Notas

[1] Atribuido a Empédocles por Sexto Empírico, en Contra los matemáticos, VII, 122-125. <<

[2] Ciencia y humanismo. Schrödinger fue uno de los descubridores de la mecánica cuántica. <<

[3] Hay historias semejantes en muchos relatos científicos sobre el origen de la especie humana. (Véase, por ejemplo, Misia Landau, Narratives of Human Evolution [New Haven y Londres: Yale University Press, 1991].) Pero consideramos que fluye naturalmente de los datos, en lugar de estar impuesto por los datos. En realidad los orígenes humanos fueron muy humildes. Nos hemos convertido, según muchos criterios, en la especie dominante del planeta, y lo hemos logrado en parte por nuestro propio esfuerzo. De hecho, ignoramos profundamente muchos pormenores de nuestro origen. Es natural que nos representemos metafóricamente como un niño favorecido criado en circunstancias oscuras, y luego como un héroe que se aventura en el mundo para buscar su identidad. El peligro principal de esta metáfora sería que creyéramos que nuestro éxito se debe a una generación o a un pueblo o a una nación; o si nuestro éxito nos cegara sobre los peligros en que nos hemos metido. <<

[4] Robert Redfield, The Primitive World and Its Transformations (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1953), pág. 108. <<

[5] Fyodor Dostoyevsky, Los hermanos Karamazov (1880). Libro Sexto, capítulo 3. <<

[6] Mary Midgley, Beast and Man: The Roots of Human Nature (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1978), págs. 4, 5. <<

[7] Una metáfora similar aparece en El origen de las especies, capítulo 10, cuando Charles Darwin compara el registro geológico a «una historia del mundo conservada imperfectamente y escrita en un dialecto cambiante, de la que sólo poseemos el último volumen… Sólo se ha conservado aquí y allí un breve capítulo; y de cada página sólo quedan unas líneas». <<

[1] En Zen Poems of China and Japan: The Crane’s Bill, traducciones de Lucien Stryk y Takashi Ikemoto (Nueva York: Grove Press, 1973), pág. 20. <<

[2] Traducción de Dennis Tedlock para la edición americana (Nueva York: Simon and Schuster/Touchstone, 1985, 1986), pág. 73. <<

[3] Lo que estamos describiendo aquí es el origen de nuestro sistema solar, no el origen del Universo, o al menos su más reciente encarnación que muy a menudo se llama la Gran Explosión. <<

[4] La Segunda Ley de la Termodinámica afirma que en todo proceso debe disminuir la ordenación neta del Universo. Puede aumentar el orden de algunos lugares y el caos de otros. Hay mucho orden para aprovechar en el Universo y no hay nada en la Segunda Ley que se contradiga con el origen de los planetas o los inicios de la vida. <<

[5] Excepto una pequeña fracción generada por la desintegración radiactiva de átomos procedentes originalmente de otros lugares de la galaxia. <<

[6] Dos milenios después de que muriera su último adorador, se dio el nombre de este dios a un planeta recién descubierto. <<

[1] Traducción de Dennis Tedlock para la edición americana (Nueva York: Simon and Schuster/Touchstone, 1985, 1986), pág. 72. <<

[2] En Just So Stories (Nueva York: Doubleday, Page &Company, 1902), pág. 171. <<

[3] La imagen original de una hora de conducción hacia arriba o hacia abajo se debe, al parecer, al astrónomo sir Fred Hoyle. <<

[4] Supongamos hipotéticamente que el mar primitivo tuvo exactamente el mismo tamaño y profundidad que nuestro océano actual. Supongamos también que las moléculas orgánicas de la Tierra primitiva, en ausencia de cualquier organismo que las devorara, duraron unos diez millones de años antes de descomponerse por envejecimiento molecular o de que fueran arrastradas hacia el interior fundido de la Tierra. Entonces, en el mejor de los casos, los océanos primitivos habrían sido una solución al 0,1% aproximadamente de materia orgánica (más o menos la consistencia de un caldo de gallina muy fino). Todo el océano del mundo. En algunos lagos, bahías y calas quizá hubiera una solución mucho más concentrada de moléculas orgánicas. (Christopher Chyba y Carl Sagan, «Endogenous Production, Exogenous Delivery, and Impact Shock Synthesis of Organic Molecules: An Inventory for the Origin of Life», Nature, 355 [1992], págs. 125-132.) <<

[*] Aunque no como resultado de ningún altruismo consciente. Cualquier individuo que adopta la disposición estromatolítica, es más probable que se encuentre seguro en el interior, fuera de alcance del peligro exterior. Un sistema común beneficia a la mayoría de las células, aunque no se halla enteramente libre de riesgos, ya que las que están en el exterior acabarán friéndose; es como si se hubiese realizado un balance de costes y beneficios para establecer el promedio de las células. <<

[*] En los coches de los estudiantes de geología se puede ver en ocasiones unos adhesivos con esta nostálgica petición: «Gondwana reunida.» Al margen de un sentido político metafórico (y ni siquiera en ese caso) es la más desesperada de las causas perdidas, pero no si hablamos en términos de tiempo geológico. La ruptura y la separación de los continentes pueden llegar hasta tan lejos. En una Tierra esférica, lo que se impulsa desde un lado acabará apareciendo por el otro lado. Dentro de unos cuantos cientos de millones de años nuestros descendientes, si es que llega a haberlos, a lo mejor serán testigos de la fusión de dos supercontinentes. Gondwana al final volverá a juntarse. <<

[5] D. H. Erwin, «The End-Permian Mass Extinction», Annual Review of Ecology and Systematics, 21 (1990), págs. 69-91. <<

[6] La catástrofe de fines del pérmico fue mucho más grave que la catástrofe de fines del cretáceo acaecida unos 200 millones de años después, en la que murieron todos los dinosaurios. <<

[7] Marco Aurelio, Meditaciones, IV, 48. <<

[8] Beda el Venerable, Historia Ecclesiastica (escrita en 732), Libro II, Capítulo XIII. <<

[1] Y aún sigue escociendo. El día que escribimos esto, los autores recibimos una nueva expresión de indignación de un espectador ofendido porque nuestra serie televisiva Cosmos aprobaba la evolución. «Enseñamos a nuestros hijos que descienden de los monos, y luego nos sorprende que actúen en consecuencia», escribe el espectador. «Desechemos una norma absoluta de moralidad, convirtamos todo comportamiento en algo relativo, y el resultado será el caos moral.» Esta persona no critica las pruebas de la evolución, sino sólo sus imaginadas consecuencias sociales.

Aún hoy en día, algunos programas de biología de los centros de enseñanza media estadounidenses siguen concediendo la misma atención a la creación especial (y a una asignatura llamada con oxímoron «creacionismo científico»). Quizá debería haber en el programa de geografía escolar una sección dedicada a los argumentos en favor de la teoría de la Tierra plana: una opinión que claramente mantienen los autores de la Biblia y que aún defienden algunos grupos extremistas. Las hipótesis de la creación especial y de la Tierra plana eran intuiciones científicas razonables en el siglo VI a. de C., cuando se compiló el Génesis. Hoy ya no lo son.

Entre las obras clásicas que defienden el creacionismo se cuentan D. T. Gish, Evolution?, The Fossils Say No! (San Diego: Creation Life Publishers, 1979) y H. M. Morris, Scientific Creationism (ibíd., 1974). Entre las muchas refutaciones de científicos pueden citarse: A. N. Strahler, Science and Earth History (Buffalo, NY: Prometheus, 1987); D. J. Futuyama, Science on Trial: The Case for Evolution (Nueva York: Pantheon, 1983); G. B. Dalrymple, The Age of the Earth (Stanford, CA: Stanford University Press, 1991); Tim M. Berra, Evolution and the Myth of Creationism (ibíd., 1990); y un panfleto enérgico de la Academia Nacional de Ciencias, Science and Creationism (Washington, DC: National Academy Press, 1984) que califica la creación especial de «hipótesis invalidada», y concluye diciendo que: «Ningún conjunto de creencias que tenga su origen en material doctrinal [como la Biblia] y no en la observación científica debería admitirse como ciencia… Incorporar las enseñanzas de tales doctrinas en un programa de ciencias ahoga el desarrollo del pensamiento crítico… y compromete gravemente los mejores intereses de la educación pública.» Entre las muchas virtudes del libro de Berra está su dedicatoria («A mi madre, que me dejaba leer en las comidas»).

En una encuesta Gallup de 1982, el 44% de los estadounidenses que respondieron eran partidarios de la afirmación: «Dios creó al hombre muy parecido a su forma actual en algún momento de los últimos diez mil años.» Solamente el 9% era partidario de la afirmación: «El hombre se ha desarrollado durante millones de años a partir de formas de vida menos avanzadas. Dios no ha intervenido en este proceso.» (Creation/Evolution, N.° 10 [otoño de 1982], pág. 38).

En una encuesta realizada en 1988 entre 43 diputados del Congreso de los EE.UU. que aceptaron responder a un cuestionario, el 88% pensaba que la teoría moderna de la evolución tiene una base científica válida, pero menos de la mitad fue incapaz de decir, ni siquiera aproximadamente, cuál podía ser la idea básica de la evolución. Sólo uno de cada tres diputados estaba decididamente de acuerdo con la afirmación de que la Tierra tenia de 4.000 a 5.000 millones de años. En una encuesta idéntica realizada entre una cuarta parte de los diputados de la cámara legislativa de Ohio, las cifras correspondientes fueron de 74%, 23% y 23%. (Michael Zimmerman, «A Survey of Pseudoscientific Sentiments of Elected Officials», Creation/Evolution, N.° 29 [invierno 1991/1992], págs. 26-45). <<

[2] Erasmus Darwin, The Botanic Garden, Parte II, The Loves of the Plants (1789), Canto III, línea 456; en Desmond King-Hele, encargado de la edición, The Essential Writings of Erasmus Darwin (Londres: MacGibbon & Kee, 1968), pág. 149. <<

[3] Dumas Malone, Jefferson and His Time, Volumen Primero, Jefferson the Virginian (Boston: Little Brown, 1948), pág. 52. <<

[4] Gerhard Wichler, Charles Darwin: The Founder of the Theory of Evolution and Natural Selection (Oxford: Pergamon Press, 1961), pág. 23. <<

[5] Londres, 1803 (publicado póstumamente). Citado en Howard E. Gruber, Darwin on Man: A Psychological Study of Scientific Creativity (Chicago: The University of Chicago Press, 1974), pág. 50. <<

[6] Este ejemplo procede de J. B. S. Haldane, The Causes of Evolution (Nueva York: Harper, 1932), pág. 130. <<

[7] Y August Weismann, en un experimento realizado a fines del siglo XIX, cortó la cola a cinco generaciones sucesivas de ratones sin que eso tuviera efecto alguno en su prole. George Bernard Shaw rechazó estos ejemplos porque no respondían al verdadero sentido de Lamarck: El ratón no aspira a quedarse sin cola, mientras que las jirafas se supone que se esfuerzan por tener cuellos largos (Back to Methuselah: A Metabiological Pentateuch [Nueva York: Brentano's, 1929]). Es un caso de pensamiento mágico. Las encarnaciones supervivientes de la hipótesis de Lamarck incluyen la idea de que la desobediencia de Adán en el jardín del Edén causó un pecado original que se transmitió genéticamente a futuras generaciones (idea aceptada por la Iglesia católica en el Concilio de Trento y reafirmada en una encíclica papal de Pío XII en 1950); y la genética agrícola fraudulenta del seudocientífico favorito de Stalin, Trofim Lysenko. Sin embargo, la herencia de los caracteres adquiridos, que al parecer es falsa a nivel del organismo, puede ser correcta a nivel del gen. Una mutación es un accidente químico que cambia ligeramente la estructura de un gen. Los genes descendientes heredan el accidente. Pero el bisturí de August Weismann era demasiado embotado para llegar hasta los genes. <<

[8] Sir Francis Darwin, encargado de la edición, Charles Darwin's Autobiography, with His Notes and Letters Depicting the Growth of the ORIGIN OF SPECIES (Nueva York: Henry Schuman, 1950), págs. 29, 30. <<

[9] Ibíd., págs. 34, 35. <<

[10] John Bowlby, Charles Darwin: A New Life (Nueva York: W. W. Norton, 1990), pág. 110. <<

[11] Ibíd., pág. 118. <<

[12] Charles Darwin’s Autobiography, pág. 33. <<

[13] Ibíd., pág. 37. <<

[14] Stephen Jay Gould, Ever Since Darwin (Nueva York: Norton, 1977), pág. 33. <<

[15] Charles Darwin, The Voyage of the Beagle (Londres: J. M. Dent & Sons Ltd., 1906), pág. 18. <<

[16] Frank H. T. Rhodes, «Darwin's Search for a Theory of the Earth: Symmetry, Simplicity and Speculation», British Journal of the History of Science, 24 (1991), págs. 193-229. <<

[17] The Autobiography of Charles Darwin (edición íntegra a cargo de Nora Barlow, su nieta) (Nueva York: Harcourt Brace, 1958), pág. 95. <<

[18] Bowlby, op. cit., pág. 233. <<

[19] Francis Darwin, encargado de la edición, The Life and Letters of Charles Darwin (Londres: John Murray, 1888), Volumen II, pág. 16. <<

[20] Ronald W. Clark, The Survival of Charles Darwin: A Biography of a Man and an Idea (Nueva York: Random House, 1984), pág. 90. <<

[21] Ibíd., págs. 90, 91. <<

[22] Ibíd., pág. 105. <<

[23] Un extracto del artículo de Wallace:

«Los gatos monteses son prolíficos y tienen pocos enemigos: ¿por qué no son nunca tan abundantes como los conejos? La única respuesta racional es que su suministro de alimentos es más precario. Parece evidente, por lo tanto, que mientras un país no experimente cambios físicos el número de su población animal no podrá aumentar materialmente. Si una especie aumenta, otras que requieren el mismo tipo de alimento disminuirán proporcionalmente. Las cantidades que mueren anualmente deben de ser inmensas; y como la existencia individual de cada animal depende de sí mismo, los que mueren probablemente sean los más débiles —los más jóvenes, los más viejos y los enfermos—, mientras que los que prolongan su existencia sólo pueden ser los de salud y vigor más perfectos: los más capaces de obtener alimentos con regularidad y de evitar a sus numerosos enemigos. Se trata, tal como observamos al principio, de una lucha por la existencia en la que han de sucumbir siempre los más débiles y menos perfectamente organizados…» (Alfred Russel Wallace, «On the Tendency of Varieties to Depart Indefinitely from the Original Type» [Contribución de Wallace a Darwin y Wallace, «On the Tendency of Species to Form Varieties; and on the Perpetuation of Varieties and Species by Natural Means of Selection»], en Journal of the Proceedings of the Linnean Society: Zoology, Volumen III [Londres: Longman, Brown, Green, Longmans & Roberts, y Williams y Norgate, 1859], págs. 56-57). <<

[24] En posteriores ediciones, la frase se corrigió así: «Aclarará mucho el origen del hombre y de su historia» (cursiva nuestra). <<

[1] En Philosophical Works, with Notes and Supplementary Dissertations by Sir William Hamilton, con una introducción de Harry M. Bracken, 2 volúmenes (Hildesheim: George Olms Verlagsbuchhandlung, 1967), Volumen 1, pág. 52. <<

[2] Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life (Nueva York: The Modem Library, sin fecha) (publicado originalmente en 1859). (La edición de Modern Library contiene también The Descent of Man and Selection in Relation to Sex), Capítulo XV, «Recapitulation and Conclusion», pág. 371. <<

[3] La explicación religiosa oficial de la adaptación ha sido, por supuesto, la voluntad de Dios. Sin embargo esto no constituye una explicación del proceso. <<

[4] Los pasajes de este capítulo no atribuidos son extractos de Charles Darwin, op. cit., págs. 29, 31, 33, 34, 64-67, 359, y 370; y de Charles Darwin y Alfred R. Wallace, «On the Tendency of Species to Form Varieties; and on the Perpetuation of Varieties and Species by Natural Means of Selection», Journal of the Proceedings of the Linnean Society: Zoology, Volumen III (Londres: Longman, Brown, Green, Longmans & Roberts, y Williams and Norgate, 1859), pág. 51. <<

[5] Francis Darwin, encargado de la edición, The Life and Letters of Charles Darwin (John Murray: Londres, 1888), Volumen III, pág. 18. <<

[6] The Westminster Review, 143 (enero de 1860), págs. 165-168. <<

[7] The Edimburgh Review, 226 (abril de 1860), págs. 251-275. <<

[8] John A. Endler, Natural Selection in the Wild (Princeton: Princeton University Press, 1986) proporciona un resumen moderno y útil de lo que es y de lo que no es la selección natural, su función en la evolución, y la manera de demostrar que actúa. La tabla 5.1, elaborada con bibliografía científica reciente, resume más de 160 demostraciones directas de la selección natural en la naturaleza. <<

[9] The North American Review, 90 (abril de 1860), págs. 487 y 504. <<

[10] The London Quarterly Review, 215 (julio de 1860), págs. 118-138. <<

[11] The North British Review, 64 (mayo de 1860), págs. 245-263. <<

[12] The London Quarterly Review, 36 (julio de 1871), págs. 266-309. <<

[13] George Bernard Shaw, Back to Methuselah: A Metabiological Pentateuch (Nueva York: Brentano’s, 1929), pág. xlvi. La última frase corresponde de hecho al punto de vista evolutivo moderno. <<

[14] James Watt, secretario de Interior de los Estados Unidos durante el primer mandato de Reagan, justificó el saqueo de terrenos públicos alegando que no estaba seguro del tiempo que faltaba para que el Señor llegara. Manuel Luján, secretario de Interior de los Estados Unidos bajo el presidente Bush, se opuso a la protección de especies amenazadas porque «El hombre está en la cima del orden jerárquico. Pienso que Dios nos dio dominio sobre esas criaturas… Considero al ser humano en una escala superior. Quizá sea porque una gallina no habla… Dios creó a Adán y Eva, y de ellos vinimos todos. Dios nos creó con un aspecto bastante parecido al que tenemos hoy» (Ted Grup, «The Stealth Secretary», Time, 25 de mayo de 1992, págs. 57-59). El Génesis nos insta a subyugar a la Naturaleza, y predice que todos los animales sentirán temor y terror ante nosotros. Estos preceptos religiosos tienen consecuencias prácticas en el ataque humano al medio ambiente. (John Passmore, Man’s Responsability for Nature: Ecological Problems and Western Traditions [Nueva York: Scribner's 1974].) Sin embargo, los dirigentes de una gran variedad de religiones han actuado directamente y han emprendido acciones políticas para proteger el medio ambiente (por ejemplo, Carl Sagan, «Para prevenir un peligro común: la ciencia y la religión forjan una alianza», Parade, 1 de marzo de 1992, págs. 10-15). <<

[15] Alfred Russel Wallace, el descubridor junto con Darwin de la evolución por selección natural —un hombre generoso y humilde que se describía a sí mismo como «tímido, desgarbado y poco acostumbrado a la buena sociedad»—, difería con él en un tema crucial. Estaba dispuesto a aceptar que todos los animales y plantas hablan evolucionado de ese modo, pero no los seres humanos. Wallace sostenía que alguna chispa divina (y autorreproductora) debía haberse inyectado en fecha relativamente reciente en el proceso evolutivo. ¿La prueba de Wallace?

