Capítulo 2

 

NIKOLAI no contestó. Sin embargo, que Sev hubiese creído que estaba muerto lo había alterado profundamente. Había tenido una breve conversación con su amigo de la infancia, pero había averiguado que Sev y Daniil habían pensado que se había suicidado y Sev había creído que había tenido la culpa. Él había captado el remordimiento que le había causado involuntariamente a su amigo y no estaba de humor para responder a la pregunta de Doña Curiosidad.

Yo soy Rachel –siguió ella.

Creo que deberíamos prestar atención a la boda –replicó Nikolai en tono tenso.

Su voz hizo que ella quisiera disculparse solo para poder oírla otra vez. Era grave y profunda y tenía un acento que hacía que se le encogieran los dedos de los pies. Miró a Libby y las dos fruncieron el ceño en un gesto de perplejidad. Tenían muchas preguntas, pero no había tiempo para contestarlas porque se habían levantado para cantar el primer himno.

Puedes compartir el mío –se ofreció generosamente Rachel al observar que él no tenía el programa de la boda.

Nikolai pensó que era como un moscardón. Él solo había querido ver la boda y marcharse, y era lo que iba a hacer. No podía aguantar las preguntas y mucho menos contestarlas.

¿Estás bien?

Él oyó la pregunta, pero se dio cuenta de que iba dirigida a otra persona.

¡Será mejor que lo esté! –contestó Libby con una decisión incierta. Rachel, no te separes de mí.

Entonces, él oyó que Rachel, la mujer que tenía al lado, se reía. Fue una reacción extraña e inesperada a una situación vertiginosa y estuvo a punto de sonreír. El perfume que llevaba olía a estar tumbada en un prado lleno de flores en verano, aunque él no lo había hecho jamás, y decidió que se parecía más a una abeja. Sin embargo, a pesar de su cercanía, no sentía la amenaza de que fuese a picarlo. Miró las manos que sujetaban el papel y le pareció algo inútil porque ninguno de los dos estaba cantando.

¿Tiene dolores? –le preguntó Nikolai.

Sí –contestó Rachel mientras terminaba el himno y se sentaban otra vez, pero están muy distanciados.

Se le subió el vestido al sentarse y él pudo vislumbrar unos muslos blancos con pecas. También pudo ver su nerviosismo mientras se lo bajaba. Entonces, con otro gesto nervioso, rebuscó en el bolso, sacó unos toffees y le ofreció uno a Libby, que lo rechazó con la cabeza. Él miró el caramelo con un envoltorio dorado que le ofrecían.

No estamos en el cine –comentó él.

Aun así, a pesar de las circunstancias tan tensas, estuvo tentado de sonreír otra vez. Ella era ligeramente inoportuna, pero había entablado conversación cuando muchos se habían limitado a mirarlo. Había ido a pocas bodas, su forma de vida le permitía no apegarse demasiado a los demás, pero veía que su amigo estaba enamorado de verdad y se alegraba de haber ido… aunque lo hubiesen desenmascarado.

Se levantaron para cantar otro himno.

Este sí me lo sé –comentó Rachel antes de empezar a cantar en voz alta y desafinada.

Nikolai se fijó en que era una comadrona espantosa porque Libby tuvo otra contracción durante la segunda estrofa y Rachel no se enteró. Además, él había tomado el tiempo. Sin embargo, Rachel tenía razón, estaban muy distanciadas y a Libby le quedaba tiempo por delante. Aun así…

Tu amiga tiene dolores.

Lo sé –susurró Rachel mientras se sentaban y la pareja iba a la sacristía para firmar el registro. ¿Por qué crees que estaba cantando tan alto? Estaba intentando que no se fijaran en ella.

Nikolai pensó que Rachel no tenía que cantar, aunque fuese tan mal, para captar la atención. Su mirada se habría dirigido a ella aunque se hubiese sentado al fondo de la iglesia. Se había fijado en ella cuando salía del coche, había visto esas piernas largas y blancas mientras subía a la iglesia y no le había pasado desapercibida su melena pelirroja.

