Capítulo 7

 

HABÍA sido atrozmente insensible. Nikolai le había contado algo increíblemente doloroso, y no sabía que ella ya lo sabía. Además, ¡ella había propuesto que tomaran un helado!

Jamás se había sentido tan egoísta. Él le había abierto su alma y ella le había cerrado la suya. Quería disculparse, pero no sabía cómo.

El miércoles, por fin, llamó a Libby. Naturalmente, la llamó para interesarse por el bebé y por ella, pero, cuando oyó el contestador automático por segunda vez, en vez de dejar un mensaje volvió a llamarla al día siguiente… y al siguiente.

Perdona, Rachel –Libby parecía cansada. He querido llamarte, pero, cada vez que iba a hacerlo, ¡ella se despertaba!

No te preocupes. ¿Qué tal está?

Estupenda, absorbente, da mucho trabajo. Según Daniil, es evidente que ha salido a mí.

¿Todavía no tiene nombre?

Casi –contestó Libby. Te lo diremos el sábado.

¿El sábado?

Quiero que la conozcas y, además, tengo que pedirte algo. Dos cosas, para ser exactos.

¿Qué? –preguntó Rachel con el ceño fruncido.

¿Podemos hablar el sábado? –contestó Libby con el llanto del bebé de fondo.

Claro. ¿Quiénes vamos a estar?

Nosotras dos. Bueno, Anya dijo que a lo mejor se pasaba. Les habíamos pedido a ella y a Nikolai…

Rachel no dijo nada, pero notó que agarraba el teléfono con fuerza.

No ha vuelto a dar señales de vida –siguió Libby. Creo que se iba al extranjero después de la boda, y parece que eso ha hecho. Daniil le ha mandado algunos mensajes, pero no ha contestado.

Ah…

Creo que Daniil tiene que aceptar que no quiere estar en contacto.

Supongo.

En cualquier caso… –el llanto del bebé era cada vez más fuerte. Tengo que dejarte.

Claro.

Rachel se quedó sentada un buen rato. Se sentía culpable, en parte, de la repentina desaparición de Nikolai. Él, efectivamente, había dicho que iba a marcharse, pero ella estaba segura, casi segura, de que, si hubiese encajado mejor su confesión, él podría haberse quedado para hablar con sus amigos. Con toda certeza, él tenía que haber pensado que la reacción de ellos sería tan tensa y fría como había sido la de ella.

Maldita sea –susurró.

Tenía que olvidarse del orgullo, el sábado pediría su número de teléfono. Se lo pediría a Daniil por muy incómodo que fuese. En ese momento, lo más importante era que se disculpase.

 

 

Cuando llegó al lujoso ático de Libby y Daniil, estaba impaciente por ver al bebé, pero también estaba nerviosa por la idea de pedir el número de teléfono de Nikolai.

Sin embargo, ¡había más motivos para que estuviese nerviosa!

Cuando Daniil la acompañó al enorme salón, no dirigió la mirada a Libby, quien tenía un bebé diminuto en brazos, sino que la dirigió a Nikolai y le sonrió con nerviosismo.

Hola.

Él no sonrió y se limitó a saludarla con un gesto de la cabeza. Anya también estaba y su saludo tampoco fue especialmente efusivo. Rachel se acercó a Libby, le dio un beso en la mejilla y le entregó el regalo.

¡Te lo cambio!

Libby levantó al bebé para que Rachel lo tomara en brazos. Era tan diminuta y ligera que estuvo a punto de llorar. Se sentó y miró a la niña.

Es preciosa –comentó Rachel acariciándole la mejilla. No voy a querer soltarla.

Pues no la sueltes –Libby suspiró con cansancio. Se pone a llorar en cuanto la dejas.

¿Acaso no nos pasa a todos? –preguntó Rachel en tono conmovido.

Había estado emocionada por Libby, pero al ver a su hija, al tenerla en brazos, al sentir lo maravilloso que era que esa persona diminuta estuviese allí, se hallaba tan fascinada que se había olvidado de Nikolai por un momento.

¡Oh, Rachel…! –exclamó Libby mientras abría el regalo, una pequeña manta de cachemir rosa pálido. Es impresionante.

Quería que le bordaran el nombre, ¡pero todavía no lo sé!

Nadia –dijo Daniil. Significa «esperanza».

