta igualmente premonitoria. —Sí, era yo, pero difícilmente fui secuestrado.
Me incliné más cerca de él, intentando verlo tras el motor. —¿A qué te refieres? —Mis pensamientos se precipitaban entre sí mientras revisaba el caso en mi cabeza—. No lo entiendo. ¿No fuiste secuestrado?
—No esa vez. —El auto bajó con la presión que puso en ella.
—Reyes, por favor explícate. ¿Fuiste secuestrado de los Fosters o no?
—No importa lo que te diga. Tomarás esa información y harás lo que quieras con ella. Nunca piensas en las consecuencias de tus actos.
—Estás tan equivocado. —Me apoyé con las rodillas y me incliné para mirarlo bajo el auto. Sus bíceps se tensaban contra la delgada tela de su camiseta mientras trabajaba—. Eso es todo lo que considero. Hago lo que puedo para ayudar…
—A extraños —dijo, girando la llave tan fuerte que el auto se hundió de nuevo—. Personas a las que no conoces. No piensas en las personas que estás más cerca a ti. Lo que tus acciones pueden hacerles a ellos.
Estaba horrorizada de que incluso él dijera tal cosa. —¿Piensas que no me preocupo de mi familia? ¿Mis amigos?
—Creo que te preocupas por demasiados. Te extiendes demasiado. Tomas demasiado, demasiado riesgo, y posiblemente no puedes ganar.
Él estaba cambiando el tema a propósito, trayendo un viejo argumento para animarme a dejar el rastro de su secuestro. —Reyes, ¿fuiste secuestrado de tu familia biológica o no?
Respirando con dificultad, bajó la llave y finalmente me miró, sus ojos brillando en la luz artificial. —Sí. Lo fui.
—Entonces, ¿los Fosters son tu familia biológica. La familia que escogiste para nacer en la tierra?
—No. —Volvió a trabajar, y apreté los labios, luchando por paciencia.
—Entonces, el hijo de los Fosters fue secuestrado, pero no fuiste tú.
Entrecerró los ojos mientras luchaba con el coche. —Equivocada. Y equivocada.
Me encontré hipnotizada por sus acciones por un momento. Las sombras entre sus músculos cambiaba cada vez que los flexionaba. —Está bien, entonces, si este el día al revés, el h de los Fosters no fue secuestrado y… —Me esforcé en pensar en cómo lo pondría—… y eras tú. Tú eras el niño de los Fosters.
—Más cerca.
Me tiré a la acera tan dramáticamente como pude sin incurrir en una lesión. —Oh, Dios mío. Te daré un millón de dólares si simplemente me dices.
Examinó la llave que sostenía. —No tienes un millón de dólares.
—Bien —dije, rodando hasta quedar de espaldas y palmear mis bolsillos. Saqué lo que tenía: tres dólares, algo de cambio, y un caramelo de sandía. —Te daré tres dólares, cincuenta y dos centavos y un caramelo.
Su boca se suavizó mientras me daba toda su atención. —Iba a decir que no, pero ya que lanzaste el caramelo. —Se deslizó de debajo del coche y se puso de pie antes de ayudarme a hacer lo mismo—. Si te digo, ¿me prometerás algo?
—Te daré un baile sensual. En tu regazo —dije, sacudiendo mi cabello.
—Trato. No fui secuestrado de los Fosters.
Me sacudí el trasero, pero lo dejé cuando él continuó.
—Los Fosters fueron lo que me secuestraron.
Mientras me quedaba ahí sorprendida ante él, levantó la luz y cerró el capó de su coche. Si bien esto no era para nada como las veces que había intentado que se abriera sobre su infancia con Earl Walker, el monstruo que lo crió, podía decir que no quería hablar especialmente sobre esta parte de su vida tampoco. Se limpió las manos con un trapo, ignorando por completo el hecho de que él estaba cubierto de suciedad y aceite. Definía la palabra sexy.
