XXXVII.
Explosión
- Please please pleeeeeeease hurry up[*] –gritó Conrad con desesperación desde arriba.
No entiendo por qué las prisas… De todas maneras estamos en el medio de un bosque montañoso sin camino, ni ruta, ni indicios humanos en dos mil kilómetros a la redonda así que no entiendo el stress.
Al principio no tenía fuerzas ni para moverme, ya estoy bastante mejor, pero de ahí a subir corriendo como “Iron-Conrad” hay una gran diferencia.
- No puedo… –grité a todo pulmón–. NO PUEDO IR MÁS RÁPIDO CONRAD… Lo siento –y renunciando a todo, me senté a recuperar el aliento encima de una piedra húmeda.
Conrad vino corriendo hacia mí con cara de pocos amigos. Se sentó a mi lado, respiro respiró un par de veces (ni siquiera estaba asfixiado por haber corrido montaña arriba desde hace más de una hora) y me dijo pausadamente.
- Hay que seguir Eva, no podemos parar.
- No puedo… lo siento pero de verdad no puedo. No tengo fuerzas, llevo días sin comer y todo lo que como lo vomito. Me han inyectado cualquier cantidad de cosas, me han clavado cualquier cantidad de cosas y me han electrocutado con cualquier cantidad de cosas también –tomé una gran bocanada de aire y seguí–. Ya no me queda sangre en el cuerpo Conrad, me la han quitado toda… me siento mal y me acabo de gastar lo poco que me quedaba dentro, en tu amigo el Frankenstein allá abajo.
- I’m so sorry… –dijo con pena mirándome a los ojos– No debí dejarte Eva.
- ¡Nooooo! En esos estamos claros… no debiste.
- Me engañaron, me pusieron contra la pared y me juraron que no te harían nada.
- ¿Y tú les creíste? –pregunté sorprendida.
- Sí… Les creí. ¿Tonto no?
- No… ¡SUPER TONTO! –dije sonriendo mientras masajeaba mi pierna herida. Él también sonrió–. ¿Y Franca? –pregunté con un nudo en el estómago.
- Franca se acabó Eva. Franca ya no está.
- ¿La mataste?
- ¡Que no mujer! ¿Cómo la voy a haber matado? ¿De verdad me tomas por un serial killer o algo? No, simplemente se acabó, ella sigue por su camino y yo por el mío… –me tomó la mano y dijo– contigo…
- Conmigo… –sonreí–. O sea ¿que no pasó nada?
- Nada.
Respiré aliviada… No sé si me estaba mintiendo para hacerme sentir mejor o si decía la verdad, pero yo le creí, le creí todo, cada palabra. Necesitaba creerle con todo mi ser y además quería hacerlo, así que no hubo más preguntas, ni más dudas. Era capaz de confiarle mi vida a este inglés de ojos color Thailandia y eso era exactamente lo que tenía intención de hacer.
Al cabo de un rato Conrad se metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó el famoso “chip” que ya yo había prácticamente olvidado. Tomó mi mano, lo puso dentro y cerró mi puño en él. Yo lo miré interrogándolo con la mirada.
- Necesito que te quedes con esto –me dijo sobriamente mientras buscaba un papel dentro de su billetera–. Luego necesito que contactes a esta persona apenas llegues a Madrid y sigas sus instrucciones –cogió la tarjeta de visita que había encontrado y la metió directamente dentro del bolsillo de mi pantalón–. ¿Has entendido todo lo que te he dicho Eva? Es muy importante ¿lo has entendido?
- Sí, he entendido, pero yo no quiero nada con esto.
- Ohhh sí… sí que quieres. Y si no lo quieres tú, seguro que lo querré yo, así que por favor haz lo que te digo.
- Pero tú vas a estar conmigo… ¿Por qué me das esto a mí?
- Just in case Honey… Just in case[*].
Estuvimos un momento más sentados en esa piedra, rodeados de nieve y de todos esos millones de melodías del bosque que inundaban nuestro espacio, comenzaba a nevar. Era mágico estar ahí en el medio de todo aquello y pude haberme quedado así eternamente con su mano entrelazada en la mía viendo la vida pasar. Pero no pudo ser. El tiempo jugaba en nuestra contra y no nos podíamos dar el lujo de dejarlo perder.
