17

Traducido por Adriana Tate

Corregido por Meliizza

 

Oh, por Dios. Qué hermosa matiz de perra llevas hoy.

(Camiseta)

Esperamos enfrente del apartamento a que Phillip apareciera. Llegaba aproximadamente quince minutos tarde y empezaba a preocuparme que nos hubiera dado plantón cuando volvió la esquina del edificio. Ambos salimos y nos acercamos para reunirnos con él. Pero cuando vio a Garrett comenzó a reconsiderarlo.

Estuvo a punto de regresar a su auto cuando le alcancé. —Es un colega —le dije, levantando las manos en señal de rendición—. También es un investigador privado y el mejor rastreador que jamás he conocido. Puedes decirle todo lo que me dirías a mí.

Sentí una ola de apreciación proveniente de Garrett. Era mucho más agradable que el enojo o la frustración que generalmente sentía salir de él.

—Esto fue un error —dijo Phillip, avanzando poco a poco de regreso a su auto.

—Lamento tener que hacer esto, Phillip, pero les diré a esos hombres lo que sea que quieran escuchar si no me dejas participar en esto. —Decidí asaltarlo con mi gran pregunta y medir su reacción—. ¿Mataste a ese hombre?

Levantó la barbilla. —Sí, lo hice.

Jadeé y lo miré fijamente. —Estás mintiendo. Nunca has matado a nadie.

Colocó el dedo índice sobre su boca para callarme. —¿Quieres que todo el barrio te escuche? Vas a hacer que nos maten a todos.

¿Qué demonios sucedía?

Agarró mi brazo y me guio hacia un apartamento de la planta baja.

Después de servirse un buen trago, le ofreció una copa a Garrett. Afortunadamente, Swopes lo rechazó negando con la cabeza. No era el momento para ponerse fiestero con los chicos.

Cuando se sentó, le dije—: Bien, Brinkman, escúpelo. ¿Por qué tu novia dice que te vio matar a alguien?

Dejó salir un suspiro desventurado, luego dijo—: Porque necesitaba una salida. Las cosas se estaban poniendo demasiado inestables. Demasiado impredecibles.

—¿Esto tiene algo que ver con el hecho de que manejas mucho más dinero a través de tus negocios que en los autos?

Su cabeza se levantó. —¿Cómo supiste eso?

—Te lo dije, conexiones. ¿Qué pasa? —pregunté, pateando un calcetín sucio para alejarlo de mí.

Se dejó caer en el sofá e inclinó la cabeza hacia atrás. El tipo estaba a cinco minutos de un ataque de nervios. Sentí un poquito de lástima por él.

—Lavé dinero para la familia Mendoza.

Garrett se quedó inmóvil. Evidentemente ese nombre significaba algo para él.

—¿La familia Mendoza? —pregunté, completamente perdida.

Pero antes de que Phillip pudiera responder, Garrett dijo—: Los Mendoza son una de las familias del crimen más grandes en México. Han sido responsables de cientos de muertes allí, incluyendo policías y jueces.

Miré de nuevo a Phillip. —¿Cómo te involucraste con ellos?

—Ellos vinieron a mí, me ofrecieron ayudarme a levantar el negocio nuevamente, me prometieron hacerme un hombre rico. Hicieron las dos cosas, pero los Mendoza no son las personas más estables que conozco.

—¿Todavía no entiendo qué tiene que ver un asesinato con todo esto?

—Fue idea de Emily. Tengo la esperanza que una vez que vaya a la cárcel, se olviden de mí.

—Entonces, ¿ese es el plan? ¿Ir a la cárcel por un crimen que no cometiste? Si no tienes miedo de ir a la cárcel, ¿por qué simplemente no te entregas tú mismo?