Wallace, a diferencia de los racistas de su época; estaba sorprendido de que el tamaño del cerebro y la anatomía de todos los seres humanos fuera más o menos el mismo: «Cuanto más sé de las personas no civilizadas, mejor opinión tengo de la naturaleza humana, y las diferencias esenciales entre hombres salvajes y civilizados parecen desaparecer… [También] se dicen muchas cosas sobre el pobre estado de la moralidad y el intelecto de los hombres prehistóricos que los hechos difícilmente abonan.» (Citado en Loren Eiseley, Darwin’s Century [Nueva York: Doubleday, 1958], pág. 303.) Pero los pueblos pretecnológicos, pensaba Wallace, no necesitan un cerebro capaz, por ejemplo, de inventar máquinas de vapor. De modo que el cerebro humano debió de haberse ideado pronto para poder realizar funciones adaptativas complejas mucho más tarde. Esta previsión, como Wallace comprendió bien, era incompatible con la naturaleza casual y a corto plazo de la selección natural. Por lo tanto, «alguna inteligencia superior puede haber dirigido el proceso por el cual se desarrolló la raza humana». (Ibíd., pág. 312.)

Sin embargo, Wallace subestimaba enormemente la complejidad de las sociedades preindustriales. Nunca ha habido una cultura humana pretecnológica. El diseño de herramientas de piedra y la caza de animales grandes no es en absoluto fácil. Los cerebros grandes fueron una ventaja para nosotros desde el principio.

Wallace estaba también asombrado por el torrente de demostraciones espiritistas tan populares en la Inglaterra victoriana tardía, que incluían llamadas a los espíritus, sesiones de espiritismo, conversaciones con los muertos, materializaciones de ectoplasma y similares. Parecían revelar un componente espiritual oculto en los hombres, pero no en otros seres vivos. Por lo que sabemos, todo este brebaje embriagador estaba compuesto a partes iguales por fraudulentos magos de salón y un público crédulo de la clase alta. El mago Harry Houdini desempeñó una importante función en el descubrimiento posterior de algunas de estas imposturas. Wallace no fue desde luego el único Victoriano eminente embaucado.

Cuando, hacia el final de este libro, exploremos los extraordinarios talentos cognoscitivos de los chimpancés que revelan las pruebas de laboratorio, se nos planteará una pregunta similar: ¿Cómo pueden haberse preadaptado para resolver problemas tan complejos? Y la respuesta, o al menos parte de ella, podría ser la misma que para el acertijo de Wallace: en su vida cotidiana en la naturaleza los chimpancés necesitan una inteligencia de amplio calibre y polivalente; no tan avanzada como la que tienen los hombres, pero mucho más de lo que podemos imaginar. <<

[16] Nora Barlow, encargada de la edición, Charles Darwin’s Autobiography (Nueva York: Harcourt Brace, 1958), pág. 95. <<

[17] James H. Jandl, Blood: Textbook of Hematology (Boston: Little Brown, 1987), págs. 319 y sig. Véase también David G. Nathan y Frank A. Oski, Hematology of Infancy and Childhood, 3.a ed. (Philadelphia: W. B. Saunders, 1987), capítulo 22. <<

[18] A. C. Allison, «Abnormal Haemoglobina and Erythrocyte Enzyme Deficiency Traits», en Human Variation and Natural Selection, Symposium of the Society for the Study of Human Biology, 13 (1975), de D. F. Roberts, encargado de la edición, págs. 101-122. <<

[19] Nora Barlow, op. cit., pág. 93. <<

[20] Una valoración moderna influyente desde la perspectiva darwiniana del comportamiento de los animales en grupo es la obra de E. O. Wilson Sociobiology: The New Synthesis (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1975). El libro en general despertó poca polémica, pero el último capítulo —en el cual se aplica la selección natural a los hombres— produjo un torrente de críticas, que incluyeron un jarro de agua vertido sobre la cabeza del autor en una reunión científica. Wilson ha procurado subrayar que el comportamiento humano es el producto de influencias tanto hereditarias como ambientales y ha planteado generalmente sus afirmaciones de modo modesto y cuidadoso: «Podría fácilmente estar equivocado en cualquier conclusión dada, en las grandes esperanzas sobre la función de las ciencias naturales y en la confianza que se pone aventuradamente en el materialismo científico… La aplicación intransigente de la teoría de la evolución a todos los aspectos de la existencia humana quedará en nada si no se construyen las ideas de modo que puedan someterse a pruebas objetivas y si, por lo tanto, resultan mortales.» (E. O. Wilson, On Human Nature [Cambridge, MA: Harvard University Press, 1978], págs. x-xi.)

Podemos vislumbrar parte del fervor de este debate en estas observaciones, quizá algo exageradas: «Los sociólogos estadounidenses temen la biología y la desprecian, aunque pocos se hayan preocupado de estudiarla… Una y otra vez descubrimos en los escritos de sociología que “biológico” se equipara a “invariante”…» (Martin Daly y Margo Wilson, Homicide [Nueva York: Aldine de Gruyter, 1988], pág. 154.)

Entre los excelentes libros recientes sobre evolución, para un lector no especializado, se cuentan los de Richard Dawkins (p. ej., The Selfish Gene [Oxford: Oxford University Press, 1976]; The Extended Phenotype [Oxford: Oxford University Press, 1982]; The Blind Watchmaker [Nueva York; Norton, 1986]) y los de Stephen J. Gould (p. ej., Ever Since Darwin [Nueva York: Norton, 1977]; The Panda Thumb [Nueva York: Norton, 1980]; Wonderful Life [Nueva York: Norton, 1990]). Al comparar estos libros podremos formamos una idea del saludable y enérgico debate científico que florece bajo la égida de la moderna biología evolutiva. <<

[21] John Bowlby, Charles Darwin: A New Life (Nueva York: W. W. Norton, 1990), pág. 381. <<

[22] Francis Darwin, op. cit., Volumen I, págs. 134, 135. <<

[23] Ibíd., Volumen III, pág. 358 <<

[24] Véase, p. ej., Leonard Huxley, Thomas Henry Huxley (Freeport, NY: Books for Libraries, 1969); Cyril Bibby, Scientist Extraordinary (Oxford: Pergamon, 1972). <<

[*] «Se educa a las chicas o bien para que sean esclavas del trabajo o juguetes, siempre por debajo de los hombres; o para que sean una especie de ángeles, por encima de ellos… La posibilidad… de que las mujeres estén hechas… para ser camaradas de los hombres, sus compañeras y sus iguales, en la medida en que la Naturaleza no ponga obstáculos a esa igualdad, no parece haber entrado en las mentes de quienes han tomado las riendas de la educación de las chicas.» Huxley dijo que el primer paso para un mundo mejor era «emancipar a las chicas». No por tener un cerebro en el interior de sus cabezas «caerían menos graciosamente sus cabellos formando bucles sobre ellas».[27] <<

[25] Cyril Bibby, T. H. Huxley: Scientist, Humanist and Educator (Londres: Watts, 1959, págs. 35, 36). <<

[26] Thomas H. Huxley, «On the Hypothesis that Animals are Automata, and its History» (1874), en Collected Essays, Volumen I, Method and Results: Essays (Londres: Macmillan, 1901), pág. 243. <<

[27] Todas las citas, excepto la que se atribuye a Emma Darwin al final, proceden de relatos de testigos, aunque la mayoría se escribieron años e incluso decenios después de los hechos. Un ensayo memorable sobre el debate, «Knight Takes Bishop?», se encuentra en Stephen J. Gould, Bully for Brontosaurus (Nueva York: W. W. Norton, 1991). Nuestra versión de la respuesta de Huxley a Wilberforce proviene de los recuerdos de G. Johnstone Stoney, quien se hallaba presente. (Stoney realizó estudios iniciales de la pérdida al espacio de las atmósferas planetarias, y fue el primero en explicar la falta de aire de la Luna.) La versión difiere de los recuerdos posteriores del propio Huxley, que son los siguientes: «Entonces, dije yo, si alguien me pregunta si prefiero tener un miserable simio por abuelo o bien un hombre muy dotado por la naturaleza y poseedor de grandes medios de influencia y que sin embargo emplea esas facultades y esa influencia con el mero propósito de introducir el ridículo en una discusión científica seria, sin dudarlo un momento declaro mi preferencia por el simio.» (Bibby, 1959, op. cit., pág. 69.) <<

[28] Francis Darwin, encargado de la edición, The Life and Letters of Charles Darwin (Londres: John Murray, 1888), Volumen III, pág. 358. <<

[29] Bibby, 1959, op. cit., pág. 259. <<

[1] Bhagavad Gita, traducción para la edición inglesa de Juan Mascaró (Londres: Penguin, 1962), introducción, pág. 14. <<

[2] Lucien Stryk y Takashi Ikemoto, traductores, Zen Poems of China and Japan: The Crane’s Bill (Nueva York: Grove Press, 1973), pág. 87. <<

[3] Incluso en nuestro idioma persiste la idea de que el movimiento requiere un alma. Pero si hay un alma polvorienta que decide cuándo y cómo ha de moverse cada mota de polvo, ¿qué anima a ese alma? ¿Tiene un alma aún más pequeña, un alma del alma, y así sucesivamente en un retroceso infinito de motivadores microscópicos inmateriales? Y si el alma de la mota de polvo no necesita que su propia alma más pequeña le diga lo que tiene que hacer, ¿por qué necesita un alma esta mota de polvo? ¿No puede moverse por sí misma, sin dirección espiritual? <<

[4] El descubrimiento de unidades discretas de herencia, los genes, se remonta a experimentos del criador de plantas Gregor Mendel, publicadas por primera vez en 1866. Apenas se prestó atención a su trabajo hasta que sus leyes de genética se redescubrieron independientemente al comienzo del siglo XX. Charles Darwin no sabía nada sobre el trabajo de Mendel; de haberlo conocido su tarea le habría resultado mucho más fácil. Los ácidos nucleicos se descubrieron en células en 1868, pero su importancia básica para la herencia no se sospechó por primera vez hasta el decenio de 1940. James Watson y Francis Crick explicaron por primera vez la notable estructura del ADN, con largas cadenas de nucleótidos como las letras de un libro y dos filamentos entrelazados que sugieren un medio ya preparado para crear copias. La genética clásica desconocía totalmente la química del gen. <<

[5] Emile Zuckerland y Linus Pauling en «Molecules as Documents Evolutionary History», Journal of Theoretical Biology, 9 (1956), págs. 357-366, fueron los primeros en proponer que la lectura de las instrucciones genéticas de diferentes organismos podría ser la clave del registro evolutivo. <<

[6] Loren Eiseley, The Immense Journey (Nueva York: Vintage, 1957). <<

[7] Wen-Hsiung Li y Dan Graur, Fundamentals of Molecular Evolution (Sunderland, MA: Sinauer Associates, 1991), figura 21, pág. 135. Las secuencias mostradas proceden del ADN que codifica las secuencias 5S del ARN del ribosoma [r-ARN]. <<

[8] Ibíd., págs. 6, 10. <<

[9] Véase Edward N. Trifonov y Volker Brendel, Gnomic: A Dictionary of Genetic Codes (Nueva York: Balaban Publishers, 1986), pág. 8. <<

[*] La «gh» muda en palabras inglesas como «thought» y «height», o la «k» muda en «knife» o «knight», que antiguamente sonaban, apenas son hoy un vestigio de la evolución del lenguaje. Algo parecido puede decirse del acento circunflejo y la c cedilla del francés que están en camino de ser eliminados, o de las recientes simplificaciones del chino y del japonés. Sin embargo, las secuencias genéticas no funcionales no se reducen a unas cuantas letras dispersas, sino que contienen mucha información anticuada o mutilada, algo así como un relato confuso en antiguo asirio sobre cómo fabricar ejes de carro, incorporado a una información absurda de origen más reciente. <<

[10] Natalie Angier, «Repair Kit for DNA Saves Cells from Chaos», New York Times, 4 de junio de 1991, págs. C1, C11. <<

[11] Daniel E. Dykhuizen, «Experimental Studies of Natural Selection in Bacteria», Annual Review of Ecology and Systematics, 21 (1990), págs. 373-398. <<

[12] Citado en Monroe W. Strickberger, Evolution (Boston: Jones and Barlett, 1990), pág. 34. <<

[13] Una exposición temprana y de semidivulgación de este argumento es el artículo de lord Kelvin (entonces era simplemente W. Thomson de la Universidad de Glasgow) aparecido en el número de Macmillan's Magazine de marzo de 1862 con el título «On the Age of the Sun's Heat». <<

[*] Antes de que se inventara el método de la datación radiactiva, los físicos carecían de medios para fijar correctamente las escalas temporales. El hijo de Darwin, George, se convirtió en un importante experto en mareas y gravedad, en parte para refutar la teoría de que la historia de la Luna demostraba que la Tierra era demasiado joven para que hubiera habido tanta evolución biológica. Varios relojes radiactivos distintos encontrados en muestras de la Tierra, la Luna y los asteroides, la abundancia de los cráteres de impacto en cuerpos interplanetarios cercanos y nuestra teoría sobre la evolución del Sol, todo apunta de modo independiente y definitivo a una Tierra de unos 4.500 millones de años. <<

[14] Thomas Henry Huxley, «On a Piece of Chalk» en Collected Essays, Volumen VIII, Discourses: Biological and Geological (Londres y Nueva York: Macmillan, 1902), pág. 31. <<

[15] Niles Eldredge, Time Frames: The Rethinking of Darwinian Evolution and the Theory of Punctuated Equilibria (Nueva York: Simon and Schuster, 1985). Hay varios tipos diferentes de puntuación posible. Las puntuaciones que subrayan (justificadamente) Eldredge y Gould no se contradicen con las opiniones predominantes de los biólogos evolutivos desde la segunda guerra mundial (p. ej., George Gaylord Simpson, Tempo and Mode in Evolution [Nueva York: Columbia University Press, 1944], ni tampoco con las teorías del propio Darwin (p. ej., Richard Dawkins, The Blind Watchmaker [Nueva York: Norton, 1986], capítulo 9). El debate sobre el equilibrio puntuado no supone un desafío para la evolución o la selección natural, al contrario de lo que afirman los creacionistas. Gould ha defendido con especial eficacia en las escuelas las enseñanzas de la evolución darwiniana. <<

[16] Más exactamente, cada filamento fabrica un filamento complementario en el cual los A se sustituyen por T, G y C, y viceversa. Cuando el complemento se reproduce a su debido tiempo el filamento original se duplica, y así sucesivamente. Pero se copia a cada generación la misma información genética. <<

[*] La técnica se utiliza también para obtener cantidades mínimas del ADN presente en los restos de organismos antiguos —las bacterias de los intestinos de un mastodonte conservado, por ejemplo— y disponer de suficientes copias para estudiarlo. Incluso se ha dicho que podrían estar conservados en ámbar los restos de un insecto chupador de sangre que picó a un dinosaurio, con lo que algún día podríamos conocer un poco la bioquímica de los dinosaurios o incluso reconstruir o en cierta forma resucitar a dinosaurios extinguidos hace 100 millones de años, aunque esto se discute mucho. Ni en las mejores circunstancias parece que pueda conseguirse pronto. <<

[17] El ARN es el mensajero con el cual el ADN ordena las proteínas que la célula debe fabricar. También es el catalizador que controla la combinación de aminoácidos para formar las proteínas especificadas por el ADN (M. Mitchell Waldrop, «El descubrimiento de que el ARN fabrica proteínas supone una gran promoción para el mundo del ARN», Science, 256 [1992], págs. 1396-1397, y otros artículos en el número de 5 de junio de 1992 de Science). Un número creciente de biólogos moleculares interpreta este hecho como una forma primitiva de vida en la que el ARN se ocupaba del almacenamiento de la información, la copia y la catálisis, todo él mismo, mientras que el ADN y las proteínas llegaron más tarde. <<

[18] Jong-In Jong, Qing Feng, Vincent Rotello y Julius Rebek, Jr., «Competition, Cooperation and Mutation: Improvement of a Synthetic Replicator by Light Irradiation», Science, 255 (1992), págs. 848-850; J. Rebek, Jr., comunicación personal. Véase un examen de la situación de los conocimientos actuales en Leslie Orgel, «Molecular Replication», Nature, 358 (1992), págs. 203-209. <<

[19] Lucien Stryk y Takashi Ikemoto, traductores, Zen Poems of China and Japan: The Crane’s Bill (Nueva York: Grove Press, 1973), pág. xlii. <<

[1] Libro XXII, línea 262. <<

[2] Lynn Margulis, Symbiosis in Cell Evolution (San Francisco: W. H. Freeman, 1981). <<

[3] Andrew H. Knoll, «The Early Evolution of Eukaryotes: A Geological Perspective», Science, 256 (1992), págs. 622-627. <<

[4] Margulis, op. cit. <<

[5] L. L. Woodruff, «Eleven Thousand Generations of Paramecium», Quarterly Review of Biology, 1 (1926), págs. 436-438. <<

[6] Z. Y. Kuo, «The Genesis of the Cat's Response to the Rat», Journal of Comparative Psychology, 11 (1930), págs. 1-30. <<

[7] Benjamin L. Hart, «Behavioral Adaptations to Pathogens and Parasites: Five Strategies», Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 14 (1990), págs. 273-294. <<

[*] Los seres humanos han evolucionado recientemente. Nuestra disponibilidad a escala mundial como huéspedes de parásitos es muy reciente. Si no lo impiden medidas médicas adecuadas, cabe esperar que en el futuro evolucionen nuevos tipos de microorganismos que nos exploten más ingeniosamente que cualquier virus de la rabia. <<

[8] George C. Williams y Randolph M. Nesse, «The Dawn of Darwinian Medicine», Quarterly Review of Biology, 66 (1991), págs. 1-22. <<

[9] Harry J. Jerison, «The Evolution of Biological Intelligence», Capítulo 12 de Handbook of Human Intelligence, edición a cargo de Robert J. Sternberg (Cambridge: Cambridge University Press, 1982), figura 12-11, pág. 774. <<

[10] Una opinión que el neurofisiólogo Paul D. MacLean ha defendido recientemente y que está descrita en la obra de Carl Sagan The Dragons of Eden: Speculations on the Evolution of Human Intelligence (Nueva York: Random House, 1977). MacLean presenta un amplio resumen de sus ideas en The Triune Brain in Evolution: Role in Paleocerebral Functions (Nueva York y Londres: Plenum Press, 1990). <<

[*] No es difícil ver que todos los componentes de esta respuesta «o lucha o fuga» son adaptativos, que han evolucionado para que podamos superar la crisis. Por ejemplo, la sensación de frío y de vacío en la boca del estómago se debe a que la sangre se redistribuye de la digestión a los músculos. <<

