Capítulo 4
ESTABA tardando un siglo.
Encendió todas las luces y tenía motivos, le aterraba la oscuridad, aunque nadie lo sabía. Dejaría la puerta del dormitorio abierta, si él apagaba la luz de la mesilla, quizá no se levantara para apagar la luz de la sala. No podía dormir y le obligaría a quedarse despierta. No era de extrañar que sus relaciones no duraran, pero tampoco había tenido la bastante confianza con nadie como para decirle que le daba miedo la oscuridad, y mucho menos todo lo demás que le había pasado en la vida. Ni siquiera a Libby.
Oyó pasos en el pasillo y no esperó a que llamara a la puerta. La abrió con una sonrisa y sintió un alivio de vértigo cuando él entró.
A él le gustó que no le ofreciera una bebida ni entablara una conversación trivial, que se limitara a rodearle el cuello con las manos.
–Has sido una sorpresa muy inesperada.
–Tú también –reconoció él.
Era verdad. Si hubiese sabido que iban a reconocerlo y que todo el mundo iba a fijarse en él, no habría ido. En cuanto a quedarse a la recepción, no se le habría pasado por la cabeza de no haber sido por Rachel. El día no había salido como lo había planeado, ni muchísimo menos, pero había salido mejor gracias a que había tenido a Rachel cerca.
En ese momento, ella le deshizo el nudo de la corbata y él notó que se deslizaba alrededor de su cuello mientras se la quitaba. Él le miró la boca y se la besó como había querido besarla en la pista de baile. Le tomó la boca con la lengua ardiente y avasalladora, fue un beso que hizo que ella gimiera en su boca y que se estrechara contra él. Bajó las manos por su vestido de terciopelo hasta que encontró el trasero terso y le clavó los dedos.
Ella notaba la presión de sus manos y anheló que la levantara. Nikolai pensó que ella besaba con las entrañas, como hacía él normalmente.
Había visto durante toda la tarde y la noche que ella se bajaba el vestido y, en ese momento, él se lo levantó. Ella se estrechó más contra él y gimió en su boca. Él le bajó las bragas y ella se las quitó antes de introducir una mano en su chaqueta.
Directo al sexo. Eso era lo que a él le gustaba normalmente, pero, aun así, quería deleitarse más con esa boca, quería ver y sentir el cuerpo que lo había tenido en ascuas toda la tarde. Por eso, en vez de besarla con más ardor, en vez de quitarle el vestido o levantarla, se quitó la chaqueta y la besó más despacio. Le rodeó las mejillas con las manos y le tomó la boca una y otra vez con leves mordiscos sensuales, le pasaba la lengua y luego apartaba los labios para acariciarle la cara. Era el beso más íntimo que ella se había dado con nadie y él se negaba a darse prisa.
La besó en la mejilla y empezó a bajar la boca por el cuello, donde siguió con la misma provocación; sentía la humedad de su lengua y él apartaba la boca para pasar a otro trozo de piel. Rachel pensó que ya deberían haber terminado casi, que debería tener las piernas alrededor de él con la espalda contra la pared. Él, sin embargo, exigía algo más y ella, por un momento, sucumbió. Echó la cabeza hacia atrás, solo para que pudiera llegar mejor a su boca, y él le introdujo una mano entre el pelo. Ella cerró los ojos y él le pasó la lengua por ese punto palpitante del cuello. Luego, apartó la cabeza y la miró a los ojos sin dejar de sujetarle la cabeza con la mano. Ella estuvo a punto de doblarse por la mitad por el deseo que vio en su mirada. Él retiró la mano y la cabeza se le cayó un poco hacia atrás, pero él, sin decir nada, la llevó de la sala al dormitorio.
Le temblaban las piernas, se sentía como si fuese la primera vez que se ponía tacones. Tenía la boca y el cuello húmedos. Fue a desvestirse, pero él no le dejó y la besó mientras la tumbaba en la cama. Sin embargo, Rachel siempre hacía las cosas a su manera. Le espantaba la idea de tener a un hombre encima, así que salió de debajo de él y se arrodilló. Nikolai se apoyó en las almohadas sin prisa. Ella fue a desvestirse, pero él la detuvo con tres palabras.
–Yo te desvestiré.
Rachel no estaba acostumbrada a esa demora y se quedó un poco titubeante mientras él se quitaba la camisa y le mostraba el torso. Luego, se quitó los zapatos y los calcetines y ella se quedó sin aliento cuando se desabrochó el cinturón y se bajó la cremallera… y nada más.
–Ven –dijo él mientras se sentaba.