—¿Sabes lo que me harían si hiciera eso? ¿A mis hijos? Mudé a mi ex esposa y a mis hijos al otro lado del país para alejarlos de estos tipos, pero su alcance no se termina exactamente en la frontera del estado. No dudarían en hacerles daño para mantenerme haciendo lo que hago. O peor, matarlos. De esta forma, voy a la cárcel por algo completamente diferente. Pierdo todo, incluyendo este negocio. Ya no les seré útil, y mis hijos estarán a salvo.

—Así que, ¿nunca hubo un asesinato? ¿Tu novia nunca vio nada?

—No.

—Entonces ¿a quién están buscando? ¿A quién mataste supuestamente?

—A mi mejor amigo de la universidad. Estuvo de acuerdo en desaparecer por un precio.

—Amigo, él aparecerá de nuevo a la larga.

—No, él no tiene familia aquí. No tiene amistades profundas, además de mí.

—Eso es terriblemente arriesgado.

—Créeme, entiendo eso más de lo que puedas posiblemente saber. Y tengo un plan de respaldo.

—¿Cuál es?

—Tengo un hombre en estado de alerta que esconderá a mi ex y a mis hijos. He reinvertido millones para ese propósito.

—¿Quién sabe todo esto?

—Nadie. Nadie aparte de Jeff, el tipo al que supuestamente maté, y mi novia. Y ahora tú. Maldición. —Se mordió el labio inferior, pensativo—. Sabía que probablemente esto no funcionaría. No puedo arriesgar el bienestar de Emily. Es tan inteligente. Y valiente. Sabía que irían tras ella. —El pensamiento de ella trajo una sonrisa a su rostro—. Nunca he conocido a nadie tan dispuesta a arriesgar todo, incluyendo su vida, por mí.

—Entonces, ¿de quién es este apartamento? —le pregunté.

—Es de Jeff.

—¿El tipo al que supuestamente mataste?

—Ese mismo.

—Esto es un poco espeluznante.

—¿En serio? —preguntó Garrett con cara de póquer—. ¿Esto es espeluznante?

—Déjame entender esto, Phillip, ver lo que puedo averiguar y que se puede hacer.

—Nada —dijo—. El juego se acabó. Si ellos supieran que intentaba perder el negocio a propósito, irán tras todos los que he amado.

—No permitiremos que eso suceda.

—Mira, si ellos envían hombres a tu apartamento, te lo prometo por mi vida, van a estar viéndote de cerca.

—Definitivamente me verán de cerca. Todo el asunto de apuntarme en la cabeza fue bastante molesto.

—No, te verán de cerca. Vigilándote. Observando cada cosa que digas. Si repites esto…

—No, lo entiendo. —El capitán también había estado vigilándome. Literal y metafóricamente—. Necesito limpiar la casa de todas maneras.

 

Llamé a mi amiga Pari en el camino a casa. —Necesito que limpies mi apartamento.

—Tu apartamento no me atrae tanto.

—Creo que estoy siendo escuchada telefónicamente.

—¿Cómo lo estoy haciendo yo? ¿En este instante?

—Más o menos, sólo que menos metafóricamente. ¿Todavía tienes ese equipo para detectar ese tipo de cosas?

Después de una larga pausa, dijo—: No. Sabes que no tengo permitido estar cerca de nada como eso. Me estoy ateniendo a las condiciones de mi libertad condicional, muchas gracias.

—Está bien, pero es en serio —le dije.

—Oh, ¿me estás preguntando si tengo ese bote de repelente de insectos que me prestaste?

Podía visualizarla guiñándome un ojo en un intento descarado de escape. Pero en serio, ¿quién presta un bote de repelente de insectos y espera que se lo devuelvan?

—Um, sí —le dije, siguiéndole el juego—. ¿Todavía tienes ese bote de repelente de insectos que te presté?

—Me tomará un tiempo rebuscar en mi cuarto de uso privado, donde no tengo nada ni siquiera remotamente relacionado con las computadoras y/o aparatos electrónicos relacionados con la parafernalia.

—¿Ni siquiera puedes tener aparatos electrónicos relacionados con la parafernalia? ¿Qué demonios hiciste?