Estaban tocando el arpa, muy mal, y Rachel volvió a mirar el programa de la boda para comprobar que era la prima de Naomi.

¡Ay! –exclamó ella al oír una nota desafinada y volvió a ponerse nerviosa.

¿Tienes más caramelos? –le preguntó él.

Siempre.

Ella sonrió, rebuscó en el bolso y le ofreció dos. Él desenvolvió uno y se lo metió en la boca. Era crujiente por fuera, blando por dentro y delicioso.

¿Sabes por qué me gustan? –susurró Rachel. Se te pegan a los dientes y puedes encontrar un trozo más tarde.

Él giró la cabeza y, por primera vez, la miró a los ojos. Rachel pensó que sus ojos eran gris oscuro, casi negro, y que su mirada era penetrante, tanto que notó que se sonrojaba cuando le miró la boca.

Estoy pensando en ponerme un aparato –comentó ella quizá porque estaban hablando de dientes o quizá por decir algo.

No te lo pongas.

Uno de esos invisibles.

¿Por qué ibas a estropear una boca tan impresionante? –preguntó Nikolai.

Era una comadrona espantosa porque, si el novio y la novia no hubiesen aparecido en ese momento, habría estado tentada de tomarle la mano y salir corriendo con él. Él sí que era impresionante. Anhelaba verlo sonreír, pero él no le devolvió la sonrisa y anheló encontrar una réplica ingeniosa, pero no la encontró.

Repicaron las campanas, los recién casados recorrieron el pasillo y Nikolai dirigió su atención hacia ellos. Daniil miró a su esposa con preocupación cuando pasó a su lado.

Estoy bien –susurró Libby.

Es mentira –murmuró Rachel.

Entonces, todos salieron a las escaleras de la iglesia para hacerse las fotos de rigor. Nikolai supo que había llegado el momento de marcharse discretamente. Naturalmente, Sev tenía preguntas y se merecía las respuestas, pero no era el momento y, cuando el fotógrafo pidió a todo el mundo que se reuniera en las escaleras, él se retiró con la esperanza de desaparecer entre la multitud.

¡Eh!

Él oyó los tacones que se acercaban corriendo. También supo a quién vería cuando se diera la vuelta, a la abeja zumbona.

¡No puedes marcharte! –exclamó Rachel.

Ella no estaba pensando en Sev y los demás, estaba pensando en cómo se atrevía a coquetear de esa manera y desaparecer. Nikolai, sin embargo, tenía otras ideas.

Puedo hacer exactamente eso –replicó él.

Tienes que quedarte. Me han dado instrucciones y me tomo muy en serio mis obligaciones como amiga de la esposa del padrino.

A Nikolai le daban igual sus obligaciones y empezó a alejarse.

No es justo para Sev que te marches.

Él se detuvo con los hombros rígidos.

La boda de Sev no es el momento indicado para hablar con él.

Pero él la disfrutará más si te quedas.

Rachel vio que se daba la vuelta lentamente. Nikolai miró al grupo de gente y comprobó que Sev, en vez de estar concentrado en la foto que estaban sacando, estaba mirándolos y se preguntaba, evidentemente, si él volvería a desaparecer.

Muy bien. Me quedaré a la recepción, pero luego volveré.

¿Adónde? –preguntó Rachel.

A mi vida.

Rachel quiso saber algo más. Tenía mucho acento y supuso que no vivía en Londres.

¿Y dónde está tu vida? –le preguntó ella mientras volvían con los demás. ¿Dónde vives?

No vivo mucho tiempo en ningún sitio. No me gusta apegarme a los sitios o a las personas.

Él giró levemente la cabeza y su mirada le indicó que no siguiera con esa conversación.

Allí está Libby –comentó Rachel saludándola con la mano.

Libby estaba buscándolos.

Por fin os encuentro –Libby sonrió. Nikolai, Sev quiere que salgas en una foto.

