V. Madrid, 16 de Febrero 2011

 

19:30, Ya estoy prácticamente lista y todavía queda una hora antes de irnos.

Creo que lo más emocionante de esta noche será justamente esto: vestirme, arreglarme, maquillarme… No suelo dedicarle demasiado tiempo a estas vanidades, pero hoy me regalé la tarde. No salí a correr, no me quedé en la oficina, no hice recados, ni encargos, ni deberes, ni nada. Me quedé en casa, dormí la siesta, comí helado y vi la emigración de los tiburones martillo en el Discovery Channel. Y además de todo esto, llevo dos horas dedicándome al baño con sales aromáticas, las cremas, el pelo, las pestañas… ¡ufff... estoy exhausta!

Tengo la impresión de que los cuarenta años de Adrián van a ser más aburridos que los treinta y nueve anteriores y otra vez con Super Eva incluida como accesorio de la última temporada sin opción a salida de emergencia…

Miro mi reflejo en el espejo y no me gusta tanto lo que veo. Aunque me encanta mi vestido vintage azul eléctrico con el cual estoy segura de no pasar desapercibida, me doy cuenta que el problema no es el vestido sino yo, toda yo. Mi mirada lejana y lánguida casi cursi, mi falta de ánimo, mi desencantamiento. La verdad tengo tan pocas ganas de todo en este momento. Supongo que después de la extraña presentación del tal Conrad Jhones, me he quedado un poco en las nubes y trato de no pensar en ello porque como no entiendo nada, me desespero y me deprimo.

No quiero ir a esta fiesta. No sé si fingir un ataque de apendicitis o algo así. Tendría que ser algo muy pero que muy grande para que Adrián me dejara escapar, tal vez un infarto o partirme el brazo, eso sí que puedo…

Adrián entra al vestíbulo empapado de sudor después de haber corrido 4.000 kilómetros en la caminadora.

-  ¿Por qué no saliste a la calle? –le pregunto de mala gana–. Hueles fatal y ahora toda la casa huele fatal.

-  No, demasiado frío afuera. ¿Pero ya estas lista? –me dice mientras se va quitando la ropa–. Si todavía tenemos muchísimo tiempo, además, no me gusta ese vestido, te ves gorda, cámbiate.

Cada una de sus palabras se clavaron como agujas en mi espalda. Puede ser tan déspota, tan imbécil como dice Pipa. Además, me encanta mi vestido, me encanta que sea de un solo hombro me parece sexy, me encanta como vuela la tela transparente de la falda cuando camino, me encanta los diamantes incrustados que tiene en la cadera, me encanta todo y punto.

-  No pienso cambiarme, me gusta este. Y para tu información no estoy gorda.

-  No lo estas pero vas directo por ese camino Eva… –dice mientras termina de desnudarse, se pone detrás de mí y pone las manos alrededor de mi cuello, apretando solo un poco, hasta hacerme toser, baja la cabeza, me roza el oído con su boca, me mira por el reflejo del espejo y susurra–. Te recuerdo que últimamente no estás haciendo suficiente ejercicio y no toleraría verte con un culo del tamaño de un camión, sabes que no lo toleraría, y con ese vestido te ves gorda. ¡Cámbiate te he dicho!

Siento cómo empieza a torcerse mi boca de la rabia y siento fuego en mis ojos, pero justo cuando iba a responder me coge por el mentón, fuertemente me gira todo el cuerpo hacia él y susurra con los dientes apretados:

-  No me cuestiones Eva. Esta noche es mía, estarán mis amigos, mis clientes, mis compañeros, mis amantes y todas las putas que conozco y no estoy interesado en que tú no des la talla y quedes en boca de todos como la gorda de mi mujer.

-  No seas ridículo –y de un manotazo quitó su mano de mi barbilla

Me levanto bruscamente y empiezo a arrancarme el vestido prácticamente a golpes, casi al punto de reventarle la cremallera de la rabia. Él me sigue con la mirada, sonríe, se muerde el labio mira cómo me desnudo por completo y dice en voz baja

-  Así me gusta nena, que hagas lo que se te ordena, ahora ven aquí.

-  ¿Qué? –salto de la impresión–. ¿Estás loco? Ni se te ocurra acercarte Adrián, ni se te ocurra tocarme, estas asqueroso, pegajoso, apestas y por encima de todo eres un estúpido, un maniático desequilibrado y no pienso acercarme a ti. Además estoy razonablemente histérica y no pienso ni siquiera mirarte –le digo a gritos mientras cojo el vestido negro, los zapatos, y salgo del vestíbulo a toda prisa sin siquiera subir la mirada.

