25. LOS DRAMAS DEL AÑO 14

Los acontecimientos relatados en los textos amarnianos son raros, y difícil el trabajo del historiador que intenta encontrar la huella de algunos hechos concretos en los textos y las representaciones religiosas, que se ocupan sobre todo del culto, de los ritos, de los símbolos.

El año 14 del reinado fue testigo de dos acontecimientos dramáticos, uno seguro, el otro hipotético.

Muerte de una niña

En el año 14 cayó enferma Meket-Atón, la segunda hija de la pareja. ¿Qué edad tenía? Imposible decirlo con exactitud. Por lo menos doce años. A pesar de los cuidados que se le prodigaron, la chiquilla sucumbió. Fue enterrada en la tumba real que Akenatón había hecho preparar para su familia.

Excepcionalmente, los artistas recibieron orden de representar las escenas rituales del duelo, lo que nos permite participar en la inmensa tristeza de Akenatón y Nefertiti. Los bajorrelieves de la tumba de Al-Amarna muestran al rey y la reina llorosos. Se ve también a una mujer que trata de calmar a un niño, lo cual hizo suponer a algunos que Meket-Atón había muerto de parto.

En todos estos cuadros, reina una desesperación que nos conmueve todavía. El golpe del destino se abatió sobre Akenatón de la manera más violenta, turbándole profundamente. ¿Por qué Atón, el dios de la luz, el dios al que amaba con toda su alma, se había mostrado tan cruel, hiriéndole en su más tierno afecto?

En las estelas fronterizas que delimitan el territorio sagrado de la ciudad del sol, las hijas de la pareja real se hallaban situadas bajo la protección directa de Nefertiti. Lo lógico es que se les conceda una larga vida. Y sin embargo, Meket-Atón muere. En cuanto a las tres hijas más pequeñas, desaparecen de los anales. ¿Acaso murieron también?

¿Hay que creer en la hipótesis según la cual una epidemia de peste asoló en aquella época el Oriente Próximo, afectando incluso a la corte real egipcia?

El drama tenía forzosamente que conmover hasta lo más profundo a la pareja real. Perder a una hija a la que se había puesto bajo la protección de Atón significaba una desdicha que la población entera podía considerar como una especie de rechazo divino.

A partir de entonces, todo se desdibuja. La documentación se hace rara, cada vez más difícil de descifrar. Imposible determinar la sucesión de los acontecimientos.

Con el fallecimiento de Meket-Atón, en el decimocuarto año del reinado, se quiebra el destino de la pareja real.

¿Muerte de Nefertiti?

La desaparición de su segunda hija supuso sin duda una prueba insuperable para la reina Nefertiti. Es difícil saber si continúa apareciendo en las ceremonias oficiales después del año 14 o si la reemplaza su hija Mery-Atón, la primogénita, secundada por su hermana Ankhesenpa-Atón.

En el templo «abanico» reservado a Nefertiti, su nombre es sustituido por el de su hija mayor, que parece suceder a su madre en las prácticas culturales.

En el año 12, o quizá a finales del año 14, Nefertiti ocupa un palacio situado al norte de la ciudad del sol. ¿Por qué razón?

Se han formulado varias explicaciones posibles intentando levantar el velo que cubre los últimos años de la existencia de Nefertiti.

Según una teoría, la reina tomó conciencia de los graves peligros que la política de Akenatón hacía correr a Egipto y a fin de salvar el país de la rutina, abandonó más o menos la religión de Atón.

Nefertiti logró entonces ponerse en contacto con los sacerdotes de Amón, quienes durante sus entrevistas, le demostraron el carácter perjudicial de la experiencia emprendida por su marido. Convencida por sus advertencias, se retiró a un palacio en compañía del joven Tutankatón, que reinará más tarde con el nombre de Tutankamón.

Ayudada en su tarea por el «Padre Divino» Ay, preparó al niño para tomar el poder a expensas de Akenatón, enfermo y cada vez más desconcertado por el cariz de los acontecimientos. En el espíritu de Nefertiti, era el único medio de preservar la continuidad monárquica y asegurar un necesario retorno al orden.

Viendo que la salud del rey «herético» declinaba, Nefertiti buscaba así evitar una venganza brutal del clero de Tebas contra todos aquellos que se habían declarado en favor de Akenatón. Dada su personalidad, Nefertiti aseguraba una posible «unión» entre la revolución de Akenatón y el conservadurismo de los partidarios de Tebas.

Los hechos se ajustaron a las esperanzas de la reina. Akenatón murió, ella educó de acuerdo con sus designios al joven Tutankatón y lo presentó como candidato al trono a los sacerdotes de Amón, que le aceptaron como tal. El muchacho se convirtió así en el rey legítimo Tutankamón, el restaurador del poderío de Amón.

Esta historia, con sus múltiples peripecias, implica una especie de traición por parte de Nefertiti, que olvidó los años de felicidad compartida para volver la espalda a la religión de Atón.