Nikolai asintió con la cabeza y se dirigió hacia la iglesia. Rachel y Libby se quedaron mirando a los tres hombres situados en las escaleras de la iglesia. Les hicieron una foto con Naomi y el fotógrafo llamó a Libby para que se uniera a ellos. Rachel observó a Libby, que subía con cansancio las escaleras y que sonreía a la cámara. Luego, Libby y Naomi se retiraron e hicieron una foto de los tres hombres. Rachel miró a un lado y vio que Anya estaba muy cerca.

Es una pena que no esté el otro –comentó Rachel. Roman –añadió al ver que Anya fruncía el ceño.

Si estuviese aquí, habría problemas –Anya se encogió de hombros. Él se encargaría de ello.

Aun así, estaría bien que Daniil pudiera encontrar a su gemelo.

Algunas personas no quieren que las encuentren. Daniil debería aceptarlo.

Es su gemelo idéntico –insistió Rachel.

¿Y…? Algunas veces, hay que superar las cosas.

Anya se alejó y Rachel pensó que era increíblemente fría. Si no la hubiese visto bailar, habría pensado que no tenía sentimientos. Sin embargo, sí la había visto bailar y quería volver a verla.

Nikolai se montó en el coche con Rachel y Libby, quien le dijo dónde iba a celebrarse la recepción.

Tu marido compró el hotel el año pasado, ¿no? –le preguntó Nikolai.

Sí –contestó Libby con una sonrisa. Entonces, ¿has estado siguiéndole la pista?

Un poco –reconoció Nikolai.

Miró a Rachel y vio que estaba repintándose los labios. Además, cuando ella habló, él se alegró de que pensara en cosas más importantes que en enterarse de su vida.

¿Crees que debería pedírselo directamente? –le preguntó Rachel a Libby. Es posible que en la iglesia fuese demasiado sutil.

Rachel –le contestó Libby, no creo que nadie pueda acusarte de ser demasiado sutil –Libby le explicó la conversación a Nikolai. Rachel está deseando ver El pájaro de fuego, pero las entradas están agotadas y esperaba que Anya…

¿Anya? –la interrumpió Nikolai al reconocer el nombre.

Creo que era la hija de la cocinera del orfanato –le confirmó Libby. Su nombre artístico es Tatiana y es la protagonista de El pájaro de fuego. Estaba detrás de ti en la iglesia.

¿Estará en la recepción? –preguntó Nikolai.

Sí, aunque solo un rato. Tiene representación esta noche –contestó Libby.

Voy a pedirle unas entradas para la semana que viene –dijo Rachel mientras el coche paraba delante del hotel. Vosotros miradme.

Él, desde luego, iba a mirarla.

Dado el hotel que era, y que era propiedad de Daniil, todo fue como la seda. Hasta habían colocado a Nikolai en una mesa. Estaba sentado entre Anya y otra invitada, pero Rachel sacó un bolígrafo y, descaradamente, cambió los nombres para que quedara sentado al lado de ella.

No puedes estar entre desconocidos.

Se sirvió champán y canapés mientras esperaban a pasar al salón de baile. Él tomó una bebida, como Rachel, pero ella volvió a hablar más con Libby que con él. A Nikolai le gustaba que ninguna de las dos mujeres intentara sonsacarle información, aunque probablemente fuese porque tenían algo más apremiante en la cabeza.

¿Qué tal te sientes? –preguntó Rachel.

Estoy bien –contestó Libby mientras tomaba un vaso de agua con gas de una bandeja. No he vuelto a tener ninguna desde la iglesia.

Seguramente solo sea un pequeño preparativo para la semana que viene –la tranquilizó Rachel.

¿Has llamado al médico? –le preguntó Nikolai.

Rachel parpadeó ante lo que le pareció una intromisión en una conversación de mujeres.

No creo que haga falta –Libby sonrió con cortesía y fue a dirigirse a Rachel otra vez, pero titubeó y se dirigió a Nikolai. ¿Tú sí…?

No va a pasarte nada por comprobarlo.

Estoy segura de que todo irá bien –intervino Rachel.

Rachel miró a Nikolai con los ojos entrecerrados para que no preocupara a su amiga y él se limitó a encogerse de hombros.

En cualquier caso, ya está bien de hablar de bebés –Libby quería dejar de pensar en el inminente parto. Rachel, todavía no me has dicho con quién va a casarse André.

