Hace unos años, un par de alumnos del MIT emplearon datos de Facebook en un proyecto de clase para crear un «radar gay» que funcionase. Se trataba de una sencilla aplicación de software que se comportaba de manera muy parecida a como lo hace una persona que trata de hacer una conjetura al respecto: se fijaba en quiénes eran los amigos de cierto individuo. El programa aprendía rápidamente a reconocer que determinado equilibrio de gais y heteros en el círculo social de un hombre indicaba con fiabilidad cuál era su sexualidad; no necesitaba saber nada más de ese individuo. Como publicó entonces el Boston Globe: «Puede que la gente esté efectivamente “saliendo del armario” por el simple hecho de relacionarse con determinadas compañías virtuales». Después de que los estudiantes entrenasen el software aplicándolo a perfiles conocidos, este era capaz de predecir correctamente si un hombre era gay el 78 por ciento de las veces, simplemente a partir de su gráfico social. Ese es un resultado muy sólido cuando se tiene en cuenta que el índice de acierto que cabe esperar de un programa que se limite a especular a ciegas habría sido de solo…, ejem…, ¿un 10 por ciento?, ¿un 2 por ciento?, ¿un 8?, ¿π/2?
Esa es justo la cuestión —y el motivo, en parte, de que aquellos chavales crearan un programa para averiguarlo—, que nadie sabe en realidad cuántos gais hay. Los cálculos previos varían enormemente, como suele ser habitual en los cálculos del pasado[28]. Uno de los primeros intentos científicos de dar con un cómputo real fue el Informe Kinsey, de 1948; hizo que muchos ceños se fruncieran tras sus respectivas gafas de concha al sugerir que el 10 por ciento de los hombres y el 6 por ciento de las mujeres eran homosexuales. Estudios posteriores, muchos de ellos con motivaciones políticas y todos realizados a partir de datos extraídos de encuestas o pergeñados en laboratorios, han rebajado la cifra hasta el 1 por ciento o la han elevado hasta el 15 por ciento[29]. Ahora somos capaces de hacernos una idea siguiendo una ruta distinta, y aquí es importante mejorar la precisión, puesto que, como afirmaba un estudio sin gracia alguna: «Este trabajo puede ser de utilidad para determinar las políticas públicas». Todas las elecciones presidenciales desde 1952, salvo cuatro, habrían dado resultados muy distintos de haber cambiado de opinión el 5 por ciento del electorado, de modo que la cuestión de si un grupo constituye el 1, el 5 o el 10 por ciento del país es de interés primordial para los cálculos políticos. Pese a que la cantidad de población gay no conlleva peso moral alguno —aunque solo hubiese una persona homosexual en todo Estados Unidos, él o ella merecería tener los mismos derechos que cualquier otro—, no es sino una realidad práctica que las decisiones políticas dependen del tamaño real de la población.
Además, en el caso de un grupo tan estigmatizado históricamente, un número contundente se hace oír allí donde el individuo no lo logra. Dice: estoy aquí. Los homosexuales son una minoría un tanto inusual porque pueden parecer heteros, al menos de manera superficial, si deciden que deben hacerlo. Esto implica ciertamente un doloroso dilema entre la autoconservación y la autoexpresión al que muy poca gente tiene que enfrentarse. Pero dejando de lado el obvio coste que supone para el individuo, «el armario» también le sale caro a nuestra sociedad, ya que esa discreción permite que continúen inalterables viejas actitudes, y un prejuicio no cuestionado es un prejuicio perpetuado. Al obligar a la gente a esconderse, la intolerancia genera su propia y cínica lógica: cuando una gran porción de un grupo no se ve reconocida, lo único que se consigue es marginalizar con más facilidad al conjunto. Por otra parte, la visibilidad genera aceptación. Aun tirando de los cálculos más bajos, la homosexualidad no es más infrecuente que el cabello rubio natural, con el que nace algo así como el 2 por ciento de la humanidad. De hecho, ser gay parece ser mucho más habitual que eso. Sencillamente se acepta menos y por consiguiente se aparta de la vista. Piensa en ello la próxima vez que hojees una revista de famosos.