Ella supo por su mirada que la besaría otra vez… y quería que la besara otra vez. Se sentó en sus rodillas con la cabeza por encima de la de él. Él le levantó el vestido y la colocó de tal manera que podía notar su erección en el sexo desnudo. Volvió a besarle y lamerle el cuello, pero esa vez era ella quien le sujetaba la cabeza con las manos entre su tupido pelo y se dejaba llevar por el placer mientras su sexo anhelaba que lo colmaran.
Nikolai se incorporó un poco hasta que apoyó la cabeza en el cabecero con las almohadas debajo de los hombros. Entonces, ella quiso más besos lentos y su boca los buscó. Él le devolvió los besos sin prisa mientras ella movía el cuerpo provocativamente encima del de él. Le tomó la lengua, se la succionó y le acarició el exterior de los muslos mientras la besaba profundamente. En ese momento, tenía que paladearlo, y no solo su boca. Nikolai tenía la camisa abierta y le acarició con calma el pecho y los brazos. Se deleitó con el contacto de su piel y la paladeó. Era salada, deliciosa, lo complació despacio, le daba leves mordiscos y le succionaba los pezones. Él gimió cuando empezó a bajar y ella supo que estaba haciendo un esfuerzo para ser paciente. Su erección era enorme y le bajó lentamente las prendas inferiores. Era dura y cálida y casi no podía abarcarla.
Él fue a apartarle la mano porque no soportaba que lo tocaran así… normalmente. Sin embargo, observó esa mano blanca que había sujetado el programa de la boda, los dedos finos, las uñas de color coral… farfulló algo en ruso, pero no era una orden para que parara.
Observó que se le humedecían las manos mientras lo arrastraba hacia el clímax. Ella podía notar sus ojos clavados en la mano y los dos observaban lo que hacía. Entonces, se paró, se pasó la lengua por los labios y fue a bajar la cabeza. Quería paladearlo, pero también era lo bastante egoísta como para querer tenerlo dentro y cambió de opinión.
–Provocadora…
–¿De verdad?
Ella sonrió y él hizo lo mismo. Ninguno de los dos solía sonreír en esa situación, pero esa noche sonrieron.
Ella fue a desvestirse otra vez, quería estar desnuda con él, pero él sacudió la cabeza y repitió lo que le había dicho antes.
–Yo te desvestiré.
–Entonces, desvísteme.
Ella lo dijo como una súplica, pero él no hizo caso y ella se mordió el labio inferior mientras él se ponía un preservativo.
–Ven aquí.
La colocó encima de él, pero incluso en ese momento lo hizo sin prisa. Él vio el ardor de su sexo. Ardía con un brillo más deslumbrante que su pelo y ella se estremeció cuando la acarició e introdujo los dedos. Entonces, la bajó y ella dejó escapar un gemido mientras iba llenándola. La abrazó y siguió besándola cuando empezó a moverse.
La deslumbraba con sus gemidos de placer en vez de exigirle que fuese más despacio, cuando, entre beso y beso, bajaba la cabeza para mirar y dejaba escapar otro gemido. Ella se incorporó, apoyó las manos en su pecho y se movió más deprisa. Ella siempre llevaba las riendas en la cama. Sin embargo, no era un «pobre tipo» que no podía sobrellevar eso. Ella lo utilizaba y él se dejaba, pero podía ser paciente cuando lo permitía.
Rachel decidió que él era apasionante. Miró abajo, pero no a sus ojos. Le encantaba ver su torso y sus manos que le agarraban el trasero, pero no la dirigían. Ella sabía que él estaba mirando, cerró los ojos, separó los labios y supo, por los sonidos que hacía, que él estaba a punto de llegar al clímax. Entonces, tomó el control y le movió el trasero a un ritmo más lento mientras se besaban. Los muslos empezaron a temblarle, sintió esa descarga eléctrica en la espina dorsal que ya conocía muy bien y llegó al clímax con un sollozo.
Nikolai sintió que sus músculos más íntimos se contraían alrededor de él y que ella se estremecía. La movió más despacio todavía sobre su miembro hasta que se apaciguó.
Ella, sin respiración, se arrodilló, apoyó la frente en la frente de él y esperó la punzada de remordimiento. Tardó un momento en darse cuenta de que él no había llegado al clímax. Lo miró un instante a los ojos y sintió un ligero arrebato de pánico cuando él le quitó el vestido por encima de la cabeza y se encontró a oscuras.
