Capítulo 3

 

NIKOLAI la tomó de la mano y volvieron dentro del hotel. Les abrieron las puertas mientras entraban en el salón de baile. Efectivamente, había empezado la música y aunque existía el anhelo del contacto físico, también existía la necesidad de estar cerca en otro nivel.

Él no estaba acostumbrado a tener que saber algo de alguien. Normalmente, prefería un intercambio mínimo de información, pero la verdad era que Rachel lo intrigaba tanto como él le fascinaba a ella.

Rachel, mientras él la llevaba a un rincón oscuro, se preguntó por qué estaba pensando en contarle algo que intentaba no contarle ni a su mejor amiga. Quizá fuese porque él, al contrario que Libby, había captado que el asunto de la boda de André la incomodaba. No se lo reprochaba lo más mínimo a su amiga, quien, naturalmente, había estado pensando en otra cosa. Aun así, podía imaginarse su reacción cuando se enterara de que André iba a casarse con Shona.

No quería ni ver el desagrado de Libby. ¿Pasaría lo mismo con Nikolai? No lo sabía, pero sí le gustaría tener el punto de vista de otra persona.

Él llamó a un camarero y le pidió café, que les sirvieron con un trozo de tarta nupcial. A ella le gustó que él no le metiera prisa para hablar y, en vez de eso, la observó mientras retiraba el glaseado de la tarta para apartar el mazapán.

¿No te gusta? –le preguntó Nikolai.

No.

Ella, mientras él tomaba la masa amarillenta con los dedos, se preguntó si podría cambiar de opinión solo para que le llevara el mazapán a la boca. Era asombrosamente atractivo, y no solo por su belleza, sino por sus movimientos comedidos y por cómo levantaba la mirada para mirarla a los ojos. Nikolai le preguntó por ella en vez de preguntarle por André.

¿Eres bailarina profesional?

Sí –contestó ella. Bueno, la verdad es que acabo de dejar la compañía. Los bailarines envejecemos muy mal…

¿Cuántos años tienes?

Diecinueve –ella se preguntó si él habría captado la broma, y la sonrisa que esbozó le indicó que la había captado. Tengo treinta y dos. ¿Y tú?

Treinta y uno.

Y no estás muerto.

No.

Me alegro mucho.

Yo también –reconoció Nikolai con una sonrisa irónica.

¿Te mantendrás en contacto con ellos? –le preguntó Rachel. Ahora que…

No lo creo –la interrumpió Nikolai. Estoy aquí solo para pasar esta noche.

Ella quiso protestar, pero no era quién y, en realidad, sentía cierto alivio al saber que él habría desaparecido al día siguiente. Podría contarle su verdad sin tener que volver a verlo.

Entonces, ¿por qué no estás deseosa de esa boda a la que vas a asistir?

Rachel tuvo que hacer una pausa. Su inglés, aunque era excelente, tenía algunos errores sintácticos y un acento mucho más fuerte que el de Sev y Daniil.

No hace falta que me lo digas –añadió Nikolai al creer que su silencio era por incomodidad.

Sin embargo, Rachel sacudió la cabeza.

No, no –ella sí quería decírselo. Es un poco… desagradable.

Adelante.

El novio es un exnovio mío.

De acuerdo.

Y la novia es mi prima.

Ella esperó que él arqueara las cejas o que diera algún indicio de que le parecía de mal gusto, pero se limitó a mirarla impasible y eso le permitió seguir.

Rompimos hace dos años y ellos se conocieron hace un par de meses. Mi tía Mary y mi prima Shona fueron a ver una representación en Singapur. Luego, fueron al camerino y los presenté.

Entiendo.

No –replicó Rachel, no lo entiendes. Él es bailarín… salimos juntos de gira. Acabamos de volver de una gira muy larga por el Pacífico Sur…

¿Todavía sientes algo por él?

La verdad es que no –contestó Rachel, pero de vez en cuando… –ella se encogió de hombros y él entendió que todavía se acostaban juntos. Cuando estamos de gira y esas cosas.