Conrad se levantó suavemente, me besó la mano y me preguntó si estaba lista para continuar. Yo asentí, estaba lista para seguirlo hasta el fin del mundo si era necesario.
La subida ya era difícil pero si además a eso le sumamos los troncos, las raíces, la nieve cayendo, las piedras y cualquier cantidad de obstáculos imposibles que se nos cruzaban por el camino sin camino, era ridículo seguir subiendo.
Caminamos un rato más hasta que comencé a oír ruidos de coche a lo lejos. Conrad se detuvo, sonrió y corrió aún más rápido hacia lo que parecía una carretera lejana. Sí lo era… sí era la carretera.
Vi un gran camión pasar a toda velocidad sin hacerle el más mínimo caso a las señas de Conrad, que movía los brazos como loco de arriba a abajo. Luego vino otro, pero lo mismo, ni siquiera frenó y luego otro más, solo que esta vez éramos los dos pidiendo a gritos que se detuvieran, pero nada. Empezaba anochecer.
Caminamos por la carretera esperando que otro gentil viajero se apiadara de nosotros y nos llevara hasta España. Pero aparte de los tres camiones anteriores no circulaba ni un alma más por ahí.
No sé cuánto tiempo pasó antes de oír otro coche a lo lejos.
“Esta vez lo paro así sea tirándome en medio del asfalto si es necesario” pensé para mí misma. No estaba dispuesta a dar un paso más así que o se detenía o lo detenía. Empecé a mover los brazos como loca y me extrañó que Conrad no hiciera lo mismo. Pero no lo hizo, más bien todo lo contrario. En menos de un segundo me cogió por la cintura y nos empujó a los dos hacia el barranco fuera de la carretera.
Rodamos cuesta abajo junto con los palos y la tierra hasta que la montaña tuvo misericordia de nuestra caída libre y nos hizo parar. Me dolía todo, tenía golpes por todas partes, rasguños, cortes pero estaba entera y sentía todo mi cuerpo amoratado lo cual era buena señal. Quise quejarme pero la mano de Conrad me aplastó la boca haciéndome callar al instante. Seguimos los dos en el suelo mientras adivinábamos los ruidos del coche fantasma. El chirrido de los frenos nos avisó que habíamos sido descubiertos y la curva cerrada seguida por la aceleración chirriante de las llantas significó que estábamos un poco jodidos. Conrad arrugó la cara con rabia.
- Are you OK? –dijo susurrando.
Yo asentí con miedo. Él también tenía miedo, lo podía leer en su mirada. Me levantó apresuradamente y cogidos los dos de la mano nos lanzamos montaña abajo a toda velocidad. Creo que íbamos hacia el este, pero no tenía idea. Bajábamos, subíamos… y corríamos sin importarnos nada más. Sin ver nada, sin sentir cansancios ni dolores ni nada. Simplemente corríamos para irnos lejos.
De repente…
La voz…
En mi cabeza… (¿Pero cómo diablos hacen eso?).
- Eva, no sirve de nada que sigas huyendo.
Conrad se detuvo en seco, creo que él también la escuchaba en su interior. Me apretó la mano con fuerza y me miró a los ojos.
- No intentes llevártela Conrad porque no la puedes salvar. ¡Nadie la puede salvar! Están rodeados, no pueden escapar.
Conrad tomó mi cara entre sus manos, me besó con fuerza como si con un beso “el conference call” se fuera a cortar y luego me dijo:
- Escúchame Eva, tienes que volver a subir hacia la carretera y pillar el primer coche que pase para que te lleve a España –yo empecé a negar con la cabeza, no pensaba separarme de él ni un segundo y mucho menos por una estúpida voz dentro de mi cabeza–. ¡Deja de decir que no! Tienes que hacerlo. Yo estaré bien, a mí no me pueden hacer nada. Solo los voy a distraer un poco hasta que tú te hayas ido y luego iré a buscarte. Te prometo que iré a buscarte.
- No no no y no y ¡NO! No puedo y no quiero. No te voy a dejar. No y no. Y no me di…
- YOU HAVE TO GO! … NOW!.. –me cortó tajante casi hasta hacerme sentir miedo.
Metió la mano en sus bolsillos y sacó algo pequeño que volvió a meter dentro del bolsillo de mi pantalón sin que yo viera de lo que se trataba.
