Capítulo 14

 

LONDRES estaba despejado y resplandeciente después de la tormenta y cuando se bajó del taxi y vio el yate el corazón le dio un vuelco. Estaba iluminado y tan bonito como la puesta de sol.

Las luces doradas se reflejaban en el agua y Rachel recordó cuando estaba en la cama y miraba esos reflejos en el techo. Entonces, tenía miedo, pero en ese momento, no.

Había un pequeño grupo de gente y ella se unió a ellos e hizo lo mismo que estaban haciendo, sacó una foto del Svoboda. Libertad.

Nikolai le había dado libertad para ser ella misma y para dejar atrás el pasado. No le reprochaba que pasase página, era lo que habían planeado desde el principio y después de lo que había pasado la noche anterior entre André y ella… Cerró los ojos un momento. Le gustaría que Nikolai no hubiese tenido que verlo.

Se sentó en un banco y oyó que alguien se quejaba de que no hubiesen sacado el coche.

¿Es eso lo que está esperando?

Sí –contestó el hombre. El coche está diseñado como un accesorio del yate…

Ella miró al infinito mientras ese hombre no paraba de hablar sobre sistemas hidráulicos, hasta que parpadeó cuando volvió a captar su atención.

¿Qué espera ver usted?

Al capitán –contestó ella.

Rebuscó en el bolso y ofreció un bombón de chocolate a su nuevo amigo.

Era una espera muy larga. Los cuatro amigos tendrían que hablar de muchas cosas. Ya iba por el último bombón, y había pasado el rato aprendiendo lenguaje marítimo en el móvil, cuando hubo cierta actividad entre la multitud. Levantó la mirada y hubo un murmullo de decepción cuando no salió el coche. En cambio, tres rusos muy sexys, y algo perjudicados, desembarcaron, pero uno, tan perjudicado como los demás, se quedó.

Él no se quedó detrás de los cristales oscuros, sino que salió a cubierta para despedir a sus amigos. Se habían puesto al día, habían hablado de esos años que habían pasado separados… y, entonces, la vio en un banco hablando con el hombre que tenía al lado. Para él, ella siempre estaba iluminada por un foco. Le mandó un mensaje y la observó mientras sacaba el móvil del bolso. Se rio cuando ella lo leyó: ¡Ven aquí!

Ella se levantó y él siguió observándola mientras se bajaba la falda y se acercaba. Entonces, fue a recibirla.

Ya sé que parece como si estuviese al acecho… –comentó ella mientras subía a bordo. Es que no quería interrumpiros. ¿Ha estado bien reuniros otra vez?

Muy bien –reconoció Nikolai. Aun así, me alegro de que hayas venido.

Nos merecemos una despedida grata.

Él se dio cuenta de que había ido para despedirse con una sonrisa y de que era un acto de valentía.

Dime, ¿qué tal han estado? –le preguntó Rachel.

No quiero hablar de ellos.

Sí quería hablar de ellos, pero Rachel se había fijado en un objeto bastante extraño para ese sitio tan lujoso. Allí, en una mesa baja, había un barquito feo y barnizado.

¿Es el barco que hiciste? –preguntó ella.

Sí –Nikolai asintió con la cabeza. Sev lo ha conservado todos estos años, lo han traído a Londres por mensajería mientras él estaba fuera y me lo ha dado.

Ella se acercó, lo levantó y miró los cientos de cerillas. Se lo imaginó como un niño con un sueño, pero, en vez de decirle que era increíble, hizo una mueca.

Maldito Sev –farfulló Rachel.

¿Por qué? –preguntó Nikolai a la mujer que nunca decía lo que él esperaba, pero que siempre conseguía que sonriera.

Bueno, ha sido muy considerado de su parte, pero me ha chafado mi regalo.

Rachel sacó una caja del bolso y se la dio. Él la abrió y miró fijamente el barquito de cristal entre terciopelo oscuro. Miró esa preciosidad y contuvo el impulso de decirle que era excesivo, que no debería haberlo hecho.

Ella sí debería haberlo hecho y lo había hecho. Lo que habían encontrado no tenía nada que ver con el dinero.

Nikolai puso el barquito de cristal al lado del de cerillas e intentó encontrar las palabras para agradecérselo. Durante todos aquellos años, él había soñado con un porvenir mejor, pero nunca se había imaginado ese.

Es precioso –dijo él mirándola. Es el regalo más bonito que he recibido.