—No qué —dijo, dejando caer el disimulo—. Sino a quién.

—Bien entonces, ¿a quién fue?

—En cierto modo como que accidentalmente a propósito hackeé el sistema telefónico de la Casa Blanca.

—No.

—Sí.

—¿Crees que eso fue sabio?

—Ya no, puedes apostar tu trasero. Ellos se toman esas cosas realmente en serio.

—Me pregunto por qué.

Colgué, luego le di a mi chofer —a quien temporalmente nombré Fitz, porque Garrett no sonaba como un nombre de chofer en absoluto— toda mi atención. —¿No has encontrado nada más sobre los Doce, Fitz?

—Un poco —dijo, siguiéndome la corriente—. Le dije al Dr. von Holstein que se enfocara en ellos, ver lo que dicen las profecías.

—¿Y?

—Todavía está trabajando en ello, pero hay una cosa que encontró que es muy interesante, y es que hay menciones de dos grupos de Doce con uno definiendo la fuerza en el medio, la decimotercera bestia.

—¿En serio? —pregunté, de repente muy interesada.

—De la forma en que yo lo entiendo, están los Doce, alias la oscuridad, pero también están los Doce dotados de sentido que son seres de la luz para equilibrar la balanza, enviados para protegerte, a la hija.

—Eso parece un montón de problemas con los que lidiar. ¿Y el decimotercero?

—Es el líder que inclinará la balanza hacia la luz o hacia la oscuridad.

No bromees.

 

En el momento en que regresé a mi apartamento, Pari se encontraba allí esperándome. Ella vivía a sólo una cuadra de distancia, lo cual lo hacía agradable, especialmente cuando necesitaba su ayuda con algo. O cuando necesitaba un masaje. Tenía unas manos increíbles.

Intenté llamar al tío Bob, pero él no respondió. Necesitaba saber cómo iba con el capitán. Y si realmente contrató a esa falsa psíquica. Que se desteñía el cabello completamente. También llamé a Quentin en un video chat. También le iba bien y preguntó por Amber.

—Sólo no te acerques a su madre en un futuro cercano. Serás quemado vivo.

Él se estremeció y suspiró. —Entiendo. Realmente estoy arrepentido.

—Sé que lo estás, dulce chico, y si Cookie se pone en contacto contigo, estarás incluso más arrepentido.

—Está bien.

Le envié besos y colgué.

Pari se había puesto lentes de sol igual que hacía siempre que se encontraba a mí alrededor. Podía ver mi luz, decía que la cegaba. Encontró a Garrett mientras salíamos, y sus ojos bailaron un poco antes de preguntar—: Entonces, ¿qué vamos a hacer?

—Estoy siendo escuchada telefónicamente por todo el Departamento de Policía de Albuquerque y la mafia de la familia Mendoza.

—Sí que te gusta hacer enojar a las personas.

—No le hice nada a ninguno de ellos. El hombre la agarró conmigo.

—Estoy segura de que tienes razón —dijo, ofreciéndome una palmadita verdaderamente tierna en la espalda. O eso, o trataba de sacarme la laringe.

Tosí y los presenté. —Pari, este es Fitz. Mi nuevo chofer. He decidido que necesito un chofer a mi entera disposición y él es bastante barato.

—Soy Garrett —dijo cuándo le tomó la mano.

Ella lo observó de los pies a la cabeza.

—Fitz, esta es Pari. Es una increíble artista del tatuaje y sólo ha estado en la cárcel dos veces.

—No he estado en la cárcel —corrigió, incapaz de quitarle los ojos de encima—. Tienes un aura increíble.

Eso fue todo. Había visto lo suficiente para sentir menospreciado a su amante principal. —¿Qué hay de Tre? —le pregunté, horrorizada. Había estado saliendo con su empleado desde hacía un tiempo. Todo el asunto gritaba demanda por acoso sexual, pero ellos se veían felices.