Me acerqué a él, puse una mano en su brazo para conseguir su atención. Y, bueno, sólo tocar su brazo, porque maldición. —¿Puedes explicarme? No lo entiendo.
Estudió el trapo mientras hablaba. —No soy un ángel de la muerte. No puedo recordar todo desde mi nacimiento como tú. Pero de lo que he podido reunir, la Sra. Foster me secuestró de un área de descanso en Carolina del Norte.
—¿Carolina del Norte? —pregunté, tomada por sorpresa.
Asintió. —Creo que fue un crimen de oportunidad. Ella simplemente descubrió que no podía tener hijos. Ella y su esposo manejaban a casa todavía de una cita de otro doctor. El coche de mi madre se sobrecalentó. Se estacionó en un área de descanso, y ya que dormía en la parte trasera, abrió la puerta para comprobarme y cubrirme con una manta. Ella olvidó volver a cerrarla. La Sra. Foster estuvo mirando todo desde su auto mientras su esposo utilizaba las instalaciones. Lo tomó como una señal de Dios que yo debía ser suyo. Cualquier madre que dejara a su hijo solo así… ella no podía creer que una madre tan indigna de un hijo pudiera tener uno mientras que ella no. Como mi madre biológica estaba tras el capó, llenando el depósito de agua, la Sra. Foster caminó, abrió la puerta, y me tomó. Todo sucedió demasiado rápido. Mi madre caminó alrededor para comprobarme de nuevo, y yo me había ido.
Él hablaba como si lo hubiera leído de un reporte policial. —Pero entonces, ¿lo sabes? ¿Sabes quiénes son tus padres biológicos?
—Sí. A medida que fui creciendo, empecé a recordar más y más. La mayoría no vino a mí hasta que estuve en prisión, pero lentamente recordé sus nombres. Eso fue todo. Eso fue todo lo que vino a mí.
—Entonces, ¿cómo conectaste todo?
—Hackeé la base de datos del FBI y leí los reportes.
—¿Hackeaste al FBI desde prisión? —Cuando simplemente levantó una arrogante ceja, menee la cabeza, atónita. Se me olvidaba lo bueno que era en esas cosas—. ¿Qué sucedió después de eso? Si la Sra. Foster te secuestró, ¿por qué luego dio la vuelta y… y, qué? ¿Hubo alguien más que te secuestró? —Luché para entender—. Eso no tiene sentido.
—Era uno de esos casos en dónde todo seguía yendo mal. Después de que la Sra. Foster me llevó, convenció a su esposo de que era lo que debía ser. Pero, difícilmente podía aparecer con un niño de tres meses. Así que dejaron el estado, se movieron un poco hasta que terminaron en Albuquerque, lo que era extraño en todo otro nivel.
—¿Por qué?
—Porque mis padres biológicos se suponía que se mudaron aquí. Era el por qué los elegí. Entonces, después de que fui secuestrado, terminé aquí de todos modos.
Me incliné contra el grueso poste de luz. —Eso no puede ser una coincidencia. ¿Qué sucedió después?
—Los Fosters estuvieron aquí por un tiempo. Conocieron a los vecinos. Se unieron a una iglesia. Empezaron a hacer amigos. Pero la familia del Sr. Foster empezó a sospechar. Ellos querían verlo. Nunca les gustó su esposa y estaban preocupados de que ella fuera peligrosa, así que planearon un viaje de visita. Y ya que los Fosters de pronto tenían a un hijo de la edad exacta del niño secuestrado de su estado, se dieron cuenta que serían atrapados. Así que, me vendieron.
—Ellos simplemente… ¿van y te venden? ¿Al igual que en eBay?
—Esa es una pieza del rompecabezas que no he descubierto bien aún. Tal vez el Sr. Foster conoció a alguien que los ayudó. ¿Quién sabe? De todos modos, creo que el plan era sólo venderme y acabar con el asunto, pero una vecina vio a un hombre de aspecto sospechoso salir por la puerta trasera conmigo. Pensó que estaba siendo secuestrado, así que llamó a la policía. Ellos aparecieron, los Fosters entraron en pánico y dijeron, sí, su bebé había desaparecido, y el resto es historia.