[11] Hay una versión de este enfoque más accesible para el lector general en Richard Dawkins, The Selfish Gene, edición revisada (Oxford: Oxford University Press, 1989). En un párrafo muy descriptivo (págs. 19-20), Dawkins habla de los genes arracimados «en grandes colonias, seguros dentro de gigantescos y pesados robots, aislados del mundo exterior, comunicándose con él mediante tortuosos caminos indirectos y manipulándolo con un control a distancia. Los genes están en ti y en mí; nos crearon, crearon el cuerpo y la mente; y su conservación es la definitiva razón de ser de nuestra existencia… Nosotros somos sus máquinas de supervivencia». <<

[12] Exponemos en un capítulo posterior de la presente obra una polémica relacionada con este tema y aún más acalorada: si la madre ave tiene noción de lo que está haciendo o si es simplemente una autómata basada en el carbono. Quienes niegan la selección de grupo en sí admiten también el altruismo recíproco, un intercambio de favores presentes y futuros. <<

[13] Martin Daly y Margo Wilson, Homicide (Nueva York: Aldine de Gruyter, 1988), págs. 88, 89. <<

[14] W. D. Hamilton, The Genetical Evolution of Social Behavior, Journal of Theoretical Biology, 7 (1964), págs. 1-51; John Maynard Smith, «Kin Selection and Group Selection», Nature, 201 (1964), págs. 1145-1147. <<

[*] Esto sólo es cierto, claro, para organismos sexuales. Los seres asexuales, que se reproducen dividiéndose en dos, no pueden mejorar la adaptación de sus descendientes mediante el espíritu de autosacrificio. <<

[*] Los hombres hacen eso de manera rutinaria. Es revelador que los grandes estados multinacionales se llamen la «madre patria». Los dirigentes estimulan el fervor patriótico y la palabra «patriota» procede de la palabra que en griego significa «padre». Era fácil pretender que la nación era una familia, especialmente en las monarquías. El rey distante y poderoso era como muchos padres. Todo el mundo comprendía esta metáfora. <<

[15] Imaginemos que el grupo arracimado (por ejemplo, de insectos) tiene la forma de una esfera. El calor que el grupo genera es proporcional a su volumen (al cubo de su tamaño), pero el calor que el grupo pierde radialmente es proporcional a su superficie (al cuadrado de su tamaño). De modo que cuanto mayor es el grupo, más calor retiene. En un grupo grande, sólo una pequeña parte de sus componentes están en la superficie de la esfera, donde un individuo está expuesto al frío; los demás están felices rodeados por todos lados por cuerpos calientes, Cuanto más pequeño es el grupo, mayor es la proporción de individuos en la fría periferia. <<

[16] Hasta un cierto límite, en que los individuos agresores empiezan a interferirse entre sí. <<

[17] Dawkins, op. cit., pág. 171, cita la obra de Amotz Zahavi. <<

[18] Ibíd., Prefacio a la edición de 1989. Véase un punto de vista contrario, ahora minoritario, en V. C. Wynne-Edwards, Evolution Through Group Selection (Oxford: Blackwell, 1986): «La opinión, muy difundida, de que la selección de grupo puede rechazarse como fuerza evolutiva eficaz se basa en suposiciones, no en pruebas… Es un argumento que se ha deducido, sin ningún sentido crítico, de la experiencia humana, de los estafadores, delincuentes y opresores que viven a costa de otras personas, e ignora el hecho de que todos los tipos posibles de explotadores en el mundo animal deben poder limitar su número, cuando sea necesario» (pág. 313).

Parece extraño que tanto en el mundo real como en las ilusiones ópticas artificiales, dos interpretaciones completamente diferentes puedan dar resultados equivalentes. Pero esto es corriente en física —por ejemplo, en la mecánica cuántica o en el estudio de las partículas elementales—, donde dos enfoques con diferentes suposiciones iniciales y con diferente aparato matemático dan respuestas cuantitativas idénticas, y por lo tanto se consideran formulaciones equivalentes de la solución del problema. <<

[19] K. Aoki y K. Nozawa, «Average Coefficient of Relationship Within Troops of the Japanese Monkey and Other Primates Species with Reference to the Possibility of Group Selection», Primates, 25 (1984), págs. 171-184; J. F. Crow y Kenichi Aoki, «Group Selection for a Polygenic Behavioral Trait: Estimating the Degree of Population Subdivision», Proceedings, National Academy of Sciences, 81 (1984), págs. 6073-6077. <<

[20] Aoki y Nozawa, op. cit. <<

[21] Jules H. Masserman, S. Wechkin y W. Terris, «“Altruistic” Behavior in Rhesus Monkeys», American Journal of Psychiatry 121 (1964), págs. 584, 585; Stanley Wechkin, J. H. Masserman, y W. Terris, «Shock to a Conspecific as an Aversive Stimulus», Psychonomic Science, 1 (1964), págs. 47, 48. <<

[22] Es inquietante que los hombres parezcamos estar dispuestos a causar dolor, especialmente cuando hay una figura autoritaria que nos ordena administrar las descargas eléctricas, y lo hacemos a cambio de una recompensa mucho más insignificante que un regalo de comida para un macaco hambriento. (Cf. Stanley Milgram, Obedience to Authorithy: An Experimental View [New York: Harper & Row, 1974].) <<

[23] Traducción de Richmond Lattimore para la edición americana (Chicago: The University of Chicago Press, 1951), Libro XXI, líneas 463-466, pág. 430. <<

[1] Fragmento 118 en Herakleitos and Diogenes, Guy Davenport, traductor (Bolinas, CA: Grey Fox Press, 1979). <<

[*] Las industrias de la cerveza, el vino y los licores explotan esta imperfección bioquímica cuando fabrican lucrativamente esta droga aditiva y peligrosa, cuya fórmula es C2H5OH (C representa el átomo de carbono, O el de oxígeno y H el de hidrógeno). Millones de personas en todo el mundo mueren cada año a causa de las bebidas alcohólicas. O visto de otro modo, las bacterias y levaduras de fermentación han estado explotando a los destiladores puesto que han conseguido que cuiden de su crecimiento y reproducción en todo el mundo a escala industrial, sólo porque nos encanta perder los sentidos consumiendo desechos microbianos. Si ellos pudieran hablar, quizá presumirían de haber conseguido domesticar astutamente a los hombres. Las levaduras también colonizan partes oscuras, húmedas y con escaso oxígeno del cuerpo humano, otra forma de aprovecharse de nosotros. <<

[**] Heráclito, el filósofo de la Antigua Grecia, puso otro ejemplo: «El mar es el agua más pura y más contaminada: para los peces es potable y conserva sus vidas; para los hombres, es imbebible y mortífera.»[2] <<

[2] Jonathan Barnes, encargado de la edición, Early Greek Philosophy (Harmondsworth, Reino Unido: Penguin Books, 1987), pág. 104. <<

[*] El código genético del mitocondrio es sólo un poco distinto del núcleo; como si hubiera evolucionado de modo que el ADN del núcleo no pudiera dar órdenes al mitocondrio y esto fuera un signo de independencia. Por ejemplo, AGA es la orden de «Parar» para los ácidos nucleicos del mitocondrio, pero para los ácidos nucleicos del núcleo de la célula, AGA es el código de un aminoácido concreto, la arginina.[3] Los mitocondrios ignoran tranquilamente las instrucciones procedentes de la capital, que para ellos son generalmente tonterías con algún pasaje lúcido muy de vez en cuando; los mitocondrios obedecen las órdenes de su propio cabecilla feudal, el ADN del mitocondrio. <<

[3] Wen-Hsiung Li y Dan Graur, Fundamentals of Molecular Evolution (Sunderland, MA: Sinauer Associates, 1991), páginas 10-12. <<

[4] B. Widegren, U. Arnason, y G. Akusjarvi, «Characteristics of Conserved 1, 579-bp High Repetitive Component in the Killer Whale, Orcinus orca», Molecular Biology and Evolution, 2 (1985), págs. 411-419 (bp es una abreviatura de pares de bases de nucleótidos, las letras en las secuencias genéticas). <<

[5] Puede ser muy grave en el caso de los hombres. Por ejemplo, en el Cromosoma 19 la mayoría de las personas tienen la secuencia de nucleótidos CTGCTGCTGCTGCTG, una repetición quíntuple. Pero algunos tienen centenares o incluso miles de secuencias CTG consecutivas, y en consecuencia sufren una grave enfermedad llamada distrofia miotónica. Otras enfermedades genéticas pueden tener una causa parecida. <<

[6] M. Herdman, «The Evolution of Bacterial Genomes», en The Evolution of Genome Size, T. Cavalier-Smith, encargado de la edición (Nueva York; Wiley, 1985), págs. 37-68. <<

[7] Richard Dawkins, The Blind Watchmaker (Nueva York; Norton, 1986), págs. 46-49. <<

[8] J. W. Schopf, comunicación personal, 1991; Andrew W. Knoll, «The Early Evolution of Eukaryotes: A Geological Perspective», Science, 256 (1992), págs. 622-627. <<

[*] El agua marina es opaca a la luz ultravioleta más allá de una cierta profundidad, y muy probablemente los mares primitivos estuvieron cubiertos por una masa flotante de moléculas orgánicas que absorbían la luz ultravioleta. Los mares eran un lugar seguro. <<

[9] Philip W. Signor, «The Geological History of Diversity», Annual Review of Ecology and Systematics, 21 (1990), págs. 509-539. <<

[*] Esta cifra de 95% parece próxima al 100%, y es inquietante este recordatorio de que el gran y retumbante motor tectónico interno puede acabar inadvertidamente con tantos de nosotros soltando unos hipos en las profundidades. <<

[10] Sewall Wright, Evolution and the Genetics of Populations: A Treatise in Four Volumes, Volumen 4, Variability Within and Among Natural Populations (Chicago: The University of Chicago Press, 1978), pág. 152. <<

[11] Sewall Wright, «Surfaces of Selective Value Revisited», The American Naturalist, 131 (1) (enero de 1988), pág. 122. El iniciador de la genética de las poblaciones escribió este artículo cuando tenía noventa y ocho años. <<

[12] Véase Ilkka Hanski e Ives Cambefort, encargados de la edición, Dung Beetle Ecology (Princeton: Princeton University Press, 1991); Natalie Angier, «In Recycling Waste, the Noble Scarab is Peerless», New York Times, 19 de diciembre de 1991. <<

[13] Charles Darwin, El origen de las especies, citado en John L. Harper, «A Darwinian Plant Ecology», en D. S. Bendall, encargado de la edición, Evolution from Molecules to Men (Cambridge: Cambridge University Press, 1983), pág. 323. <<

[*] En principio la máquina ecológica podría continuar funcionando mientras el Sol siga brillando, un período estimado en cinco mil millones de años más. No es extraño que nosotros, los carnívoros, que estamos en la cúspide de la cadena alimentaria y que somos los beneficiarios de un proceso cuya eficiencia es de una milésima de un 1% nos preguntemos si podría haber otra forma más eficaz de aprovechar el Sol. <<

[14] Clair Folsome «Microbes», en T. P. Snyder, encargado de la edición, The Biosphere Catalogue (Fort Worth, TX: Synergetic Press, 1985), citado en Dorion Sagan, Biospheres: Metamorphosis of Planet Earth (Nueva York: McGraw-Hill, 1990), pág. 69. <<

[1] George Santayana, The Works of George Santayana, Volumen II, The Sense of Beauty: Being the Outlines of Aesthetic Theory, edición a cargo de William G. Holzberger y Herman J. Saatkamp, Jr. (Cambridge: The MIT Press, 1988), Parte II, S 13, pág. 41. <<

[2] Richard Taylor, encargado de la edición, citado en George Seldes, The Great Thoughts (Nueva York: Random House, 1985), pág. 373. <<

[*] La fertilización in vitro por supuesto también es sexo. <<

[3] El genetista H. J. Muller dio la primera explicación clara sobre el sexo como medio de rápida evolución y de que las poblaciones —especialmente las pequeñas— escapen de los efectos acumulados de las mutaciones nocivas (p. ej., «Some Genetic Aspects of Sex», American Naturalist 66 [1932], págs. 18-138; «The Relation of Recombination to Mutational Advance», Mutation Research, 1 [1964], págs. 2-9). Esta propuesta cuenta con una base teórica y experimental (p. ej., Joseph Felsenstein, «The Evolutionary Advantage of Recombination», Genetics 78 [1974], págs. 737-756; Graham Bell, Sex and Death in Protozoa: The History of an Obsession [Cambridge: Cambridge University Press, 1988]; Lin Chao, Thutrang Than y Crystal Matthews, «Muller's Ratchet and the Advantage of Sex in the RNA Virus Φ6», Evolution, 46 [1922], págs. 289-299).

Muller insistía en que la reproducción sexual apenas era necesaria para la supervivencia, pero que la falta de recombinación perjudicaría gravemente la posibilidad de que las especies, en el progreso evolutivo a largo plazo, se mantuvieran al ritmo de competidores con reproducción sexual. La idea de que el sexo proporciona a las especies un beneficio a largo plazo parece desde luego un ejemplo de selección de grupo, como observó de modo explícito y sin indebida alarma, uno de los fundadores de la moderna genética de poblaciones, R. A. Fisher (The Genetical Theory of Natural Selection [Oxford: Clarendon Press, 1930]). Fisher fue uno de los primeros en sugerir que en otros casos lo que parecía superficialmente una selección de grupo podía ser de hecho selección de parentesco. <<

[4] D. Crews, «Courtship in Unisexual Lizards: A Model for Brain Evolution», Scientific American, 259 (junio de 1987), págs. 116-121. <<

[5] Raoul E. Benveniste, «The Contribution of Retroviruses to the Study of Mammalian Evolution», capítulo 6 de Molecular Evolutionary Genetics, R. I. MacIntyre, encargado de la edición (Nueva York: Plenum, 1985), págs. 359-417. <<

[6] Apenas hemos tocado la complejidad y diversidad de la maquinaria sexual, tanto en el nivel molecular como en el nivel de los organismos individuales. Ni hemos presentado un resumen completo del debate sobre la utilidad del sexo. En la obra de James L. Gould y Carol Grant Gould, Sexual Selection (Nueva York: W. H. Freeman, 1989) figura un resumen breve y excelente. Véase también la influyente obra de John Maynard Smith, The Evolution of Sex (Cambridge: Cambridge University Press, 1978); H. O. Halvorson y A. Monroy, encargados de la edición, The Origin and Evolution of Sex (Nueva York: A. R. Liss, 1985); Lynn Margulis y Dorion Sagan, Origins of Sex (New Haven: Yale University Press, 1986); R. E. Michod y B. R. Levin, The Evolution of Sex (Sunderland, MA: Sinauer, 1988); Alun Anderson, «The Evolution of Sexes», Science, 257 (1992), págs. 324-326; y Bell, op. cit. en la nota 3. <<

[7] D. J. Roberts, A. B. Craig, A. R. Berendt, R. Pinches, G. Nash, K. Marsh y C. I. Newbold, «Rapid Switching to Multiple Antigenic and Adhesive Phenotypes in Malaria», Nature, 357 (1992), págs. 689-692. <<

[8] W. D. Hamilton, R. Axelrod y R. Tanese, «Sexual Reproduction as an Adaptation to Resist Parasites (A Review)», Proceedings of the National Academy of Sciences, 87 (1990), págs. 3566-3573. <<

[9] Helen Fisher, «Monogamy, Adultery, and Divorce in Cross-Species Perspective», en Man and Beast Revisited, Michael H. Robinson y Lionel Tiger, encargados de la edición (Washington y Londres: Smithsonian Institution Press, 1991), pág. 97. <<

[10] E. A. Armstrong, Bird Display and Bird Behaviour: An Introduction to the Study of Bird Psychology (Nueva York: Dover, 1965), pág. 305. <<

[11] W. D. Hamilton y M. Zuk, «Heritable True Fitness and Bright Birds: A Role for Parasites?», Science, 218 (1982), págs. 384-387. <<

[12] Se cierra el mismo trato en la versión habitual y sexualmente represiva del episodio del Jardín del Edén, donde es la actividad sexual entre Adán y Eva lo que despierta la ira de Dios y les convierte en mortales. <<

[*] Aunque en raras ocasiones una bacteria viva puede incorporar filamentos de ADN de dos bacterias muertas distintas. <<

[13] Esta imagen maravillosamente vivida es de Frans de Waal, en Peacemaking Among Primates (Cambridge: Harvard University Press, 1989), pág. 11. <<

[14] Traducción de Edward Kissam y Michael Schmidt para la edición en inglés (Tempe, AZ: Bilingual Press/Editorial Bilingüe, 1983), pág. 47. <<

[1] Alexander Pope, An Essay on Man, Frank Brady, encargado de la edición (Indianápolis: Bobs-Merrill, 1965) (publicado originalmente en 1733-1734), Epístola I, «Argumento de la Naturaleza y el Estado del Hombre, con respecto al Universo», pág. 13, líneas 221-226. <<

[2] Una actualización de Jakob von Uexküll, «A Stroll Through the Worlds of Animals and Men: A Picture Book of Invisible Worlds» (1934), reimpresión de Claire H. Schiller, traductor y encargado de la edición, Instictive Behavior: The Development of a Modern Concept (Nueva York: International University Press, 1957), pág. 6 y ss. <<

[3] Seis átomos de carbono forman el anillo de esta molécula. Los químicos los enumeran sucesivamente de 1 a 6. Los átomos de cloro están enlazados en la posición 2 y 6. Si estuvieran enlazados, por ejemplo, en las posiciones 2 y 5, la garrapata de sexo opuesto no estaría interesada. <<

[*] No es el sabor de la sangre lo que la atrae, sino el calor. Si cayera sobre una pelota con olor a ácido butírico pero llena de agua caliente, la perforaría ávidamente y, cual Drácula inepto, se daría un atracón de agua del grifo. <<

[4] Las garrapatas son arácnidos de ocho patas, como las arañas, las tarántulas y los escorpiones. Tienen importancia en la práctica porque transmiten el tifus exantemático de las Montañas Rocosas, la enfermedad de Lyme y otras dolencias, tanto en el ganado como en el hombre. Hemos descrito muchas de las capacidades sensoriales básicas de una especie determinada, pero aparecen otras estrategias y capacidades, después de un examen más detenido o en otras especies. Algunas especies tienen hasta tres huéspedes mamíferos distintos en diferentes etapas de sus ciclos vitales. Las garrapatas que viven en cuevas pueden esperar años hasta que aparece un huésped apropiado. Las garrapatas se interfieren químicamente con el fibrinógeno y otros mecanismos que actúan para restañar el flujo de la sangre del huésped, lo cual permite a algunas especies hincharse de sangre y multiplicar por cien el peso de su cuerpo en ayunas. Cuando las garrapatas buscan sangre de mamífero no captan solamente la presencia de ácido butírico, sino también de ácido láctico (CH3HCOHCOOH) y de amoníaco (NH3). Las garrapatas utilizan feromonas con otros fines además de atraer al sexo opuesto: una feromona de reunión, por ejemplo, para agrupar las tribus en grietas y hendeduras, o en cuevas. (Véase Daniel E. Soneshine, Biology of Ticks, Volumen 1 [Nueva York: Oxford University Press, 1991].) Sin embargo, el arsenal sensorial básico de la vida de las garrapatas continúa pareciendo muy sencillo, como en el decenio de 1930. <<