—Su aura está bien. Sin embargo, la de Garrett, es completamente única.

—¿En serio? —le pregunté, entrecerrando los ojos. Yo podía ver auras. Más o menos.

—Completamente única.

—¿Mis micrófonos? —le pregunté.

—Oh, cierto. —Desempacó su bolso y sacó un dispositivo manual que supuse que era para micrófonos. Pero por otra parte, ella podía ser una completa charlatana. ¿Cómo iba a saberlo?

—Estoy pensando en agregar vigilancia de algún tipo. Como detectores de movimiento y cámaras. Estoy cansada de que las personas irrumpan sin pedir permiso.

—Generalmente, diría que una cámara es un poco exagerado, pero en tu caso, recomendaría dos y posiblemente algún tipo de trampa explosiva.

Encendió el aparato y comenzó a agitarlo por encima y por debajo de los lugares más obvios para esconder un micrófono. Encontró uno casi inmediatamente y metió la mano debajo de mi ventana. Parecía un pequeño botón de color negro.

—De última generación —dijo. Se lo entregó a Garrett, quien concordó con un asentimiento.

—Dudo que esto haya venido de tu capitán —dijo él—. El gobierno nunca pagaría por estos equipos de alto coste.

—¿Los Mendoza? —susurré, porque no quería que me escucharan.

Lo levantó hacia la luz y lo giró entre sus dedos, admirándolo. —Es lo más probable.

—Está bien —le dije a Pari—, colócalo de nuevo exactamente donde lo encontraste y asegúrate de que todavía funcione. Lo voy a necesitar más tarde.

Hizo un gesto de aprobación con el pulgar hacia arriba, y luego susurró—: Es extremamente sofisticado. Tiene un rango de… —Se detuvo y dejó que su mirada se deslizara más allá de mí.

—¿De? —le pregunté, antes de darme cuenta de que había descubierto a mi compañero de cuarto.

—¿Qué es eso? —preguntó, enderezándose.

—Eso es el Sr. Wong. Es mi compañero de cuarto.

Pari era capaz de ver a los difuntos desde su accidente cercano a la muerte cuando tenía doce años, pero sólo podía ver una ligera alteración en su visión, una liviana niebla grisácea.

—¿Es un difunto? —preguntó.

—Sí. Sólo flota en mi esquina. Todo el día. Todos los días. No sale mucho. —Cuando no contestó, la miré de nuevo. Se había quitado los lentes de sol y quedado paralizada—. ¿Qué? —le pregunté—. Ves a difuntos todo el tiempo.

—¿Estás segura de que eso es lo que es? —preguntó.

Eso atrajo mi atención. —¿A qué te refieres? —Me acerqué al Sr. Wong—. Luce como cualquier otro difunto que he visto. Quizá un poco más monocromático. —Era extremadamente gris.

—No, no es como cualquier otro difunto —dijo.

Garrett vio nuestro intercambio, más interesado en el auricular que sostenía que en nada sobrenatural. Le gustaban las cosas que podía ver. Cosas que podía tocar y explicar. Para un tipo que venía de una familia practicante del vudú, por no hablar de que fue al infierno y regresó, no se encontraba muy cómodo discutiendo el ámbito sobrenatural.

Entrecerré los ojos nuevamente, intentando ver lo que ella veía. —¿Cómo lo sabes? ¿Qué ves?

Pero sólo se quedó allí parada, con los ojos vidriosos, la cara iluminada y una expresión reverente. Pari no era la persona más reverente que conocía. Cubierta en tatuajes, con su largo cabello oscuro en ondas atrevidas, le gustaba delinearse de negro y usar pequeñas faldas de color negro. Si tuviera que describirla en una palabra, sería rebelde.

—¿Qué? —le pregunté de nuevo. Giré mi cabeza de un lado hacia otro—. ¿Qué ves?

—Nada —dijo, parpadeando y saliendo de su estupor—. Nada en absoluto. —Le echó un vistazo al resto del área—. Pero creo que encontré parte de tu problema. —Señaló mi habitación.