Volviendo a los datos, Google Tendencias saca de nuevo a relucir su poder para descubrirnos que la gente no dice lo que piensa. Según Stephens-Davidowitz, el investigador de Google, el 5 por ciento de las búsquedas de porno en Estados Unidos era de lo que él denomina «representaciones de hombres homosexuales» —eso es un comodín que abarca solicitudes directas como «porno gay» y búsquedas relacionadas como «Rocket Tube», un portal gay muy popular—. Por añadidura, esa proporción de 1 a 20 es la misma en todos los estados, lo que significa que el deseo por personas del mismo sexo no se ve afectado por el ámbito político y religioso de un hombre. Esa uniformidad implica unas cuantas cosas de importancia. En primer lugar, desarma todo argumento de que la homosexualidad es cualquier cosa menos genética. Si la misma cantidad de hombres de entornos tan distintos como Misisipi y Massachusetts buscan porno gay, esa es una prueba fehaciente de que cualquier supuesta influencia externa afecta poco a la atracción por gente del mismo sexo.
Para llegar a lo segundo que indica esa uniformidad entre estados en los datos —es decir, lo que nos revela no tanto sobre los gais, sino sobre la intolerancia— necesitaremos un poco más de tiempo. A principios de 2013, cuando Nate Silver todavía cubría la sección de política para el Times, aplicó su famosa técnica de predicción electoral a las iniciativas en pro de votar sobre el matrimonio homosexual que se presentaron por todo el país. Como había hecho en las elecciones presidenciales, recopiló datos para obtener una instantánea de la opinión pública de cada estado y luego elaboró ciertos análisis de predicción para averiguar cómo podrían evolucionar esas actitudes. Silver calculó que para 2020 el matrimonio homosexual sería legal en 44 estados.
Una cosa interesante del trabajo de Silver sobre esta cuestión, que se basó en las encuestas políticas, es su relación con otra fuente de datos: lo que la gente de los distintos estados dijo a Gallup sobre su sexualidad. Aquí están esas cifras que declararon en un gráfico, cotejadas con las proyecciones de Silver sobre la aceptación del matrimonio homosexual, estado por estado. He codificado a cada estado según su tratamiento legal del matrimonio homosexual y, además, he añadido las iniciales de unos cuantos de los que presentan valores más atípicos:
Según el eje horizontal vemos que, para Silver, Misisipi es el estado menos tolerante y que Rhode Island es el más tolerante. En cuanto al eje vertical, los números de Gallup oscilan entre el 1,7 por ciento de Dakota del Norte y el 5,1 por ciento de Hawái. Y, como puede apreciarse en la inclinación de la línea de tendencia, cuanto más acepta un estado la homosexualidad, más elevado es el índice de su población que se declara gay. Resulta notable que si seguimos esa línea punteada hasta llegar al cien por cien de apoyo al matrimonio gay (imaginando estadísticamente un futuro de total tolerancia), veremos que implica que alrededor del 5 por ciento de la población diría que es gay, al no existir presión social alguna para que no lo dijesen. Esa es la misma cifra que extrajimos de las búsquedas de Google, donde la ausencia de presión social no es solo teórica.
Es más, esa línea de tendencia no representa una función de tíos que se limitan a vivir donde mejor se los acepta. La regularidad que se aprecia entre estados en las búsquedas de porno gay nos da pruebas de ello, así como los datos de movilidad de Facebook. Si comparamos las ciudades natales de usuarios homosexuales con sus actuales lugares de residencia veremos que la reubicación solo explica una pequeña fracción de la varianza en los índices de homosexualidad de Gallup que hemos visto antes. Los gais no se trasladan de manera masiva a sitios más tolerantes. Por una parte, esto es un testimonio de la fortaleza de los vínculos con el hogar, de la crianza y de la simple inercia. Por otra, significa que por cada persona que coge sus bártulos y se larga a San Francisco o Nueva York para vivir plenamente, lo más probable es que haya decenas que siguen viviendo en la autonegación.
