28. DOS TUMBAS MISTERIOSAS
Las tumbas de la ciudad del sol fueron excavadas en el acantilado que dominaba la capital de Akenatón. De este modo, sus ocupantes podrían contemplar eternamente el territorio sagrado del dios Atón.
El lugar es comparable a los de Beni Hassan, El Bersheh o Meir. Posee la misma grandeza y la misma nobleza. El número de las sepulturas excavadas en él, cuarenta y tres, plantea un problema, puesto que es muy pequeño en comparación con el de los nobles que tenían su residencia en Aketatón. ¿Cómo resolver el enigma, salvo suponiendo que se trataba de una élite designada por el rey, que concedía a los demás signatarios la autorización para preparar en otros lugares su morada de eternidad?
La tumba real fue descubierta en 1891 por Barsanti, lejos de la capital. En efecto, hay que alcanzar un barranco, a seis kilómetros de la desembocadura del uadi Abu Hasah al-Bahari, hacia el este. Imposible imaginar un lugar más agreste, más desolado, con una soledad más profunda.
La tumba es de un acceso tan difícil que hubo que esperar muchos años antes de que un egiptólogo inglés, Geoffrey Martin, pudiese proceder a una publicación científica, que ha hecho su aparición todavía recientemente.
¿Por qué tal elección? Los textos no nos dan ninguna indicación. ¿Hemos de suponer que la familia real, a la cual estaba destinada esta tumba extraña, se mantenía obligatoriamente lejos de sus súbditos y de la capital de los vivientes? ¿Había una voluntad de secreto? ¿O este emplazamiento geográfico formaba parte de un dispositivo simbólico, cuyos motivos se nos escapan?
Al-Amarna se compone de tres elementos que se diferencian netamente: la capital de Egipto, asentada junto al río, en la orilla oeste, mientras que el territorio de Atón termina en la otra orilla, en Tunah al-Gebel; en segundo lugar, el conjunto de las tumbas de los nobles, excavadas en el acantilado que domina la ciudad y, por último, la tumba de la familia real, perdida en el desierto, fuera de la vista de los vivientes, en el corazón de la «tierra roja».
Desde los comienzos de la XVIII Dinastía, los faraones eran enterrados en el célebre Valle de los Reyes, indisociable de los templos tebanos. Dichos templos, las «moradas de millones de años», tenían como sanctasanctórum la propia tumba. Los dos elementos, templo real y tumba real, aunque disociados geográficamente, formaban una unidad simbólica.
Al trasladarse la capital a Aketatón, Akenatón no podía ya elegir el Valle de los Reyes como lugar de sepultura. Su morada de eternidad debía ser excavada hacia el oriente simbólico de la ciudad de los vivientes. ¿Constituía también el verdadero sanctasanctórum del gran templo de Atón?
Desgraciadamente, Barsanti no descubrió una tumba intacta. Los saqueadores la habían mutilado atrozmente. Tras llevar a cabo un estudio minucioso, Geoffrey Martin ha podido formular algunas hipótesis sobre las escenas que aparecían representadas en las paredes, cuyo decorado fue destruido prácticamente por completo.
Se desarrollaban allí los grandes temas de la religión atoniana, el más importante de los cuales era la adoración del dios Atón por la familia real. En una baldosa de piedra calcárea pintada, descubierta en una de las cámaras de la gran tumba, se ve al rey, seguido por la reina y las dos hijas, ofreciendo flores al disco resplandeciente. Los rostros y los cuerpos están muy deformados, llegando hasta la fealdad. Nefertiti resulta irreconocible, horrorosa. Podría incluso calificarse el retrato de caricatura. ¿Se trata de un modelo de escultor, de una especie de exvoto?
Esta tumba solitaria no estaba destinada exclusivamente al rey. Contenía varias cámaras reservadas para las hijas de la pareja real. Allí fue depositado el cuerpo de la princesa Meket-Atón, para la que se había reservado una pieza. En sus paredes, las escenas de duelo evocan el dolor de la pareja real.
No se observa ninguna huella de las figuraciones tradicionales en la mitología funeraria osiriana. Esta morada de eternidad está eternamente consagrada a Atón y constituye, de hecho, un verdadero complejo arquitectónico, una entidad sagrada, en que la familia real es transmutada por la luz divina.
Una sorpresa esperaba a Geoffrey Martin. Detrás de la tumba real, había otra. El monumento está demasiado derruido para poder sacar una conclusión definitiva. Sin embargo, se puede suponer que esta segunda sepultura había sido prevista para Nefertiti. La morada de eternidad atoniana estaba, pues, formada por dos elementos, imagen arquitectónica de la pareja real, encargada de transmitir a los vivientes la luz divina.
La tumba 55 del Valle de los Reyes
En torno a la tumba 55 del Valle de los Reyes gira una de las más sombrías peripecias de la arqueología egipcia. Fue excavada en 1907 por la misión Davies, muy cerca de la tumba de Ramsés IX y de la actual Rest House.
Los excavadores descubrieron un corredor tapiado con escombros de todo tipo, entre ellos los de capillas de oro muy frágiles. El techo estaba agrietado. Las aguas de infiltración habían estropeado los paneles dorados.
Desgraciadamente, las excavaciones estuvieron muy mal dirigidas. A pesar de la presencia de egiptólogos cualificados, no se llevó ningún diario correcto y preciso. Los relatos de las distintas personas que penetraron en la tumba resultan contradictorios. Da la impresión de que algunos objetos fueron robados. No se recurrió a un especialista para que efectuase los trabajos indispensables de restauración. Antes de la llegada de los fotógrafos, se procedió a una especie de «arreglo» de la tumba, lo que nos impide conocer el emplazamiento original de los objetos.