¿De verdad?

De verdad.

Las compras impulsivas tenían recompensa porque se sintió flotando al oírlo.

Si todo se hundiese, esto sería lo único que salvaría –añadió él.

Eres el capitán, ¿no deberías hundirte con el barco?

Tengo que ocuparme de evacuar a todo el mundo, luego, puedo salvarme yo.

Pero te impedirían que te llevaras tus pertenencias.

Ella quería quitarle importancia, aunque el corazón se le salía del pecho por lo que había dicho él. Además, en ese momento, Nikolai sabía lo preciado que era el regalo que acababa de recibir.

Ella estaba allí para despedirse, y era un regalo sin lazos que llegaba del corazón. Él quería corregirla, decirle que eso no podía ser una despedida, pero, por el momento, escuchó a Rachel mientras seguía hablando.

Siento muchísimo lo que pasó anoche…

¿Por qué lo sientes? Yo me alegro de que me contaras lo que te pasó.

No.

Rachel sacudió la cabeza. No había querido decir eso. Ella también se alegraba de habérselo contado. Se refería a lo que había pasado antes.

Siento que tuvieras que vernos a André y a mí. Yo… –ella resopló. Yo me alegro de que llegaras cuando llegaste.

Rachel, no te habrías acostado con él.

No lo creo. En realidad, estoy segura, pero también entiendo que lo dudaras.

No.

Él tenía más fe en ella que ella misma.

Sé con certeza que no lo habrías hecho –siguió él. Solo estabas desconcertada…

Es verdad –reconoció ella. No sabía lo que estaba pasando.

Él sí lo sabía. Sin embargo, Rachel, ya has superado todo eso. Es posible que hubieses tardado un momento en reponerte, pero le habrías dado una bofetada y lo habrías mandado a…

Lo habría hecho.

Desde luego. Al fin y al cabo, me has rechazado a mí y te gusto mucho más que él.

Lo sabes, ¿verdad? –le provocó ella.

Lo sé, pero, aun así, me dijiste «no».

Bueno, me pareció un poco insensible después de todo lo que te había contado y… –ella entrecerró los ojos y empezó a ver la noche anterior con un punto de vista distinto. Me obligaste a decirte «no».

¡Efectivamente!

Entonces, yo me he pasado todo ese tiempo creyendo que eras un malnacido insensible y eras…

Ella le rodeó el cuello con los brazos y él habló por ella.

Ya sabes decir «no».

Lo sé –reconoció ella. ¿Puede una mujer cambiar de opinión?

Está en su mano.

Él tenía muchas cosas que decirle, pero no podía porque Rachel estaba reclamando un beso.

Iba a pasar una noche más con ese hombre y no iba a desperdiciarla. Al día siguiente se moriría, por la mañana volvería al banco para ver a los remolcadores llevándoselo, pero esa noche iba a permitirse amarlo.

Era un beso distinto a todos los que se habían dado porque ella no besaba con las entrañas. Se deleitaba con sus labios como si fuesen el vino más exclusivo o vodka aromatizado con jengibre o, sencillamente, Nikolai, un hombre que la besaba como no la había besado ningún hombre.

Él le tomó las mejillas y le devolvió los besos, sin lengua, eran besos delicados, aterciopelados, tan delicados que ella tuvo que cerrar los ojos para contener las lágrimas. Entonces, él introdujo las manos entre su pelo y la besó con más pasión. Ella separó los labios y notó su lengua, que, sin embargo, era una cariñosa caricia.

Se desvistieron lentamente el uno al otro. Ella no quería darse prisa porque quería que durara eternamente. Cuando se quedaron desnudos y abrazados, cuando los besos fueron más profundos y ardientes, cuando quería que no terminara nunca, cuando se tumbó en la cama, ella, en vez de intentar que los dos llegaran al final, dejó que él lo prolongara. Era doloroso que la besara con tanta ternura, que le hiciera el amor con una boca cariñosa. Ella nunca se había permitido conocer el cariño, pero mientras su boca le tomaba un pecho, mientras sus dedos la acariciaban íntimamente, él borró los recuerdos sombríos y los sustituyó por el éxtasis. Su boca le recorría los pechos y ella, con las manos en su cabeza, se arqueaba para recibir mejor su mano.