Si aceptamos estos dos cálculos independientes del 5 por ciento, a los que se ha llegado a través de tres de las mayores potencias modernas en lo que a datos se refiere —Nate Silver, Google y Facebook, con la ayuda de ese superviviente de la vieja escuela de las encuestas que es Gallup—, empezaremos a ver con otros ojos esos números declarados por los propios sujetos. Cuando Gallup nos dice, por ejemplo, que el 1,7 por ciento de los habitantes de Dakota del Norte son gais, entonces es que posiblemente algo así como el 3,3 por ciento de ese estado es gay y no quiere reconocerlo. En Nueva York, cerca del 4 por ciento de la población es abiertamente gay, lo que deja tal vez un 1 por ciento de gais que no lo cuentan. Y lo mismo en los demás estados. Ante esa uniformidad de los datos, los altibajos que vemos en las declaraciones de población gay adquieren un nuevo significado: nos muestran un país de estadounidenses que viven vidas secretas. Esto aporta conocimiento específico a la cita poética que se suele atribuir a Thoreau: «La mayoría de los hombres llevan una vida de callada desesperación y se van a la tumba con la canción todavía sonando en su interior». Estos son refugiados del alma, y lo vemos claramente en los datos.
Los datos nos brindan un panorama de los daños colaterales. He aquí de nuevo a Stephens-Davidowitz:
En Estados Unidos, a todas las búsquedas en Google que empiezan con «¿Es mi marido…» la palabra que más comúnmente les sigue es «gay». El término «gay» es un 10 por ciento más habitual en esas búsquedas que la palabra que ocupa el segundo puesto, «infiel». Es ocho veces más frecuente que «alcohólico» y diez veces más que «depresivo».
Y esas búsquedas interrogativas son más habituales allí donde la represión es más acentuada: Carolina del Sur y Luisiana, por ejemplo, muestran los índices más elevados, y la aceptación del matrimonio homosexual está por debajo de la media nacional en 21 de los 25 estados en los que esta búsqueda es más frecuente. Uno se pregunta qué pensarán de estos datos aquellos que tanto se esfuerzan en mantener oculta la homosexualidad (o «curarla»), o de los matrimonios sin sexo y los niños con padres infelices que esos esfuerzos suyos tan claramente propician. Insisto en que esto no es retórica: son números. El antiguo «índice de miseria» económico consistía en inflación + desempleo. En mi opinión, su versión social la compone la parte de la población que vive en lugares donde no pueden ser ellos mismos. Se trata de una situación que lo único que aporta es sufrimiento[30].
Por desgracia, las búsquedas de Google no son eficaces para calcular el número de lesbianas que hay en el país. Los muchos hombres heteros que buscan porno de mujeres con mujeres embrollan los datos. No obstante, podemos apreciar sombras de los cálculos de aceptación de Silver en los datos de OkCupid, con algunos giros interesantes. Calculo que más de una cuarta parte de la población gay del país que busca pareja ha usado OkCupid en 2013[31]. Los que ligan por Internet deberían ser por lo general más abiertos que la media sobre su sexualidad; al fin y al cabo, ponen su perfil en una web a la vista de todos. No obstante, sabedores de que mucha gente prefiere no difundir su identidad sexual en Internet, OkCupid brinda a sus usuarios gais la posibilidad de «ocultar» su perfil a todos los demás salvo a otros usuarios gais. El 59 por ciento de los hombres gais y el 53 por ciento de las mujeres lesbianas han aprovechado esa opción. También en estos datos es visible la correlación entre la tolerancia de determinado estado y el grado de apertura, aunque más en el caso de las mujeres, a las que he representado en el siguiente gráfico:
Si dejamos de lado la cuestión de la «salida del armario», los usuarios homosexuales de OkCupid son muy parecidos a los demás. En las preguntas para buscar coincidencias, los usuarios gais del sitio muestran los mismos índices de consumo de drogas, prejuicios raciales y excitación que los heteros, y los gais buscan el mismo tipo de relaciones. De hecho, en cuanto a la actitud sexual, si hay un grupo que se sale del montón es el de las mujeres heterosexuales. En comparación, son más mojigatas: el 6,1 por ciento de hombres heteros, el 6,9 por ciento de hombres gais y el 7 por ciento de lesbianas están en OkCupid buscando explícitamente sexo ocasional. Solo el 0,8 por ciento de mujeres heterosexuales lo busca, lo que probablemente dice más acerca del tabú que existe en contra de la iniciativa sexual de las mujeres (heterosexuales) que cualquier otra cosa[32].