[5] J. L. Gould y C. G. Gould, «The Insect Mind: Physics or Metaphysics?», en Animal Mind-Human Mind, D. R. Griffin, encargado de la edición (Informe del Curso Práctico de Dahlem sobre la mente animal y la mente humana, Berlín, 22 a 27 de marzo de 1981) (Berlín: Springer-Verlag, 1982), pág. 283. <<

[6] Thomas H. Huxley, «On the Hypothesis that Animals Are Automata, and its History» (1874), en Collected Essays, Volumen I, Method and Results: Essays (Londres: Macmillan, 1901), pág. 218. <<

[7] Von Uexküll, op. cit., págs. 43, 46. <<

[8] Karl von Frisch, The Dancing Bees (Nueva York: Harcourt, Brace, 1953). <<

[9] Una exposición provocadora y moderna, enriquecida por la neurofisiología y la informática, figura en la obra de Daniel C. Dennett Consciousness Explained (Boston: Little Brown, 1991). Entre las evaluaciones optimistas del futuro próximo de la inteligencia artificial y de la vida artificial hay que citar Hans Moravec, Mind Children (Cambridge: Harvard University Press, 1988) y Maureen Caudill, In Our Own Image: Building an Artificial Person (Nueva York: Oxford University Press, 1992). Una evaluación más pesimista es la de Roger Penrose en la obra The Emperor’s New Mind (Nueva York: Oxford University Press, 1990). <<

[*] Un resultado prometedor de la inteligencia artificial es el descubrimiento de que el tratamiento distribuido de datos —el trabajo de muchas computadoras pequeñas en paralelo sin apenas una unidad procesadora central— funciona muy bien y según ciertos criterios mejor que la más rápida y mayor computadora aislada. Muchas mentes pequeñas trabajando en tándem pueden dar un resultado superior a una gran mente trabajando en solitario. <<

[10] Citado en Konrad Lorenz «Companionship in Bird Life: Fellow Members of the Species as Releasers of Social Behavior», en Schiller, op. cit., pág. 126. <<

[11] René Descartes, carta al marqués de Newcastle, citada en la obra de Mortimer J. Adler y Charles Van Doren, Great Treasury of Western Thought: A Compendium of Important Statements on Man and His Institutions by the Great Thinkers in Western History (Nueva York y Londres: R. R. Bowker Company, 1977), pág. 12. <<

[12] Aristóteles, Historia de los Animales, Libro VIII, 1, 588.a. <<

[13] Charles Darwin, The Descent of Man and Selection in Relation to Sex (Nueva York: The Modern Library) publicado originalmente en 1871. (La edición de The Modern Library contiene también The Origin of Species by Means of Natural Selection or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life), Capítulos 1 y 3. <<

[14] René Descartes, Traité de I'Homme, Victor Cousin, encargado de la edición, págs. 347-427, traducido por T. H. Huxley en Collected Essays, Volumen I, Method and Results: Essays (Londres: Macmillan, 1901), «On Descartes “Discourse Touching the Method of Using One's Reason Rightly and of Seeking Scientific Truth”» (1870). <<

[15] Voltaire, «Animales», Diccionario filosófico (1764). <<

[16] T. H. Huxley, «On Descartes “Discourse Touching the Method of Using One’s Reason Rightly and of Seeking Scientific Truth”» (1870), y «On the Hypothesis that Animals Are Automata, and its History» (1874), en Huxley, Collected Essays, Volumen I, Method and Results: Essays (Londres: Macmillan, 1901), págs. 186-187, 184, 187-189, 237-238, 243-244. <<

[17] J. L. y C. J. Gould, «The Insect Mind: Physics or Metaphysics?» en Animal Mind-Human Mind, D. R. Griffin, encargado de la edición. (Informe del Curso Práctico de Dahlem sobre la mente animal y la mente humana, Berlín, 22-27 de marzo, 1981.) (Berlín: Springer-Verlag, 1982), págs. 288, 289, 292. <<

[1] Thomas Hobbes, Leviathan, or the Matter, Forme and Power of a Commonwealth Ecclesiasticall and Civil, Michael Oakeshott, encargado de la edición (Oxford: Basil Blackwell, 1960), 2.a parte, Capítulo 30, pág. 227. <<

[2] Charles Darwin y Alfred R. Wallace, «On the Tendency of Species to Form Varieties; and on the Perpetuation of Varieties and Species by Natural Means of Selection», Journal of the Proceedings of the Linnean Society: Zoology, Volumen III (Londres: Longman, Brown, Green, Longmans & Roberts, y Williams y Norgate, 1859), pág. 50. Aquí Darwin describe también la selección sexual en la que los machos compiten por obtener los favores de la hembra, o en la que ella elige entre varios machos sobre la base de alguna cualidad que le resulta atractiva: «Este tipo de selección es, sin embargo, menos rigurosa que la otra —dijo Darwin—; no requiere que mueran los menos afortunados, se limita a concederles menos descendencia.» <<

[3] Curt P. Richter, «Rats, Man, and the Welfare State», The American Psychologist, 14 (1959), págs. 18-28. <<

[4] John B. Calhoun, «Population Density and Social Pathology», Scientific American, 206 (2) (febrero de 1962), págs. 139-146, 148; y referencias allí citadas. <<

[5] Frans de Waals, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989). <<

[6] Richard Dawkins sostiene que el descenso de la tasa de natalidad como respuesta al exceso de población se explica igualmente bien (no mejor) por la selección individual que por la selección de grupo (The Selfish Gene [Oxford: Oxford University Press, 1989], pág. 119). <<

[7] John F. Eisenberg, «Mammalian Social Organization and the Case of Alouatta», en Michael H. Robinson y Lionel Tiger, encargados de la edición, Man and Beast Revisited (Washington: Smithsonian Institution Press, 1991), pág. 135. <<

[*] Ofrecen una interesante confirmación de estas ideas las observaciones del experto en comportamiento animal Stephen Emlen. Emlen decidió examinar las jacanas, aves que tienen los papeles sexuales habituales invertidos: los machos se ocupan de cuidar a las crías y las hembras compiten vigorosamente por tener algo parecido a un harén de machos. Las hembras que no poseen un harén no se reproducen, de modo que las de categoría inferior a menudo desafían a las hembras dominantes. Cuando triunfa un intento de este tipo, la hembra vencedora generalmente destruye los huevos y mata a los polluelos. Luego solicita sexualmente a los machos, que ahora no tienen crías con las que entretenerse y pueden dedicarse a propagar las secuencias genéticas de la nueva hembra. La estrategia genética del infanticidio es situacional, no basada en el sexo. <<

[8] Peter Marler, «Golobus guereza: Territoriality and Group Composition», Science, 163 (1969), págs. 93-95. <<

[9] John F. Eisenberg y Devra G. Kleiman, «Olfactory Communication in Mammals», en Annual Review of Ecology and Systematics 3 (1972), págs. 1-32. <<

[10] Señalado en primer lugar por Charles Darwin (1872) en The Expression of the Emotions in Man and the Animals (Chicago: University of Chicago Press, 1965, 1967), pág. 119. <<

[*] Otro aspecto del vocabulario gestual de pacificación es el comportamiento infantil de los adultos, incluyendo la súplica. En cierto modo es como cuando los enamorados humanos usan un lenguaje afectivo llamándose el uno al otro «pequeño». Aplican un léxico establecido en la infancia para otro propósito. <<

[11] C. G. Beer, «Study of Vertebrate Communication-Its Cognitive Implications», en D. R. Griffin, encargado de la edición Animal Mind-Human Mind (Informe del Curso Práctico de Dahlem sobre la mente animal y la mente humana, Berlín, 22-27 de marzo, 1981.) (Berlín: Springer-Verlag, 1982), pág. 264. <<

[12] Traducción de Lorenz del lenguaje de las grullas. Konrad Lorenz On Agression (Nueva York: Harcourt Brace, 1966), págs. 174, 175. <<

[13] Un ejemplo:

«Mi amigo y maestro, Bill Drury, me invitó a observar aves en una pequeña isla de la costa de Maine. Dejamos los libros de ornitología y los prismáticos y nos fuimos al arbolito más cercano que crecía solo. Bill empezó a emitir una serie de sonidos agudos de ave y pronto el árbol empezó a llenarse de aves, que también hacían una serie de llamadas. Cuando el árbol empezó a llenarse, pareció atraer a más y más aves y, como por arte de magia, todos los pajaritos canoros de la zona se dirigieron hacia el árbol bajo el cual estábamos. En ese momento Bill se había arrodillado, se había agachado y pasaba la mayor parte del tiempo emitiendo una especie de profundo gemido. Parecía como si realmente las aves estuvieran haciendo cola para echar un vistazo a Bill lo más cerca posible: saltaban de rama en rama hasta llegar a una rama situada a dos metros y medio del suelo y a no más de medio metro de mi cara. A medida que cada pájaro llegaba saltando, Bill me lo presentaba como si los conociera de memoria: Éste es un pájaro macho de cabeza negra. Se nota por la mancha negra que tiene sobre el cuello y los hombros. Yo diría que tiene de dos a tres años de edad. ¿Puedes ver si tiene algo de amarillo en el dorso, entre los hombros? Éste es un buen índice de la edad.» <<

[14] Mary Jane West-Eberhard, «Sexual Selection and Social Behavior», en Robinson y Tiger, op. cit., pág. 165. <<

[15] T. J. Fillion y E. M. Blass, «Infantile Experience with Suckling Odors Determines Adult Sexual Behavior in Male Rats», Science, 213 (1986), págs. 729-731. <<

[16] Marco Aurelio, Meditaciones, II, 17. <<

[1] Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life (Nueva York: The Modem Library) (publicado originalmente en 1859). Capítulo XV, «Recapitulation and Conclusion», pág. 371. <<

[2] Procedente de George Seldes, The Great Thoughts (Nueva York: Ballantine, 1985), pág. 302. <<

[3] Por ejemplo, Natalie Angier, «Pit Viper's Life: Bizarre, Gallant and Venomous», New York Times, 15 de octubre de 1991, págs. C1, C10. <<

[4] Las serpientes también luchan por el territorio; la serpiente cascabel, por ejemplo, lucha para hacerse con los agujeros de los troncos donde anidan pájaros. Quien pierda deberá buscarse otro árbol. <<

[5] David Duvall, Stevan J. Arnold y Gordon W. Schuett, «Pit Viper Mating Systems: Ecological Potential, Sexual Selection, and Microevolution», en Biology of Pitvipers, J. A. Campbell y E. D. Brodie, Jr., encargados de la edición (Tyler, TX: Selva, 1992). <<

[*] Alfa también domina a gamma y a los que están por debajo de gamma; beta domina a delta y a los que están por debajo de delta; y así sucesivamente. Hay más animales dominados que dominadores, y la jerarquía podría llamarse con mayor motivo de sumisión y no de dominación. Pero a los hombres nos fascina la dominación y a menudo, al menos en Occidente y dejando la religión lado, nos repele un poco la sumisión. Se han escrito bibliotecas enteras sobre las «dotes de mando» y apenas nada sobre las «dotes de obediencia». <<

[6] B. J. Le Boeuf, «Male-male Competition and Reproductive Success in Elephant Seals», American Zoologist 14 (1974), págs. 163-176. <<

[7] C. R. Cox y B.J. Le Boeuf, «Female Incitation of Male Competition: A Mechanism in Sexual Selection», American Naturalist 111 (1977), págs. 317-335. <<

[8] Por ejemplo, Peter Maxim, «Dominance: A Useful Dimension of Social Communication», Behavioral and Brain Sciences 4 (3) (septiembre de 1981), págs. 444, 445. <<

[9] Charles Darwin, The Descent of Man and Selection in Relation to Sex (Nueva York: The Modern Library) (publicado originalmente en 1871), Parte II, «Sexual Selection», Capítulo XVIII, «Secondary Sexual Characters of Mammals—continued», pág. 863. <<

[10] Paul F. Brain y Davin Benton, «Conditions on Housing, Hormones, and Aggressive Behavior», en Bruce B. Svare, encargado de la edición, Hormones and Aggresive Behavior (Nueva York y Londres: Plenum Press, 1983), pág. 359. <<

[11] Ibíd., tabla II, «Characteristics of Dominant and Subordinate Mice from Small Groups», pág. 358. <<

[*] La historia muy reciente de la actividad bélica humana proporciona un contraste: los alfa generalmente viejos se aíslan en lugar seguro, a menudo donde están las mujeres jóvenes, y mandan a luchar y a morir a sus subordinados, generalmente jóvenes. En ninguna otra especie han instituido impunemente los machos alfa combinaciones tan gratas y cómodas. Esto requiere al menos una cooperación implícita entre alfas de grupos rivales, pero a menudo se llega a un arreglo. Ninguna otra especie, aparte de los insectos sociales, ha tenido inteligencia suficiente para inventar la guerra. La guerra es una institución óptimamente configurada para beneficiar a los alfas. <<

[12] La dominación en un encuentro individual y la categoría de la dominación dentro de una jerarquía no son necesariamente lo mismo y no pueden siempre predecirse a partir una de la otra. Véase Irwin S. Bernstein «Dominance: The Baby and the Bathwater», y el comentario posterior, Behavioral and Brain Sciences 4 (3) (septiembre de 1981), págs. 419-457. Algunos animales distinguen sólo entre los que ocupan lugares inferiores y superiores de la escala. Otros, por ejemplo los mandriles, se comportan ante los que ocupan rangos muy distantes de modo muy diferente que ante los individuos que tienen casi su mismo rango (Robert M. Seyfarth, «Do Monkeys Rank Each Other?», ibíd, págs. 447-448). <<

[13] W. C. Allee, The Social Life of Animals (Boston: Beacon Press paperback, 1958), especialmente pág. 135 (publicado originalmente en 1938 por Aberlard-Schuman Ltd.; esta edición revisada se publicó en cartoné en 1951, con el título Cooperation Among Animals With Human Implications). <<

[14] V. C. Wynne-Edwards, Evolution Trough Group Selection (Oxford: Blackwell, 1986), págs. 8-9. <<

[15] Neil Greenberg y David Crews, «Physiological Ethology of Aggression in Amphibians and Reptiles», en Svare, op. cit., págs. 483 (varínidos), 481 (cocodrilos), 474 (dendrotábidos), y 483 (escincos). <<

[16] B. Hazlett, «Size Relations and Aggresive Behaviour in the Hermit Crab, Clibanarius Vitatus», Zeischrift für Tierpsychologie 25 (1968), págs. 608-614. <<

[17] Patricia S. Brown, Rodger D. Humm y Robert B. Fischer, «The Influence of a Male's Dominance Status on Female Choice in Syrian Hamsters», Hormones and Behavior 22 (1988), págs. 143-149. <<

[18] Uno entre muchos otros ejemplos: Bart Kempenaers, Geert Verheyen, Marleen van den Broeck, Terry Burke, Christien van Broeckhoven y Andre Dhondt, «Extrapair Paternity Results from Female Preference for High-Quality Males in the Blue Tit», Nature, 357 (1992), págs. 494-496. <<

[19] Mary Jane West-Eberhard, «Sexual Selection and Social Behavior», en Michael H. Robinson y Lionel Tiger, encargados de la edición Man and Beast Revisited (Washington y Londres: Smithsonian Institution Press, 1991), pág. 165. <<

[20] En 1857 Elizabeth Cady Stanton escribió: «¡Qué perfectamente describe su condición [el traje de una mujer]! El talle apretado y sus faldas largas y colgantes la privan de toda libertad para respirar y moverse. No es de extrañar que el hombre prescriba su esfera. Ella necesita continuamente su ayuda. Debe ayudarle a subir y bajar las escaleras, a subir y bajar del coche, a montar a caballo, a subir la colina, a salvar la zanja y la valla, y de este modo le enseña la poesía de la dependencia.» (J. C. Lauer y R. H. Latter, «The Language of Dress: A Sociohistorical Study of the Meaning of Clothing in America», Canadian Review of American Studies, 10 [1979], págs. 305-323). Se han producido cambios asombrosos desde 1857, si bien la poesía de la dependencia todavía se recita mucho en la industria de la moda femenina. <<

[21] Owen R. Floody, «Hormones and Aggression in Female Mammals», en Svare, op. cit., págs. 51, 52. <<

[1] Edición en inglés a cargo de Elizabeth Wyckoff (Chicago: University of Chicago Press, 1954). <<

[2] Edición en inglés a cargo de David Grene (Chicago: University of Chicago Press, 1942.) <<

[3] Ovidio, Las Metamorfosis, Libro XII; Robert Graves, The Greek Myths (Harmondsworth, Middlesex, Inglaterra: Penguin Books, 1955, 1960), Volumen 1, págs. 260-262; Froma Zeitlin, «Configurations of Rape in Greek Myth», en Rape: An Historical and Social Enquiry de Sylvana Tomaselli y Roy Porter, encargados de la edición, (Oxford y Nueva York: Basil Blackwell, 1986), págs. 133, 134. <<

[4] Se producen cantidades menores de andrógenos en la corteza de la glándula adrenal que rodea cada riñón, a partir de otras hormonas del cuerpo y en la placenta. <<

[5] R. M. Rose, I. S. Bernstein y J. W. Holaday, «Plasma Testosterona, Dominance Rank, and Aggressive Behavior in a Group of Male Rhesus Monkeys», Nature, 231 (1971), págs. 366-368; G. G. Eaton y J. Resko, «Plasma Testosterone and Male Dominance in a Japanese Macaque (Macaca fuscata) Troop Compared with Repeated Measures of Testosterone in Laboratory Males», Hormones and Behavior, 5 (1974), págs. 251-259. <<

[6] Peter Maries y William J. Hamilton III, Mechanisms of Animal Behavior (Nueva York: John Wiley & Sons, 1966), pág. 17. <<

[7] D. Michael Stoddart, The Scented Ape: The Biology and Culture of Human Odour (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), págs. 136, 137, 163. <<

[*] Uno de los especialistas que comentó el presente libro se queja así: «Yo haría lo posible para evitar notarlo… Pero no hay que ponerse justamente al nivel de la axila para olerlo. Pensemos en cualquier gimnasio.» Aunque los gimnasios están impregnados con el sudor de muchos atletas acumulado durante muchos años. Otro lector especialista señaló que actualmente se están vendiendo como supuestos afrodisiacos moléculas del tipo 5-alfa-androstenol. <<

[8] J. Money y A. Ehrhardt, Man and Woman, Boy and Girl: The Differentiation and Dimorphism of Gender Identity from Conception to Maturity (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1972); J. Money y M. Schwartz, «Fetal Androgens in the Early Treated Adrenogenital Syndrome of 46XX Hermaphroditism: Influence on Assertive and Aggresive Types of Behavior», en Aggresive Behavior, 2 (1976), págs. 19-30: J. Money, M. Schwartz y V. G. Lewis, «Adult Erotosexual Status and Fetal Hormonal Masculinization and Demasculinization», Psychoneuroendocrinology, 9 (1984), págs. 405-414; Sheri A. Berenbaum y Melissa Hines, «Early Androgens Are Related to Childhood Sex-Typed Toy Preferences», Psychological Science 3 (1992), págs. 203-206. <<