Ella no sabía cómo explicarle lo que se sentía al ser una desconocida en una ciudad distinta una y otra vez, que las horas que pasaba bailando y actuando significaban que estaba despierta mientras el resto del mundo estaba dormido.

Es una soledad muy rara.

Me lo imagino.

Le estimulaba que la entendiera sin juzgarla.

Naturalmente, ya no lo haremos –le aclaró ella precipitadamente.

Él vio que se sonrojaba y supuso que había algo más que no estaba contándole, pero no insistió y le hizo otra pregunta.

¿Sabe tu prima que habéis sido amantes?

Sabe que salimos juntos. No me pareció necesario contarle mi vida sexual durante las presentaciones –Rachel resopló con tensión. No me sale. Es posible que él tenga debilidad por las zanahorias desvaídas.

No lo entiendo –replicó él frunciendo el ceño.

Por las pelirrojas de piel muy blanca –le aclaró ella.

Él asintió con la cabeza al entenderlo y, por algún motivo, ella sonrió.

De repente, yo tengo debilidad por las pelirrojas de piel muy blanca –comentó Nikolai.

Entonces, ¡deberías conocer a mi prima!

Los dos sonrieron. Era inusitado que pudiera bromear con algo tan delicado para ella.

¿Por qué rompisteis? –le preguntó él.

Ella dejó de sonreír y entrecerró los ojos como si pensara si debía decírselo.

Me engañó.

¿Y qué excusa te dio él para haberlo hecho?

Al parecer, soy fría.

Yo discreparía.

No soy muy cariñosa.

Yo tampoco.

Ella volvió a sonreír porque él restaba importancia a sus defectos y le contó algo más.

Él dijo que no íbamos a llegar a ninguna parte, que yo no quería irme a vivir con él, y era verdad. Dejé claro que no quería sentar la cabeza o tener hijos y esas cosas.

Rachel no le explicó el motivo.

Yo diría que eso es sinceridad.

A ella le gustó que él no le pidiera que justificase sus motivos y siguió contándole más cosas.

Bueno, dijo que yo solo quería sexo con él y que se sentía utilizado.

Pobrecito…

Él también sonrió, pero sus bocas estaban tan cerca que ella notó un cosquilleo en los labios.

Toda la situación, la idea de asistir a su boda, me parece incómoda.

No tiene por qué serlo. Sencillamente, no vayas.

Se espera que vaya. Si no voy, se convertirá en un problema.

Pero ya es un problema para ti.

Él lo dijo en un tono sereno, pero la alteró un poco porque, efectivamente, era un problema para ella, pero ¿cómo podía evitarlo? ¿Cómo podía negarse a su familia? ¿Cómo podía organizar un jaleo?

¿Dimitiste por él?

No dimití –replicó ella. Tenía que renovar el contrato y quizá hubiese podido prorrogarlo un año o dos… –entonces, decidió ser sincera. Sí, fue parte del motivo. Bailar era siempre como una vía de escape…

¿De qué?

Decidió no contestar. Era fácil hablar con Nikolai, pero ella había aprendido que no debía decir ciertas cosas, aunque lo había intentado algunas veces…

No me gusta, mamá. Él…

Él te paga las lecciones de danza –la había interrumpido Evie cuando ella le había pedido que interviniera.

Su madre se había negado a hacerle caso. Bailar había sido una vía de escape, una forma de escapar de su familia, un billete al paraíso… y ella había pagado el precio con creces.

Nikolai no insistió. No porque no le interesase la respuesta, sino porque podía ver por el rabillo del ojo que Sev estaba acercándose. Estuvo tentado de evitarlo, pero se levantó y estrechó la mano de su amigo de la infancia.

¿Puede saberse…? –dijo Sev en ruso.

Me alegro de verte –contestó Nikolai en inglés para dejar claro que no iban a tener una conversación privada en ese momento.

¿Qué tal… has estado? –le preguntó Sev.

Estoy bien. Además, esta noche no tienes que ocuparte de mí. Ya se están ocupando muy bien…

Nikolai señaló a Rachel.

¿Cuándo podremos hablar? –le preguntó Sev.

Ya estamos haciéndolo.