- Eso te servirá más a ti que a mí en este momento.
Yo seguía negando con la cabeza y aferrándome a su mano para nunca dejarlo ir.
- Por favor Conrad no me dejes… No te vayas ahora. No te vayas nunca. Yo no puedo estar sin ti. Por favor quédate conmigo, te lo suplico… Te lo pido.
- ¿Pero quién dijo que ibas a estar sin mí? Lo único que quiero es que llegues tú primero, pero yo estaré justo detrás de ti. No te voy a dejar Eva. Ya lo hice una vez y me juré que nunca más iba a pasar. Te quiero demasiado como para volver a dejarte ir –me volvió a besar suavemente, con un beso que lanzaba chispas de dolor y de tristeza. Tenía que soltarlo… Tenía que dejar que se fuera. Me separé apenas de sus labios y le pregunté con la voz quebrada:
- ¿Cómo me vas a encontrar?
- No es difícil encontrarte Eva. Ya tengo experiencia.
- Prométeme que vendrás a por mí. Prométeme que regresarás.
- Te lo prometo.
Y con un último beso profundo y triste se arrancó de mí el amor que nunca antes había sentido, el deseo y la pasión del hombre al que amaba prácticamente más que a mí misma y que con un beso se despedía para nunca más volver.
Un beso eléctrico y potente que se hundía en mi sufrimiento. Que se clavaba como un cuchillo en mis entrañas, que dolía… que dolía mucho, adentro donde duelen más los besos.
Me giré sin mirar atrás y empecé a subir con cuidado. No veía nada, tenía los ojos tan llenos de lágrimas que me esforzaba en esconder, que todo lo demás estaba borroso a mi alrededor. No quería que Conrad sintiera pena por mí, no quería que sufriera viéndome sufrir de esa manera, por eso escondí mis lágrimas y por eso caminé con prisa mientras me tapaba la boca con ambas manos para ahogar mis sollozos tristes en el silencio del bosque para que aquel hombre que amaba tanto no supiera nunca que me despedí de él llorando como si me hubieran arrancado el alma.
Seguí subiendo hasta que oí voces. Era Alma, era Malcolm… estaban ahí y podía oírlos hablar con Conrad. Me giré y bajé un poco persiguiendo el sonido hasta que vi a los tres, solo un poco más abajo en una especie de pequeñísimo escampado donde se habían encontrado frente a frente. Ellos no podían verme, sin embargo no me moví ni un milímetro por miedo a hacer algún ruido y ser descubierta.
Alma caminaba alrededor de Conrad con su larga falda oscura que arrastraba por el suelo recogiendo la nieve a sus pies. Cojeaba y apoyaba todo su cuerpo en un bastón tan viejo y gastado como ella… vieja… gastada y agria. Su larga trenza de canas platinadas recogía todos los copitos de nieve que caían sobre su cabeza empapando poco a poco todo su cuerpo sin que a ella le importase en lo absoluto. Parecía un tiburón silencioso girando en círculos al acecho de su presa. Mirándolo, intimidándolo hasta que con una leve sonrisa rompió el silencio y dijo con tono de sorpresa.
- Ahhh. Cariño que gusto verte, estaba segurita que eras tú el que estaba en la carretera. Viste Malcolm, te lo dije que era él, te lo dije ¿no? Y tú que no me creías.
Conrad no decía nada, estaba ahí, de pie. Sin abrir la boca.
- ¿Dónde la tienes Conrad? –preguntó Alma–. ¿Dónde la metiste?
Pero al ver que Conrad seguía sin responder a sus preguntas empezó a vociferar al aire en todas las direcciones:
- EVA CARIÑO SAL DE DONDE ESTÉS… NO TE VAMOS A HACER DAÑO…
Silencio…
- EVA SAL DE DONDE ESTÉS AHORA MISMO.
Todos seguíamos en silencio.
- EVA SI NO VIENES AQUÍ AHORA MISMO TE LO JURO QUE ES CONRAD EL QUE VA A PAGAR CON SANGRE TUS TONTERIAS.
- SHUT-UP! –gritó Conrad mandándola a callar.