Nikolai observaba. Intentaba no hacerlo, pero Rachel seguía fascinándolo. Había visto que Anya miraba con frialdad al bebé, pero Rachel se había emocionado casi hasta el llanto solo de verlo.

Ahora que estáis todos aquí, puedo pedíroslo –intervino Libby. Rachel, queremos que seas la madrina.

¿Yo?

Ya sé que es un poco precipitado, pero queremos que todo el mundo esté aquí. Anya se marchará pronto a París y, si no me equivoco, Nikolai se marchará cuando Sev y Naomi hayan vuelto…

Sí, me marcharé este lunes no, al siguiente –confirmó Nikolai.

Muy bien –siguió Libby. Lo hemos organizado para el domingo siguiente.

Rachel notó que se le encogía el corazón.

Yo no puedo ese domingo, tengo una boda.

Puedes saltarte la boda de André –Libby sorteó ese obstáculo sin problemas. Rachel, tú misma dijiste que no querías ir.

No se trata de eso…

Nikolai vio que Rachel se quedaba pálida y que miraba al bebé en vez de a su amiga.

Es la boda de mi prima Shona.

¿Shona también va a casarse?

Nikolai, que no sentía casi nada por nadie y que no estaba especialmente enamorado de Rachel después de su reacción, sintió cierta lástima por ella. Él podía notar su desasosiego, pero Libby, que estaba intentando juntar las piezas del rompecabezas, no podía.

Quieres decir que André y Shona…

Libby se quedó boquiabierta, pero volvió a cerrar la boca inmediatamente e hizo una mueca como si hubiese mordido un limón.

¿No fue a verte a Singapur? –siguió Libby.

Allí se conocieron –contestó Rachel, aunque siguió sin levantar la mirada.

Libby, con su cerebro de mosquito, se fue de la lengua cuando no solía hacerlo, al menos, si había alguien delante.

Pero tú y él seguíais…

¡Libby! –la interrumpió Rachel mirándola por fin.

Entonces, Libby captó su angustia.

Lo siento, Rachel.

Era bochornoso, pero lo único que podía hacer era reconocer la cruda realidad.

No supe que estaban viéndose hasta hace un par de semanas, cuando mi madre me dijo que iban a casarse –reconoció Rachel sin poder mirar a Nikolai. Lo siento, Libby, pero no voy a poder ir al bautizo.

Anya rompió la tensa pausa.

Si no tienes a quién pedírselo, yo puedo ser la madrina.

Libby abrió la boca y volvió a cerrarla y Nikolai pudo ver que hasta la ruborizada Rachel contenía una sonrisa por el ofrecimiento de Anya. Sin embargo, como era buena amiga de Libby, aunque seguramente estuviese enfadada, Rachel acudió a su rescate.

Hablaré con mi madre sobre la boda. Veré si puedo arreglarlo de alguna manera.

Bueno, mi oferta sigue en pie por si me necesitas –intervino Anya levantándose. Ahora, tengo que marcharme. Ya está anocheciendo y tengo que prepararme –Anya miró a Nikolai. Ya es demasiado tarde para las entradas. Tendrás que ir a París para verme actuar.

Anya casi ni miró a Rachel, ni a Libby y el bebé, mientras Daniil la acompañaba.

Libby se metió con Nikolai para romper el tenso silencio.

¿Anya estaba intentando ligar contigo?

No –contestó Nikolai sacudiendo la cabeza. Es su arrogancia. Ya era así de pequeña; ¡da por supuesto que todos queremos verla actuar!

Yo quiero –dijo Rachel con un suspiro.

 

 

Intentó dejar a un lado la angustia de antes, pero lo que Rachel quería de verdad era irse a su casa.

No vas a hablar con tu madre, ¿verdad? –le preguntó Libby cuando Daniil regresó y volvieron a hablar del bautizo.

No. Lo dije para darte tiempo y que pudieras encontrar a alguien que no sea Anya.

Pero quiero que estés allí.

Lo sé –Rachel suspiró porque también quería estar allí. Mi madre y mi tía están muy unidas. Shona y yo jugábamos siempre juntas cuando éramos pequeñas. Estaría muy mal que no fuese a la boda.

Independientemente de lo que le costase, pensó Nikolai.

¿No puedes hacer las dos cosas? –preguntó Nikolai, aunque sorprendido por estar involucrándose.

El bautizo es a las once –comentó Libby.