[*] Por lo tanto es erróneo el argumento de Aristóteles[10] —repetido milenios después por Sigmund Freud— de que «la hembra es, como si dijéramos, un macho mutilado». (Ni tampoco el macho es una hembra alterada por la testosterona, aunque eso se acerca más a la realidad.) Los cuerpos de las mujeres sintetizan estradiol, el más potente de los estrógenos, a partir de la testosterona. <<

[9] Stephan Hansen, «Mechanisms Involved in the Control of Punished Responding in Mother Rats», Hormones and Behavior, 24 (1990), págs. 186-197. <<

[10] Aristóteles, Generación de animales, 737a28. <<

[*] Con el fin, se cree convencionalmente, de mantener su temperatura a varios grados menos que si estuvieran situados dentro del cuerpo. Se dice que si los testículos estuvieran ubicados dentro del cálido abdomen producirían menos células espermáticas y los hombres serían bastante estériles. Los beneficios de los testículos externos compensan sus riesgos. Pero los gorriones y los peleones pájaros cantores llevan sus testículos dentro; y sin embargo, aun a temperaturas elevadas, sus células espermáticas parecen tener muchas agallas. Nuestra explicación sobre el motivo de que los machos de algunas especies lleven sus testículos fuera y otros dentro parece incompleta. <<

[11] Mary Midgley, Beast and Man (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1978), pág. 39. <<

[*] Las excepciones son, en cierto modo, corrientes. Los palomos y las palomas alimentan normalmente a los pollitos con una «leche del buche» regurgitada, que contiene poco azúcar y mucha grasa, lo contrario de la leche de los mamíferos. El macho de pingüino emperador, después de haber incubado los huevos durante cuarenta días, segrega en su esófago una leche nutritiva. Cuando el polluelo sale del cascarón, esta leche es su único alimento. Su peso se duplica gracias a la leche paterna y cuando la hembra del pingüino emperador regresa atiborrada de diminutos camarones, el polluelo está en muy buen estado. Los dos sexos del gran flamenco segregan una especie de leche que mezclan con su sangre y dan a los polluelos en el primer mes de vida; cada padre da una décima de litro de este biberón por día.[12] Muchos animales, por ejemplo los lobos, alimentan a sus crías con comida regurgitada, pero éste es un alimento muy diferente de la leche. <<

[12] John Sparks con Tony Soper, Parrots: A Natural History (Nueva York: Facts on File, 1990), pág. 90. <<

[13] Owen R. Floody, «Hormones and Agression in Female Mammals» en de Bruce B. Svare, encargado de la edición, Hormones and Aggresive Behavior (Nueva York: Plenum Press, 1983), págs. 44-46. <<

[14] Alfred M. Dufty, Jr., «Testosterone and Survival: A Cost of Aggressiveness?», Hormones and Behavior 23 (1989), págs. 185-193. <<

[15] Hansen, op. cit. <<

[16] Lester Grinspoon, Harvard Medical School, comunicación personal, 1991. <<

[*] Bueno, por lo menos contra todos los forasteros gorriones. Las relaciones de dominación existentes en la misma sección de bosque y que rigen las comunidades por ejemplo de búhos, osos, mapaches y hombres pasan generalmente desapercibidos para los gorriones. <<

[17] John C. Wingfield y M. Ramenofsky, «Testosterone and Aggressive Behaviour During the Reproductive Cycle of Male Birds», en Neurobiology, de R. Gilles y J. Balthazart, encargados de la edición (Berlín: Springer-Verlag, 1985), págs. 92-104. <<

[*] Es un dilema parecido al de la alcachofa: ¿Las calorías que se queman intentando alcanzar su suculento corazón compensan las que se adquieren ingiriendo alguna cosa? <<

[18] Stephen T. Emlen, Cornell University, comunicación personal, 1991. <<

[19] R. L. Sprott, «Fear Communication via Odor in Inbred Mice», Psychological Reports, 25 (1969), págs. 263-268: John F. Eisenberg y Devra G. Kleiman, «Olfactory Communication in Mammals», en Annual Review of Ecology and Systematics, 3 (1972), págs. 1-32. <<

[20] Konrad Lorenz describió estos experimentos clásicos en 1939 y Nikko Tinbergen en 1948. Algunas investigaciones posteriores indican que los pollitos y los ansarinos se asustan menos con una silueta a medida que se acostumbran a ella (y que no se come a nadie). Wolfgang Schleidt («Über die Auslösung der Flucht vor Raubvögeln bei Truthühnern», Die Naturwissenschaften, 48 [1961], págs 141-142) sugiere que las aves en el suelo tienen miedo de cualquier silueta voladora no familiar, se acostumbran a la imagen inofensiva de una oca volando, pero continúan temiendo a un halcón menos familiar. Esto no es muy diferente de la timidez que demuestra un niño pequeño ante un extraño y de su miedo a los «monstruos». <<

[*] Del mismo modo que los polluelos parece que conserven y refinen esta preocupación cuando se convierten en adultos, lo mismo hacen los hombres. El miedo a depredadores no humanos es otra de las «teclas» fácilmente disponibles que pueden pulsarse para manipular un comportamiento apasionado. Las películas de terror son un ejemplo, aunque no el más notable. <<

[21] Peter Marler, «Communication Signals of Animals: Emotion or Reference?» Discurso en la Conferencia del Centenario, Departamento de Psicología, Cornell University, 20 de julio de 1991. <<

[22] Marcel Gyger, Stephen J. Karakashian, Alfred M. Dufty, Jr. y Peter Marler, «Alarm Signals in Birds: The Role of Testosterone», Hormones and Behavior, 22 (1988), págs. 305-314. <<

[*] Los sexos difieren también en otro tipo de gritos. Por ejemplo, cuando un macho encuentra algún alimento que sabe que gusta a la hembra, a menudo emite una llamada de comida. Pero cuando la gallina encuentra comida, no llama al gallo; de hecho, no dice nada, a menos que tenga polluelos. Las gallinas sin familia prefieren cenar solas. <<

[23] Stoddart, op. cit., págs. 116-119. <<

[24] Las sustancias químicas en cuestión son el ácido gamma aminobutírico y la serotonina. Véase, por ejemplo, Jon Franklin, Molecules of the Mind (Nueva York: Laurel/Dell, 1987), págs. 155-157. <<

[25] Heidi H. Swanson y Richard Schuster, «Cooperative Social Coordination and Aggression in Male Laboratory Rats: Effects of Housing and Testosterone», Hormones and Behavior 21 (1987), págs. 310-330. <<

[1] Edward Conze, encargado de la edición, Buddhist Scriptures (Harmondsworth, Reino Unido: Penguin, 1959), pág. 241. <<

[2] La tasa inicial de aumento de la nueva mutación en la población es muy lenta. Una estimación de mil generaciones, calculada por gentileza del genetista de poblaciones James F. Crown, es lo que se tarda en pasar de frecuencias de gen de 0,001 (casi nadie) a 0,9 (casi todos). <<

[3] Sewall Wright, Evolution and the Genetics of Populations: A Treatise in Four Volumes, volumen 4, Variability Within and Among Natural Populations (Chicago: The University of Chicago Press, 1986); Wright, «Surfaces of Selective Value Revisited», The American Naturalist, 131 (enero de 1988), págs. 115-123; William B. Provine, Sewall Wright and Evolutionary Biology (Chicago: University of Chicago Press, 1986); J. F. Crow, W. R. Engels, y C. Denniston, «Phase Three of Wright’s Shifting-Balance Theory,» Evolution, 44 (1990), págs. 233-247. También, Roger Lewin, «The Uncertain Perils of an Invisible Landscape», Science, 240 (1988), págs. 1405, 1406. <<

[4] Carl Sagan, «Croesus and Cassandra: Policy Responses to Global Change», American Journal of Physics, 58 (1990), págs. 721-730. <<

[5] Plutarco, «Antonio», Vidas de los nobles griegos y romanos. <<

[6] Stewart Henry Perowne, «Cleopatra», Encyclopaedia Britannica, 15.a edición (1974), Macropaedia, volumen 4, pág. 712. <<

[7] Graham Bell, Sex and Death in Protozoa: The History of an Obsession (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), págs. 65-66. <<

[8] K. Ralls, J.D. Ballou y A. Templeton, «Estimates of Lethal Equivalents and Cost of Inbreeding in Mammals», Conversation Biology, 2 (1988), págs. 185-193; P.H. Harvey y A. F. Read, «Copulation Genetics: When Incest Is Not Best», Nature, 336 (1988), págs. 514-515. <<

[9] James L. Gould y Carol Grant Gould, Sexual Selection (Nueva York: W. H. Freeman, 1989), pág. 64. <<

[10] Anne E. Pusey y Craig Packer, «Dispersal and Philopatry», capítulo 21 de: Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primate Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), pág. 263. <<

[11] P. H. Harvey y K. Ralls, «Do Animals Avoid Incest?» Nature, 320 (1986), págs. 575-576; D. Charlesworth y B. Charlesworth, «Inbreeding Depression and Its Evolutionary Consequences», Annual Review of Ecology and Systematics, 18 (1987), págs. 237-268. Esta última obra contiene un buen resumen de los medios que utilizan las plantas para hacer respetar el tabú del incesto. <<

[12] John Paul Scott y John L. Fuller, Genetics and the Social Behavior of the Dog (Chicago: University of Chicago Press, 1965), págs. 406, 407. <<

[13] William J. Schull and James V. Neel, The Effects of Inbreeding on Japanese Children (Nueva York: Harper and Row, 1965). <<

[14] Morton S. Adams y James V. Neel, «Children of Incest», Pediatrics, 40 (1967), págs. 55-62. <<

[*] Excepto cuando la opinión expresada en la soledad de la cabina electoral es tan vergonzosa que el votante no puede admitirla ante el encuestador. <<

[*] El tono peyorativo que acompaña a la palabra «desviado» —que sólo significa diferente de la media— apunta hacia las irresistibles presiones sociales Que hay en casi todas las sociedades humanas con el fin de acabar configurando multitud. La palabra «egregious» en inglés significa atroz, excepcionalmente malo y en latín quiere decir separado del rebaño. De nuevo se identifica lo diferente con lo malo, algo acertado para poblaciones bien adaptadas a corto plazo, pero peligroso para épocas de cambio y a largo plazo. <<

[15] Theodosius Dobzhansky fue un importante genetista del siglo XX. Propone este ejemplo en su Mankind Evolving (New Haven: Yale University Press, 1962), pág. 281. <<

[16] A lo largo de intervalos prolongados, el aislamiento genera diversidad, incluso en poblaciones grandes. Cuando, por ejemplo, se dividió el supercontinente Pangea, las poblaciones en masas continentales adyacentes ya no pudieron cruzarse (o por lo menos tuvieron más dificultad en hacerlo), y las combinaciones de genes arraigadas en un continente ya no pudieron transferirse automáticamente a otro; la exogamia ya no pudo vincular los caudales genéticos de poblaciones muy separadas. La biología exclusiva de regiones aisladas como Australia, Nueva Zelandia, Madagascar o las islas Galápagos se debe a aislamientos geográficos tectónicos o de otra índole. <<

[17] George Gaylord Simpson, Tempo and Mode in Evolution (Nueva York: Columbia University Press, 1944), pág. 119. <<

[18] Reconocemos, con Wright, que aquí tendemos a postular la selección de grupo. Pero creemos que cualquier argumento en favor de frecuencias de genes óptimas en una población debe hacer lo mismo. <<

[19] John Tyler Bonner, The Evolution of Culture in Animals (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1980): «Podemos ver las semillas, los orígenes, de todo lo que conocemos sobre nuestra cultura en el pasado lejano. Esto significa que todos los aspectos de nuestra cultura pueden beneficiarse de cierta comprensión de la biología de donde surgieron» (pág. 186). <<

[1] (Londres y Edimburgo: Williams and Norgate, 1863), pág. 59. <<

[1] Capítulo VIII. <<

[2] Libro III, capítulo 30 (añadido como nota a pie de página en la edición de 1781). <<

[3] Sobre la expedición de Hannon véase Jacques Ramin, «The Periplus of Hanno», British Archaelogical Reports, Supplementary Series 3 (Oxford: 1976). Puede consultarse un resumen de los estudios sobre el tipo de primate que Hannon y sus hombres mataron en: William Coffmann McDermott, The Ape in Antiquity (Baltimore: John Hopkins Press, 1938), págs. 51-55. <<

[*] «La cara [de un simio] se parece a la del hombre en muchos aspectos, tiene narices y orejas semejantes y dientes como los del hombre, tanto los dientes frontales como los molares… Tiene manos, dedos y uñas como el hombre, aunque estas partes son de aspecto más bestial. Sus pies son excepcionales… como manos grandes… Los órganos internos, al ser diseccionados, se corresponden con los del hombre.»[4] <<

[4] Aristóteles, Historia de los animales, Libro II, 8-9, 502a-502b. <<

[5] H. W. Janson, Apes and Ape Lore in the Middle Ages and the Renaissance (Londres: University of London, 1952). <<

[6] Paul H. Barrett y otros, encargados de la edición, Charles Darwin’s Notebooks, 1836-1844 (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1987), pág. 539. <<

[7] Thomas N. Savage y Jeffries Wyman, «Observations on the External Characters and Habits of the Troglodytes niger, by Thomas N. Savage, M. D., and on his Organization, by Jeffries Wyman, M. D.», Boston Journal of Natural History, volumen IV, 1843-1844: citado en Thomas Henry Huxley, Man’s Place in Nature and Other Anthropological Essays (Londres y Nueva York: Macmillan, 1901). <<

[8] Citado en Keith Thomas, Man and the Natural World: A History of the Modem Sensibility (Nueva York: Pantheon Books, 1983), pág. 66. <<

[*] Savage escribió también el primer estudio sistemático sobre los gorilas en libertad y acuñó el uso moderno de la antigua palabra norteafricana «gorila». Se esforzó en desmentir las ideas populares de que los gorilas raptaban mujeres atractivas con fines incalificables. Este tema resonó un siglo después en la película King Kong con enorme éxito de público. <<

[9] William Congreve, The Way of the World, Brian Gibbons, encargado de la edición (Nueva York: W. W. Norton, 1971), págs. 37, 42, 44. <<

[10] Carta del 10 de julio de 1695; en William Congreve, Letters and Documents, John C. Hodges, encargado de la edición (Nueva York: Harcourt, Brace and World, 1964), pág. 178. <<

[11] Jeremy Collier, A Short View of the Immorality and Profaneness of the English Stage, Benjamin Hellinger, encargado de la edición (Nueva York: Garland Publishing, 1987) (obra publicada originalmente en Londres en 1698), pág. 13. <<

[12] G. L. Prestige, The Life of Charles Gore: A Great Englishman (Londres: William Heinemann, 1935), págs. 431, 432. <<

[*] Se dice que los soldados de Alejandro Magno, que no eran precisamente famosos por su puritanismo, condenaron a muerte a algunos monos en la campaña de la India por su «lascivia».[14] <<

[13] La Linnaean Society of London debe su nombre a Linneo. Se tuvo noticia por primera vez de la selección natural en el periódico de esta sociedad gracias a las plumas de Darwin y Wallace. <<

[14] Eliano, citado por McDermott, op. cit., pág. 76. <<

[*] Jean-Jacques Rousseau, en 1753, había ido más lejos y había clasificado a los chimpancés y los hombres como miembros de la misma especie, porque en su opinión la capacidad de habla no era al principio «natural del hombre».[15] Congreve había acariciado algo semejante. <<

[15] Arthur O. Lovejoy, The Great Chain of Being: A Study of the History of an Idea (Cambridge: Harvard University Press, 1953), pág. 235. <<

[16] Carta a J. G. Gmelin, 14 de febrero de 1747, citada en George Seldes, The Great Thoughts (Nueva York: Ballantine, 1985), pág. 247. <<

[17] Thomas Henry Huxley, Evidence as to Man's Place in Nature (Londres y Edimburgo: Williams and Norgate, 1863), págs. 69, 70. <<

[18] Ibíd., pág. 102. <<

[19] Citado en Monroe W. Strickberger, Evolution (Boston: Jones and Bartlett, 1990), pág. 57. <<

[20] Michael M. Miyamoto y Morris Goodman, «DNA Systematics and Evolution of Primates», Annual Review of Ecology and Systematics, 21 (1990), págs. 197-220. Los genes que codifican la betaglobina en el hombre están en el cromosoma 11. <<

[21] M. Goodman, B. F. Koop, J. Czelusniak, D. H. A. Fitch, D. A. Tagle y J. L. Slightom, «Molecular Phylogeny of the Family of Apes and Humans», Genome, 31 (1989), págs. 316-335; y Morris Goodman, comunicación personal, 1992. Se obtienen resultados semejantes en estudios de hibridización del DNA: C. G. Sibley, J. A. Comstock y J. E. Ahlquist, «DNA Hybridization Evidence of Hominoid Phylogeny: A Reanalysis of the Data», Journal of Molecular Evolution, 30 (1990), págs. 202-236. <<

[22] Basado en datos de Strickberger, op. cit., págs. 227, 228. <<

[23] Por ejemplo, Richard C. Lewontin, «The Dream of the Human Genome», New York Review of Books, 28 de mayo de 1992, págs. 31-40. (Esta es, por cierto, una interesante reseña crítica de las justificaciones aducidas en favor del proyecto de cartografiar los aproximadamente 4.000 millones de nucleótidos del ADN humano, y está en desacuerdo con las opiniones de muchos biólogos moleculares importantes.) También ref. 21. <<

[24] Donald R. Griffin, «Prospects for a Cognitive Ethology», Behavioral and Brain Sciences, 1 (4) (diciembre de 1978), págs. 527-538. <<

[25] Jane Goodall, The Chimpanzees of Gombe: Patterns of Behavior (Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University Press, 1986); Goodall, Through a Window: My Thirty Years with the Chimpanzees of Gombe (Boston: Houghton Mifflin, 1990); Toshisada Nishida y Mariko Hiraiwa-Hasegawa, «Chimpanzees and Bonobos: Cooperative Relationships among Males», capítulo 15 en Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primates Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986); Nishida, «Local Traditions and Cultural Transmission», capítulo 38 en Smuts y otros, encargados de la edición, op. cit.; Nishida, encargado de la edición, The Chimpanzees of the Mahale Mountains: Sexual and Life History Strategies (Tokio: University of Tokyo Press, 1990); Frans de Waal, Chimpanzees Politics: Power and Sex among Apes (Nueva York: Harper & Row, 1982); de Wall, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989). <<

[26] B. M. F. Galdikas, «Orangutan Reproduction in the Wild», en C. E. Graham, encargado de la edición, Reproductive Biology of the Great Apes (Nueva York: Academic Press, 1981), págs. 281-300. <<

[27] Anne C. Zeller, «Communication by Sight and Smell», capítulo 35 de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición. Primates Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), pág. 438. <<

[28] Jane Goodall, The Chimpanzees of Gombe: Patterns of Behavior (Cambridge, MA: The Bellknap Press of Harvard University Press, 1986), pág. 368. <<

[*] Una madre joven generalmente no vuelve a estar en celo hasta que desteta a su cría. Es muy comprensible que el pequeño interprete el destete como un rechazo. El renovado interés sexual de la madre por machos adultos (y subadultos) multiplica la pena y el resentimiento del pequeño. Quizá también compartimos el complejo de Edipo con los simios. <<

[29] Muy parecido a la venganza que los israelitas —en el espantoso final de uno de los más bellos salmos— propusieron imponer a los hijos de sus apresadores durante el exilio de Babilonia:

Hija de Babilonia,

la devastadora,

dichoso quien te devuelva el pago

con que nos has pagado.