Entonces, por primera vez, Nikolai vio que la descarada Rachel parecía un poco incómoda, que se sonrojaba y daba un sorbo de champán antes de contestar.

No quiero hablar de André.

Vamos, Rachel… –insistió Libby. Me pierdo todos los cotilleos. ¿Quién es ella?

Alguien que conoció cuando estábamos de gira.

No vas a ir a la boda, ¿no? Sería muy raro cuando erais…

Libby –la cortó Rachel. ¿No puedes dejarlo?

Él podía ver la incomodidad de Rachel, mejor dicho, podía notarla. La observó mientras prácticamente se abalanzaba sobre un camarero con la copa en alto y le pedía más champán. Le dieron una copa llena y, mientras daba un generoso sorbo, se encontró con la mirada de curiosidad de Nikolai, pero, afortunadamente, los llamaron para que fuesen a sus mesas.

El salón de baile estaba increíble.

Estaba decorado en blanco, desde las abundantes rosas hasta los impecables manteles, y era una imagen perfecta. Además, mientras se sentaban, parecía que Libby se había olvidado de lo que habían estado hablando.

¡Anya! –Nikolai se levantó al ver que ella se acercaba y le dio un beso en la mejilla. Me alegro de verte. Ya me han dicho que te va muy bien.

Es verdad.

Nikolai pudo ver por el rabillo del ojo que Libby y Rachel se sonreían por la arrogancia de Anya.

Fue una comida deliciosa, al menos, para quienes la comieron. A Libby le costaba hasta beber el agua y rechazó la entrada, mientras que Anya dejó el acompañamiento y comió un trozo diminuto de cangrejo. Rachel y Nikolai se lo comieron todo.

Es un placer no tener que preocuparme por el peso –comentó Rachel mientras les servían el solomillo Wellington.

Anya no recibió la comida con el mismo júbilo y apartó el plato.

¿Hay algún inconveniente? –le preguntó el camarero.

Ninguno –contestó Anya.

Nikolai charló en ruso con Anya y no se disculpó siquiera. Le gustó hablar con ella porque era tan egocéntrica que no le preguntó casi nada de él.

Tendré que marcharme en cuanto hayan terminado los discursos –explicó Anya.

Luego, le contó cómo había llegado a lo más alto y Nikolai le hizo una pregunta.

¿Cuánto tiempo llevas en contacto con Daniil?

Libby y él me vieron hace unos cuantos meses en una representación. Desde entonces.

¿Y Sev?

La verdad es que no lo he tratado.

¿Y Roman?

Anya se encogió de hombros.

No me paso el tiempo libre buscando a la gente del orfanato donde trabajaba mi madre –Anya miró a Rachel, quien tenía el ceño fruncido porque hablaban en ruso y no le hacían caso. Tienes una admiradora.

Lo sé –reconoció Nikolai.

Lo curioso era que él también estaba convirtiéndose en un admirador de Rachel.

¿Qué tal te ha ido? –le preguntó ella.

Bien.

Me alegro.

Ella era tan rusa como él. No expresaba los sentimientos y su indiferencia era tranquilizadora, aunque él sabía que, si mantenían el contacto, las preguntas acabarían saliendo. Por el momento, sin embargo, no indagaban, al menos, desde su izquierda. Rachel, a su derecha, no parecía impresionada por que estuviese dándole la espalda y hablando en ruso e intentaba intervenir en la conversación.

Anya… –Rachel se inclinó hacia delante para hablar por encima de Nikolai. Tengo que decir que quiero…

Voy al cuarto de baño –la interrumpió Libby.

¿Quieres que te acompañe? –se ofreció Rachel.

Rachel, puedo ir sola, gracias.

Anya y Rachel se miraron.

Entonces, ¿me has visto bailar?

Anya se dignó a dirigirse a Rachel.

Muchas veces –contestó Rachel. Vi El pájaro de fuego un par de veces antes de que fueses la protagonista y me fastidió que Libby estuviese allí y yo me lo perdiera.

A Vera también le fastidió –replicó Anya con una sonrisa jactanciosa.

