ALEGATO PARA CUATRO SOSPECHOSOS

FERNANDO

Es el sospechoso número uno. Tiene todas las papeletas. Es al que más veces le han cargado el muerto, nunca mejor dicho. Cada vez que alguien no se traga lo del vaso de agua fría, le cuelgan el sambenito de asesino envenenador.

A primera vista, es el que más gana con la muerte de Felipe. Tiene un móvil claro. La ambición. El dinero. El poder. Y hay una prueba. En Alemania se dan por ciertos los rumores que dicen que Felipe estaba advertido de que Fernando podría tratar de envenenarle. Pero no se sostiene.

A Fernando solo le interesa Castilla por una razón. Ha sido un braguetazo. La esposa millonaria que le paga todas sus guerras. Primero, las del Rosellón y la Cerdeña. Luego, las de Nápoles. Ahora tiene todo lo que quería de Castilla. Lo ha sabido negociar. Se ha marchado a Aragón con los bolsillos llenos. Tiene el maestrazgo de las tres Órdenes más importantes. Tiene unas rentas muy suculentas de las Indias. Tiene el cobro de varios impuestos. Tiene una pensión vitalicia multimillonaria. Se lo ha llevado doblado. Con todo ese dinero, Fernando ya se puede pagar sus propias guerras. No le hace falta matar al yerno.

Es más, lo cierto es que Fernando preferiría que Felipe siguiera vivo. Ahora que ha muerto, igual llega alguien y le da por revisar los pactos que han firmado. Felipe era la mejor garantía de conservar su derecho a sacar tajada de Castilla.

En cuanto al móvil político, ya hemos visto que los únicos intereses de Fernando son los suyos propios. Los de Aragón. El Rosellón, la Cerdeña, Nápoles y la expansión por el Mediterráneo. Lo demás, le importa un bledo.

Cuando Cisneros le ofrece la corona de Castilla, le viene fatal. Por eso no tiene demasiada prisa por volver. Parece, incluso, que no quiere. Se hace el remolón. Se hace de rogar. Se hace el imprescindible. Se nota que le da una pereza terrible volver a ponerse la corona de su señora.

La verdad es que el trono de Castilla, en este momento, es un marrón. Fernando tiene sus rentas. Tiene un reino pacificado. Tiene un pacto con Francia. Tiene una mujer que está como un quesito de Gruyere. Y tiene una obligación con su reino: darle un nuevo heredero. Viendo la vida que le espera en Aragón y la que le espera en Castilla, lo que sorprende es que, al final, tenga ganas de volver.

(Un paréntesis. Un nuevo heredero le quitaría a Juana el derecho a sucederle en Aragón. Que, por favor, nos lo explique uno de los que siguen diciendo que el católico Fernando unió los reinos hispánicos. Si Isabel levantara la cabeza…)

Por lo que se ve, la obligación con su reino le costará la vida. Se pone a ello con demasiado ahínco. Y, claro, Fernando ya tiene una edad. Dicen las malas lenguas que, para dar la talla, se mete todo lo que pilla. Se atiborra de testículos de toro. Un potente afrodisiaco. Es un yonki de Germana. Al final, muere de indigestión de sexo y de criadillas. Una muerte envidiable. Un final a la altura de su vida.

Fernando es culpable de casi todo. Pero del envenenamiento de Felipe: Inocente.

JUANA

En cuanto muere Felipe, lo primero que hace Juana es ordenar la expulsión del reino de todos los flamencos, no deja ni uno. Y no solo eso, rechaza la validez legal de todas las decisiones que ha tomado su marido desde que pisa La Coruña. ¡De todas! Quiere borrar cualquier rastro del paso de Felipe por su reino, pero no nos parece un móvil suficientemente sólido como para justificar un crimen.

En cuanto al móvil político, tampoco se sostiene. Juana no quiere reinar, renuncia al gobierno. Después de todo lo que ha visto, no le quedan muchas ganas de dedicarse a la política. Aunque gobierne durante la regencia de Cisneros, delega todo el peso en el arzobispo y está deseando que venga papá para sacarle las castañas del fuego. No, no parece que lo haya hecho por poder.