- Ahhhh te importa la chiquita esa… –le dijo Alma riendo a carcajadas– ¿la quieres? ¿la quieres mucho mijo? Ayyy qué tiernos de verdad. ¡PERO TE JURO EVA QUE LO MATO AQUÍ MISMO SI NO SALES YA! ¡AHORA! ¡AHOOOOOOOORA!
Su grito se me metió por las venas y me hizo retroceder de miedo y pisar sin querer la única rama seca de todo el puñetero bosque. ¡CRACK!
Un micro pestañeo de arrepentimiento me cortó el aire y me cegó la vista un instante, cuando abrí los ojos vi todas las miradas clavadas en mi dirección. Me habían descubierto.
Malcolm empezó a correr hacia mí. Alma sonrió cínicamente apuntando su mano a mi cabeza y Conrad sólo me miro con ternura como si nada estuviera pasando. Le dije en silencio: “Lo siento” y él me escuchó en su cabeza y me respondió con una sonrisa suave: “Te quiero Eva”. Levantó su puño al cielo, cogió impulso y gritó con todas sus fuerzas un alarido ronco y profundo que explotó en un golpe feroz clavado en la tierra.
No supe qué pasó. Un estruendo vibró en mis oídos hasta dejarme sorda y un estallido azul me lanzó al suelo como un proyectil de plomo hundiéndose encima de mí.
***
“¿Estas muerta Eva? Abre los ojos… Abre los ojos Eva” me dije a mí misma.
Y los abrí.
No sé cuánto tiempo había pasado, pero todavía era de noche. No sé ni siquiera qué era lo que había pasado. Sólo recordaba la nube azul y el ruido horrendo que vino después. Estuve un momento ahí, tirada en la nieve fría sin saber dónde estaba ni quién era… Hasta que sus ojos azul brillante vinieron a mi recuerdo y el “Te quiero Eva” resonó en mi cabeza como un puñal.
- ¡Conrad! –me levanté de golpe.
Mi corazón se aceleró a toda marcha. Me costaba respirar y pensar…Todo a mi alrededor estaba negro, y la nieve ya no era blanca ni brillaba en la oscuridad, ahora estaba sucia, manchada y oscura como el carbón.
Empecé a bajar corriendo con el corazón a mil por hora. Podía sentir cada vez más cerca el olor desagradable y ácido de la carne quemada, como Adrián, como Oscar.
Entré en pánico.
A mi derecha vi tirado el cuerpo quemado de Malcolm boca abajo, inerte y muerto. Seguí buscando y más allá vi a Alma arrodillada cabizbaja como si estuviera rezando. También estaba toda negra, calcinada y rígida. Pero no daba la impresión de estar muerta. Me acerqué con cuidado esperando que se despertara en cualquier momento y me atacara, pero no se movió. La empujé tímidamente con mis dedos y calló como una piedra de carbón encima de la nieve negra. También estaba muerta. La mujer más diabólica y cruel del mundo también estaba muerta, quemada y calcinada como solo ella se lo merecía. No fue mi venganza, pero sí mi alivio.
¿Tal vez le faltó tortura? ¿Tal vez debí ser yo la que la matara? ¿Tal vez me sentiría mejor…? No lo sé. Por ahora no sentía nada, sólo una desesperación inmensa de encontrar a Conrad y de abrazarlo fuerte en mis brazos.
¿Dónde está? ¿Dios mío dónde está?
Di vueltas sobre mí misma buscando a Conrad por todas partes, pero no lo veía… No estaba. Me acerqué al círculo de humo donde lo vi por última vez pero sólo había humo, mucho humo y cenizas… Él no estaba.
Estuve un momento mirando a mi alrededor, sintiendo y oliendo cada detalle del aire que me rodeaba hasta que la tristeza invadió todo mi cuerpo y entendí.
Lo entendí todo.
Mis piernas se derrumbaron y mi corazón paró de latir. Caí de rodillas sobre el círculo de humo y supe que Conrad ya no estaba más aquí. Que me había salvado una vez más. Que en realidad me había salvado por última vez. Una lágrima rodó por mi cara sucia mientras mi mano buscaba inconscientemente lo que él había metido en mi bolsillo.
Apenas lo sentí entre mis dedos supe de qué se trataba y reventé a llorar. Era el aro… El aro de mi abuelo que iba a protegerlo toda la vida. El amuleto de mi amor que debió salvarlo a él, no a mí…