¿Vera?

Atasha, la protagonista anterior.

Yo fui a la segunda representación –comentó Rachel. Escribí una reseña.

¿Para quién? –le preguntó Anya.

Para mí.

Eso no le interesaba a Anya y se dirigió a Nikolai, pero esa vez lo hizo en inglés.

Deberías ir a verme.

Vaya, las entradas no estaban agotadas para él.

No me interesa el ballet –replicó Nikolai.

Rachel pensó que eran muy groseros el uno con el otro.

Deberías haber aceptado –le susurró Rachel. ¡Podrías haberme dado la entrada!

Las entradas –la corrigió Nikolai.

Libby volvió a su sitio y era ella la que estaba nerviosa en ese momento.

¿Qué crees que deberías hacer, Nikolai…? – le empezó a preguntar Rachel, pero Libby la miró con los ojos entrecerrados.

Van a empezar los discursos.

El padre de la novia fue al primero y a Rachel le pareció muy aburrido. Luego, Sev brindó por la familia y amigos ausentes y levantó la copa en dirección de Nikolai. Rachel estaba más concentrada en la respiración de Libby. Sin embargo, cuando se levantó Daniil para pronunciar su discurso como padrino, ella no se perdió ni una palabra porque habló sobre la época del orfanato donde se había criado Nikolai y ella quería saber más cosas sobre el hombre que tenía sentado al lado. La tenía fascinada. No solo porque fuese tan guapo, era más bien por el misterio que lo rodeaba y porque no había contado nada de su vida a nadie desde entonces.

Éramos cuatro en el orfanato –explicó Daniil. Sev estaba atento a todos nosotros. Intentaba evitar las discusiones o nos decía cuándo teníamos que ceder. También nos leía. ¿Te acuerdas, Sev? Unas veces era un libro de cocina o de jardinería que había encontrado en algún sitio. Una vez, uno de los cuidadores se olvidó un libro subido de tono…

Los invitados empezaron a reírse cuando Daniil les contó que los chicos no paraban de pedirle que lo leyera una y otra vez. Rachel miró a Nikolai, pero su expresión seguía imperturbable, incluso cuando Daniil habló de que todos habían esperado tener una familia. Ella se preguntó si Nikolai también lo habría esperado. Sin embargo, de repente, tuvo que dejar de concentrarse en Nikolai.

Rachel… –susurró Libby.

Ella tuvo que acordarse de por qué estaba allí, su amiga embarazada.

¿Estás bien? –le preguntó Rachel antes de ver la mirada de Libby.

¡No! –contestó Libby. Sígueme dentro de un par de minutos, pero, por favor, que no se note.

De acuerdo.

Rachel miró a Anya, pero parecía no darse cuenta de nada, estaba intentando comerse un trozo diminuto de la mousse de chocolate. Entonces, miró a Libby, quien intentaba marcharse con discreción, pero oyó una voz profunda y grave justo cuando iba a levantarse.

¿Has traído guantes?

Rachel se giró hacia él con una sonrisa.

No…

Pero sí tienes toffees –comentó él.

Eso sí –confirmó ella. Puede morderlos.

Será mejor que te vayas.

Rachel se levantó y se inclinó para susurrarle al oído.

Si oyes gritos, soy yo.

Se marchó con discreción, aunque no fue nada discreta para Nikolai. Su melena pelirroja le había rozado la mejilla mientras le susurraba al oído y todavía podía oler su perfume. La observó y vio que se bajaba el vestido mientras se alejaba sobre esos tacones altísimos. Se dijo que sería un disparate tener una aventura con ella, aunque fuese de una noche. Las mujeres entraban y salían de su vida como si nada, pero Rachel estaba relacionada con las personas de su pasado y no necesitaba esa complicación.

Daniil, que había visto que su esposa se marchaba, dio por terminados los discursos y pronto empezaría el baile.

Tengo que marcharme –le dijo Anya a Nikolai. Puedes acompañarme afuera.

Él lo hizo y se alegró porque sabía que Sev querría hablar con él y estaba pensando en escaparse. Salieron y vieron a Rachel que sujetaba a Libby mientras Daniil hablaba por teléfono.