Dichoso el que coja en sus manos

y estrelle a tus pequeñuelos contra la roca.

Salmo 137, versículos 8 y 9. <<

[30] Janis Carter, «A Journey to Freedom,» Smithsonian, 12 (abril de 1981), págs. 90-101. <<

[31] Goodall, The Chimpanzees of Gombe, págs. 490, 491. <<

[32] Thomas, op. cit. (ref. 8), pág. 22. <<

[33] Eurípides, Las mujeres de Troya, en Medea. <<

[1] En Greg Whincup, encargado de la edición y traductor, The Heart of Chinese Poetry (Nueva York: Anchor Press/Doubleday, 1987), pág. 48. <<

[2] Fuentes principales de los datos sobre la vida de los chimpancés reproducidos en los capítulos 14, 15 y 16 sin citar su autor: Goodall, Nishida y De Waal: Jane Goddall, The Chimpanzees of Gombe: Patterns of Behavior (Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University Press, 1986); Goodall, Through a Window: My Thirty Years with the Chimpanzees of Gombe (Boston: Houghton Mifflin, 1990); Toshisada Nishida y Mariko Hiraiwa-Hasegawa, «Chimpanzees and Bonobos: Cooperative Relationships among Males», capítulo 15 en Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primate Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986); Nishida, «Local Traditions and Cultural Transmission», capítulo 38 en Smuts y otros, encargados de la edición, op. cit.; Nishida, encargado de la edición, The Chimpanzees of the Mahale Mountains: Sexual and Life History Strategies (Tokio: University of Tokyo Press, 1990); Frans de Waal, Chimpanzee Politics: Power and Sex among Apes (Nueva York: Harper & Row, 1982); De Waal, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989). También otros capítulos de Smuts y otros. <<

[3] Capítulo III, verso 1. <<

[4] Frans de Waal, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989), pág. 49. <<

[*] Entre machos, pero entre su mismo sexo las hembras pueden guardarse rencor durante años y negarse a reconciliarse con otras. <<

[5] Frans de Waal, Chimpanzee Politics: Power and Sex among Apes (Nueva York: Harper & Row, 1982); pág. 37, 38. <<

[*] El siempre perspicaz Charles Darwin fue la primera persona que propuso, a pesar del considerable escepticismo e incomodidad de los Victorianos, que este cambio podía estar relacionado con el sexo.[7] <<

[6] R. M. Yerkes y J. H. Elder, «Oestrus, Receptivity and Mating in the Chimpanzee» Comparative Psychology Monographs 13 (1963), págs. 1-39. <<

[7] El argumento de Darwin sobre los traseros rosados reza así:

«Al discutir la selección sexual en mi “Descendencia del hombre” el caso que más me interesó y extrañó fue el de las partes posteriores y zonas adyacentes de colores brillantes que tienen algunos monos. Estas partes presentan colores más brillantes en un sexo que en otro y su brillo aumenta durante la estación del amor, por lo que llegué a la conclusión de que la adquisición de los colores se debía a la atracción sexual. Era muy consciente de que al decirlo me arriesgaba al ridículo; aunque de hecho la exhibición por un mono de su trasero de color rojo brillante no es más sorprendente que la exhibición por un pavo real de su magnífica cola. Sin embargo, en aquel momento no disponía de datos sobre monos exhibiendo esta parte de sus cuerpos durante el cortejo; y esta exhibición en el caso de las aves ofrece la mejor prueba de que los ornamentos de los machos les son útiles, porque atraen o excitan a las hembras… Joh. von Fischer, de Gotha… señala que no sólo el mandril vulgar, sino también el dril y tres tipos más de mandriles, Cynopithecus niger y Macacus rhesus y nemestrinus, dirigen hacia él esta parte de sus cuerpos, que en todas estas especies tienen un color más o menos brillante, cuando están contentos, y hacia otras personas a manera de saludo. Él se esforzó mucho en curar a un Macacus rhesus que tuvo consigo durante cinco años de esta costumbre indecorosa, y al final lo consiguió. Estos monos tienen mucha tendencia a actuar de este modo, y a sonreír al mismo tiempo, cuando se les presenta un nuevo mono, pero a menudo lo hacen también con sus viejos amigos monos; y después de esta exhibición mutua empiezan a jugar juntos…

»El hábito de los animales adultos está relacionado en cierta medida con sentimientos sexuales, porque Von Fischer observó a través de una puerta de cristal a una hembra de Cynopitehcus niger y durante varios días la hembra “giró y exhibió su parte trasera de color rojo intenso mientras hacía ruidos de gorgoteo, lo cual no había visto nunca en aquel animal. El macho al ver esto se empezó a excitar; sacudió vigorosamente los barrotes de la jaula, emitiendo al mismo tiempo gorgoteos” [Darwin reprodujo precavidamente esta cita en su original alemán]. Todos los monos que tienen las partes traseras de sus cuerpos con colores más o menos vivos viven según Von Fischer en lugares abiertos y rocosos, por lo que él piensa que estos colores sirven para que un sexo pueda verse a distancia, pero como los monos son animales muy gregarios, pienso que no hay necesidad de que ambos sexos puedan reconocerse a distancia. Me parece más probable que los colores brillantes, tanto si aparecen en el rostro como en el extremo de detrás o en ambas partes, como en el mandril, sirven de adorno y de atracción sexuales.» (Charles Darwin, «Supplemental Notes on Sexual Selection in Relation to Monkeys», Nature, 2 de noviembre de 1876, pág. 28). <<

[*] Se conoce un comportamiento semejante entre otros animales sociales. Los gorilas, por ejemplo, en los que el alfa permite a una hembra copular con machos de rango inferior, pero solamente si está embarazada. Entre los lobos, sólo el macho alfa y la hembra alfa crían, pero la hembra se aparea con otros miembros del grupo cuando no está en celo.[8] <<

[8] Helen Fisher, «Monogamy, Adultery, and Divorce in Cross-Species Perspective», en Michael H. Robinson y Lionel Tiger, encargados de la edición, Man and Beast Revisited (Washington y Londres: Smithsonian Institution Press, 1991), pág. 98. <<

[9] De Waal, Peacemaking among Primates, pág. 82. <<

[10] Sarah Blaffer Hrdy, «The Primate Origins of Human Sexuality», en Robert Bellig y George Stevens, encargados de la edición, Nobel Conference XXIII: The Evolution of Sex (San Francisco: Harper & Row, 1988), págs. 112 y sig. <<

[*] No se trata de una hipótesis desagradable propia de la vida de los chimpancés, sino que se da también entre los gorilas, los papiones y muchos otros simios antropomorfos y monos. En un estudio de gorilas de quince años de duración cerca del volcán Virunga en Ruanda, más de una tercera parte de la mortalidad infantil se debió directamente a muertes provocadas por los gorilas machos. Para los gorilas el infanticidio es una costumbre social.[11] <<

[**] Se observa un fenómeno similar en otras especies no monógamas muy diferentes, por ejemplo, la curruca. El macho alfa se esfuerza mucho en impedir que los betas copulen con las hembras, pero únicamente en el período fértil de ellas. Sin embargo, las hembras, aunque estén en el período fértil, pueden en algunas ocasiones salir volando para aparearse subrepticiamente con los betas. Sólo entonces le ayudará un beta a alimentar a sus polluelos. También en este caso las hembras explotan el interés de los machos por el sexo para conseguir que les ayuden en la crianza de los pequeños.[12] <<

[11] Kelly J. Stewart y Alexander H. Harcourt, «Gorillas: Variation on Female Relationships», capítulo 14 de la obra de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primates Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), pág. 163. <<

[12] Trabajo de Nicholas Davies en el Reino Unido, descrito por Stephen Emlen, comunicación personal. <<

[13] Emily Martin, «The Egg and the Sperm: How Science Has Constructed a Romance Based on Stereotypical Male-Female Roles», Signs: Journal of Women in Culture and Society, primavera de 1991. <<

[*] Un esperma con un cromosoma Y, más pequeño, el cromosoma que hace a un macho, pesa algo menos que un esperma con el cromosoma X, de mayor tamaño, que hace a una hembra; si las células espermáticas más ligeras avanzan algo más, quizá esta diferencia explique que se conciban algo más de machos que de hembras. <<

[14] Esto es menos cierto si se piensa que los atributos de las células espermáticas están determinados por los genes del padre, y no por las instrucciones del ADN, que transporta la propia célula espermática y que están encargadas de crear la próxima generación. La competición espermática será en todo caso muy importante en los animales en que más de un macho eyacula en rápida sucesión dentro de una hembra determinada: los primates son un ejemplo destacado de ellos. <<

[15] Goodall, The Chimpanzees of Gombe, pág. 366. <<

[16] Hippolyte A. Taine, Historia de la literatura inglesa, volumen I, pág. 340. <<

[17] Jacqueline Goodchilds y Gail Zellman, «Sexual Signaling and Sexual Aggression in Adolescent Relationships», en Pornography and Sexual Aggression, Neil Malamuth y Edward Donnerstein, encargados de la edición (Nueva York: Academic Press, 1984). <<

[18] Neil Malamuth, «Rape Proclivity among Males», Journal of Social Issues 37 (1981), págs. 138-157; Malamuth, «Aggression against Women: Cultural and Individual Causes», en Malamuth y Dornstein, encargados de la edición, op. cit. <<

[19] El estudio más amplio a escala nacional fue promovida por el Centro Nacional de Víctimas y el Centro de Investigaciones y Tratamiento de Víctimas de Delitos de la Universidad Médica de Carolina del Sur, con apoyo financiero del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EE.UU. Véase David Johnston, «Survey Shows Number of Rapes Far Higher than Official Figures», New York Times, 24 de abril de 1992, pág. A14. <<

[20] La servidumbre y la violación son temas populares en la pornografía destinada a un público masculino, por ejemplo en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Latinoamérica y Japón, así como en los EE.UU. Un tema que se repite a menudo en las películas pornográficas japonesas es la violación de una adolescente (Paul Abramson y Haruo Hayashi, «Pornography in Japan», en Malamuth y Donnerstein, encargados de la edición, op. cit.) <<

[21] Robert A. Prentky y Vernon L. Quinsey, Human Sexual Aggression: Current Perspectives, Volumen 528 de los Annals of the New York Academy of Sciences, 1988; Howard E. Barbaree y William L. Marshall, «The Role of Male Sexual Arousal in Rape: Six Models», Journal of Consulting and Clinical Psychology, 59 (1991), págs. 621-630; Gene Abel, J. Rouleau y J. Cunningham-Rather, «Sexually Aggressive Behavior», en Modern Legal Psychiatry and Psychology, A. L. McGarry y S. A. Shah, encargados de la edición (Filadelfia: Davis, 1985); Gene Abel, citado en Faye Knopp, Retraining Adult Sex Offenders: Method and Models (Syracuse, NY: Safer Society Press, 1984), pág. 9. <<

[22] Por ejemplo, Lee Ellis, «A Synthesized (Biosocial) Theory of Rape», Journal of Consulting and Clinical Psychology, 59 (1991), págs. 631-642. <<

[23] Por ejemplo, Susan Brownmiller, Against Our Will: Men, Women and Rape (Nueva York: Simon & Schuster, 1975); Judith Lewis Herman, «Considering Sex Offenders: A Model of Addiction», Signs: Journal of Women in Culture and Society 13 (1988), págs. 695-724. <<

[24] Lee Ellis, Theories of Rape (Nueva York: Hemisphere, 1989). <<

[25] Peggy Reeves Sanday, «The Socio-Cultural Context of Rape: A Cross-Cultural Study», Journal of Social Issues, 37 (1981), págs. 5-27. <<

[1] (Londres y Edimburgo: Williams and Norgate, 1863), pág. 105. <<

[*] Los simios antropomorfos son de mayor tamaño y más inteligentes que los monos y carecen de cola. Los simios antropomorfos son los chimpancés, gorilas, gibones, siamang y orangutanes. Los siamang están tan próximos a los gibones como los chimpancés a los hombres. <<

[2] Sarah Blaffer Hrdy, «Raising Darwin's Consciousness: Females And Evolutionary Theory», en Roben Bellig y George Stevens, encargados de la edición, Nobel Conference XXIII; The Evolution of Sex (San Francisco: Harper & Row, 1988), pág. 161. <<

[3] John Paul Scott, «Agonistic Behavior of Primates: A Comparative Perspective», en Ralph L. Holloway, encargado de la edición, Primate Aggression, Territoriality, and Xenophobica: A Comparative Perspective (Nueva York: Academic Press, 1974), especialmente pág. 427; Shirley C. Strum, Almost Human: A Journey into the World of Baboons (Nueva York: Random House, 1987). <<

[*] El hecho de que en todos los grupos étnicos y culturas humanos los machos sean en promedio de mayor tamaño que las hembras no ha escapado a los primatólogos. Puede estar relacionado con la tendencia de los hombres al sexismo, a la coacción de las mujeres, a la violación y a los harenes cuando pueden permitírselo. Lo esencial es saber hasta qué punto la anatomía determina los actos, factor al cual volveremos más tarde. <<

[4] Dorothy L. Cheney, «Interactions and Relationship Between Groups», capítulo 22 de la obra de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W, Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primates Societies (Chicago; University of Chicago Press, 1986), pág. 281. <<

[5] Solly Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes (Nueva York: Harcourt, Brace, 1932), págs. 49, 50. <<

[6] Solly Zuckerman, From Apes to Warlords (Nueva York; Harper & Row, 1978), pág. 39. <<

[7] Ibíd., pág. 12. <<

[8] F. W. Fitzsimons, The Natural History of South Africa, volumen 1, Mamíferos (Londres: Longmans, Green, 1919), citado en Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes, pág. 293. <<

[9] Zuckerman, From Apes to Warlords, págs. 220, 219, y nota a pie de página, pág. 220. <<

[10] Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes, págs. 228, 229. <<

[11] Ibíd., pág. 237. <<

[*] Sucedió algo semejante cuando unos cuantos ingleses fugitivos, que no tenían una jerarquía de dominación bien establecida (el macho alfa y sus seguidores más próximos habían sido abandonados en un pequeño bote), se instalaron con unas cuantas polinesias en la pequeña isla Pitcaim en 1790 después de la rebelión del buque de Su Majestad Bounty. <<

[12] Scott, op. cit.; H. Krummer, Social Origin of Hamadryas Baboons (Chicago: University of Chicago Press, 1968). <<

[13] Zuckerman, From Apes to Warlords, pág. 41. <<

[14] Ibíd., pág. 42. <<

[15] Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes, pág. 148. <<

[16] Hrdy, op. cit. (ref. 2), pág. 163. <<

[17] Donna Robbins Leighton, «Gibbons: Territoriality and Monogamy», capítulo 12 en Smuts y otros, encargados de la edición, op. cit., págs. 135-145. <<

[18] Randall Susman, a carga de la edición, The Pygmy Chimpanzee: Evolutionary Biology and Behavior (Nueva York: Plenum, 1984). <<

[*] Se dice en broma que quienes estudian a los chimpancés y a los bonobos son los pantropólogos. <<

[19] Frans de Waal, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989), pág. 181. <<

[20] Toshisada Nishida y Mariko Hiraiwa-Hasegawa, «Chimpanzees and Bonobos: Cooperative Relationship among Males», capítulo 15 en Smuts y otros, op. cit., pág. 167. <<

[21] Charles Darwin, The Descent of Man and Selection in Relation to Sex (Nueva York: The Modem Library, sin fecha) (publicado originalmente en 1871), págs. 396, 397. Tanto Plinio como Eliano escribieron sobre simios aficionados al vino que podían capturarse cuando caían borrachos. <<

[22] Edward. O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis (Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University Press, 1975), pág. 538. <<

[23] Irenäus Eibl-Eibesfeldt, Krieg und Frieden (Munich: R. Piper, 1975). <<

[24] Paul D. MacLean, «Special Award Lecture: New Findings on Brain Function and Sociosexual Behavior», Capítulo 4 en la obra de Joseph Zubin y John Money, encargados de la edición, Contemporary Sexual Behavior: Critical Issues in the 1970s (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1973), pág. 65. <<

[25] Barbara B. Smuts, «Sexual Competition and Mate Choice», capítulo 13 de la obra de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primates Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), pág. 392. <<

[26] Sarah Blaffer Hrdy, «The Primate Origins of Human Sexuality», en Robert Bellig y George Stevens, encargados de la edición, Nobel Conference XXIII: The Evolution of Sex (San Francisco: Harper & Row, 1988). <<

[27] Alison F. Richard, «Malagasy Promisians: Female Dominance», capítulo 3 en Smuts y otros, encargados de la edición, op. cit., pág. 32. La referencia de la cita figura en el pasaje: A. Jolly «The puzzle of Female Feeding Priority», en M. Small, a cargo de la edición, Female Primates: Studies by Women Primatologist (Nueva York: Alan R. Liss, 1984), pág. 198. <<

[28] Toshisada Nishida y Mariko Hiraiwa-Hasegawa «Chimpanzees and Bonobos: Cooperative Relationship among Males», capítulo 15 en Smuts y otros, op. cit., pág. 174. <<

[29] Mireille Bertrand, Bibliotheca Primatologica, número 11, The Behavioral Repertoire of the Stumptail Macaque: A Descriptive and Comparative Study (Basilea: S. Karger, 1969), pág. 191. <<

[30] Frans de Waal, Peacemaking among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989), págs. 153, 154. <<

[31] Frank E. Poirier, «Colobine Aggression: A Review», en Ralph L. Holloway, encargado de la edición, Primate Aggression, Territoriality, and Xenophoby: A Comparative Perspective (Nueva York y Londres: Academic Press, 1974), págs. 146-147, 130-131, 140-141. <<

[32] Sherwood L. Washburn, «The Evolution of Human Behavior», en John D. Roslansky, encargado de la edición, The Uniqueness of Man (Amsterdam: North-Holland, 1969), pág. 170. <<

[33] Robert M. Seyfarth, «Vocal Communication and Its Relations to Language», capítulo 36 en Smuts y otros, op. cit., págs. 444, 450, 445. <<

[34] P. D. MacClean, «New Findings on Brain Function and Sociosexual Behavior», en Contemporary Sexual Behavior, Zurbin y Money, encargados de la edición, op. cit. <<

[35] Solly Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes (Nueva York: Harcourt, Brace, 1932), pág. 259. <<

[36] Darwin, op. cit., pág. 449. <<

[37] Zuckerman, op. cit., pág. 474. <<

[38] Patricia L. Whitten, «Infants and Adult Males», capítulo 28 en Smuts y otros, op. cit., págs. 343, 344. <<