Siento que voy a vomitar el odio contenido en mi estómago, así que me apresuro en salir antes de que no sea capaz de controlar mis emociones o como se llame lo que me está quemando por dentro. Sin pensar mucho abro la puerta, salgo y sin querer me cruzo con su mirada excitada, sexual y veo cómo se dibuja una imperceptible sonrisa de satisfacción en sus labios y ahí, ahí ya no pude más, sentí como toda la rabia contenida en mis entrañas explotaba con una fuerza exagerada que descargué en un grito visceral mientras tiraba la puerta tras de mi dejando libre toda esta furia interna y…

PAFF PAFF volvió a pasar…

 

Oí pequeñas explosiones por delante, por detrás de mí y otra vez, nos quedamos a oscuras. Miré anonadada por la ventana que está justo al lado de la puerta y me di cuenta de que no era solo el baño, ni mi casa; sino todo el bendito edificio. ¿Dios mío, qué me está pasando? ¿Qué he hecho? No pude contener las lágrimas mientras me tapé la boca y dejé deslizar mi espalda desnuda por la puerta hasta llegar al suelo. Adrián soltó una gran carcajada al otro lado de la puerta y dijo:

-  Joder tía, qué buen timming. ¿Te pusiste de acuerdo con Unión Fenosa o qué?

“Respira Eva, respira” me dije a mí misma sin poder esconder mi miedo. Cerré los ojos con fuerza.

Estaba aterrada, no entendía nada…

La bombilla del pasillo del vestíbulo había explotado y supongo que la del baño también por el ruido. Había cristales por todas partes. ¿Me pregunto si Adrián no se habrá cortado? ¡Ojala que sí!

Poco a poco retomé la calma. Oí la ducha y a Adrián que seguía hablando solo. Mi respiración regresó a su ritmo y por arte de magia o por arte de las maravillas del mundo eléctrico moderno, regresó la luz. Me siento aliviada, un poco histérica pero aliviada. Me sequé las lágrimas con mis muñecas y me puse de pie. Empecé a caminar hacia la cama con cuidado de no cortarme los pies y me senté.

No podía parar de temblar. Mis piernas parecían gelatina y mis manos eran incontrolables.

-  ¿Fui yo? Me pregunté en voz alta ya que nadie me estaba escuchando.

-  No Eva, no has podido ser tu… –me respondí cansada–. Eres una chica normal, de hecho bastante normalita, sin superpoderes, ni corrientes eléctricas, solo con un marido absolutamente idiota que termina por sacarte de quicio –y suspiré con resignación mientras sacudía mis manos para calmarme.

-  Pero dos veces en tres días. ¿No es coincidencia? ¿O sí? Bahhh mejor deja de pensar en chorradas Eva, es una pérdida de tiempo.

 

Me encantaba el vestido azul, me sentía bien en él y además me moría de ganas de estrenarlo, pero tengo que admitir que el negro me sigue quedando estupendo. Tal vez me vea demasiado delgada en él, pero bueno, es lo que le gusta a Adrián, que parezca un espagueti forrado de negro del cuello hasta las rodillas y con un escote en la espalda que llega prácticamente hasta el culo, que por cierto está lejos, lejísimos de llegar al tamaño camión.

Me recogí el pelo, me pinté la boca de rojo escarlata y listo… ya era la digna mujer del aburrido abogado de cuarenta años.

Adrián salió del vestíbulo, con su traje gris oscuro y su corbata azul marina que no podía ser más insípida. Vamos que entre los dos, éramos seguro “la pareja más colorida del año” y original… y creativa… y alegre…. Mejor me callo.

Él me miró fugazmente mientras cogía las llaves del coche y dijo en tono cortante:

-  Mejor. No mucho mejor, pero “algo” mejor –volteé los ojos ¡Ahh a veces de verdad que me aborrece este hombre!

 

***

 

El Castillo donde íbamos quedaba bastante lejos. El viaje se me hizo eterno sobre todo porque no abrí la boca en todo el camino y Adrián no paró de hablar:

Cómo debo comportarme, con quién tengo que hablar, qué puedo decir, qué no puedo decir, cómo sonreír y dos mil cosas más que simplemente no me interesaba memorizar. Yo lo escuchaba a lo lejos, porque el sermoneo definitivamente me daba sueño.

¿Pero a quién se le ocurre hacer un cumpleaños en un castillo en el medio de la nada? Vamos que seguro es muy bonito y eso, pero de verdad... ¿Un castillo? Solo a Adrián… y a su madre por supuesto que debía haber gastado millones en la perfección absoluta de esta aburridísima velada.