Nikolai fue bajando la boca hasta que acabó de rodillas en el suelo. Ella miró al techo con la boca abierta, atónita no solo del placer que sentía, sino de que estuviese permitiéndole que hiciese eso. El sexo siempre había tenido algo de remordimiento y en ese momento, mientras llegaba al orgasmo en su boca, tampoco estaba exento de ese remordimiento. Sentía el arrebato de placer, se dejaba llevar por el olvido, y cerró los ojos… y esperó esa vocecita que le decía que hacía mal, que el placer que estaba buscando estaba prohibido, pero Nikolai se incorporó y lo que ella oyó fue su voz en la oreja.

Significas el mundo para mí.

Rachel pensó que su mundo era un mundo complejo y lo miró a los ojos. Su mundo era un mundo inmenso por el que viajaba, pero, esa noche, él estaba allí. La besó y ella captó su sabor. Su peso no hizo que ella quisiera quitarse de debajo, le gustó. Estaba apoyado en los codos mirándola a los ojos, y eso, mirarlo a los ojos mientras la tomaba, no negar lo que estaba pasando, sino desearlo, daba un sentido distinto a todo. Se acordó de que él le apartó la mano cuando fue a acariciarlo, pero también dejó a un lado los recuerdos y permitió que acabara acariciándolo. En ese momento, ella dejó que él la amara.

¡Oh…! –susurró ella cuando entró y la llenó.

Rachel mantuvo los ojos abiertos y clavados en los de él. Intentó besarlo en la boca, pero no lo consiguió. Su cuerpo se derrumbó por las placenteras sensaciones y luego se elevó para acoplarse al de él. La tomó lenta y profundamente, medía cada acometida, y ella empezó a gemir de placer. Lo agarró de los hombros y sintió la fuerza y tensión de sus músculos mientras intentaba que todo fuese despacio. Ella, sin embargo, estaba preparada para que la tomara sin contemplaciones. Lo rodeó con las piernas y los brazos, lo bajó y recibió el peso de su cuerpo encima de ella. Cuando ya solo pensaban el uno en el otro, él acometió con más fuerza y velocidad.

Nikolai…

Ella dijo su nombre mientras se acercaba al clímax, pero contuvo las dos palabras que ningún playboy quería oír, que lo amaba.

Fue un clímax tan intenso que fue como una descarga eléctrica y se quedó rígida. Ese placer deslumbrante fue mayor todavía cuando él gimió, explotó y ella tuvo otro orgasmo y dejó de respirar. Entonces, cuando se disipaba y él se vaciaba hasta el final, abrió los ojos, lo miró y sonrió sin remordimiento y sin vergüenza. Sonrió solo por la belleza de lo que habían creado.

Doble –comentó ella como si él no lo supiera.

Un extra de regalo.

Él también sonrió, los dos se rieron y él la besó. ¿Cómo sobreviviría cuando él se hubiese marchado? Era difícil estar tumbada al lado del amor de su vida y no decirle que lo era. Se quedaron tumbados, con todas las luces encendidas, y absorta en sus pensamientos. Tenía el cuerpo inerte, pero no paraba de darle vueltas a la cabeza y de preguntarse cómo podría olvidarlo. Sabía que no podría. Sabía que sonreiría y fingiría que lo había olvidado, pero nunca habría otro como él.

¿Qué? –le preguntó Nikolai como si supiera que ella tenía algo que decirle.

Nada.

Todo. Resopló y se preguntó si se atrevería a decirle una mínima parte de lo que estaba sintiendo. ¿Cómo? Quizá fuese más fácil en la oscuridad, pero eso le espantaba. Nikolai se giró hacia la mesilla, pero sacó una bolsa en vez de apagar las luces.

¿Qué es eso? –preguntó ella.

Yo también tengo un regalo.

¿Qué es? –Rachel se sentó y sacó un trozo de terciopelo negro. Un antifaz –ella dejó escapar una risa algo burlona. Creo que soy la persona menos indicada a la que regalarle un antifaz. No se me ocurre nada peor que taparme los ojos… –miró a Nikolai con incredulidad. Es el más desconsiderado de los regalos. No soporto la oscuridad, yo…

Es para mí –él lo tomó de sus manos y se lo puso. Puedes dejar las luces encendidas.

Después de todo, no eres tan desconsiderado –comentó ella con una sonrisa de satisfacción.

Eso creo.