Probablemente el lugar no había sido saqueado de manera sistemática, puesto que se recogieron varios objetos de oro. Además, la sepultura había sido tapiada cuidadosamente mediante una pared de piedras, que se mantuvo intacta. La tumba 55 hubiera podido decirnos muchas cosas sobre la aventura amarniana, si las excavaciones no se hubieran realizado de un modo tan lamentable.
En un panel de madera dorada del santuario, se ve una escena de adoración de Atón por parte de Akenatón y de Tiyi, su madre. El personaje del rey ha sido martillado. Sólo subsiste su contorno. La capilla, que tiene las esquinas de cobre, fue creada por Akenatón con motivo de los funerales de su madre. Hay también cuatro vasos canopes que fueron atribuidos a Tiyi, Mery-Atón o Smenker. En realidad, no llevan ningún nombre. Algunos sellos de tierra muestran el cartucho de Tutankamón, y ciertos ladrillos mágicos, el de Akenatón.
La tumba contenía también un sarcófago, posado sobre un lecho adornado con cabezas de león. Dado que este último acabó por pudrirse, el sarcófago había caído al suelo. Los nombres inscritos en el sarcófago habían sido destruidos. Un ladrón se había apoderado de la máscara de oro.
El estudio de los textos parecía indicar que el verdadero «propietario» de la sepultura no era un hombre, sino una mujer. Por consiguiente, la momia no podía pertenecer a Akenatón. Un especialista identificó efectivamente el cuerpo como correspondiente a una mujer. La conclusión se imponía por sí misma: se acababa de descubrir la última morada de la reina Tiyi.
En 1907, otro especialista, Elliot Smith, demuestra que su colega se ha equivocado. La momia pertenece a un hombre, que tenía alrededor de veinticinco años en el momento de su fallecimiento y que padecía hidrocefalia. Conclusión inevitable: se estaba en presencia de la momia de Akenatón. Se disponía por fin de un cuerpo que mostraba deformaciones coincidentes con las del arte amarniano.
Ahora bien, un tercer especialista, Derry, tras proceder asimismo a un estudio a fondo, demostró que la momia no presentaba ningún síntoma de hidrocefalia. Por lo tanto, el muerto no era Akenatón. Además, la edad aproximada de la momia en el momento de la muerte no correspondía. En efecto, el creador de Aketatón había muerto con seguridad después de los treinta años.
Cierto que las inscripciones de la tumba sólo mencionaron a Akenatón y a Tiyi. Parece, pues, indiscutible que, en su origen, fue preparada por el rey para su madre. ¿La inhumaron verdaderamente a ella? Lo ignoramos.
Con mucha probabilidad, la momia pertenece al corregente, Smenker. El contexto «femenino» del sarcófago no tiene nada de extraño, puesto que Smenker, ya lo hemos visto, estaba considerado como la «esposa mística» de Akenatón. La actitud ritual de la momia resulta muy reveladora a este respecto, puesto que tiene el brazo izquierdo doblado sobre el pecho y el brazo derecho extendido a lo largo del cuerpo, la postura tradicional de las reinas de Egipto.
El descubrimiento de la momia de Smenker confirma la importancia que Akenatón concedía al simbolismo de la pareja real. Los amarnianos que enterraron al corregente no lo perdieron de vista y adoptaron una disposición ritual muy notable, que, a pesar de los siglos transcurridos, no deja subsistir ninguna duda.
El sarcófago se encuentra todavía expuesto en el Museo de El Cairo, donde lo he examinado recientemente. Construido en madera dorada, está adornada con incrustaciones de cornalina y de pasta de vidrio.
El flagellum sostenido por el rey está hecho de abalorios de vidrio azul y de madera dorada. Veamos la traducción del texto inscrito al pie:
Palabras dichas por… (el nombre que se encontraba en el interior del cartucho ha sido suprimido). Ojalá pueda respirar el dulce aliento que viene de tu boca, ojalá pueda ver tu belleza diariamente. Mi deseo es oír tu dulce voz, semejante a la brisa, y que mis miembros regenerados se mantengan en vida gracias a tu amor Ojalá puedas extender hacia mí tus brazos trayendo tu potencia espiritual, afín de que yo la reciba y viva de ella. Ojalá puedas llamarme por mi nombre para la eternidad, para siempre… Tú que eres… eternamente viviente, como el disco solar… El rey del Alto y del Bajo Egipto, que vive de la rectitud, el señor de las Dos Tierras… tú, el hijo perfecto de Atón, que vivirá eternamente…
Ni una sola vez se ha respetado el nombre del faraón que figuraba en la inscripción. En su lugar, no subsiste más que un vacío irritante. Como se observa, el texto se ocupa exclusivamente de eternidad, no de los detalles históricos.
Correctamente explorada, la tumba 55 pudo esclarecer los últimos tiempos de la aventura amarniana. No nos queda otro remedio que contentarnos con indicios dispersos. La única certeza, a mi modo de ver, es que la momia conservada pertenece efectivamente a Smenker, el hombre que se ocupó de preparar el retorno a Tebas de la corte real.
El inglés Sayce, hablando de las excavaciones de la tumba real de Al-Amarna, hace alusión al cadáver de un hombre que fue quemado después de su momificación. El informe oficial de los trabajos no dice una palabra sobre el tema. Nada demuestra, claro está, que se trate de la momia de Akenatón. Si tal fuera el caso, la profanación sería la obra de los saqueadores, que, en el siglo XIX, acostumbraban a quemar las momias y a incendiar las tumbas, después de haberlas devastado.
La tumba 55 del Valle de los Reyes, destinada en principio a la reina Tiyi, correspondió después al rey Smenker, que descansaba muy cerca de su sucesor, Tutankamón.