No sé por qué me quejo tanto si siempre ha sido así. La del año pasado en el Palace, una verdadera horterada. Y el año anterior en el jardín del Ritz (en pleno invierno además). Esa sí que fue divertida con todas esas generaciones y generaciones de abogados ahí congelándose como pingüinos en medio de aquel jardín medieval. Qué risa, yo era la única que estaba a gusto viendo como todo el mundo iba y venía de los servicios cada dos minutos para calentarse. ¿Pero de verdad a quien se le ocurre? Pues a Victoria. ¿A quién más?, la única mujer en el mundo que todavía sigue diciendo que los inviernos en Madrid son tan cálidos como en Sevilla. Mira que es tonta la pobre. ¿Me pregunto cómo ira vestida? De reina Sol, a lo Montserrat Caballé o de Cleopatra con plumas a lo Josephine Baker… No puedo evitar sonreír al imaginármela con sus cien kilos apretada dentro de un vestidito transparente.

Ya salíamos de la autopista y aparentemente teníamos que seguir por una estrecha carretera durante un largo trecho. La oscuridad nos abrazaba y nos envolvía. No me molesta, más bien me gusta este silencio y esta soledad oscura. La luna inmensa me acompaña. Hace una noche preciosa; hay millones de estrellas y el reflejo de la luna, llena de luz a toda la oscuridad de la noche. Adrián sin embargo esta incómodo. Estos caminos bucólicos lo intimidan, vamos que él prefiere los suelos de mármol, las luces de neón, el buen aire acondicionado y su adorado microondas .

- ¿Pero de dónde ha sacado este sitio mi madre? –preguntó nervioso.

De verdad es una pérdida de tiempo venir hasta aquí y además, ¿cómo vamos a regresar?

Su voz es nerviosa y cortante, y no para de dar golpecitos inquietos en el volante del coche.

-  No podrás beber nada Eva, ni una gota de alcohol. Vas a tener que conducir de vuelta a casa porque yo no pienso pasar mi noche a secas. ¿Lo entiendes verdad cariño?

Idiota pienso para mis adentros mientras volteo los ojos y regreso a mi estudio lunar.

-  Bueno aunque no sé qué es peor, si conducir borracho o que conduzcas tú. No te lo tomes a mal nena, es algo de las mujeres en general, pero vamos que tú eres la que peor… –y se le escapa una carcajada ahogada en su nerviosismo infantil que la verdad no es nada graciosa.

 

El camino de tierra es interminable, estamos en el medio de un bosque maravilloso, lleno de árboles gigantescos que con sus copas espesas y frondosas hacen un techo a la noche para no dejarla entrar. Tuvimos que seguir un millón de pequeñas flechas fluorescentes que indicaban la dirección al castillo.

Es tan fácil perderse en este bosque –pensé–.

Hasta que al fin llegamos a la entrada monumental de aquel palacete del siglo XVIII.

Un gran pasillo de antorchas nos iluminaba el camino y la reluciente alfombra roja en la entrada daba la bienvenida a la velada del año. Supongo que mi queridísima suegra quiso hacer un momento Oscar para aflorar el glamour de los invitados al entrar en su mundo de cine imaginario. ¡Dios mío qué cursi de verdad!

Bajamos del coche y empezamos a subir las escaleras y… “Madre mía, también hay fotógrafos” no me lo puedo creer de verdad Victoria se ha esmerado hasta en el último detalle. Esta mujer es demasiado para mí. Hay flashes por todas partes cual paparazzis y Adrián se mimetiza en una especie de Clark Gabble a lo gitano que le queda fatal, no para de sonreír y de hacer poses de estrella de cine:

1. Guiñar el ojo

2. Perfil sonrisa sexy

3. Perfil con mentón bajo

4. Hombros hacia delante

….. 25. Mano en el bolsillo

…….32. Tira besos desenfadado, alegre, feliz… vamos que de verdad se está haciendo la sesión de fotos de Vanity Fair, o más bien... ¡¡¡de Guadalajara Fair!!!

Me apresuro a subir las escaleras y espero arriba a que el Divo se digne a entrar.