Los flamencos del séquito de Felipe siempre han sostenido que Juana es culpable de envenenar a su marido. Hay una carta de un noble que le dice a Maximiliano que Juana, «su gentil esposa», es «el mayor enemigo de mi gentil Señor de Castilla, exceptuando al rey de Aragón». En Alemania hay autores que defienden la hipótesis de que Felipe fue envenenado por ella en un arrebato de celos. Incluso se ha publicado alguna novela histórica que sostiene esta teoría.

Desde luego, si le mató ella, no fue por amor ni en un arrebato de celos, sino todo lo contrario. Se podría escribir un libro como éste, incluso más gordo, solo con la lista de maltratos, vejaciones, abusos, insultos, palizas, humillaciones y violaciones que sufre a manos de su querido Felipe.

Hay muchas fuentes que demuestran que Felipe le levantó la mano en más de una ocasión. Era un maltratador. Seis hijos, en esas condiciones, no se tienen por amor. Felipe la trata como un objeto desde el minuto cero. No la soporta. Sobre todo, porque Juana le da mil vueltas en todo. Es una mujer culta, inteligente, refinada, muy bien educada y sensible. Está preparada para ser una buena gobernante, si la hubieran dejado. Y es una buena estadista. En Castilla estaban preocupados porque no rezaba mucho. Seguro que cuando lo hacía era para desear que Dios le librase de su marido. Y con razón. Juana deseaba ver muerto a Felipe para librarse de él.

Lo que pasa es que Juana tiene una coartada. No está presente en el momento del envenenamiento. Cisneros le recomienda que no vaya a la fiesta del alcázar. Y ella, «a causa de ciertas sospechas que tenía», se queda en la Casa del Cordón. Rezando con Cisneros.

Además, Juana está todo el día encerrada. Durante su estancia en Burgos, Felipe la tiene incomunicada. Y por lo que sabemos, la tiene sin un duro. No puede comprar a nadie. No ve a nadie. No habla con nadie. Excepto con Cisneros. Tiene muy poco margen de maniobra. Y, sobre todo, no tiene acceso a lo que come o bebe Felipe.

Por mucho que quisiese ver muerto a Felipe desde hace años, es una teoría muy poco consistente.

Por lo tanto, consideramos a Juana: Inocente.

CISNEROS

Cisneros tiene un móvil religioso. Es un fanático. Tiene una misión divina. Acabar con los infieles. Convertirlos a todos. Ponerles en su sitio. Fernando le gusta. Se ha pasado diez años matando moros. Y tiene un plan a pachas con él. La toma de Orán.

Cisneros está como loco por catequizar el norte de África. Lleva años almacenando armas. Juntando dinero de aquí y de allá. Preparando la operación Martillo de Infieles. Pues resulta que todos esos planes se van al garete en cuanto llega Míster Flandes. A Felipe, lo de matar moros ni le va ni le viene. Y es probable que a Cisneros esto le resulte un problema. No va a permitir que un niñato le fastidie los planes. Va a jugar todas sus cartas para hacer que se cumpla la voluntad de Dios. Y Dios quiere que se dé leña al moro. Dios quiere que conquiste Orán.

Es más. Poco después de morir Felipe, durante la regencia de Fernando, Cisneros culminará su misión divina. Él mismo en persona, con hábito y todo, capitaneará la conquista de Orán. Es posible que Felipe fuera un estorbo. Había que eliminarle.

Tiene un móvil político. Cisneros es nacionalista castellano. De la línea dura. Incluso Fernando le parece extranjero. Ve con recelo la llegada al trono de un flamenco. No soporta la idea de que los flamencos se repartan el reino. Si quiere limpiar Castilla, tiene que eliminar a Felipe.

La defensa tiene pocos apoyos. Cisneros está en el centro de todo el meollo. Se mueve como pez en el agua entre todos los actores de la trama. Siempre mantiene la misma distancia con Fernando, Felipe, Juana, los nobles y Juan Manuel.

Tampoco le ayudan los cronistas de la época. Se empeñan en decirnos que Juana y Cisneros se llevan a matar. Lo que pasa es que, en cuanto rascas un poco, te das cuenta de que los hechos nos dicen todo lo contrario. Cisneros siempre respetó a Juana el título de reina. Pagó de su bolsillo un pequeño destacamento para protegerla de los flamencos. Nunca intentó encerrarla. Juana, a su vez, nunca puso pegas a la regencia de Cisneros. Se dejó aconsejar por él en las decisiones que tomó. Y le mantuvo como confesor siempre que pudo. Parece que las fuentes les están encubriendo, que tratan de ocultar algo. Sospechoso.