Daniil está llamando al hospital –les explicó Rachel sin que nadie se lo pidiera. Además, su chófer está en camino.

Yo voy a llamar al mío –replicó Anya mientras sacaba su teléfono.

Rachel pensó que eran muy reservados, que la mayoría de las personas que conocía estarían tan alteradas como estaba ella. Daniil estaba un poco pálido, pero no pasaba de ahí. Nikolai y Anya charlaban en ruso como si no hubiese una mujer muy embarazada y gimiendo al lado de ellos.

Entonces, ¿piensas en aquellos tiempos? –le preguntó Anya.

Hago todo lo posible para no pensar en ellos –contestó Nikolai. ¿Por qué creyó Sev que me había muerto?

Sacaron un cuerpo del río un par de días después de que desaparecieras. Habían encontrado tu bolsa con el barco de madera y el libro erótico…

Nikolai tragó saliva.

Sev se quedó destrozado –reconoció Anya. Se culpó a sí mismo.

¿Por qué?

Es lo que suele pasar cuando un íntimo amigo se tira a un río gélido en vez de decirte que le pasa algo.

Era una conversación dolorosa, pero no se lo parecía a alguien que lo observaba desde fuera. Rachel no podía creerse que Anya y Nikolai estuviesen charlando tranquilamente mientras Libby volvía a quejarse.

Tienes unos amigos muy raros –comentó Rachel mientras le acariciaba la espalda a Libby.

Lo sé.

Superada la contracción, Rachel y Libby se sonrieron mientras llegaba el coche de Anya y se despedía con la mano.

Espero que todo vaya bien, Libby –dijo Anya mientras el chófer le abría la puerta.

Libby asintió con la cabeza, pero, cuando Anya se montó en el coche, su gesto se crispó, algo muy impropio de Libby, sobre todo, por lo que dijo después.

Perra despiadada.

¡Dios mío! –exclamó Rachel. Vas a tenerlo ahora, ¿verdad? En una de las series que veo empiezan despotricando y… No acabó la frase cuando vio que Daniil hacía señas a su chófer, que estaba parado en un semáforo, para que se diese prisa. También vio que Nikolai volvía a entrar en el hotel.

¡Nikolai! –le llamó ella. Ven aquí.

Él se acercó.

¿Cómo puedes marcharte? –le preguntó ella.

Estoy seguro de que Libby prefiere…

No se trata de lo que ella pueda preferir –le interrumpió Rachel. Yo podría necesitar ayuda.

¿Tienes que empujar? –le preguntó él a Libby sin inmutarse.

No.

Entonces, tienes mucho tiempo hasta que nazca el bebé –afirmó Nikolai.

Se quedó tan tranquilo, como si estuviese un poco aburrido, hasta que llegó el chófer de Daniil.

¿A qué distancia está el hospital? –preguntó él.

A cinco minutos –contestó Libby. ¡Sin tráfico!

Las calles estaban atascadas.

Todo irá bien –aseguró Nikolai.

Daniil parecía pensar lo mismo y sacudió la cabeza cuando Rachel se ofreció a acompañarlos.

No hace falta.

¿Y si lo tiene por el camino? –preguntó Rachel molesta por el rechazo.

¿Cuántos bebés has traído al mundo, Rachel? –le preguntó Daniil.

Bueno… ninguno.

¿Y tú, Nikolai?

Dos –contestó él, que tuvo que contener una sonrisa por el gesto de fastidio de Rachel. ¿Quieres que os acompañe?

¡No! –gritó Libby.

Me avisarás cuando lo haya tenido –le ordenó Rachel. Me da igual la hora que sea.

Claro.

Daniil le hizo un gesto con la cabeza antes de montarse en el coche con su esposa y miró a Nikolai mientras se alejaban.

Le has quitado hierro a todo, ¿verdad? –le preguntó Rachel.