¿Hay que tomar, pues, en cuenta la hipótesis de John R. Harris y Julia Samson? Para ambos eruditos, combatidos por otros egiptólogos, se impone una observación preliminar. No fue el nombre de Nefertiti el reemplazado por el de su hija mayor, sino el de la esposa secundaria, Kia. El detalle, más algunos otros, tendería a demostrar que el corregente llamado Smenker no existió jamás. En realidad, según Harris y Samson, se trata de otro nombre de Nefertiti. Ostentando poderes muy extensos ya desde el principio del reinado, Nefertiti se convirtió simplemente en faraón después de la muerte de su marido.

Todo esto, en mi opinión, resulta muy poco convincente. No existe ningún argumento lo bastante claro que nos induzca a aceptarlo.

Hay aún otra explicación de los acontecimientos. La discordia entre la pareja real no se debió a la iniciativa de Nefertiti, sino a la de Akenatón, que, aterrorizado por el fracaso de su empresa «revolucionaria», decidió volverse hacia los sacerdotes de Amón y pactar con ellos.

Fiel a la ortodoxia atoniana, Nefertiti se opuso entonces violentamente a esta línea de conducta. Abandonó a su esposo para vivir en el aislamiento y preservar su fe en el disco creador, esa fe que seguía siendo la única razón de su vida.

Akenatón envió a Tebas a su corregente Smenker para iniciar las negociaciones. Una entrevista semejante no podía por menos que ser tormentosa. Ofendidos, los sacerdotes de Amón obligaron al enviado del «herético» a aceptar todas sus condiciones, incluso al precio de una humillación.

Nefertiti se había dado cuenta de que el joven corregente Smenker la había reemplazado en el corazón de Akenatón. El amor que unía al rey y la reina y que les permitía afrontar las pruebas se estaba debilitando.

Al enterarse de la decisión de su marido y comprobar los resultados de la deplorable embajada del corregente, Nefertiti se volvió loca de rabia e hizo incluso asesinar a Smenker. Según Pendlebury, uno de los célebres excavadores del emplazamiento de Al-Amarna, Nefertiti no murió hasta el año 3 del reinado de Tutankamón, tras haber ejercido una regencia perfectamente fiel al culto de Atón. Fue la reina la que impidió al joven faraón, que tenía una decena de años, responder a los avances del clero de Amón y regresar a Tebas. Por lo tanto, la «herejía» sólo finalizó con la muerte de la reina.

Si aceptamos esta versión de los hechos, está claro que fue Akenatón quien traicionó su propio ideal, por desaliento o por cobardía. El rey carecía ya de las fuerzas necesarias para continuar su tarea, pero Nefertiti se negó a renunciar a su obra común. Tomando sola las riendas del poder, «La bella ha venido» obtuvo del dios sol una energía extraordinaria y negó toda concesión al clero tebano.

Al continuar reinando tras la muerte de Akenatón, observó la línea de conducta definida por la revolución amarniana y preservó la pureza de la nueva fe hasta su último día. Hizo incluso más, educando al joven Tutankatón e intentando transmitirle la antorcha.

Esta reconstrucción de los acontecimientos me parece en extremo fantástica. Se basa, como siempre, en el mismo e inverosímil postulado: la necesidad de negociar con el clero de Amón, opuesto al régimen.

La verdad es probablemente mucho más sencilla y mucho más trágica. En el año 14, o poco después, la reina Nefertiti, demasiado quebrantada por la muerte de una o varias de sus hijas, murió a su vez en el palacio norte de Aketatón, al que se había retirado a causa del estado de su salud.

En Egipto, la muerte no es un acontecimiento que deba traducirse en primer lugar por un certificado de fallecimiento debidamente registrado por un funcionario, sino una transformación del ser, una metamorfosis como muchas otras. Por eso, cuando se produce la desaparición de un personaje importante, se acostumbra a proceder a un cierto número de actos rituales, que prolongan su personalidad inmortal, sin celebrar, no obstante, su memoria de manera directa.

Tras la muerte de la reina, los escultores de Al-Amarna modificaron por este motivo diversas representaciones de la reina, con objeto de hacerla parecerse a su hija Mery-Atón, convertida en la primera dama del reino.

Si se suprimió el nombre de Nefertiti en su «pabellón sombreado» para reemplazarlo por el de Mery-Atón, no fue porque la reina hubiese caído en desgracia o se hubiera rebelado. La sustitución de nombres era puramente simbólica. Como señala Aldred, el «pabellón sombreado» estaba destinado a renovar diariamente la potencia vital y las fuerzas creadoras de la reina. Muerta Nefertiti, se «transfirió» el santuario a su hija, que tomó legítimamente posesión de él y se benefició desde entonces de una regeneración diaria, de acuerdo con los ritos secretos de las comunidades femeninas de Al-Amarna.

En el espacio de unos meses, Akenatón pierde a su esposa y a una o varias de sus hijas. Herido ya su corazón por el fallecimiento de Meket-Atón, el rey tiene muy pronto que afrontar la prueba de la soledad del poder. Desde el principio de la aventura atoniana, Nefertiti había permanecido siempre a su lado, compartiendo con él deberes y poderes y ofreciéndole su consejo en toda circunstancia.

La luz de Atón se expresaba a través de la pareja divina. Privado de Nefertiti, Akenatón no puede llenar la función teológica y simbólica que exige el culto del sol divino.

Por consiguiente, no le queda más remedio que buscar un corregente.