Se tumbó al lado de él otra vez, que la abrazó. Ella lo miró. Por muy bonito y considerado que fuese su regalo, quería verle los ojos. Eran una parte preciosa de él aunque estuviesen cerrados, y, por eso, hizo lo más valiente que podía hacer. Apagó las luces y se quedó mirando las sombras del techo. No sintió miedo a la oscuridad con él al lado. Le quitó el antifaz de los ojos.

No te tocaré mientras estés dormida –le prometió él.

Gracias.

Él la abrazó y entonces, mientras ella estaba quedándose dormida, se acordó de todo lo que no le había contado y de todos los planes que había hecho. Miró el reloj y vio que casi era medianoche. Se sentó precipitadamente.

No pasa nada –murmuró ella en tono somnoliento al suponer que él se había sobresaltado al darse cuenta de que no habían usado un preservativo. Tomo la píldora.

Él no dijo nada y ella se sentó y parpadeó cuando se encendieron las luces. Nikolai llamó al mayordomo por el interfono y habló con él.

¿Por qué va a preparar el coche?

Porque quiero enseñarte algo –contestó Nikolai. Vístete.

Es casi medianoche.

Sin embargo, Rachel se levantó de la cama e hizo lo que él le había pedido. Al fin y al cabo, ella no quería dormir la última noche.

¿Sabes que todo el mundo está esperando en el muelle a que saques el coche?

Lo sé –contestó él.

Efectivamente, el grupo se había convertido en una pequeña multitud y, por fin, se bajó la rampa. Sin embargo, el coche no lo conducía un ruso moreno y sexy, sino una pelirroja muy emocionada.

Los frenos… –murmuró ella.

Los frenos eran muy sensibles, pero a Nikolai no parecía importarle lo más mínimo que estuviesen saliendo a trompicones.

¿Adónde vamos? –preguntó ella.

Sigue las indicaciones del navegador.

Era un buen paseo a través de Londres. El coche iba como la seda y ronroneaba mientras los llevaba en medio de la noche. Estaban en la avenida Northumberland y, en la rotonda, giró hacia The Mall.

¿Vamos al palacio de Kensington? –preguntó ella.

No.

Entonces, al palacio de Buckingham –claro, ya lo había entendido. Allí es donde Daniil y Sev se encontraron. Allí es…

No vamos al palacio de Buckingham.

Giraron por Hans Place y, al parecer, el destino estaba a su izquierda. Ella aparcó de mala manera.

¿Qué hacemos aquí?

Había un hombre esperándolos y estaba sonriendo de oreja a oreja a pesar de la hora.

¿Quién es? –preguntó Rachel cuando el hombre abrió la puerta de una casa enorme.

El agente inmobiliario.

Pero no trabajan a la una de la madrugada.

Para mí, sí.

A ella no le extrañó dado el sitio que era.

No había muebles y sus tacones retumbaron sobre el suelo de madera. Miró los techos, que eran muy altos, y se rodeó con los brazos por esa sensación tan impresionante.

Esta es la zona del vestíbulo… –comentó el agente inmobiliario.

Rachel entró a una habitación grande con cortinas lujosas y una chimenea que a ella le encantaría ver encendida. También había una lámpara de araña inmensa, aunque no parecía tan grande en ese sitio, que daba una luz preciosa.

¿La casa trae pendientes a juego? –preguntó ella con un suspiro.

¿Perdón? –preguntó el agente inmobiliario. Nikolai sonrió cuando siguió hablando. Podría entrar en los jardines Hans y en la pista de tenis…

Ya… –Rachel miró los jardines a través de la preciosa puerta acristalada. No puedo imaginarte jugando al tenis, Nikolai.

Fueron a la biblioteca y a la cocina y bajaron a la bodega. Luego, subieron por una escalera maravillosa y había muchas habitaciones, muchas cosas que ver, pero a ella se le había disparado el corazón. Si él estaba pensando en comprar esa casa, eso significaba que iba a pasar tiempo en Londres. Sin embargo, no quería sacar conclusiones precipitadas.

¿Es una inversión? –le preguntó ella con aparente despreocupación mientras miraba el dormitorio principal.

¿Podría esperarnos en la calle? –le preguntó Nikolai al agente inmobiliario.

Esperaré abajo –contestó él.

No –le corrigió Nikolai. Esperará en la calle.

Rachel fue hasta la ventana. Las vistas eran para morirse y oyó que se cerraba la puerta de la calle.

No hace falta que seas tan brusco con la gente –le reprendió ella mientras miraba al pobre agente inmobiliario, quien hablaba por teléfono junto al coche. ¿No podría habernos esperado en la cocina o en otro sitio?