—¿En serio? —Corrí a su lado, me quedé allí por un momento, luego caminé hacia mi habitación. A pesar de mi conclusión anterior de que mi habitación no había sido saqueada cuando el intruso registró el lugar, parecía faltar algo. Apoyé las manos en mis caderas y miré alrededor, tratando de identificarlo. Mi tocador fue revuelto. Mi armario parecía estar bien, considerando que era mi armario. Mi cama se hallaba intacta, el edredón de Bugs Bunny se encontraba exactamente como lo dejé esta mañana; en un total desorden.

Pero algo no se encontraba en su lugar.

—Reyes. Alexander. Farrow —dije.

Segundos después de que dijera su nombre, Reyes entró en su habitación y miré a través del espacio abierto, directamente desde mi habitación hacia la suya.

Esperó a que continuara.

—Siento como si faltara algo en mi habitación.

Apareció un hoyuelo en la comisura de su boca. —No me digas.

—¿Alguna idea de lo que podría ser?

Miró alrededor de mi habitación también y luego se encogió de hombros. —No me lo puedo imaginar.

—Ah, espera —dije, pasando de mi habitación a la suya—, ¿no había algo aquí? Como, no sé, ¿una pared o algo así?

Levantó la mirada. —Podrías tener razón. Me parece recordar una barrera de algún tipo aquí.

—Síp —dije, acercándome—, definitivamente recuerdo una división que separaba nuestros apartamentos. —Cuando su única respuesta fue una inclinación maliciosa de su boca carnosa, le pregunté—: ¿Dónde colocaste mi pared?

Cruzó los brazos sobre su pecho y se apoyó contra el marco. —¿Qué te hace pensar que la tomé yo?

—Porque estaba allí esta mañana.

—¿Y eso significa que yo la tomé? Quizá la extraviaste. ¿Exactamente, dónde la viste la última vez?

Apreté los labios. —Derribaste mi pared.

La sonrisa que me dedicó podría haber encantado las bragas de una monja. Completamente sin remordimiento, admitió—: Derribé tu pared.

Me acerqué y él cerró sus largos brazos alrededor de mi cintura. —Mi apartamento no es un lugar seguro —le advertí—. Es irrumpido frecuentemente, está encantado y tiene una terrible aversión al licor de canela. Larga historia.

—¿Y crees que fue una mala idea derribar esta pared?

—Bueno, ahora que no hay una barrera aquí, la maldición que ha sido lanzada sobre mi humilde morada también se ha filtrara a tu lado.

—Esta es una apertura sin filtraciones.

—¿En serio? Porque se ve bastante filtrante.

—¿Filtrante?

—Filtrante. Y ahora que tenemos esta gran cama —dije, señalando hacia nuestras camas topándose una contra la otra, sin cabeceras en el medio. Entonces todas las maravillosas posibilidades tomaron forma en mi mente. Le sonreí—. ¡Podemos jugar al Twister en ella!

—Twister.

—Y podemos tener una enorme pelea de almohadas. Por supuesto, patearé tu trasero.

—¿Lo harás?

—¿Quieres apostar?

—Creo que has hecho suficientes apuestas por un tiempo —dijo, refiriéndose a mi patético intento de ganar dinero en efectivo en la mesa de póquer.

—Eso fue con un demonio mentiroso y engañoso. Difícilmente me puedes culpar por perder con alguien que come almas para la cena.

—Creo que tu amiga está molesta.

Me salí de su abrazo para comprobar a Pari. Miraba fijamente de nuevo, sólo que en lugar de la mirada de reverencia que tenía cuando miró al Sr. Wong, a Reyes lo miraba con una cautela que, si no me equivocaba, se parecía a la agitación. Aterrorizada.

Dio un deliberado paso hacia atrás cuando Reyes la miró, luego otro y otro hasta que estuvo de espaldas contra Sophie y no pudo avanzar más.