Entonces, recibió su sonrisa, su sonrisa de oreja a oreja. Fue como un maremoto inesperado. Era absolutamente bello y su sonrisa la recibió, por primera vez, en su espacio. Se quedó allí, a última hora de la tarde en medio de una calle bulliciosa, como si por fin estuviera a solas con él, y le devolvió la sonrisa.

¿Cómo has podido traer dos bebés al mundo? –le preguntó Rachel acercándose un poco. ¿Eres médico?

No.

¿Enfermero?

¡No!

Entonces, ¿cómo…?

He trabajado en barcos. La madre del primer bebé era una polizón y no suelen avisar de que están embarazadas ni llevan un seguro sanitario.

Dios mío… –efectivamente, estaba totalmente fascinada, pero quería saber más cosas. ¡Cuéntamelo!

La madre y su hijo están bien.

¿Y la otra? ¿También era una polizón?

No. Era una colega, pero no sabía que estaba embarazada, el bebé era diminuto.

¿Sobrevivió?

Sí.

Rachel quiso chasquear los dedos para que siguiera, pero él no le contó nada más. Nikolai podía notar su curiosidad y su impaciencia y volvió a dirigirle una sonrisa. Su boca era como un imán porque bastaba con que moviera un poco los labios para que ella se acercara más a él.

Voy a averiguarlo –le advirtió ella.

No –replicó él. No vas a averiguar nada.

Soy muy perseverante. No tienes más que verme.

Estoy viéndote.

Era alta. Eso había sido un impedimento en su profesión, pero era un placer en ese momento porque, con tacones, estaba casi a la misma altura que sus ojos. Nikolai no se movió, y eran pocos los hombres que no se sentían algo intimidados cuando se ponía seductora. Él no se sentía intimidado ni mucho menos.

Creo que ya habrá empezado la música –comentó ella.

Seguramente –replicó él, aunque no se movió de donde estaba.

¿Y no vas a sacarme a bailar?

Era una ligona y muy buena, pero se dio cuenta enseguida de que Nikolai de daba cien vueltas. Había esperado que él se encogiese de hombros, dijera que quizá o, incluso, que aceptara sacarla a bailar. Él, sin embargo, le contestó con una verdad.

No tengo que sacarte –él le tomó las manos, las puso alrededor de su cuello y la agarró de las caderas. ¿Verdad?

Estaban en la calle, junto a la alfombra roja que llevaba al hotel, y ella se contoneaba al ritmo de una música inexistente mientras él estaba quieto. Intentó acercarse más, pero él la sujetó para impedírselo y ella solo pudo mirarlo a los ojos. Él también la miró y ella no había conocido a nadie que mirara así. No era ni incómodo ni invasivo, sus ojos se contaban secretos.

La mirada de él le expresaba su deseo y la de ella le decía a Nikolai que podía besarla en ese momento… por favor.

Sin embargo, no la besó. Sus ojos le indicaron que tendría que esperar para conocer ese placer.

Ella acercó un poco la boca, pero él echó la cabeza hacia atrás. Notaba la calidez de sus manos a través del vestido, pero no era nada en comparación con lo que sentía entre las piernas. Quizá fuese preferible que no la besara porque, si su boca rozaba la de ella, podría arder en llamas.

Deberíamos entrar –dijo él.

¿Por qué? –preguntó Rachel, que prefería seguir fuera con él. Ya no tengo que estar pendiente de ningún bebé.

Tenemos que hablar.

Creía que no querías hablar.

Normalmente, no quería. Sus labios estaban casi tocándose, pero él no quería solo sentir una boca, quería oír sus palabras.

Quiero hablar de… quiero saber con quién va a casarse ese tal André.

Ella sonrió porque, él, aunque aparentaba indiferencia, había estado prestando atención.

Eso no es justo –replicó ella. ¿Por qué iba a hablarte de mí cuando no sé nada de ti?

No soy justo –ella notó que se le aceleraba el corazón cuando la miró a los ojos y le expresó que él imponía sus propias reglas. Vamos adentro.

Va a haber mucho ruido ahí dentro –ella quería encontrar un sitio donde sentarse con él en vez de volver con ese gentío. No es lo mejor para charlar.

Nos apañaremos. Solo tenemos que acercarnos.