—Reyes, esto es una locura. ¿Qué hay de la familia del Sr. Foster? ¿Ellos no se enteraron de que él también tenía a un misterioso niño secuestrado?
—Lo creas o no, nunca llegó a ellos. Los niños son secuestrados todo el tiempo. ¿Cuántos has visto, especialmente a través del país? Incluso hoy, durante la era de la información, difícilmente vemos alguna vez los rostros de los niños perdidos. ¿Sabías que hay cerca de dos mil personas reportadas cada día como perdidas? ¿Cuántas ves en las noticas?
—Aún así —dije, completamente sorprendida—, ¿cómo los policías no hicieron la conexión? Tenías las marcas, el mapa de las puertas del infierno en tu piel.
—Sí, pero cuando nací, eran muy claras. Tan claras, que eran imposibles de ver al ojo humano. Se volvieron más oscuras a medida que me hacía mayor. Para el tiempo que los Fosters me vendieron, parecían una muy ligera marca de nacimiento. Nada como lo son ahora.
Me senté en una caja mientras las primeras gotas de lluvia caían del cielo. —Esto es simplemente una locura. Los Fosters parecían tan buenos en el papel y en sus entrevistas. —Sacudí un dedo índice, recordando lo que Sack había dicho—. El Agente Carson dijo que su padre tenía un mal presentimiento de todo el caso, como si algo más estuviera pasando que no podía entender.
—Suena como si fuera un buen agente.
—¿Ibas a terminar aquí de todos modos? Así, ¿creceríamos juntos e iríamos a la misma escuela?
Empacó las herramientas que había sacado y miró hacia el cielo. Las gotas de lluvia dejaban pequeños riachuelos en su rostro y brazos. —Mi padre biológico iba a ser transferido a Albuquerque. Pero después de que fui secuestrado, decidieron permanecer en Carolina del Norte y esperar que la policía me encontrara. Nunca se fueron.
Me puse de pie de un salto. —¿Todavía están ahí?
—Sí.
—¿Has vuelto a ellos, Reyes? —Me acerqué más cuando me miró—. ¿Les has dicho quién eres?
La expresión que me dio me detuvo en seco. —¿Por qué haría eso?
—¿Por qué harías… —me detuve, estupefacta de que él tuviera que preguntar—. Reyes, ellos deben saber que estás bien. Ellos tienen el derecho a saber eso.
—Tienen el derecho a vivir sus vidas felices y sin enterarse.
No podía creer nada de eso. —¿Por qué los ibas a dejar en la oscuridad por todos estos años?
El calor de su cólera calentó las frías gotas de lluvia cuando cayeron suavemente en la tierra. —Ellos no son mis padres reales, Holandesa. Sabes eso.
—Pero, tú los escogiste.
—Escogí a la mujer para que fuera un recipiente, eso es todo.
Había más que eso. Podía sentir la mezcla de emociones arremolinándose dentro de él. Podía sentir la ira y el resentimiento y la duda. —Eso no es del todo cierto —le dije.
Sus emociones era demasiado fuertes para bloquearlas, y eso lo enfureció incluso más.
Se apartó de mí para recoger la caja de herramientas, pero lo detuve, tomé su mano en la mía, la llevé a mi rostro para acariciarlo. —Reyes, tienes que decirles. Tienes que aliviar su dolor. Su incertidumbre.
Las gotas de lluvia caían de sus imposiblemente largas pestañas, sus oscuros ojos brillando debajo de ellas. —¿Por qué me querrían, Holandesa? ¿Qué les haría saber mi verdadera identidad?
Aunque estaba completamente en desacuerdo, quería convencerlo de que se abriera. Que les dijera. El resto podía venir después. —No tienes que decirles lo que eres.
—No me refiero a eso. —Se apartó de mí—. he pasado los últimos diez años en prisión.