La cifra de parejas sexuales declaradas a lo largo de la vida es básicamente la misma en los cuatro grupos. La media de los hombres gais y de las mujeres heteros es de cuatro; la de las lesbianas y los hombres heteros es de cinco, pero a duras penas[33]. Si existe una diferencia significativa en la conducta sexual, está en lo más extremo, donde encontramos que se cumple en parte un estereotipo. Los hombres gais sumamente promiscuos (el montón que ha declarado haber tenido 25 parejas o más) superan en número a sus contrapartes femeninas heterosexuales en relación de dos a uno. Curiosamente, en el sexo, como ocurre con la riqueza o el lenguaje, tenemos un problema de desigualdad. Según estos datos, el 2 por ciento de hombres gais del extremo superior practica alrededor del 28 por ciento del sexo gay total.
Para ver cómo se configuran identidades alrededor de las etiquetas «gay» y «hetero», podemos aplicar el método del «rango de palabras» que hemos empleado en el último capítulo para investigar las descripciones personales que hacen los propios usuarios. Como antes, los textos de los perfiles nos dan una idea de lo que hace único a cada grupo frente a los demás: lo que tienen de especial las lesbianas, lo que diferencia a los hombres gais de los heteros, etcétera, y el método se basa únicamente en las propias palabras de los usuarios. Los datos de comportamiento que hemos visto antes nos muestran que no es tan diferente «cómo» amamos, pero a continuación veremos que sí lo es, naturalmente, «a quién» amamos. Los números hacen que salga a la luz el vocabulario más típico de cada grupo:
palabras más típicas de…
hombres gais | mujeres lesbianas | hombres heteros | mujeres heteros |
first wives | i am gay | knows what she wants | honest man |
velvet rage | old lesbian | i have no kids | man to share |
tales of the city | i’m a lesbian | treat a woman | to meet a man |
you’re nice guy | i am a lesbian | care of herself | a man who knows |
anything on bravo | femme side | never been married | care of himself |
music madinna | attracted to women who | daughter family | meet a man who |
music britney | lesbian friends | for a good woman | find a man who |
ltr oriented | are femme | treat a lady | who knows what he |
romy and michelle’s | butch femme | good women | meet a man |
new guys | lesbian movies | my kids my family | man who knows how |
barefoot contessa | single lesbian | hello ladies | a nice guy who |
kathy griffin | u haul | type of girl | honest guy |
single gay | butch but | woman that can | a man who has |
the comeback | are feminine | real woman | are a nice guy |
hiv positive | femme who | my son family | christian man |
density of souls | elena undone | woman to share | like a man who |
modern family glee | the butch | my daughter family | a guy who has |
ab fab | not butch | intelligent woman | man that knows |
most gay | movies imagine | god my kids | love jesus |
muriel’s | music brandi | girl that i can | a man who will |
christopher rice | walls could | meet a woman who | man that has |
muriel’s wedding | lesbian romance | have no children | true gentleman |
other gay | femme women | son family | you are a gentleman |
flipping out | debs | with the right woman | guy to share |
find mr | feminine women | treat her | nice guy who |
sordid lives | soft butch | great woman | a guy that can |
stereotypical gay | my future wife | a woman who can | christian woman |
flight attendant | hunter valentine | nice woman | for a good guy |
are you there vodka | lesbian looking | i like a woman | you’re a gentlemen |
Como antes, te dejo que escudriñes al detalle las palabras de los usuarios y me voy a limitar a señalar unas cuantas tendencias generales. Las dos listas de heterosexuales se centran decididamente en la (potencial) pareja de la persona. Todas y cada una de las entradas de las mujeres heterosexuales se centran en el hombre que están buscando (aquí cuento a Jesús, ya que es soltero), y la única en la que los hombres se apartan un poco de hablar de las mujeres es cuando apuntan a la presencia o ausencia de hijos. Estas listas, en conjunto, son como una versión más larga del «Yo Tarzán, tú Jane». O como si las hubiese adaptado el escritor Nicholas Sparks.