También él tiene una coartada. La noche de autos esta fuera de la escena del crimen. Lo que pasa es que está al lado de Juana, una de las involucradas. Y lo hace de una manera tan evidente que resulta sospechoso.

Cisneros es el único que tiene relación directa con el arma homicida. Ya se ha dicho que se pasó siete años de asceta en el monte. Esto es un máster que le permite saber qué hierbajo mantiene la línea y cuál mata en «cero coma». Sospechoso.

Cisneros es un posible autor intelectual. Como no tiene acceso a lo que bebe el rey, puede haber manipulado a la única persona que sí lo tiene. Pero eso le convertiría en un personaje sin escrúpulos, ambicioso y manipulador. Y todo el mundo sabe que Cisneros es un santo varón. O eso nos han dicho.

A falta de pruebas, tenemos que declararle: Inocente.

JUAN MANUEL

El sospechoso menos sospechoso. La historia siempre ha pasado un poco por encima de Juan Manuel. Era el privado de Felipe. Y eso le aleja de las sospechas. Pero no para nosotros. Hemos sacado la lupa de detectives de la Historia.

Cuando Juan Manuel llega a Burgos, su posición es crítica. Se ha ganado a pulso el odio de todo el mundo. No le tragan ni flamencos ni castellanos. Depende de Felipe para existir. Y, ahora, Felipe está enfadado con él. Está en el filo de la navaja. Contra la espada y la pared. Cisneros le ha empujado convenientemente hasta esta situación. Un animal acorralado es capaz de cualquier cosa. Y más un animal como Juan Manuel. Antes del crimen, ya ha traicionado a un rey. Y a una reina. Y a quien se le ponga por delante. Con tal de salvar el pellejo es capaz de cualquier cosa.

En Burgos, la situación empeora considerablemente. Felipe quiere mandarle de embajador a Roma. Eso significa perderlo todo. Todas sus traiciones no han servido para nada. Es un apestado. Y está desesperado.

La única salida que le queda es ganarse de nuevo a Cisneros. Demostrarle que puede confiar en él. Que está de su parte. Y para eso, lo único que tiene que hacer es cargarse a Felipe. En este juego de tronos, todo vale.

Es el camarero del rey. En esta época, lo de ser camarero del rey no es ninguna chorrada. La fiesta la ha organizado él. Y es en su casa. En el alcázar. Nadie mueve un dedo en el alcázar sin que él se entere. Está en la noche de autos. Y tiene un móvil. En serio, por muy tópico que suene, ¿cómo es que nadie ha pensado nunca antes en el mayordomo?

Su reacción después de la muerte de Felipe también es sorprendente. Por supuesto, Cisneros le deja tirado. Y, a partir de ese momento, se encierra en el alcázar de Burgos. Solo y paranoico. Solo sale del alcázar cuando vuelve Fernando y se va directamente a Burgos a sacarle por la fuerza. Después, simplemente, desaparece. No se sabe nada más de él. Se lo traga la tierra. La historia le pierde la pista durante una larga temporada.

Luego reaparece en Flandes. En el trullo. Margarita, la hermana de Felipe, está al frente del gobierno. En cuanto pone un pie en Flandes, ordena detenerle. Juan Manuel goza de inmunidad. Es miembro de la Orden del Toisón de Oro. Le recuerda a Margarita que no puede ser juzgado por un tribunal ordinario. No tienen pruebas de nada. Margarita sospecha que está conspirando contra Carlos, el futuro Carlos V, hijo de Felipe. ¿Acaso no ha sido suficiente acabar con el padre?

Juan Manuel es un traidor. Pero es un tipo taimado y hábil. Carlos V, mucho después, le vuelve a poner en circulación. ¿Cómo ha conseguido engañarle? Esta vez, como embajador del Imperio en Roma. Irónicamente, el mismo puesto que le quisieron dar Fernando y Felipe. Eso sí, Carlos V jamás permitió que Juan Manuel metiese la mano en su copa.

Desde nuestro humilde punto de vista, tenemos una sentencia. Declaramos que Juan Manuel es culpable del asesinato de Felipe el Hermoso.