Di un paso más, obligándolo a enfrentarme. —Por un crimen que no cometiste.
—Todavía tengo el hedor de la prisión en mí. Los internos son diferentes. Actúan diferente. Sus habilidades sociales no están exactamente a la altura. Lo sabrían.
—Por favor, dime que está bromeando.
—No. —Agarró mi brazo, su comportamiento cambiando un poco. —Y no quiero que les cuentes, tampoco. Esta es mi vida, Holandesa. No quiero que interfieras, ¿entiendes?
No importaba cuando quisiera, tenía que respetar eso. Si no quería conocer a sus padres biológicos, no podía forzar el asunto. Él tenía todo el derecho a su privacidad, pero el pensar en ellos aún sufriendo después de todos estos años, todavía sin saber lo que había sucedido a su bebé, rompía mi corazón. Había mucho que decir a favor del desenlace. Dejarlo como estaba era como dejar una herida abierta, bueno, abierta. Seguramente había una forma de bordear sus deseos, de tan sólo hacerles saber que su hijo estaba a salvo y bien, —muy bien, de hecho, sin dar su identidad.
—Prométemelo —dijo, tomando posesión de mi otro hombro.
Antes de que pudiera hacer esa promesa, otra idea me golpeó. —Oh, Dios mío, ¿qué pasa con el otro hijo que tienen ahora? ¿Los Fosters? ¿Es siquiera realmente de ellos?
—No tengo idea. —Soltó mis hombros y se cruzó de brazos—. Tengo la sensación que él también fue secuestrado, ya que rubio y ellos son de cabello oscuro.
—Santa mierda en el pan bendito. Esto es tan malo. Tienen que ser detenido.
—¿Esta es tu forma de escapar de mi promesa a que mantendrás esa pequeña nariz fuera de esto?
—¿Qué? ¿Yo? Vaya, mira esta lluvia.
—Holandesa —dijo, su profunda y sexy voz toda profunda y, bueno, sexy. La suave lluvia había moldeado su camiseta una vez blanca en él como si estuviera hecha a la medida de la extensión de sus hombros, a la estreches de su cintura—. Podrías lamentar verme así.
Mi mirada saltó de regreso a su rostro. No ayudó. —Nunca podría arrepentirme de mirarte.
Frunció el ceño como si no entendiera. —¿Por qué? —preguntó, completamente serio.
Y estaba perdida. Salté a sus brazos, casi literalmente, y presioné mi boca en la suya. Él lucho contra una sonrisa por un momento, devolviendo mi beso entusiastamente, para luego apoyarme contra su auto. Una mano al instante buscó el peso de Peligro. La persuadió agasajándola con un pulgar. Su boca, tan caliente contra la mía, salió a succionar su ccresta y sólo entonces me di cuenta de que había desabotonado mi camisa y liberado tanto a Peligro como a Will de sus confines.
El hecho de que estuvieran afuera ni siquiera lo registraron. El sofocante calor de su beso me envolvió mientras chupaba a Peligro. Ella se tensó bajo sus cuidados, endureciéndose tan rápido, que casi grité. La sacudida de éxtasis fue abrumadora. Él cambió a Will y luego volvió de nuevo, ofreciéndoles a ambos la misma cantidad de atención. Cada vez que se arrastraba una rosada cresta, sentía un cortante bocado de excitación atravesarme. Lo miré mientras amasaba y succionaba, su exquisita boca hermosa contra mi pálida carne. Pero fueron sus dientes rozando sus endurecidos picos que fue mi perdición. En una rápida ráfaga, el aguijón agridulce del orgasmo se disparó a través de mí, chocando como fuego y hielo durante un huracán.
Un grito no podía dejar de salir de mi garganta. Jamás. Jamás en mi vida había experimentado un clímax de tal manera. Jadee de completo asombro cuando el orgasmo pulsó a través de mí como una cascada de placer. Decayó poco a poco, dejándome temblando a su paso, y sin embargo quería más. Siempre más cuando venía de Reyes Alexander Farrow.