[1] Traducción de John Dryden para la edición en inglés (Nueva York: The Modern Lybrary, 1932), págs. 378, 379. <<

[2] Trabajo de Wendy Bailey y Morris Goodman; comunicación personal de Morris Goodman, 1992. Véase también ref. 12. <<

[3] Michael M. Miyamoto y Morris Goodman, «DNA Systematics and Evolution of Primates», Annual Review of Ecology and Systematics, 21 (1990), págs. 197-220. <<

[4] Marc Godinot y Mohamed Mahboubi, «Earliest Known Simian Primate Found in Algeria», Nature 357 (1992), págs. 324-326. <<

[5] Leonard Krishtalka, Richard K. Stucky y K. Christopher Beard, «The Earliest Fossil Evidence for Sexual Dimorphism in Primates», Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 87 (13) (julio de 1990), págs. 5223-5226. <<

[*] Los machos de lémur de cola anillada esparcen sobre sus colas una feromona que segregan y luego hacen ondear estos apéndices prominentes ton bandas negras y blancas para que el olor se difunda por el aire. Esto sirve principalmente para competir buscando hembras. Al parecer el lémur más aromático tiende a ganarse a la hembra más atractiva. En una especie de lémur, todos los machos adultos pueden recibir respuesta al movimiento de las colas en la misma noche, porque todas las hembras adultas entran en estro al mismo tiempo, a la luz de la luna plateada (y llena). <<

[6] Casi el 9% del cerebro de los insectívoros («comedores de insectos», mamíferos pequeños que pueden parecerse a los antepasados de los primates) está dedicado al análisis de olores. En los prosimios, la cifra desciende a 1,8%, en los monos, alrededor de 0,15%; y en los simios antropomorfos es de 0,07%. La proporción en las personas es sólo del 0,01%: Solamente una parte entre diez mil del volumen de nuestro cerebro está dedicada a la comprensión del olor. (H. Stephan, R. Bauchot y O. J. Andy, «Data on Size of the Brain and of Various Brain Parts in Insectivores and Primates», en The Primate Brain, C. Noback y W. Montagna, encargados de la edición [Nueva York: Appleton-Century-Crofts, 1970], págs. 289-297.) El olor es una parte importante de la actividad cerebral de los insectívoros. En las personas, es una parte casi insignificante de nuestra percepción del mundo, como confirma la experiencia diaria. Las personas necesitan 10 millones más ácido butírico en el aíre que los perros para poder olerlo. Con el ácido acético, la proporción es de 200 millones, con el ácido caproico, de 100 millones y con el etilo mercaptán, que no interviene en la señalización sexual, dos mil veces mayor. (R. H. Wright, The Sense of Smell [Londres: George Allen & Unwin, 1964]; D. Michael Stoddart, The Scented Ape: The Biology and Culture of Human Odour [Cambridge: Cambridge University Press, 1990], cuadro 9.1, pág. 235). <<

[7] J. Terborgh, «The Social Systems of the New World Primates: An Adaptionist View» en J. G. Else y P. C. Lee, encargados de la edición, Primate Ecology and Conservation (Cambridge: Cambridge University Press, 1986), págs. 199-211. <<

[8] H. Sigg, «Differentiation of Female Positions in Hamadryas One-Male-Units», Zeitschrift fiir Tierpsychologie 53 (1980), págs. 265-302. <<

[9] Connie M. Anderson, «Female Age: Male Preference and Reproductive Success in Primates», International Journal of Primatology 7 (1986), págs. 305-326. <<

[10] Dorothy L. Cheney y Richard W. Wrangham, «Predation», capítulo 19 de la obra de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primates Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), págs. 227-239. <<

[11] Susan Mineka, Richard Keir y Veda Price, «Fear of Snakes in Wild- and Laboratory-reared Rhesus Monkeys (Macaca mulatta)», Animal Learning and Behavior 8 (4) (1980), págs. 653-663. <<

[12] Wendy J. Bailey, Kenji Hayasaka, Christopher G. Skinner, Susanne Kehoe, Leang C. Sien, Jerry L. Slighton y Morris Goodman, «Reexamination of the African Hominoid Trichotomy with Additional Sequences form the Primate Beta-Globin Gene Cluster», Molecular Phylogenetics and Evolution, próxima publicación, 1993. Véase también, C. G. Sibley, J. A. Comstock y J. E. Ahlquist, «DNA Hybridization Evidence of Hominid Phylogeny: a Reanalysis of the Data», Journal of Molecular Evolution, 30 (1990), págs. 202-236. <<

[*] Utilizada en el lavado con batea del oro. <<

[13] Toshisada Nishida, «Local Traditions and Cultural Transmission», capítulo 38 en Smuts y otros, op. cit., págs. 467, 468. Una de las exposiciones originales es de S. Kawamura, «The Process of Subculture Propagation Among Japanese Macaques», en Primate Social Behavior, C. A. Southwick, encargado de la edición (Nueva York: van Nostrand, 1963); y A. Tsumori, «Newly Acquired Behavior and Social Interaction of Japanese Monkeys», en Social Communication Among Primates, S. Altman, encargado de la edición (Chicago: University of Chicago Press, 1982). <<

[14] Masao Kawai, «On the Newly-Acquired Pre-Cultural Behavior of the Natural Troop of Japanese Monkey on Koshima Islet», Primates, 6 (1965), págs. 1-30. <<

[15] Estos descubrimientos han creado un mito muy difundido, pero sin ninguna base, llamado a veces el fenómeno de los cien monos (Lyall Watson, Lifetide [Nueva York: Simon and Schuster, 1979]; Ken Keyes, Jr., The Hundreth Monkey [Coos Bay, OR: Vision, 1982]). Se dice que el lavado de boniatos se difundió lentamente entre la colonia macaca hasta que se alcanzó un determinado umbral crítico; en cuanto cien monos aprendieron la técnica, todos los monos adquirieron el conocimiento «de la noche a la mañana», impulsados por una especie de conciencia colectiva paranormal. Luego se sacaron de este hecho varias enseñanzas edificantes para la sociedad humana. Desgraciadamente, no hay ninguna prueba que apoye este conmovedor relato (Ron Amundson, «The Hundreth Monkey Phenomenon», en The Hundreth Monkey and Other Paradigms of the Paranormal, Kendrick Frazier, encargado de la edición, [Buffalo, N.Y.: Prometheus, 1991], págs. 171-181). Parece ser una completa invención. <<

[16] El gran físico Max Planck, al observar una fuerte resistencia contra su nueva teoría cuántica, dijo que se necesita una generación para que los físicos acepten ideas radicalmente nuevas, por mucho que expliquen. <<

[17] William Coffmann McDermott, The Ape in Antiquity (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1938). <<

[18] Julian Huxley, The Uniqueness of Man (Londres: Chatto and Windus, 1943), pág. 3 <<

[19] B. T. Gardner y R. A. Gardner, «Comparing the Early Utterances of Child and Chimpanzee», en A. Pick, encargado de la edición, Minessota Symposium in Child Psychology (Minneápolis, MN: University of Minessota Press, 1974), Volumen 8, págs. 3-23. <<

[*] Llamada también la falacia de la enumeración de circunstancias favorables. No se supone que hubo engaño; se trata solamente de uno de los fallos lógicos en que pueden caer los hombres. Tendemos a ser observadores apasionados. <<

[20] H. S. Terrace, L. A. Pettito, R. J. Sanders y T. G. Bever, «Can an Ape Create a Sentence?», Science, 206 (1979), págs. 891-902: C. A. Ristau y D. Robbins, «Cognitive Aspects of Ape Language Experiments», en D. R. Griffin, encargado de la edición, Animal Mind-Human Mind (Report of the Dahlem Workshop on Animal Mind-Human Mind, Berlin, 22-27 de marzo de 1981) (Berlin: Springer-Verlag, 1982), pág. 317. <<

[21] Herbert S. Terrace, Nim (Nueva York: Knopf, 1979); H. S. Terrace, L. Pettito, R. J. Sanders y T. G. Bever, «Can Ape Create a Sentence?», Science, 206 (1979), págs. 891-902; Robert M. Seyfarth, «Vocal Communication and Its Relation to Language», capítulo 36 de la obra de Smuts y otros, enc. de la ed., op. cit. <<

[22] Roger S. Fouts, Deborah H. Fouts y Thomas E. Van Cantfort, «The Infant Loulis Learns Signs from Cross-fostered Chimpanzees», en R. A. Gardner, B. T. Gardner y T. E. Van Cantfort, encargados de la edición, Teaching Sign Language to Chimpanzees (Nueva York: State University of New York Press, 1989). <<

[23] The Great Ideas: A Syntopicon of Great Books of the Western World, volumen II, Mortimer J. Adler, principal encargado de la edición, William Gorman, director de la edición, volumen 3 de Great Books of the Western World, Robert Maynard Hutchins, encargado principal de la edición (Chicago: William Benton/Encyclopaedia Britannica, 1952, 1977), introducción al capítulo 51, «El hombre». <<

[24] E. S. Savage-Rumbaugh, D.M. Savage-Rumbaugh, S. T. Smith y J. Lawson, «Reference—the Linguistic Essential», Science, 210 (1980), págs. 922-925. <<

[25] Patricia Marks Greenfield y E. Sue Savage-Rumbaugh, «Grammatical Combination in Pan paniscus: Processes of Learning and Invention in the Evolution and Development of Language», en «Language» and Intelligence in Monkeys and Apes, Sue Taylor Parker y Kathleen Gibson, encargados de la edición (Cambridge: Cambridge University Press, 1990); idem., «Imitation, Grammatical Development and Invention of Protogrammar by an Ape», en Biological and Behavioral Determinants of Language Development, Norman Krasnegor, D. M. Rumbaugh, R. L. Schiefeldbusch y M. Studdert. Kennedy, encargados de la edición (Hillsdale, NJ: Erlbaum, 1991). <<

[*] Según un experto esta frase equivale a afirmar: «El 90% de los materiales excavados de una mina de oro no es oro.» <<

[26] Estos experimentos de Sue Savage-Rumbaugh y Duane Rumbaugh están brevemente descritos en D. S. Rumbaugh, «Comparative Psychology and the Great Apes: Their Competence in Learning, Language and Numbers», The Psychological Record, 40 (1990), págs. 15-39. Se encuentra una descripción detallada en E. Sue Savage-Rumbaugh, Jeannine Murphy, Rose Sevcik, S. Williams, K. Brakkle y Duane M. Rumbaugh, «Language Comprehension in Ape and Child», Monographs of the Society for Research in Child Development, próxima publicación 1993. <<

[27] D. M. Rumbaugh, W. D. Hopkins, D. A. Washburn y E. Sue Savage-Rumbaugh, «Comparative Perspectives of Brain, Cognition and Language», en N. A. Krasnegor y otros, encargados de la edición, op. cit. (ref. 22). <<

[28] David Premack, Intelligence in Ape and Man (Hillsdale, NJ: Erlbaum, 1976). <<

[29] D. J. Gillan, D. Premack y G. Woodruff, «Reasoning in the Chimpanzee: I. Analogical Reasoning», Journal of Experimental Psychology and Animal Behavior, 7 (1981), págs. 1-17; D. J. Gillan, «Reasoning in the Chimpanzee: II. Transitive Inference», ibíd., págs. 150-164. <<

[30] David Premack y G. Woodruff, «Chimpanzee Problem-solving: A Test for Comprehension», Science, 202 (1978), págs. 532-535; Premack y Woodruff, «Does the Chimpanzee Have a Theory of Mind?», Behavior and Brain Sciences, 4 (1978), págs. 515-526. <<

[31] Un intento temprano, aunque limitado: Duane M. Rumbaugh, Timothy V. Gill y E. C. von Glasersfeld, «Reading and Sentence Completion by a Chimpanzee (Pan)», Science, 182 (1973), págs. 731-733; James L. Pate y Duane M. Rumbaugh, «The Language-Like Behavior of Lana Chimpanzee», Animal Learning and Behavior, 11 (1983), págs. 134-138. <<

[32] Esta cita y la base del párrafo que la apoya procede de la estimulante obra de Derek Bickerton Language and Species (Chicago: University Chicago Press, 1990). <<

[33] E. Sue Savage-Rumbaugh y otros, op. cit. (nota 24). <<

[34] Eugene Linden, Silent Partners: The Legacy of the Ape Language Experiments (Nueva York: Times Books, 1986), págs. 144, 145. <<

[35] Jane Goodall, Through a Window (Boston: Houghton Mifflin, 1990), pág. 13. <<

[36] Linden, op. cit., págs. 79, 81. <<

[37] Janis Carter, «Survival Training for Chimps: Freed from Keepers and Cages, Chimps Come of Age on Baboon Island», The Smithsonian 19 (1) (junio de 1988), págs. 36-49. <<

[38] Actualmente, el número total de chimpancés que quedan en la Tierra es de cincuenta mil. Son una especie gravemente amenazada de extinción. <<

[39] II, 17. <<

[1] Citado en Gavin Rylands de Beer, encargado de la edición, «Darwin's Notebooks on Transmutation of Species», Parte IV: Cuaderno Cuarto (octubre de 1838 a 10 de julio de 1839), Bulletin of the British Museum (Natural History), Historical Series (Londres) 2 (5) (1960), págs. 151-183; la cita (de la entrada 47 del cuaderno) aparece en la pág. 163. <<

[2] Frank Roper, The Missing Link: Consul the Remarkable Chimpanzee (Manchester: Abel Heywood, 1904). Un primate extinguido de hace unos 30 millones de años, antepasado quizá de los simios y de los seres humanos, ha recibido el nombre de Procónsul, en honor del sibarita Victoriano. <<

[*] Muchos de estos filósofos no habrían incluido el término «demás», e incluso hoy algunos se irritan cuando se les califica de «animales», aunque lo hagan científicos que hablan desde un punto de vista genérico y sin prejuicio. <<

[3] Mortimer J. Adler, The Difference of Man and the Difference It Makes (Nueva York: Holt, Rinehart y Winston, 1967), pág. 84. <<

[4] Theodosius Dobzhansky, Mankind Evolving (New Haven: Yale University Press, 1962), pág. 339. <<

[5] George Gaylord Simpson, The Meaning of Evolution (New Haven: Yale University Press, 1949), pág. 284. <<

[6] Adler, op. cit., pág. 136. <<

[7] Asa Gray, amigo de Darwin, botánico y biólogo evolucionista, propuso por primera vez esta respuesta, en una conferencia en la Yale Divinity School en 1880. (Natural Science and Religion [Nueva York: Scribner's, 1880].) <<

[8] Metaphysics, Materialism and the Evolution of Mind: Early Writings of Charles Darwin, transcrito y anotado por Paul H. Barrett, comentario de Howard E. Gruber (Chicago University Press, 1974), pág. 187. <<

[9] Especialmente en The Descent of Man. <<

[10] Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Edwin Cannan, encargado de la edición (Nueva York: Modem Library/Random House, 1937), capítulo II, «Of the Principle Which Gives Occasion to the Division of Labour», pág. 13. <<

[11] Keith Thomas, Man and the Natural World: A History of the Modern Sensibility (Nueva York: Pantheon, 1983), pág. 31. <<

[12] Frans de Waal, Peacemaking Among Primates (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989), pág. 82. <<

[13] Smith, op. cit., pág. 14. <<

[*] El 14 de julio de 1858 Friedrich Hegel escribió en una carta a Karl Marx: «Nada desacredita más el desarrollo burgués moderno como el hecho de que no haya conseguido superar todavía las formas económicas del mundo animal.» <<

[14] Tácito, Historias, Libro IV, 13, 17. <<

[15] Otra pretendida distinción de los hombres basada solamente en la forma corporal. «El hombre es, creo, el único animal que tiene una acentuada proyección en el medio de la cara», opinó el esteta del siglo XVIII Uvedale Price. (Citada en Keith Thomas, op. cit., pág. 32). Tal vez ignoraba la existencia de tapires y monos de probóscide, pero ¿y los elefantes? <<

[16] Tomás de Aquino, Summa Theologica, Volumen I, Segunda Parte, Parte I, I. «Tratado sobre el fin último», Cuestión I, «Sobre el fin último del hombre»; Parte I, II. «Tratado sobre los Actos Humanos», Cuestión XIII, «De elección»; y Cuestión XVII, «De los actos dirigidos por la voluntad». <<

[17] Jakob von Uexküll, «Un paseo por los mundos de animales y hombres: Un libro de imágenes de mundos invisibles» (1934), Parte I de Claire H. Schiller, traductora y encargada de la edición, Instinctive Behavior: The Development of a Modern Concept (Nueva York: International University Press, 1957), pág. 42. <<

[18] John Dewey, Reconstruction in Philosophy (Nueva York: Henry Holt, 1920), pág. 1. <<

[19] Hugh Morris, The Art of Kissing (1946), cuarenta y siete páginas; no aparece el nombre del editor en este recatado panfleto. <<

[20] Desmond Morris, The Naked Ape (Nueva York: Dell, 1984) (publicado originalmente en 1967 por McGraw Hill; edición revisada publicada en 1983), pág. 62. <<

[21] Donald Symons, The Evolution of Human Sexuality (Nueva York: Oxford University Press, 1979), págs. 78, 79. <<

[22] Gerrit S. Miller, «Some Elements of Sexual Behavior in Primates and Their Possible Influence on the Beginnings of Human Social Development», Journal of Mammalogy, 9 (1928), págs. 273-293. <<

[23] Gordon D. Jense, «Human Sexual Behavior in Primate Perspective», capítulo 2 de Joseph Zubin y John Money, encargados de la edición, Contemporary Sexual Behavior: Critical Issues in the 1970s (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1973), pág. 20. <<

[24] Véase ibíd., pág. 22. <<

[25] Por ejemplo, K. Imanishi, «El origen de la familia humana: un enfoque primatológico», Japanese Journal of Ethnology 25 (1961), págs. 11-130 (en japonés); discutido en Toshisada Nishida, encargado de la edición, The Chimpanzees of the Mahale Mountains: Sexual and Life History Strategies (Tokyo: University of Tokyo Press, 1990), pág. 10. <<

[26] Por el filósofo Johan Huizinga, Homo ludens (Boston: Beacon, 1955). <<

[27] Epicteto, Discursos, Libro IV, capítulo 11, «Sobre la pureza». (En el Libro III, capítulo 7, Epicteto propone otra cualidad «única»: vergüenza y sonrojo.) <<

[28] Por ejemplo, Jane Goodall, Through a Window: My Thirty Years with the Chimpanzees of Gombe (Boston: Houghton-Mifflin, 1990). <<

[29] Platón, Leyes, Libro VII. <<

[30] Goodall, op. cit. <<

[31] Charles Darwin, The Descent of Man and Selection in Relation to Sex (Nueva York: The Modern Library, sin fecha) (publicado originalmente en 1871), pág. 449. <<

[*] Por ejemplo, los búfalos de agua del Sudeste de Asia, a los que se suele castrar aplastándoles los testículos entre dos piedras.[33] <<

[32] Toshisada Nishida, «Local Traditions and Cultural Transmission», capítulo 38 de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primate Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), pág. 473. <<