La lista de las lesbianas es más introspectiva, con más autodescripciones, pero aun así sigue siendo bastante parecida a las de los heteros. Como las mujeres heterosexuales, las lesbianas aparecen sumamente tipificadas por la relación que están buscando («si eres femenina», «mi futura esposa»); sencillamente emplean palabras distintas.
La lista de hombres gais es muy distinta de las otras tres. Está plagada de referencias a la cultura popular y presenta bastantes menos referencias a la pareja o a la familia del usuario. Lo de «Anything on Bravo» debe de ser la generalización más acertada de todos los tiempos. Dicho esto, resulta interesante que los hombres gais sean los menos centrados en el sexo y la identidad sexual de los tres grupos. O, mejor dicho, que obtienen su identidad de otras cosas que no son el sexo.
Repito que este método tiene la finalidad de acentuar las diferencias entre los grupos, pero otros datos nos muestran que los límites son permeables. Una de las cosas más intrigantes que he encontrado en OkCupid es la respuesta a esta pregunta para hallar concordancias, que responden únicamente los usuarios del sitio que se identifican como heterosexuales:
P: ¿Has mantenido alguna vez un encuentro sexual con alguien de tu mismo sexo?
mujeres | hombres | |||
Sí, y me gustó. | 22 308 | 26 % | 12 070 | 7 % |
Sí, y no me gustó. | 6153 | 7 % | 10 100 | 6 % |
No, pero me gustaría. | 14 896 | 17 % | 7632 | 5 % |
No, y nunca lo haría. | 42 286 | 49 % | 137 455 | 82 % |
85 643 | 167 257 |
O sea, que el 51 por ciento de las mujeres y el 18 por ciento de los hombres han tenido o les gustaría tener una experiencia con alguien del mismo sexo. Esas cifras son mucho más altas que cualquier cálculo plausible de la población homosexual real, de modo que no solo descubrimos que la sexualidad es más fluida de lo que logran clasificar las categorías de un sitio web, sino que además observamos que el sexo con una persona del mismo género es relativamente habitual, independientemente de que la gente lo considere parte de su identidad o no.
Los datos de la tabla anterior son de usuarios que seleccionaron «heterosexual» al registrarse, pero en ese mismo menú desplegable de OkCupid se les sugiere la opción de «bisexual». Cerca del 8 por ciento de las mujeres y el 5 por ciento de los hombres la seleccionan. He observado, tanto en OkCupid como en otros sitios, que a los bisexuales les causa mucha frustración el hecho de que no se considere la bisexualidad como una orientación; que, por ejemplo, a los hombres bisexuales se los considere gais que todavía no lo han asumido. Mucha gente homosexual ve la bisexualidad como una actitud evasiva. Un reciente estudio de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh lo explica muy claro, aunque algo fríamente: «Los encuestados que se identificaron como gais o lesbianas respondieron de manera significativamente menos positiva hacia la bisexualidad […] lo que indica que incluso en el seno de la comunidad sexual minoritaria los bisexuales se enfrentan a un profundo estigma».
