Capítulo 21
Charlize estaba en su ático. Se obligó a si misma a dar una pequeña fiesta. Pero no podía engañar a nadie. Echaba de menos a Clark, sus ocurrencias que la sacaban de quicio o que daban la nota en un mundo de lujo y superficialidad. Se apoyó en la barandilla, disfrutando de sus recuerdos.
Justo en frente, Clark la observaba desde una ventana. Ardiendo en deseos de cruzar la calle y besarla, pero sabiendo que su oportunidad ya había pasado. Dejó caer al suelo la única foto que tenía de Charlize y se alejó de la ventana.
Charlize miró al frente, como si hubiera presentido la presencia de Clark.
—¡Es imposible! —dijo y se reunió con sus invitados.
Por la mañana Martín estaba corriendo por el parque seguido de sus guardaespaldas. Podía sentir como el sudor resbalaba por todo su cuerpo. Con chándal no parecía un millonario, solo un corredor más. Uno de los guardaespaldas se acercó con el móvil en la mano.
—Señor una llamada. Dicen que es muy urgente.
—¿Sí? —respondió Martín tratando de recuperar la respiración.
—Tenemos a su hija. Si avisa a las autoridades no la volverá a ver. —respondió aquella voz susurrante y metálica.
Martín quedó paralizado, el sudor se volvió frío. Su hija secuestrada. Marcó el número de Lauson y se llevó el teléfono a la oreja.
—¡Lauson han secuestrado a Charlize!
Al otro lado del teléfono solo se escuchaba una respiración. Lauson era incapaz de pronunciar palabra.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Lauson.
—No lo sé. Habrá que esperar y ver qué quieren. Respondió Martín, mientras se secaba el sudor de la frente con la mano. Me marcho a casa por si vuelven a llamar. —dijo Martín muy alterado y con voz temblorosa.
Lauson colgó el teléfono y salió del despacho. Subió por las escaleras. Por el camino se paró y dio un puñetazo a la pared. Con todos los recursos de que disponían y no podían hacer nada para rescatar a Charlize.
Abrió la puerta que comunicaba con la planta superior y se dirigió hacia el despacho de Clark. Este acababa de llegar, ni siquiera había soltado la gabardina, cuando Lauson entró en el despacho y cerró la puerta.
—Tenemos que hablar. —dijo Lauson.
—Pues tú dirás. —respondió Clark sentándose tras el escritorio.
—Sé que no confías en mí o en Martín, pero yo si confió en ti. Lo que te voy a contar no puede saberlo nadie.
Clark empezaba a preocuparse al ver el rostro serio de Lauson.
—¡Han secuestrado a Charlize!
Clark sintió como una descarga eléctrica recorría toda su espalda. La ira amenazaba con nublar su mente.
—¿Qué quieren? —preguntó Clark sin mirar a Lauson.
—Estamos esperando a que nos llamen. —respondió Lauson.
La puerta del despacho se abrió y su secretaria entró corriendo.
—¡Señor Madison tiene que ver esto! —dijo mientras cogía el mando de la televisión y la encendía.
Una reportera estaba dando una noticia. Aparecía el coche de Charlize con las puertas abiertas y el chófer con una herida en la cabeza, tratando de explicar lo que había pasado. El secuestro había dejado de ser un secreto, ahora todo el mundo conocía la noticia.
—Señorita. Déjenos solos por favor. —pidió Lauson amablemente a la secretaria.
Esta obedeció y se marchó.
—Algo va mal Clark. —dijo Lauson.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Clark.
—Cuando llamaron a Martín, le ordenaron que no avisara a las autoridades. Alguien ha filtrado la noticia. Clark pensó en su tío y en la grabación de su padre.
—Bien Lauson. Tengo un plan. Lo primero márchate. No quiero que mi tío te vea aquí. Y si te topas con él y te pregunta, procura decir algo como que te he amenazado o hemos discutido.
Lauson asintió con la cabeza y salió del despacho.
Minutos después entró Lester.
—Hijo he visto las noticias. No me lo puedo creer... Charlize secuestrada. —dijo Lester llevándose las manos a la cabeza fingiendo estar conmocionado con la noticia.
—Hijo lo siento. Sé que la querías y el amor no desaparece de un día para otro. —trató de consolarlo Lester.
Clark se giró hacia él.
—Después de lo que me hizo su padre, no quiero saber nada de ella. Pero como ella muera, perderemos la única oportunidad de conservar la Madison Corp.
—¿Qué quieres decir? —preguntó confundido Lester.
—No eres el único con recursos. He hecho mis averiguaciones. Martín y Lauson tienen un plan para quitarnos la compañía.
—¡Eso es imposible! —dijo Lester perdiendo momentáneamente la compostura—. Nosotros tenemos el sesenta por ciento de las acciones. —respondió Lester con expresión triunfante.
—Por lo visto hay un resquicio legal, por el cual Lauson podría recuperar mis acciones temporalmente. Informó Clark. ¡Imagínate! Si recuperaran la compañía a sabiendas de que con el tiempo la volverían a perder... Podrían vender la compañía y dejarnos sin nada. —dijo Clark observando con gusto la desesperación que empezaba a dibujarse en el semblante de Lester.
Lester se sentó pesadamente en el sillón. Su plan se derrumbaba.
—¿Por otro lado? Cabría una posibilidad de evitarlo. Pero... Es inútil... Tal vez ya sea tarde...
—¿Qué posibilidad? —preguntó Lester con los ojos muy abiertos.
—Si ya la han matado, no hay nada que hacer. —dijo Clark demorando la respuesta, a sabiendas de la angustia que esto generaría en su tío.
—Pero... ¿Qué se te ocurre que podríamos hacer si ella estuviera aún con vida? —insistió Lester.
Clark lo miró con gesto altivo.
—Charlize aún me quiere. Lo veo en sus ojos, cada vez que nos cruzamos. Solo tengo que fingir que yo también la quiero. Mi suegro no me robaría las acciones. Yo les seguiría el juego contra ti. Me uniría a ellos y en cuanto consiguiera los documentos con los que nos quieren atacar... Los destruiría. Y ¿quién sabe? Si hago un buen trabajo con Charlize, es posible que recuperara el cuarenta por ciento de las acciones que nos robaron.
Lester se levantó y le aplaudió.
—¡Magistral! Ni yo mismo hubiera podido planearlo mejor.
—Sí, pero recuerda que no sabemos si Charlize sigue con vida. —respondió Clark.
—Es cierto. —dijo Lester—. Tendremos que esperar y ver qué ocurre.
Lester caminó hacia la puerta.
—Por si acaso, sigue perfilando tu plan. —respondió Lester mientras se marchaba.
Lester entró en su despacho y llamó a Selena con urgencia.
—¿Está viva?
—Sí. Pensaba liquidarla en unas horas. —respondió Selena.
—Ni se te ocurra tocarla. Retenla hasta que yo te avise.
—Sí, señor Madison. —dijo Selena demostrando por su tono de voz un profundo malestar.