[33] Leo K. Bustad, «Man and Beast Interface: An Overview of Our Interrelationships», en Michael H. Robinson y Lionel Tiger, encargados de la edición, Man and Beast Revisited (Washington y Londres: Smithsonian Institution Press, 1991), pág. 250. <<

[34] Martin Daly y Margo Wilson, Homicide (Nueva York: Aldine de Gruyter, 1988), pág. 187. <<

[35] Owen Chadwick, The Secularization of the European Mind in the 19th Century (Cambridge: Cambridge University Press, 1975), pág. 269. <<

[36] Solly Zuckerman, The Social Life of Monkeys and Apes (Nueva York: Harcourt, Brace, 1932), pág. 313. <<

[37] Leslie A. White, «Human Culture», Encyclopaedia Britannica, Macropaedia (1978), Volumen 8, pág. 1152. <<

[38] Toshisada Nishida, «A Quarter Century of Research in the Mahale Mountains: An Overview», capítulo 1 de Nishida, encargado de la edición, The Chimpanzees of Mahale Mountains, pág. 34. <<

[39] Henri Bergson, Las dos fuentes de la moralidad y la religión. <<

[40] Nishida, op. cit. (nota 38), pág. 24. La medicina popular de los chimpancés parece que ha sido redescubierta independientemente por otros primatólogos (Ann Gibbons, «Plants of the Apes», Science, 255 [1992], pág. 921). Entre los hombres preindustriales, la mayoría de plantas se aprovechaban para algo. El botánico Gillian Prance y sus colegas descubrieron (comunicación privada, 1992) que se aprovecha el 95% de los árboles de la pluviselva tropical accesibles a un grupo de pueblos indígenas de Bolivia: por ejemplo, la savia de un árbol de la familia de la nuez moscada se utiliza como fungicida potente. <<

[41] Por ejemplo, Raymond Firth, Elements of Social Organization (Londres: Watts and Co., 1951), págs 183, 184; D. Michael Stoddart, The Scented Ape: The Biology and Culture of Human Odour (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), pág. 126. <<

[42] Napoleon A. Chagnon, Yanomamo: The Fierce People (Nueva York: Holt, Rinehart, Winstons, 1968), pág. 65. <<

[43] Desmond Morris, The Biology of Art (Londres: Methuen, 1962); R. A. Gardner y B. T. Gardner, «Comparative Psychology and Language Acquisition», en K. Salzinger y F. E. Denmarks, encargados de la edición, Psychology: The State of the Art (Nueva York: Annals of the New York Academy of Sciences, 1978), págs. 37-76; K. Beach, R. S. Fouts y D. H. Fouts, «Representational Art in Chimpanzees», Friends of Washoe, 3:2-4, 4:1-4. Los óleos de un chimpancé llamado Congo, que cuelgan hoy en varias colecciones privadas, ofrecen un expresionismo abstracto chillón y se consideran algunas de las mejores obras de los chimpancés. <<

[44] Las aves, por ejemplo, reconocen y atacan a un nuevo depredador (o incluso una botella de leche) que asustó a sus antepasados cuatro generaciones antes. Y hablando de botellas de leche, poco después de que un herrerillo agujereara la hojuela metálica del tapón de una botella de leche que habían dejado en un portal y bebiera su nata, se dice que herrerillos de toda Inglaterra empezaron a beber nata. (John Tyler Bonner, The Evolution of Culture in Animals [Princeton. NJ: Princeton University Press, 1980].) Como es lógico, nadie sabe quién fue aquel pájaro pionero. Sin embargo quizá no se trató de un caso de aprendizaje por imitación. Una botella ya abierta y otro pájaro presente y feliz pueden ser suficientes para que un pájaro inocente caiga en la cuenta. (D. F. Sherry y B. G. Galef, Jr., «Social Learning Without Imitation: More About Milk Bottle Opening by Birds», Animal Behaviour, 40 [1990], págs. 987-989). <<

[45] Zuckerman, op. cit., págs. 315, 316. <<

[46] Nishida, A Quarter Century of Research, pág. 12. <<

[47] ¿Podían ya entonces unas almas haber dado conciencia? Una deidad responsable de inyectar almas con precisión, una por una, en este ejército inmenso de diminutos seres a lo largo de todo el tiempo geológico seria un creador muy meticuloso y además muy ineficiente ¿Por qué no diseñarla desde el principio y dejar que la vida siga su curso? ¿El dios responsable de tas leyes de la física, sutiles, elegantes y universalmente aplicables, haría este trabajo rutinario de biología, chapucero y lleno de errores, que precisa una atención y dedicación inmediata a cada patético y diminuto microbio, cuando ellos ya saben perfectamente cómo reproducirse a sí mismos y reproducir grandes almacenes de información? En cambio, el dios sólo tiene que codificar directamente en el ADN de unos cuantos antepasados la información que las almas precisan conocer. Las almas y la conciencia podrían transmitirse por sus propios medios de generación en generación, dejando las manos libres a dios para otros asuntos, algunos quizá de gran urgencia. Pero si la información en el ADN se ha formado mediante un paciente proceso de evolución, ¿por qué se necesita la existencia previa de un dios que explique la inyección de datos, genes o almas? <<

[48] A. I. Hallowell, «Culture, Personality and Society», en Anthropology Today, A. L. Kroeber, encargado de la edición (Chicago: University of Chicago Press, 1952), págs 597-620; Hallowell, «Self, Society and Culture in Phylogenetic Perspective», en Evolution After Darwin, volumen 2, S. Tax, encargado de la edición (Chicago: University of Chicago Press, 1960), págs. 309-371. La pretensión de que sólo los hombres son conscientes de sí mismos puede encontrarse en muchas disquisiciones filosóficas y científicas, por ejemplo, Karl R. Popper y John C. Eccles, The Self and Its Brain (Nueva York: Springer, 1977). <<

[49] G. G. Gallup, Jr., «Self-Recognition in Primates: A Comparative Approach to the Bidirectional Properties of Consciousness», American Psychologist, 32 (1977), págs. 329-338. <<

[*] Mirarse al espejo con un sombrero puesto es también una experiencia enormemente popular y al parecer absorbente. <<

[50] Un tema literario e iconográfico común en la Europa medieval desde el siglo XIII es una supuesta tendencia de los simios a admirarse en los espejos. Véase H. W. Janson, Apes and Ape Lore in the Middle Ages and the Renaissance (Londres: University of London, 1952), págs. 212 y sig. <<

[51] Montaigne Ensayos de Michel Eyquem de Montaigne, Libro II, Ensayo XII, «Apología de Raimond de Sebonde». En un pasaje próximo, Montaigne cita al epigramista romano Juvenal: «¿Qué león fuerte quitó alguna vez la vida a uno más débil?» Pero, tal como hemos dicho, los leones matan normalmente a todos los cachorros cuando toman posesión de una manada. Con esto el macho se ahorra el trabajo de cuidar de hijos que no son suyos, y ayuda a poner en celo de nuevo a las hembras. <<

[52] Por ejemplo, R. L. Trivers, Social Evolution (Menlo Park, CA: Benjamin/Cummings, 1985), especialmente el capítulo «Engaño y engaño de sí mismo»; Joan Lockard y Delroy Paulhus, encargados de la edición, Self-Deception: An Adaptive Mechanism? (Englewood Cliffs,; NJ: Prentice-Hall, 1989). <<

[53] C. G. Beer, «Study of Vertebrate Communications — Its Cognitive Implications», en D. R. Griffin, encargado de la edición, Animal Mind-Human Mind (Report of the Dahlem Workshop on Animal Mind-Human Mind, Berlin, 22 a 27 de marzo de 1981) (Berlín: Springer-Verlag, 1982), pág. 264; E. W. Menzel, «A Group of Young Chimpanzees in a One-acre Field», en A. M. Scrier y F. Stollnitz, encargados de la edición, Behavior of Nonhuman Primates (Nueva York: Academic Press, 1974). <<

[54] Stuart Hampshire, Thoutght and Action (Londres: Chatto and Windus, 1959). <<

[55] T. H. Huxley, Evidence as to Man’s Place in Nature (Londres: Williams and Norgate, 1863), pág. 132. <<

[56] Carta de 5 de febrero de 1649 en Mortimer J. Adler y Charles Van Doren, Great Treasury of Western Thought: A compendium of Important Statements on Man and His institutions by the Great Thinkers in Western History (Nueva York y Londres: R. R. Bowker Company, 1977), pág. 12. <<

[57] Veáse, por ejemplo, Eugene Linden, Silent Partners: The Legacy of the Ape Language Experiments (New York: Times Books, 1986); Roger Fouts, «Capacities for Language in the Great Apes», en Proceedings, Ninth International Congress of Anthropological and Ethnological Sciences (La Haya: Mouton, 1973). <<

[58] Por ejemplo, «El hombre es el único animal… que puede utilizar signos» (Max Black, The Labyrinth of Language [Nueva York: Praeger, 1968]); «Los animales no pueden tener lenguaje… Si lo tuvieran… dejarían de ser animales» (K. Goldstein, «The Nature of Language», en Language: An Enquiry into Its Meaning and Function [Nueva York: Harper, 1957]); «No parece sólida la opinión de que el lenguaje humano es simplemente un ejemplo más complejo de algo que puede hallarse también en el mundo animal» (Noam Chomsky, Language and Mind [Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1972]). Estos ejemplos proceden de Donald R. Griffin, The Question of Animal Awareness, edición revisada (Nueva York: Rockefeller University Press, 1981). Sólo de modo ocasional se ha escuchado una voz contraria (por ejemplo, A. I. Hallowell, Philosophical Theology, Volumen 2 [Cambridge: Cambridge University Press, 1937], pág. 94). <<

[59] Derek Bickerton, Language and Species (Chicago: University of Chicago Press, 1990), especialmente págs. 8, 15-16. <<

[60] Bickerton, op. cit., propone que el lenguaje temprano de los niños es un «protolenguaje» fundamentalmente diferente de los lenguajes humanos plenamente desarrollados, que este protolenguaje puede ser accesible a los simios, y que lo utilizaron nuestros antepasados en la transición de simios a seres humanos. <<

[1] (Nueva York: Doubleday, 1958), pág. 345. <<

[2] En la selva hay hembras de chimpancé que rechazan a los machos en todas circunstancias y con un costo elevado. Como es lógico, no producen hijos. ¿Podría darse cuenta alguien de esta correlación? ¿Podría haber en alguna ocasión un chimpancé que reflexionase sobre la posible relación entre la relación sexual y los hijos? ¿Qué seguridad podemos tener de que esto es imposible? <<

[3] Bolinbroke (1809), citado en Arthur O. Lovejoy, The Great Chain of Being: A Study of the History of an Idea (Cambridge: Harvard University Press, 1953), pág. 196. <<

[4] Ambrose Bierce, «Reverence», en The Enlarged Devil's Dictionary, Ernest Jerome Hopkins, encargado de la edición (Garden City, NY; Doubleday, 1967), pág. 247. <<

[5] Walt Whitman, Leaves of Grass, Harold W. Blodgett y Sculley Bardley, encargados de la edición (Nueva York: New York University Press, 1965), «Song of Myself», estrofa 32, líneas 684-691, pág. 6. <<

[6] Ensayos de Michel Eyquem de Montaigne, Libro III, Ensayo I, «Sobre el beneficio y la honestidad». <<

[7] C. Boesch y H. Boesch, «Possible Causes of Sex Differences in the Use of Natural Hammers by Wild Chimpanzees», Journal of Human Evolution, 13 (1984), págs. 415-440, y las referencias que figuran allí. <<

[*] Hay ejemplos semejantes en otras especies. La nutria de mar, un animal juguetón e inteligente, se sumerge periódicamente al fondo del mar, coge moluscos de concha dura y una piedra adecuada, nada hasta la superficie, flota sobre su espalda y luego abre los moluscos utilizando como yunque la piedra. Algunas aves dejan caer los bivalvos sobre piedras para abrirlos. Los alimoches y las águilas ratoneras sueltan desde lo alto piedras sobre los huevos grandes de emús y de avestruces para comerse el contenido.[9] Según una historia apócrifa,[10] Esquilo, autor dramático de la antigua Grecia, murió cuando un buitre (o un águila) soltó una gran piedra (o una tortuga…, la versión varía) sobre su cabeza calva al confundirla quizá con el huevo de una ave incapaz de volar. <<

[8] Mortimer J. Adler, The Difference of Man and the Difference It Makes (Nueva York: Holt, Rinehart, Winston, 1967), pág. 121. <<

[9] Véase, por ejemplo, John Alcock, «The Evolution of the Use of Tools by Feeding Animals», Evolution, 26 (1972), págs. 464-473; K. R. L. Hall y G. B. Schaller, «Tool-using Behavior of the Californian Sea Otter», Journal of Mammalogy, 45 (1964), págs. 287-298; A. H. Chisholm, «The Use by Birds of ‘Tools’ or ‘Instruments’», Ibis, 96 (1954), págs. 380-383; J. Van Lawick-Goodall y H. van Lawick, «Use of Tools by Egyptian Vultures», Nature, 12 (1966), págs. 1468-1469. <<

[10] Anghony J. Podlecki, The Political Background of Aeschylean Tragedy (Ann Arbor: Univesity of Michigan Press, 1966), págs 1, 7, 155. <<

[11] Geza Teleki, «Chimpanzee Subsistence Technology: Materials and Skills», Journal of Human Evolution, 4 (6) (noviembre de 1974), págs. 575-594; nuestras citas son de las págs. 585-588 y pág. 593. <<

[12] Michael Tomasello, «Cultural Transmission in the Tool Use and Communicatory Signalling of Chimpanzees?» en «Language» and Intelligence in Monkeys and Apes, Sue Taylor Parker y Kathleen Gibson, encargadas de la edición, (Cambridge: Cambridge University Press, 1990). <<

[13] Teleki, op. cit. <<

[*] Si bien en los montes Okorobiko de Guinea los chimpancés abren los termiteros con palos grandes y recolectan a puñados las termitas que huyen. Otras sociedades de chimpancés en Guinea desconocen este sistema, aunque lo emplean también grupos de chimpancés de los cercanos Camerún y Gabón.[14] <<

[14] C. Jones y J. Sabater Pi, «Sticks Used by Chimpanzees in Rio Muni, West Africa», Nature 223 (1969), págs. 100-101; Y. Sugiyama, «The Brush-stick of Chimpanzees Found in Southwest Cameroon and Their Cultural Characteristics», Primates, 26 (1985), págs. 361-374; W. McGrew y M. Rogers, «Chimpanzees, Tools and Termites: New Record from Gabon», American Journal of Primatology, 5 (1983), págs. 171-174. <<

[15] Teleki, op. cit. <<

[16] Por ejemplo, Kenneth P. Oakley, Man the Tool-Maker (Chicago; University of Chicago Press, 1964). <<

[17] E. Sue Savage-Rumbaugh, Jeannine Murphy, Rose Sevcik, S. Williams, K. Brakke y Duane M. Rumbaugh, «Language Comprehension in Ape and Child», Monographs of the Society for Research in Child Development, en prensa, 1993; Duane M. Rumbaugh, comunicación personal, 1992. <<

[18] Susan Essock-Vitale y Robert M. Seyfarth, «Intelligence and Social Cognition», capítulo 37 de Barbara B. Smuts, Dorothy L. Cheney, Robert M. Seyfarth, Richard W. Wrangham y Thomas T. Struhsaker, encargados de la edición, Primate Societies (Chicago: University of Chicago Press, 1986), págs. 456, 457; Wolfgang Kohler, The Mentality of Apes, segunda edición (Nueva York: Viking, 1959) (publicado originalmente en 1925), pág. 38. <<

[19] Richard Wrangham, citado por Ann Gibbons, «Chimps: More Diverse than a Barrel of Monkeys?», Science, 255 (1992), págs. 287, 288. <<

[20] H. J. Jerison, Evolution of the Brain and Intelligence (Nueva York: Academic Press, 1973); Carl Sagan, The Dragons of Eden: Speculations on the Evolution of Human Intelligence (Nueva York: Random House, 1977), capítulo 2; William, S. Cleveland, The Elements of Graphing Data (Monterey CA: Wadsworth, 1985), Cleveland comenta: «Afortunadamente, el hombre moderno está en la cima.» <<

[21] R. E. Passingham, «Changes in the Size and Organization of the Brain in Man and His Ancestors», Brain and Behavioral Evolution, 11 (1980), págs. 73-90. <<

[22] Ibíd. <<

[*] La parte principal del aumento del tamaño de nuestros cerebros y del mejoramiento de nuestra arquitectura cerebral se produjo muy rápidamente, en los últimos millones de años. Es posible que queden todavía algunos fallos por corregir. <<

[23] Por ejemplo, Sagan, op. cit. (nota 20). <<

[24] Gordon Thomas Frost, «Tool Behavior and the Origins of Laterality» Journal of Human Evolution, 9 (1980), págs. 447-459. <<

[25] Por ejemplo, Mortimer J. Adler, op. cit. (nota 10), pág. 120. <<

[26] F. Nottebohm, «Neural Asymmetries in the Vocal Control of the Canary», en Lateralization in the Nervous System, S. R. Hamad y R. W. Doty, encargados de la edición (Nueva York: Academic, 1977). <<

[27] Por ejemplo, W. D. Hopkins y R. D. Morris, «Laterality for Visual-Spatial Processing in Two Language-Trained Chimpanzees», Behavioral Neuroscience, 103 (1989), págs. 227-234. <<

[28] Thomas Henry Huxley, Evidence as to Man's Place in Nature (Londres y Edimburgo: Williams y Norgate, 1863), págs. 109, 110. <<

[29] Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro X, «Placer y felicidad», 7, 1178a5. <<

[30] Mark Twain, Letters from the Earth, Bernard DeVoto, encargado de la edición (Nueva York y Evanston: Harper & Row, 1962), «The Damned Human Race», V, «The Lowest Animal», pág. 227. <<

[31] Por ejemplo, Carl Sagan y Richard Turco, A Path Where No Man Thought: Nuclear Winter and the End of the Arms Race (Nueva York: Random House, 1990). <<

[32] Henry D. Thoreau, Walden, encargado de la edición, J. Lyndon Shanley (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1971), «Higher Laws», pág. 219. <<

[33] Platón, República, IX, 571. <<

[34] J. Hughlins Jackson, Evolution and Dissolution of the Nervous System (Londres: John Bale, 1888), pág. 38. <<

[35] Paul D. MacLean, The Triune Brain in Evolution: Role in Paleocerebral Functions (Nueva York y Londres: Plenum Press, 1990). <<

[36] Romanos 7:18. <<

[37] Que nosotros sepamos, no se ha intentado aún en los tribunales defender a un acusado alegando la acción de la testosterona. <<

[38] Buddhist Scriptures, Edward Conze, encargado de la edición, (Harmondsworth, Reino Unido: Penguin, 1959), pág. 112; Saundarananda de Ashvaghosha, Canto XV, «Vaciando la mente», verso 53. <<

[1] Atribuido a Empédocles por Hipólito en Refutación de todas las herejías, I, iii, 2. <<

[1] Tomás de Aquino, Summa Theologica, Parte I, VIII, «El gobierno divino», Cuestión 103, Artículo 2, pág. 952. <<