Su boca descendió a la mía y envolví los brazos alrededor de su cabeza mientras me recostaba hacia atrás, dejándose sobre el capó de su auto. Antes de que él pudiera levantarse, me extendí y acaricié la erección que sus pantalones apenas podían contener. Inhaló una bocanada de aire, el aire se agitó de repente frío contra mis labios, causando otra ola de crudo deseo tensándose en mí. Antes de saberlo, él me quitó los pantalones. Cómo se las arregló para hacer eso sin que me diera cuenta me sorprendió, pero yacía en su auto, medio desnuda, jadeando y agotada cuando, sin la más mínima pizca de fanfarria, entró en mí en una larga embestida.
Lo sujeté y agarré a mí, el fuerte repunte de necesidad borrando mi autocontrol una vez más. Se quedó allí, enterrado dentro de mí, permitiendo a mi cuerpo ajustarse a la plenitud de su erección hasta que agarré puñados de cabello, mordí su hombro, y empujé mis caderas contras las de él, forzándolo a ir incluso más profundo.
Gruñó contra mi oído, envolvió un brazo bajo una rodilla, y se impulsó en mí una y otra vez con rápidos y cortas explosiones, engatusando el calor en mi abdomen a hincharse, girar y agitarse, construyéndose con cada embestida al igual que la presión de un volcán de lava a punto de hacer erupción. Mis pezones aún estaban sensibles. Se rozaban contra su pecho con cada empuje, haciendo su parte para lanzarme al borde una vez más.
Los músculos en los poderosos hombros de Reyes se flexionaban bajo la presión de sus esfuerzos. Su respiración se hacía entrecortada, más y más laboriosa a medida que me forzaba todavía bajo su agarre férreo. Clavé las uñas en su carne, instándolo a ir más rápido, rogándole que no se detuviera. A nunca detenerse. Su expresión era una de agonía cuando se tragó su propia necesidad para obligarme a alcanzar otro clímax explosivo. Enterré la cara en el hueco de su cuello mientras la fiebre dentro de mí se elevaba y quemaba como una marea creciente estrellándose contra una presa. Reyes volvió a gruñir cuando su propio clímax lo estremeció. Tembló contra mí, su angustia tan poderosa como la mía, al igual que intoxicante. Se aferró a mí con tanta fuerza, que era casi doloroso y sirvió solo para enviar la cresta de mi orgasmo aún más alto. La monté, deleitándome en el regocijo que me inundaba el cuerpo y el alma hasta que muy suavemente fluyó, disipándose completamente en el lapso de varios segundos.
La respiración de Reyes se enlenteció, así como la lluvia. Tocaba un suave y melódico patrón contra el ‘Cuda mientras yacíamos ahí, miembros enredados, ropas torcidas. Lo poco que teníamos, al menos. Se inclinó y me besó, largo, duro y profundo, como si me diera las gracias. Como si reforzara el hecho de que me necesitaba tanto como yo a él.
Cuando se levantó, pasé las puntas de mis dedos por su mejilla y susurré—: Eso fue algo increíble.
Sus dientes brillaron en la oscuridad. —Tú eres algo increíble.
Lo aceptaría. Estaba totalmente ocupada mirando sus ojos cuando escuché un repiqueteo. Se registró en alguna parte en el fondo de mi mente, pero no terminaba de llegar a ser un pensamiento consciente hasta que escuché el sonido de nuevo.
—Ese es mi teléfono —le dije.
Me ayudó a bajar del capó y me mantuvo agarrada hasta que recuperé mi equilibrio. Me tomó un momento localizar mis pantalones, pero una vez que lo hice, saqué mi teléfono del bolsillo, recé para que la lluvia no lo hubiera arruinado, y revisé los mensajes. Un insulto que no podía repetir en público se esparcía en la pantalla. Grité, cubriéndome la boca con una mano, luego dije a través de mis dedos—: ¡Me olvidé de Tío Bob!