19. Las fotografías perdidas de Marte
El Mariner 9, en su misión a Marte, envió a la Tierra 7.232 fotografías que revolucionaron nuestros conocimientos del planeta. Muchos centenares de estas fotos se dedicaron al estudio de características variables y a los cambios de tiempo en las configuraciones relativas de marcas obscuras y brillantes en la superficie del planeta que ahora se sabe son provocadas por el polvo arrastrado por el viento. Encontramos miles de líneas obscuras y brillantes, que se iniciaban en los llamados cráteres por impacto y luego se extendían a lo largo de decenas de kilómetros sobre la superficie marciana. Todas señalaban hacia la dirección de los vientos predominantes. Creemos que son producidas por fuertes vientos, que levantan polvo de los cráteres y después lo depositan sobre la superficie más allá de los terraplenes de tales cráteres. Estas líneas son como indicadores naturales de la dirección del viento y, quizás, anemómetros situados en la superficie marciana para nuestra edificación y delicia. Hemos descubierto retazos o manchas obscuras e irregulares en el interior de los cráteres que tienden a formarse en las paredes de sotavento de los cráteres. Así, las manchas y las líneas se convierten en indicadores de la dirección de los vientos. Algunas de las manchas demostraron ser, de acuerdo con el Mariner 9, enormes campos de dunas de arena paralelas.
A continuación tres fotografías tomadas por el Mariner 9 que muestran los efectos de los fuertes vientos cerca de la superficie marciana:
Franjas de viento que radian desde los cráteres de impacto. Cada franja es una delgada capa de polvo soplado por el viento. Cortesía de la NASA.
Arriba: Manchas en el interior de los cráteres. Abajo: Análisis de una de las manchas mostradas arriba. Cortesía de la NASA.
Hemos descubierto muchos casos de líneas obscuras y manchas que varían notablemente en extensión y trazado. Las posiciones y variantes de estas características obscuras se corresponden perfectamente con las clásicas marcas obscuras de Marte, observadas por los astrónomos durante más de un siglo, manchas que entonces se atribuían, por su variación, a cambios en la vegetación del planeta debidos a las estaciones.
Pero nuestro Mariner 9, sin duda alguna, ha demostrado que tales cambios y variaciones tienen un origen más meteorológico que biológico.
Esto, por supuesto, no excluye la vida en Marte. Simplemente significa que, si hay vida en Marte, no es fácil descubrirla a distancias interplanetarias. Lo mismo se puede asegurar en el caso opuesto. La evidencia fotográfica de vida en la Tierra durante el día desde Marte es imposible, como así lo hemos comprobado estudiando varios miles de fotografías orbitales de nuestro propio planeta. Pero las manchas y líneas que tanto varían en la superficie marciana son un nuevo fenómeno realmente emocionante que exige un estudio mucho más amplio.
Como los cambios marcianos se dan muy lentamente, es preciso que transcurran largos intervalos de tiempo entre dos fotografías de la misma región, con objeto de ver qué cambios se han operado durante ese tiempo. Al final de la misión las cámaras del Mariner 9 habían tomado, con pleno éxito, quince fotografías de regiones, en Syrtis y Tarsis, fotos muy importantes para comprender las variaciones de tan largo plazo. Pero cuando llegó el momento de orientar la antena principal del Mariner hacia la Tierra, para poder transmitir estas fotografías mediante la grabadora de la sonda espacial, se había agotado ya el llamado gas de control de posición. La sonda espacial había agotado literalmente su combustible.
Un año antes de que se iniciara la misión del Mariner 9, se sugirió la posibilidad de que la sonda espacial se quedase sin gas de control en algún momento. Se propuso entonces una solución: que los depósitos de propulsión se conectaran con el sistema de gas de control, una especie de anastomosis espacial. El exceso de gas de propulsión podría usarse para el control de posición en el caso de que se agotara el nitrógeno de control. Se rechazó esta posibilidad, principalmente a causa del gasto que implicaba. Hubiese costado 30.000 dólares, pero nadie esperaba que el Mariner 9 durase lo suficiente como para agotar del todo su gas de control de posición. Su vida oficial era de noventa días, pero duró casi todo un año. Los ingenieros se habían mostrado demasiado conservadores al valorar su magnífico producto. Mirando hacia atrás, el problema parece presentarse como de una falsa economía. Con un adecuado suministro de gas de control de posición, la sonda espacial podría haber durado otro año en órbita alrededor de Marte. Se hubiesen comprado 150 millones de dólares de ciencia por 30.000 dólares de tuberías. Si hubiésemos sabido que la sonda espacial moriría por falta de nitrógeno, estoy casi seguro de que los científicos planetarios que trabajaron en ella habrían reunido como fuera los 30.000 dólares necesarios.
De hecho, hay muchas dificultades de este tipo en el programa espacial, detalles en los que la adición de una pequeña suma de dinero puede aumentar enormemente el beneficio científico de cualquier misión. Pero la NASA, seriamente limitada en lo que concierne a presupuestos por el Congreso, la Casa Blanca y el Departamento de Dirección y Presupuestos, nunca dispone de semejantes cantidades adicionales. Si fuese posible hallar un generoso donante, no cabe la menor duda de que a tal ayuda sí podría llamársele filantropía privada.
Pero éstas no dejan de ser vanas e inútiles meditaciones. No se llevó a cabo ninguna anastomosis y, en consecuencia, no hubo playback de la grabadora. Allí, en esa grabadora que aún posee el Mariner 9, hay quince fotografías vitales del planeta. Jamás llegarán a la Tierra a través del Mariner 9. También ha perdido ya fuerza solar. La luz del Sol ya no se puede convertir en electricidad en sus cuatro grandes paneles solares, y no hay forma de reactivarlos. Puede que jamás sepamos cuál era el aspecto de Tharsis y de Syrtis a principios de noviembre de 1972, vistos desde la órbita marciana.
O quizá sí. El Mariner 9 se halla en una órbita que desciende muy lentamente en la atmósfera marciana. Pero tal descenso es tan lento que la sonda espacial no se estrellará contra Marte por lo menos durante medio siglo. Antes de ese momento, se realizarán vuelos orbitales dirigidos por el hombre alrededor de Marte. Incluso en la actualidad se realizan con toda pulcritud maniobras de acercamiento y acoplamientos espaciales, y así, probablemente por el año 1990, cuando se lleve a cabo una gran exploración humana de Marte habrá una cita espacial con el Mariner 9. La vieja y vapuleada sonda espacial pasará a bordo de alguna nave fabulosa y volverá a la Tierra, probablemente para descansar en la Smithsonian Institution. Quizá para impedir que los microorganismos terrestres del Mariner 9 alcancen Marte, pero acaso también para rescatar y estudiar las quince fotografías perdidas en la misión del Mariner.