Ella intentaba no escuchar, pero oyó la respuesta evasiva de Nikolai. Él no decía nada de sí mismo, ni siquiera a su amigo de la infancia. En realidad, daba la impresión de que podía marcharse en cualquier momento. Rachel se dio cuenta de que ya lo había hecho, de que había intentado desaparecer entre la multitud después de la boda. La intrigaba muchísimo y, cuando la madre de la novia llamó a Sev para presentarle a un familiar, ella casi pudo sentir el suspiro de alivio de Nikolai.

Tienes que seguir –le dijo Nikolai a Sev. Esta noche estás muy solicitado.

Hablaremos más tarde –replicó Sev.

Nikolai no dijo nada, asintió levemente con la cabeza y volvió a sentarse al lado de Rachel.

¿Estabais muy unidos? –le preguntó ella.

Sí.

Pero ya no lo estáis.

No lo he visto desde hace mucho tiempo.

¿Qué haces? –le preguntó Rachel. De trabajo.

Yo…

Ella le había hablado de sí misma. No dijo nada de la flota de yates y barcos que tenía, no dijo nada de los lujosos bares de vodka que tenía por todo el mundo con su nombre, pero sí dejó que entreviera un poco su vida.

Trabajo en un rompehielos un par de meses al año.

¿En un rompehielos?

Son barcos muy grandes que rompen el hielo y despejan las rutas comerciales después del invierno.

¿Es solitario?

En absoluto –contestó Nikolai sacudiendo la cabeza.

¿Y qué haces el resto del año?

Hago lo que me apetece.

Eso no era verdad del todo. Su imperio naval y todos sus intereses empresariales le ocupaban casi todo el tiempo, pero lo que había dicho tampoco era mentira porque le apetecía trabajar mucho todos y cada uno de los días, estuviera donde estuviese.

Es mi sueño…

Rachel suspiró y Nikolai frunció el ceño.

¿Te gustaría trabajar en un rompehielos?

¡No! –ella se rio, pero se puso seria enseguida. Me gustaría trabajar mucho parte del tiempo y hacer lo que me apetece el resto. Estoy pensando…

Rachel se calló. No le había contado a nadie sus planes, ni siquiera a Libby, quien había insistido machaconamente para que se los contara.

¿Qué estás pensando?

Nikolai vio que ella entrecerraba sus penetrantes ojos verdes como si estuviese pensando si contestar o no. Rachel se recordó que él habría desaparecido al día siguiente. Le gustaba el punto de vista de él y sus reacciones moderadas y contó, por primera vez en su vida, sus planes a otra persona, aunque no estaban muy definidos.

No quiero atarme. Ya sé que he viajado mucho y todas esas cosas, pero he estado muy entregada a la danza… –era difícil explicarlo. Es lo único que he querido hacer desde que tenía cinco años. Ahora, me gusta la idea de hacer otras cosas…

¿Por ejemplo?

Me gusta escribir sobre la danza –reconoció ella poniéndose roja como un tomate, aunque Nikolai no se inmutó y siguió escuchándola. Me gusta comprobar que la misma representación cambia todas las noches, las distintas interpretaciones. He ahorrado mucho y me pregunto si podría vagar, viajar y ver mucho ballet.

¿Sin tener que bailar?

Sí.

Podrías publicar tus críticas.

Él captó que ella susurraba algo como si ese fuese su sueño, pero ella solo podía ver los inconvenientes.

Es lo que me gustaría hacer, pero ¿quién iba a leerlas?

Anya las leería –contestó Nikolai con una sonrisa de satisfacción.

He creado un blog –reconoció ella. Todavía no he hecho nada con él, pero había pensado que la gente podría suscribirse algún día o que, si hubiese enlaces… Seguramente, es una idea absurda.

No tiene nada de absurda –replicó Nikolai. Tú conoces el ballet mejor que la mayoría de los críticos –él lo pensó un rato. Hoy en día, hay muchas formas de ganarse la vida. Hasta hace muy poco, nadie habría soñado con el éxito de Sev en seguridad cibernética. Quizá pudieras hablar con él, quizá pudiera darte algunas ideas.

Rachel se rio solo de pensarlo.