Seguía reponiéndose del orgasmo mientras él le quitaba el sujetador y le daba la vuelta para ponerla de espaldas. Sin embargo, se resistió cuando él fue a colocarse encima. Nikolai captó la ligera oposición y se tumbó a su lado. Ella no lo miró, se quedó mirando al techo. Notaba que él estaba excitado y que planeaba cómo tomarla. Ella no quería seguir, aunque el cuerpo le palpitaba solo de pensarlo. Nikolai se pasó sus piernas por encima de los muslos, entró y la tomó con él de costado. Nunca lo había hecho así. Estaba de espaldas, pero no estaba debajo de él, estaba expuesta a sus manos. Una mano le acariciaba los pechos y el abdomen mientras la tomaba y la otra estaba en el cuello, entre el pelo, mientras le besaba la oreja. Empezó a arquearse, pero la mano que tenía en el abdomen la bajaba mientras entraba en ella. Era una maravilla que la tomara sin aplastarla, que la besara y acariciara tan implacablemente. Un dedo le tanteó el clítoris y Nikolai se movió más deprisa. Dijo algo en ruso, aceleró el ritmo y ella se estremeció de pies a cabeza. Una mano le separó más los muslos para entrar en ella más profundamente, pero la boca, a un lado de su cuello, era delicada y sensual.
–Esto… –empezó a decir ella, aunque no tenía sentido.
Se arqueaba y sentía esa deliciosa plenitud dentro de ella. Volvió a gritar ante la proximidad del clímax, pero esa vez le llegaba de muy adentro. Era tan profundo que bajó la mano para protegerse de la embestida, pero Nikolai no le dio respiro y acometió una y otra vez con la cabeza contra la de ella, con la mano sobre la de ella, hasta que se quedaron tumbados con la respiración entrecortada. Sin embargo, lo que más la desconcertó fue que la besó mientras descendía de una altura donde no había estado nunca. Ella captó un cariño que no había sentido nunca y, por un instante, vislumbró algo más; una pareja en la cama, saciados, con la respiración entrecortada y sin vergüenza.
Entonces, sintió un poco de frío y Nikolai los tapó con la sábana. Luego, llegó la parte que ella temía. Nikolai apagó la luz de su mesilla y se estiró por encima de ella para apagar la otra.
–Déjala encendida –dijo Rachel.
–Da demasiada luz.
Su réplica no fue desdeñosa, fue natural, normal y adulta. Apagó la lámpara y la habitación quedó a oscuras, menos por la luz que llegaba de la sala.
Ella no sabía cómo contarle que le aterraba la oscuridad. Eso solo llevaría a más preguntas y ¿cómo iba a decirle que no se atrevía a quedarse dormida con un hombre al lado? Notaba que la acariciaba con delicadeza, pero, si hacía lo mismo cuando estaba dormida, podría despertarse sobresaltada y dando gritos. Sin embargo, lo más raro de todo era que, por primera vez en su vida, le parecía que casi podía contárselo. Era una persona muy serena y segura de sí misma y, además, ella sabía algo de su pasado. Aun así, esa noche no se trataba de eso. Él ya le había dicho que pronto seguiría su camino. Era más fácil fingir que estaba dormida y pasar así la noche. Podía notar que Nikolai estaba despierto a su lado.
Se habían quedado saciados y agotados y ella tenía que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño que la arrastraba.
Él notaba que ella estaba despierta, se levantó y fue a la sala. Estaba a punto de apagar la luz cuando vio su chaqueta tirada en el suelo. La etiqueta de los grandes almacenes parecía burlarse de él y se acordó de los planes que había hecho para pasar desapercibido en la boda. Sin embargo, había prometido a Sev que se quedaría hasta que volviera de la luna de miel. Sabía que empezarían las preguntas y que la verdad se sabría pronto. El pasado lo había alcanzado y él quería que volviera a donde tenía que estar.
Entonces, cayó en la cuenta de otra cosa; ella también lo sabría. Esa tarde y esa noche habían sido increíbles y todo se estropearía cuando ella descubriera la verdad. Jamás había tenido que pasar por algo así; una amante que lo supiera… y menuda amante. Bastante doloroso sería contárselo a sus amigos, ver la repugnancia reflejada en sus ojos y tener que contestar a preguntas complicadas, pero Rachel…
Yuri diría que estaba eludiendo, ocultando las cosas y que Nikolai no era así. Sin embargo, a las cuatro de la mañana, fue al dormitorio, recogió la ropa del suelo y se vistió.
–Rachel…
No lo dijo en el tono templado que solía emplear y tuvo que aclararse la garganta, pero estaba seguro de que ella estaba fingiendo que estaba dormida. No repitió su nombre, se limitó a recoger sus cosas y se marchó. Una vez fuera, estuvo tentado de llamar a la puerta para decirle… ¿qué? ¿Que se había blindado para que no pudiera acceder a él o…? No, prefería que pensara que era un malnacido a que supiera la verdad. Salió a las calles de Londres. Había creído que ya había dejado atrás su pasado hacía mucho tiempo. Sin embargo, al parecer, se había equivocado.