Gerulf Rieger, de la Universidad de Essex, en colaboración con psicólogos de Northwestern y Cornell, concluyó en un artículo científico de 2005 que en términos de reacción genital al estímulo, casi todos los hombres que se declararon bisexuales eran gais, algunos eran heterosexuales y muy pocos se excitaron físicamente por ambos sexos. Por lo tanto, definió la bisexualidad masculina como un «estilo» de interpretar la excitación más que como una excitación por sí misma. Comprensiblemente, esto indignó a la comunidad bisexual; Rieger revisó el asunto al cabo de un tiempo y concluyó que la bisexualidad masculina debe de ser «una cuestión de curiosidad», que «el interés por ver a otros desnudos, por ver a alguien mientras practica el sexo, por ver películas pornográficas o por participar en orgías» explicaba la aparente desconexión entre la atracción por ambos sexos que declaraban los bisexuales y la atracción física observada en ellos por uno solo de los sexos. Su mente disfrutaba de todo tipo de sexo, pero su cuerpo ya discriminaba más.
En OkCupid encontramos cierta corroboración del espíritu de las conclusiones de Rieger, si bien no de su vaga terminología. La gran mayoría de los hombres y mujeres bisexuales de la web buscan exclusivamente a personas de un sexo u otro. A continuación muestro a quién manda mensajes en realidad la gente que se identifica como bisexual:
Para estar en cualquiera de las franjas de «mensajes solo para», un usuario debe haber contactado al menos el 95 por ciento de las veces con personas de ese sexo, así que el umbral que tenemos aquí es bastante alto; no se trata de ningún cambalache de cifras. Solo una pequeña fracción de la base de usuarios bisexuales establece contacto de manera significativa con ambos sexos. Sea cual sea el mecanismo empleado, la afirmación de Rieger de que la bisexualidad declarada no concuerda con la conducta observada parece ser correcta en este caso. Curiosamente, en el caso de los hombres, los mensajes van cambiando con la edad. En ese cambio observamos pruebas plausibles del argumento de que es una actitud evasiva: más de la mitad de los hombres bisexuales más jóvenes envían mensajes únicamente a otros hombres, y ese porcentaje va disminuyendo paulatinamente hasta que llegan a la treintena, punto en el que la mayor parte de la base de usuarios bisexuales mandan mensajes únicamente a mujeres. Eso es lo que cabría esperar si los hombres interesados en otros hombres dejasen de identificarse a sí mismos como bisexuales al ir haciéndose mayores y empezasen a sentirse más cómodos si se les llama «gais». Pero para responder a esta cuestión sería necesario disponer de datos longitudinales, que no tenemos todavía.
Dicho lo cual, quiénes decimos que somos y cómo nos comportamos son dos cosas distintas, y la segunda no debería descalificar automáticamente a la primera. La gente es absolutamente libre de definirse a sí misma como le plazca, y pedirles que sus etiquetas cumplan a rajatabla la definición de un investigador (o de una web) no tiene ningún sentido. La culpa de cualquier discrepancia, de todos modos, la tiene la etiqueta: los individuos aman de la manera que les parece adecuada, y a veces las palabras que la definen no están al día. El día de San Valentín de 2014, por ejemplo, Facebook propuso en su web más de cincuenta opciones de género distintas (que permitían a los usuarios definirse como «transgénero» o «andrógino» en lugar de masculino y femenino). Ellyn Ruthstrom, presidenta del Bisexual Resource Center de Boston, hablaba de la orientación y el trabajo de Rieger, pero podía haber estado hablando perfectamente de mis datos, cuando declaró al Times: «Esto, por desgracia, reduce la sexualidad y las relaciones a una mera simulación sexual. Los investigadores quieren encajar la atracción bisexual en una cajita pequeña: tienes que sentirte atraído exactamente igual por hombres y mujeres para ser bisexual. Eso es una estupidez. Lo que me gusta es que la gente expresa su bisexualidad de maneras muy distintas».
Lo cierto es que esta variedad de expresiones la encontramos cuando nos fijamos en las palabras «típicas» que aparecen en los perfiles de los hombres bisexuales de OkCupid. Entre las primeras treinta están «bisexual», «pansexual», «travestido» y «heteroflexible». En la lista de sus antítesis encontramos «muy unido a mi familia» y «me gusta de verdad mi trabajo», indicadores tal vez de la soledad y la insatisfacción que conlleva sentirse diferente, incluso entre otros que también son diferentes.