Creo que él se dedica a la pesca de altura y yo no soy ni un renacuajo…

Sev sabe cómo se hacen estas cosas. Estoy seguro de que te ayudaría.

¿Se lo pedirías?

Es la noche de su boda.

No en este momento –replicó Rachel. En otro momento.

Creo que tienes que hablar con Libby sobre eso.

Él estaba diciéndole otra vez que no iba a quedarse cerca.

Tengo que pensarlo. No tengo prisa –comentó Rachel.

Algunas veces, es mejor darse prisa. Si no, podemos encontrarnos en el mismo sitio convencidos de que no tenemos más remedio que quedarnos donde estamos.

Supongo.

Rachel miró a Sev e intentó imaginarse que le pedía a Libby que intercediera para que él hablara con ella. En realidad, intentó imaginarse que le pedía a alguien que la ayudara. Era muy independiente en todo lo que hacía y se había acostumbrado a no depender de nadie, había comprobado lo doloroso que era que la defraudaran.

Vamos –dijo Nikolai mientras se levantaba.

Efectivamente, él no tenía que preguntarle nada para sacarla a bailar. Le tomó la mano y ella sintió la calidez de sus dedos mientras la llevaba a la pista de baile. Una vez allí, le rodeó el cuello con las manos y él la agarró de la cintura, pero la estrechó contra sí en vez de mantenerla a cierta distancia. Su cuerpo era fuerte y musculoso y no estaba acostumbrada a que la abrazaran así, porque ella no tenía que hacer nada. Tenía su mentón en la mejilla y acercó la boca a su oreja.

¿Puedes oírme? –le preguntó él.

No.

Rachel mintió porque su voz grave le hacía cosquillas en la oreja y su aliento era cálido, pero él sonrió y la abrazó con más fuerza.

¿Puedes oírme ahora?

Un poco.

Nikolai la estrechó un poco más contra sí mismo. Rachel pensó que era delicioso bailar con él. Tenía una presencia serena, la abrazaba con cierta seguridad en sí mismo y no hacía falta que hablasen, se limitaban a moverse y a sentir que se despertaba el deseo con la certeza de que esa noche acabarían en la cama. Pensó que era Rachel la mala, aunque no se sentía mala entre sus brazos. Siempre había sido fiel a André, aunque su relación había sido esporádica. No se le daban bien las relaciones, pero el final de esa le había dolido. Mejor dicho, la noticia de su matrimonio le había dado pánico, el mundo de la danza y su familia estaban a punto de colisionar.

La danza era su vía de escape, era donde podía ser provocativa y sexy sin que la juzgaran. Así se sentía en brazos de Nikolai, sin que la juzgaran. Su colonia parecía hecha pensando en ella, su olor complejo hacía que quisiera poner la cara en su cuello y acariciarle la oreja con la boca.

Bailas bien –comentó ella apartando la cara.

Es imposible no hacerlo con una buena pareja.

Efectivamente, estaban hablando de lo que se avecinaba. Bailaron y para él era un refugio. Podía notar que Sev lo miraba de vez en cuando. Evidentemente, quería tener una conversación, pero esa noche no iba a ser posible.

Ya sabes que no puedo perderte de vista –comentó Rachel con una sonrisa.

Eso he oído.

Nunca había sido tan delicioso bailar con alguien. Se movía con ella y los labios anhelaban encontrarse. Era como si solo estuviesen ellos dos y, entonces, sintió la absoluta necesidad de que fuese así.

¿Dónde vas a pasar la noche? –le preguntó Rachel.

Todavía no he reservado en ningún sitio.

Había pensado en llevarla a su yate, pero eso significaría darle toda una información sobre él que no quería darle.

Entonces, es una suerte que tenga una suite –comentó ella.

Nikolai pensó que era atrevida y eso le gustaba. No se hacía la remilgada ni se andaba con artimañas.

Deseo tu boca.

Él ya no tenía palabras y quería paladearla.

Lo sé –reconoció Rachel.