 

El recibidor es majestuoso, una gran sala circular con una altura elevadísima que sólo se puede medir por el tamaño del lustre hecho con millones de cristales que cuelgan del techo y que iluminan toda la pieza con una luz suave y cálida que contrasta con la frialdad del suelo de mármol negro y las paredes de piedra. En el centro hay una mesa gigantesca de madera maciza que debe pesar diez toneladas, tallada hasta el último milímetro con motivos florales super elaborados que no puede dejar indiferente a nadie y le quita todo el protagonismo a la lámpara. Y en el centro de esta mesa un adorno floral que dice a gritos: “Victoria ha metido la pata porque estas flores no pegan con nada”. Pobres flores… un sitio así me inspira… blanco, sutil, delicado. ¿Magnolias tal vez? ¿Camelias? Yo que sé, pero estos palos con picos naranjas mezclados con orquídeas y dalias y lilas y hasta piñas bien acomodadas en el medio de un nido de hojas de palmas pintadas de dorado alrededor… Es prácticamente un pecado para esta estancia. Y por si fuera poco después de este “vómito de flores exóticas” que todavía me ciega la vista, doy un salto cuando me encuentro frente a frente con Adrián hecho en cartón a tamaño real en pose de James Bond (con pistola en mano y todo) y en el medio dice:

00 40 Bienvenidos

 

¡Dios mío! Esta mujer tiene un problema… y este hombre también… y lo peor es que yo también porque estoy casada con él.

Estoy petrificada viendo esto cuando siento la mano de Adrián en mi cintura que me dice al oído:

-  ¿Qué, te gusta cariño? Te lo quería dar como sorpresa, después nos lo llevamos a casa y lo ponemos en el salón. Se nos ocurrió a mamá y a mí, bueno en realidad más a mí que a ella. ¿A que esta chulo? Es que me encanta de verdad –y se pone de pie al lado del falso Bond haciendo la misma pose–. Al principio el fotógrafo no me inspiraba mucha confianza y tal, pero luego nos llevamos bien y el tío era majo y las fotos quedaron clavadas, iguales a las del 007. ¿A que me parezco al Bond ese?

-  Depende cariño –le contesto saliendo de mi ensimismamiento–. ¿A Daniel Craig? O ¿Pierce Brosnan? O ¿Sean Connery? ¿Cuál quieres?

Creo que se notó mi sarcasmo y mi burla porque él volteó los ojos y me dijo:

-  Qué falta de humor tienes Eva, de verdad –y me dio la espalda y se fue caminando hasta la sala central–. Yo le seguí pisándole los talones y susurrando:

-  ¡Y el 0040 en lugar del 007, ayyy cariño qué idea, de verdad qué creativos sois tú y tu madre, apuesto que fue ella a la que se le ocurrió! –no le gustó nada mi chiste.

 

-  Eva, querida, estás guapísima –me dice Victoria fríamente mientras me saluda con un beso silencioso en cada mejilla.

-  Gracias Victoria, tú también… como siempre. Y la fiesta de verdad es increíble, te felicito porque has hecho un trabajo maravilloso. Me encanta el Adrián Bond de la entrada –le digo con mi mejor sonrisa.

-  Ahhh, ¿verdad que es ideal?, Adrián estaba encantado con la idea de hacer una velada tapis rouge –y se ríe con una carcajada chic y elegante–. Gracias querida, la verdad he trabajado muchísimo para que todo quedara perfecto, pero ya sabes para mi pequeño tesoro nada es demasiado –en seguida se voltea a saludar a otros invitados que llegaban y yo aprovecho para darme la vuelta y escabullirme lo más rápido posible al bar.

Adrián está saludando a más gente que no conozco ni quiero conocer. Sé que tarde o temprano tendré que dar paso a la diplomacia conyugal, pero todavía no, no estoy lista. Así que para acelerar el proceso de más confianza en mí misma pido un whiskey con hielo que siempre funciona a la perfección para aumentar mi lado polite.

A la mierda, me iré en taxi.

La sala central es gigantesca. No se puede apreciar demasiado la decoración porque hay muy poca luz, de hecho no se ve nada y creo que es adrede para crear un ambiente medieval que no tiene nada que ver con cine, pero que si se casa muy bien con el sitio. Hay velas por todas partes de todos los tamaños imaginables. Cada mesa debe tener por lo menos diez velones en el centro y en todas las esquinas hay grandes candelabros con quince, veinte velas cada uno. Un ambiente romántico, tenue, misterioso… en el cual mi vestido azul hubiera quedado de maravilla por cierto.

-  Buenas noches Eva, estás exquisita –y siento la mano helada que electriza mi espalda desnuda, de Julio, el jefe de Adrián.

-  Ah Julio, que gusto verte –le digo mientras lo saludo tratando de librarme de sus manos pegajosas que me soban por todas partes.

-  ¿Qué haces aquí sola? ¿No deberías estar con Adrián recibiendo a los invitados?

-  Bueno, digamos que necesitaba ponerme a tono –y le muestro mi vaso de whiskey, o lo que queda de él–. ¿Has venido solo?

-  Si. Hoy estoy solo y decidido a pasar una excelente velada –y me regala su mejor sonrisa con los dientes amarillos y negros más repugnantes que he visto en mi vida.