Rachel, no quiero público para esto.

¿Para qué?

Voy a comprar esta casa porque quiero vivir aquí.

¿Vas a quedarte? –la esperanza se disparó de verdad. No habían terminado. ¿Y el yate?

Estará bien para las vacaciones, pero me parece que un yate no es el sitio indicado para criar a un hijo.

Nikolai…

Rachel no podía respirar. Intentaba frenar al cerebro porque estaba sacando conclusiones imposibles. Estaban en una casa que él quería comprar y hablaba de hijos. Estaba demasiado asustada como para entrever el sueño. Sujetaba con fuerza las riendas de su cabeza, intentaba contener el súbito galope hacia el futuro, estaba segura de que se caería en cualquier momento, de que la hablaría de una supermodelo rusa que había estado viendo a escondidas o de… Se mordió el labio inferior y él pudo ver el desconcierto reflejado en sus ojos.

Mira la repisa de la chimenea.

Rachel vio un estuche de terciopelo y frunció el ceño.

¿Qué es?

¿Tú qué crees?

No lo sé.

Sí lo sabía. Le parecía un anillo de compromiso, una esmeralda enorme que resplandecía en su estuche. No quería decir nada por si acaso hubiese interpretado todo mal.

¿Es un anillo para la supermodelo?

¿Qué supermodelo?

La que acabo de imaginarme –reconoció ella. El verdadero amor de tu vida.

Tú eres el verdadero amor de mi vida.

No te creo.

Tenía que ser la broma más espantosa y ella le recordó la realidad.

¡Nosotros no tenemos relaciones sentimentales!

Nosotros vamos a casarnos –replicó Nikolai sin inmutarse.

¿No…? ¿No deberías pedírmelo?

No tengo que pedírtelo.

Deberías hincar una rodilla en el suelo –insistió ella.

Puedes hacerlo tú si quieres.

Él se acercó, se quedaron con los ojos casi al mismo nivel, y ella le rodeó el cuello con las manos y sonrió. Estaba empezando a creer que eso podía ser verdad.

Creía que te marchabas mañana.

No.

Pero dijiste que te ibas a Francia.

Nos vamos a Francia –la corrigió Nikolai. Vamos al estreno de Anya en París. Puedes escribir tu blog…

¿Cuándo has decidido todo esto?

Estaba sinceramente desconcertada, era una noticia totalmente inesperada. Se había preparado para que él se marchara y estaba diciéndole que iban a pasar la vida juntos.

El sábado me dijiste que ibas a marcharte –añadió ella.

Mientras lo decía, sabía que estaba cometiendo un error. Rachel, nunca he querido una persona o un sitio. Nunca me ha gustado la idea de despertarme y ver lo mismo. Sin embargo, ahora…

Nunca había mostrado debilidad, así había llegado a sobrevivir, pero Rachel era su verdadera debilidad, y también era su fuerza. Ella se había abierto a él y él también se abriría a ella.

Quiero despertarme y verte todas las mañanas, quiero ver el paso de las estaciones desde un sitio. Quiero tener amigos, tener familia y tener un hogar, pero solo ahora creo que ese sueño es posible, y solo es posible contigo.

Nikolai sacó el anillo del estuche y se lo puso a ella en el dedo.

Te amo –siguió él. Creo que lo hago desde el día que nos conocimos.

¡Me abandonaste en la cama! –le recordó ella.

Porque no quería que la mujer de la que estaba enamorándome supiera mi pasado, aunque luego resultó que ya lo sabías.

Fue espantoso cuando me lo contaste.

Rachel se acordó del piano bar y todavía se estremeció por cómo se portó ese día.

Por lo que te había pasado a ti.

No llegué a tomarme el helado de regaliz…

Él, sin embargo, no sonrió, se quedó serio.

Rachel, vamos a ir resolviendo las cosas, pero te prometo que me da igual que te quedes dormida con todas las luces encendidas si duermes a mi lado y que nunca te despertaré para tener relaciones sexuales o…

Podemos hacer algo al respecto –le interrumpió ella.

Lo haremos.

Podían sonreír incluso por las cosas más dolorosas y ella sabía que eso era el amor.

¿Podemos fugarnos? –preguntó ella.

Podemos.

¿Podemos casarnos en el mar?

Me encantaría.

Todo ello era mucho mejor que lo que se habían atrevido a soñar.