Sin embargo, no podían besarse allí porque los dos sabían que no podrían parar. Ella acercó la boca a su oreja y le dijo el número de su habitación. Lo dijo sin poder respirar porque sus manos fueron subiendo por su cuerpo y se detuvieron justo debajo de donde ella quería que se posaran. Sus pechos anhelaban que los acariciara, las palmas de sus manos eran cálidas y tenían una mezcla embriagadora de firmeza y delicadeza.

Ve –le dijo él.

Ella, sin embargo, no fue porque su boca encontró la de ella y la besó con un beso leve y prolongado. El potente sabor hizo que se pasara la lengua por los labios cuando él retiró la boca.

Ve –repitió él al sentir que a ella le abrasaba el cuerpo.

Él la observó mientras se alejaba y se bajaba el vestido por los muslos. Ella abrió el bolso y comprobó el teléfono. Él observó que la melena le caía hacia delante y, entonces, ella lo miró como si quisiera cerciorarse de que iba a seguirla. Se miraron a los ojos mientras ella volvía a alejarse y él, después de un momento prudencial, se marcharía también.

Había visto a su amigo casarse, había ido a la recepción y ya podía marcharse. Sin embargo, el novio no opinaba lo mismo y lo alcanzó cuando se dirigía hacia la puerta.

¿Te marchas? –le preguntó Sev.

Sí –contestó Nikolai. Me alegro de haberte visto otra vez y de saber que eres feliz.

Nikolai, ¿cuándo podremos hablar? Mañana por la mañana me voy de luna de miel, pero…

Mañana o pasado mañana me voy al extranjero.

Nikolai esperó que eso zanjara el asunto. No podía soportar la idea de un interrogatorio, pero, al parecer, Sev no estaba dispuesto a perder a su amigo otra vez.

Entonces, retrasaré la luna de miel y nos veremos mañana.

No puedes hacerle eso a la novia.

Sin embargo, Nikolai se puso rígido cuando Sev hizo un gesto a Naomi para que se acercara.

Naomi, Nikolai tiene que marcharse al extranjero hoy o mañana.

Entonces, podemos posponer la luna de miel. Tenéis que deciros muchas cosas. Sé lo importante que es –añadió Naomi sonriendo a Nikolai.

Él no le devolvió la sonrisa.

Nikolai –intervino Sev, no te he buscado porque creía que estabas muerto. Si lo hubiese sabido…

¿Cuándo volvéis de la luna de miel? –le interrumpió Nikolai.

Él no quería estropear la noche, no quería hablar de aquellos tiempos con Naomi delante.

Dentro de dos semanas –contestó Sev.

Me quedaré hasta entonces.

¿De verdad?

Nikolai asintió con la cabeza y Sev le estrechó la mano.

Estará bien que nos pongamos al día –comentó Sev.

Nikolai lo dudaba. En ese momento, Sev podía mirarlo a los ojos sin bochorno ni titubeos. No creía que fuese a pasar lo mismo cuando Sev averiguara más cosas de su pasado. Sin embargo, le dio su palabra de que no desaparecería. Incluso, le dio el número de su móvil.

Se lo daré a Daniil –dijo Sev.

Estaban en contacto otra vez.

Nikolai les dio la enhorabuena otra vez y salió del salón de baile. Miró el ascensor y decidió no subir a la suite de Rachel. Todo estaba encajando y empezaba a oprimirlo. Sintió la tentación de marcharse sin más. Incluso, pensó en tirar el teléfono al Támesis para cortar cualquier contacto y que no supieran lo que había pasado.

Sin embargo, mientras salía del hotel y recorría la alfombra roja, se acordó de haber estado allí con Rachel bailando al ritmo de una música inexistente. Se pasó la lengua por los labios, se acordó del sabor de sus labios y de su pintalabios y pensó en su sonrisa y en el hueco que tenía entre los dientes. Su presencia había conseguido que un día muy complicado se hubiese convertido en un día muy agradable desde que compartió con ella el programa de la boda hasta que se empeñó en que la acompañara a la recepción y cambió los sitios de la mesa. Pensó en que estaría esperándolo y en su deseo y no pensó en las consecuencias. Solo pensó en Rachel mientras entraba otra vez en el hotel.