La bisexualidad en las mujeres es un caso algo distinto. Es más convencional, o al menos lo es la versión que venden Miley Cyrus y demás. Tal vez porque las gentes de marketing saben que «el sexo vende» y que las estrellas tienen que traspasar los límites, el caso es que en la actual cultura popular es bastante común ver una especie de moda del «gay de pago». En el caso de Miley —aunque, naturalmente, no puedo saberlo con certeza— parece ser un disfraz para vender discos, apenas distinto de la pintura facial de Gene Simmons. También ocultos por un disfraz, hay estafadores que van en pos de hombres en Internet que muchas veces eligen la bisexualidad como identidad en sus cuentas falsas. En Facebook, el 58 por ciento de los perfiles falsos son de «mujeres bisexuales», mientras que las cuentas que no son falsas suman en total solo el 6 por ciento. En OkCupid el problema no es tan acentuado, pero seleccionar la bisexualidad junto con unos cuantos indicadores claves más te garantiza que los administradores de la web te dediquen una revisión especial.
Pero incluso en nuestros perfiles legítimos, que son casi todos, la bisexualidad femenina y la fantasía heterosexual masculina están vinculadas. Esto se aprecia con claridad en los datos cuando nos fijamos en el texto de los perfiles: sobre todo se trata de mujeres que invitan a todo el mundo a participar en tríos con sus novios o maridos.
palabras más típicas de…
mujeres bisexuales |
bi female |
bisexual female |
me and my husband |
me and my man |
my boyfriend is |
hubby and |
we are a couple |
i am bisexual and |
me and my boyfriend |
fun couple |
couple we |
married couple |
we are not looking |
fun with me and |
do have a boyfriend |
my bf and |
female to join |
girl to join |
another couple |
bi woman |
my boyfriend my |
i am bi sexual |
my hubby and |
join me and my |
female for |
my boyfriend and i |
we are looking to |
a triad |
no single |
send us |
Si a esta lista pudiera ponerle un ritmo y consiguiera que Pitbull me la cantase al compás, llegaba seguro al número uno. Dicho esto, pese a toda la zafiedad de vincular identidad sexual con planes de negocio, es buena señal que la mayoría social considere que vale más apropiarse de una identidad minoritaria que suprimirla. De hecho, observamos que las cosas están cambiando en lo que respecta a la sexualidad, y con rapidez. Mientras concebía las predicciones que hemos visto antes, Nate Silver cronometró un acentuado cambio en las actitudes de los estadounidenses durante la pasada década. La aceptación del matrimonio homosexual se aceleró ostensiblemente en 2004, y Silver declaró: «Ya no hace falta hacer suposiciones optimistas para determinar que quienes apoyan el matrimonio con personas del mismo sexo pronto constituirán una mayoría nacional».
Así pues, todo vuelve a reducirse al recuento, y el porcentaje cada vez nos es más favorable. Aunque siempre ha habido gais, a finales del siglo XIX la gente empezó a proclamar voluntariamente su homosexualidad a modo de acto político. La frase «salir del armario» se acuñó pocos años después. Ahora, el objetivo de vivir y amar abiertamente, que los hombres y las mujeres homosexuales han perseguido durante tanto tiempo, prácticamente se ha cumplido. Ese cambio se ve encarnado en los famosos que han salido del armario, pero más aún en los millones de personas cuyos nombres nunca conoceré pero que han contribuido a que las tasas de aceptación hayan ido subiendo puntos poco a poco. Llegará el día en el que los encuestadores puedan dejar sus bolígrafos, los científicos puedan apartar sus lentes y los estudiantes emprendedores puedan emplear sus algoritmos para calcular otras cosas. Llegará el día en el que el mundo será tan abierto que nadie tendrá que especular sobre los demás.