—Pari —dije, avanzando hacia ella—, este es Reyes Farrow, mi, um, vecino. —No supe cómo presentarlo. ¿Era mi novio? Difícilmente parecía apropiado decir amante. Y no era mi prometido. Todavía. Aun así, novio no parecía correcto—. ¿Pari?

Se recuperó y comenzó a juntar su equipo. —Tendré que trabajar en esto muy pronto.

Garrett había salido por la puerta e inspeccionaba la nueva construcción. Era increíble. Nadie nunca habría sabido que antes había una pared allí. Había sido terminada y pintada para que coincidiera y simplemente se viera como una gran habitación.

Se giró hacia Pari. —No te preocupes, Farrow asusta a todo el mundo.

Le fruncí el ceño mientras caminaba más allá de él. —¿Estás bien? —le pregunté, pero ella no me miró.

—Estoy bien.

Me di cuenta de que jadeaba, pero las emociones que salían de ella sólo eran miedo parcialmente. Había tanto mezclado allí que no podía decidir cuál le causaba mayor dolor.

Puse una mano sobre su brazo. —Pari, cariño, siéntate.

En el último momento levantó la mirada, se encogió por la luz, incluso bloqueada con los lentes de sol, y luego dijo—: No, está bien. Estoy bien.

La llevé a mi sofá de todos modos. —Pórtense bien, chicos —dije con mi tono de advertencia. No es como si eso fuera a hacerle ningún bien a esos dos, pero no siempre se llevaban bien. Una vez que nos acomodamos, hablé suavemente con Pari. No era el tipo de persona que se ponía nerviosa. No creía que se pudiera poner nerviosa—. ¿Qué ocurre? —le pregunté.

Sacó su labio inferior, luego se inclinó hacia mí y susurró—: ¿Qué es él?

Era la segunda persona que me preguntaba eso últimamente. No sabía cuánto decirle. Sabía lo que era yo porque podía verme, mi luz, pero ¿qué veía con Reyes? —¿Cómo luce para ti?

—Se ve como, no sé. —Echó un rápido vistazo por encima de mi hombro—. ¿Alguna vez viste el cielo en la noche cuando no había estrellas pero se veía claro como el cristal, el cielo de un negro tan profundo que tenías la certeza de que te podrías ahogar en él, ya que era tan hermoso?

Asentí con complicidad. —Sí, lo he visto.

—Él es eso. —Cerró los ojos de golpe como si se lo imaginara en su mente, con miedo de mirar de nuevo—. Es el tipo de belleza profunda y oscura por la que venderías tu alma con tal de tenerla.

Guau, era buena. —No puedo discutir contigo en eso.

—Nunca he visto algo como eso. Como él. Está hecho de fuego. Un fuego negro que es tan negro, tan intenso, que en lugar de dar luz, la absorbe. La doblega a su voluntad. —Entonces me dio su completa atención—. Ese es tu Reyes —dijo, carente de expresión.

—Ese es mi Reyes.

Se aclaró la garganta, tragó saliva y se ajustó su collar. —Puedo ver el atractivo.

—Pareces asustada, Pari.

Asintió. —Ah, lo estaba. Lo estoy. No me malinterpretes, pero santa mierda, no hay nada más sexy que algo así de hermoso, así de enigmático y así de enorme todo en uno. Bueno —añadió—, siempre y cuando no intente matarme.

Me reí. —¿Puedo presentarte apropiadamente?

—¡No! —Comenzó a juntar sus cosas de nuevo—. Quiero decir, no, gracias. Simplemente es tan… es demasiado… no estoy segura…

—Lo entiendo —dije con comprensión, pero quemándome de la curiosidad por dentro. Quería ver exactamente lo que veía ella.