La boda es a la una y está a kilómetros de distancia… – Rachel sacudió la cabeza e intentó cambiar de conversación. Tenías que pedirme dos cosas –le recordó a su amiga.

Es verdad. Tengo una profesora que me sustituye, pero la semana que viene tiene que ir a un funeral en España. Rachel, ya sé que no quieres dar clases, pero…

No te preocupes –Rachel asintió con la cabeza. No pasa nada por una semana.

¿Estás segura? Si no, siempre puedo pedírselo a Maria.

Lo haré, pero, de verdad, ahora tengo que irme…

Todo el mundo sabía que estaba mintiendo, que solo quería marcharse.

Claro.

Libby recuperó a la pequeña Nadia mientras Rachel se despedía de Daniil y le hacía un gesto con la cabeza a Nikolai. Una vez en la puerta, Libby estuvo a punto de echarse a llorar mientras se disculpaba por lo que había dicho sobre André.

No es para tanto –la tranquilizó Rachel.

Claro que lo es. No estaba pensando, aunque eso no sirve de excusa. Te he abochornado.

Solo has dicho la verdad.

Rachel suspiró, le dio un beso a su amiga y se marchó. Libby cerró los ojos antes de volver al salón.

Vaya, me he lucido.

No le pasará nada –comentó Daniil. Aunque vamos a tener que pensar en otra persona.

Intentaré volver a hablar con ella –Libby sacudió la cabeza. Aunque no creo que sirva de nada. Rachel es muy susceptible con todo lo relacionado con su familia y, sencillamente, no habla de ello. No sé por qué. ¿Por qué no puede negarle algo a su madre por una vez?

Nikolai también quiso saberlo, pero no dijo nada mientras Libby miraba a su hija.

Voy a darle el pecho a Nadia.

Libby se marchó y, por primera vez en muchos años, Daniil y él se quedaron solos.

¿Qué tal te ha ido todo? –preguntó Nikolai. ¿Qué tal te fue con la familia de adopción?

Mal –reconoció Daniil, pero las cosas me van muy bien ahora. Tengo a Libby y a Nadia y vuelvo a estar en contacto con Sev.

Pero él vivirá en Nueva York.

Vamos a ir a pasar Fin de Año.

Unas vacaciones juntos…

Nikolai lo dijo en un tono un poco hiriente, pero Daniil no se ofendió. Era un recurso para sobrevivir que habían aprendido todos de pequeños. Miraban con desprecio a quienes dependían de los demás o se apegaban demasiado a ellos.

Está bien estar con los amigos. Ahora que has vuelto, cuéntame…

No te olvides de Anya –le interrumpió Nikolai para intentar eludir las preguntas.

Lo intentamos –replicó Daniil, y los dos sonrieron.

No ha cambiado.

Creo que hubo algo entre Roman y ella después de que yo me marchara. ¿Viste algo?

Nikolai rememoró los dos años que había pasado en el orfanato después de que Daniil se hubiese marchado.

Roman acabó en la zona de seguridad después de que te marcharas y no lo vi mucho. En cuanto a Anya, volvía cuando tenía vacaciones, practicaba los pasos de baile y ayudaba a su madre… –Nikolai sacudió la cabeza. Yo me marché cuando tenía catorce años, es posible que tuviesen algo después.

Había sacado el tema de su marcha y se levantó para admirar la impresionante vista de Londres que se extendía ante él.

La vista es preciosa.

La de él cambiaba constantemente, Nikolai estaba moviéndose todo el rato. Le encantaba su vida y le parecía raro estar en un hogar hablando con Daniil. Podía oír al bebé y, aun así, le parecía apacible.

Entonces, ¿no has sabido nada de Roman? –preguntó Nikolai.

No. No puedo encontrarlo. El año pasado volví a Rusia para intentar encajar las cosas. Había vuelto varias veces y nunca había llegado a nada. Esa vez, sin embargo… ¿Te acuerdas de Sergio, el encargado de mantenimiento, el hombre que nos enseñaba a Roman y a mí a boxear?

Claro que me acuerdo de Sergio –contestó Nikolai. Era un buen hombre.

Murió hace unos años.

Nikolai no se inmutó, no dijo ni expresó nada. Esos hombres estaban acostumbrados a las pérdidas y el dolor y nunca lo manifestaban.

Daniil le dijo a Nikolai que tenía algo para él, se marchó y volvió enseguida con una foto.