Lo miré por encima de mi hombro. Se apoyaba contra su propia puerta y Garrett se apoyaba contra la mía. Era un enfrentamiento tan viejo como el tiempo, cuando los cavernícolas se desafiaban unos a otros para pelear a muerte con palos. Uno de ellos tenía que ser el alfa, y ninguno estaba dispuesto a ceder ante al otro. Le entrecerré los ojos a Reyes, concentrada, le puse todo mi esfuerzo. Nop. Sólo era el tipo sexy de al lado. Ni noches sin estrellas ni fuego negro.

—Oh, tu teléfono definitivamente está siendo intervenido. Pásate por allí y te daré uno limpio. Lo puedes usar para cualquier cosa que no necesites que ellos escuchen, pero sólo recuerda, pueden escucharte incluso cuando no estás al teléfono. Los teléfonos son la forma más rápida y barata de vigilancia que existe. Si necesitas tener una conversación que no quieres que escuchen, debes sacar la batería del tuyo. No sólo apagarlo.

—Llámame más tarde —me dijo Pari antes de despedirse con la mano de Garrett y huir de mi apartamento.

—Está bien. No seas una forastera.

Me di cuenta de que Reyes me observaba cuando me puse de pie para acompañar a Pari a la puerta, pero la chica fue rápida, así que giré mi atención de vuelta al problema en cuestión. El asunto de la pared. En serio, ¿quién hace una mierda como esa?

Pellizcando las costillas de Garrett mientras pasaba, me acerqué a Reyes y me quedé allí con los brazos cruzados.

—¿Sí? —preguntó juguetonamente.

—Este asunto con la pared no se ha terminado.

Enganchó un dedo en la presilla de mis pantalones vaqueros y tiró. —¿Tenemos un asunto con la pared?

Mis manos se posaron instintivamente en su pecho, la dura extensión suave debajo de mis dedos. —Tenemos un asunto con la pared.

—¡Charley! —gritó Cookie.

—Estoy aquí —le respondí, hipnotizada por los hoyuelos a cada lado de la boca de Reyes.

Entró corriendo, sin aliento y con las mejillas sonrojadas. —¿Qué piensas de este atuendo? —preguntó, girando en un círculo hasta que notó a Garrett. A quien acababa de pasarle por el lado—. Oh, hola, Garrett.

—Cookie —dijo con un asentimiento.

Ella se había estado alistando para la tercera y última cita en la Operación Pobre Ubie. Si esto no funcionaba esta noche, tendría que hacer algo drástico, como —jadeo— pedirle ella misma al hombre que salieran. Pero se veía impresionante. Si esto no funcionaba, era un idiota que no la merecía.

—Sólo me alistaba para una cita. Un asunto. No una cita realmente, pero… —Frunció el ceño—. ¿Dónde está tu pared?

Puse mis puños en mis caderas y la miré. —Eso es lo que me gustaría saber, Missy. Hablando de eso —dije, girándome hacia el ladrón de paredes—, ¿por qué rayos derribaste mi pared?

Levantó un hombro. —Vives al lado.

—Sí —dije, reconociendo ese pedazo de información—, pero, ¿por qué derribaste mi pared?

Se puso serio, estudiándome desde debajo de sus parpados entornados. —Vives al lado.

—Oh. —En el último momento el significado tomó sentido.

Cookie suspiró. —Eso es lo que quiero, maldición. —Nos señaló y le preguntó a Garrett—: ¿Es demasiado pedir?

Garrett se veía horrorizado por la idea.

—Bueno —dije, acercándome a ella y enderezando su bufanda—, encontré a este hombre en un anuncio en la parte de atrás del periódico Weekly Alibi.

—Espera, ¿no lo conoces? —preguntó, horrorizada.

—No, pero es un actor. Necesitamos a un actor para esto. Alguien que pueda, ya sabes, actuar.

Gimió. —Esto podría ser contraproducente de muchas maneras —dijo, y tenía razón, por supuesto, pero yo tenía que ver la taza de café media llena. Hacíamos esto por una razón. Funcionaría. Y los unicornios brillarían a la luz de la luna.