Es una copia, quédatela.

Eran los cuatro cuando eran unos muchachos. Nikolai se acordaba de que le pidieron a Sergio que les sacara una foto a los cuatro. Era la única foto que tenía de su infancia y le resultó doloroso recordar aquella época. Entonces habían estado unidos, habían sido felices, aunque los demás no lo creyesen. Los niños con casa decían que no tenían nada, pero se tenían los unos a los otros. Las cosas no empezaron a ir mal hasta que los obligaron a separarse por la adopción de Daniil.

Nikolai no dijo nada, miró fugazmente la foto y se la guardó en el bolsillo interior de la chaqueta mientras Daniil seguía hablando.

La última vez que volví, hablé con la viuda de Sergio. Me contó que Roman se había desenfrenado después de que yo me marchase, pero que creía que había entrado en el ejército. No he vuelto a saber nada desde entonces. Busqué a Sev e intenté averiguar algo más de lo que te había pasado. Ella me habló de la carta y me dijo que te habías suicidado… que habían encontrado tu cuerpo en el río…

Nikolai se sintió como si estuviese en su yate en medio de un temporal. Era como si todo diese vueltas y él tuviese que mantener el gesto impasible.

Te habló de la carta…

Nikolai notó que se le había acelerado el corazón. Él, antes de escaparse, había escrito una carta en la que, con mucha rabia, explicaba los abusos. Luego, la metió por debajo de la puerta del despacho con la esperanza de que así pudiera evitar que le pasara lo mismo a otro niño. Debieron de pensar que era la nota de un suicida.

Podía recordar muchos detalles de aquel momento. Había presenciado una pelea y que empujaban a un joven al río. Había soltado la bolsa con la intención de lanzarse al agua, pero nada de eso tenía importancia en ese momento, solo le importaba una cosa.

¿Te contó lo que decía la carta?

¿Lo de los abusos? –preguntó Daniil. Sí. También me contó que expulsaron al profesor.

Nikolai se dio cuenta de que Daniil lo sabía. Su amigo ya lo sabía y, aun así, lo miraba a los ojos.

¿Lo sabe Sev?

Claro. Hemos intentado atar cabos.

¿También lo sabe Libby?

Daniil asintió con la cabeza.

¿Qué sabe Libby? –preguntó Libby.

Nikolai la miró mientras entraba por la puerta.

Estábamos hablando de por qué se escapó Nikolai.

Espero que arda en el infierno por lo que te hizo –comentó Libby mientras se sentaba sin más.

Ella también lo sabía. Había estado aterrado de tener que decirlo y resultaba que ya lo sabían. Pero si Libby lo sabía…

¿Lo sabe alguien más? –preguntó Nikolai.

Claro que no –contestó Daniil.

Sin embargo, Nikolai estaba mirando a Libby, que se puso roja.

He podido decirle algo a Rachel… –realmente, no era el mejor día de Libby. Éramos compañeras de piso entonces. Estaba emocionada cuando Daniil y Sev volvieron a entrar en contacto…

No pasa nada –dijo Nikolai.

Sin embargo, aunque ellos siguieron con la conversación, él estaba dándole vueltas a la cabeza. Rachel había sabido el asunto del abuso desde el principio. Se acordó de cómo se volvió hacia él el día de la boda y de su saludo sin morderse la lengua «¿No es usted el muerto?». Lo había sabido cuando bailaron, cuando charlaron y cuando hicieron el amor. Lo había sabido desde el principio y había sido igual de extrovertida y efusiva.

Entonces, ¿por qué se había sentido incómoda con la conversación, por qué se había angustiado y había hecho todo lo posible por cambiar de tema? Rachel había estado a punto de salir corriendo cuando mencionó el abuso sexual. Era como se había sentido él cuando Yuri había sacado el tema, era como se había sentido él ese mismo día cuando creyó que tendría que hablar de eso con Daniil.

Se acordó de lo que dijo ella y del brillo de sus ojos y, en ese momento, comprendió la rabia de su mirada cuando le dijo «Lo entiendo, ¿de acuerdo?». Libby, con quien ella hablaba mucho, acababa de reconocer que Rachel era muy susceptible en lo relativo a su familia, pero ni siquiera Libby sabía el motivo. Él creía que sí lo sabía. Rachel lo entendía, desde luego. Estaba seguro de que Rachel había pasado por lo mismo.