Julio Urquiola: Un hombre tan baboso, tan glutinoso y desagradable que no veo el momento de zafarme de él y salir corriendo. Una especie de Casanova límite gay pasado de moda que es capaz de follarse hasta un árbol. Adrián lo adora ¿y me pregunto bien por qué? ya que con esa dentadura me extraña que sea capaz de estar en la misma habitación que él por más de treinta segundos. ¿Le habrá regalado a él también por su cumpleaños el super Oral B turbo eléctrico de cuatrocientos millones de vatios? Es tan capaz de haberlo hecho aunque creo que ya me habría enterado.

Sé que Julio también aprecia mucho a Adrián, muchísimo, casi exageradamente, y vamos en 4 años que lleva en el bufete lo ha impulsado a pasos de elefante hacia la cima. No sé si es porque Adrián sea excepcionalmente bueno en lo que hace o si lo ve como el amigo que nunca tuvo o si está desesperado por follárselo desde hace cuatro años y todavía no lo ha conseguido, o… tal vez follarme a mi… No lo sé… Estoy segura que muy en el fondo, muy muy muy en el fondo, es un buen tipo, pero no estoy yo por la labor de ponerme a sacar mierda para encontrar el tesoro perdido ahí dentro, qué va, se lo dejo a Adrián, total es su amigo, no el mío.

Seguimos hablando un rato más, acerca de las innumerables virtudes del whiskey lo cual testificamos con dos vasos para él y otro más para mí (ya está formalmente olvidado lo de conducir a casa), cuando nuestra conversación es interrumpida por un enorme beso ensordecedor en mi mejilla que solo puede ser obra de Pipa.

-  ¡Ahh Pipa creí que no llegarías nunca! –le dije aliviada.

-  Sweetie llevo una hora con el chófer perdida en el bosque. Ha sido desesperante. ¿Quién escogió este sitio tan lejos? De verdad que falta de consideración –me cogió de las manos para hacerme una pirueta y detallarme de arriba abajo el vestido–. Creí que te pondrías el vestido azul –dijo extrañada–. ¿Qué ha pasado? Pareces un esqueleto con este.

-  Larga historia –le digo mientras le cruzo su brazo con el mío. Hago una presentación rápida con Julio y excusándola apresuradamente la arrastro al otro lado del bar, le pido una copa de champagne, otro whiskey para mí (ya llevo tres) y le pregunto:

-  ¿No has venido con nadie?

-  ¿Are you nuts?[*] Estamos en una sala llena de abogado, contables y consultores solteros que pueden ser todos para mi solita… ¿Por qué iba a traer a alguien Eva? Uff a veces dices unas cosas.

Llegan las bebidas y Pipa dice levantando su copa:
Chin Chin sweetie, por nosotras y por los abogados y por los cuarenta de tu marido a quien cada día aprecio más… digo, menos –y saca la lengua como si fuera a vomitar. No puedo esconder mi sonrisa–. Por cierto, ¿dónde esta? Todavía no le he deseado el happy birthday.

-  No lo sé, por ahí con sus colegas supongo. Y su birthday no es hasta la semana que viene así que no te preocupes.

-  Ummmm, noto cierta tensión en esa vocecita que pones, ¿se han peleado? ¿lo detestas? ¿lo vas a dejar? ¿te vas a divorciar? –le inyecta tanta emoción a cada una de sus palabras que es inevitable no reírse, sin embargo trato de poner cara de esposa abnegada mientras le digo que no… que no pienso divorciarme.

Le conté todo el drama del vestido, la pelea y el corte de electricidad con explosión de bombillas incluidas. Ella me miraba fijamente super interesada en cada una de mis palabras y al final me pregunta muy seria.

-  ¿Y de verdad estaba totalmente desnudo? ¿Está bueno?

-  Joder Pipa ¿en serio? –volteo los ojos y regreso a mi whiskey bastante molesta.

-  Que noooo, just joking sweetie[*]. Mira que estás susceptible últimamente… ME NO PAU SIAAAA –dice canturreando en bajito.

Justo en ese momento veo a Bruno que se esconde detrás de Pipa para jugarme una broma. Se me ilumina la cara y le regalo una enorme sonrisa que no puedo disimular. Él se acerca y me da un fuerte abrazo que casi me levanta del suelo (a él también se lo permito).

-  ¡Eva, qué gusto verte princesa! Pero deja que te mire bien –me toma las manos y me aleja un poco para detallarme de arriba abajo–. Estas feísima como siempre, de verdad que no mejoras princesa, estás más vieja, raquítica, más arrugada, ufff, qué desastre, ¿pero qué está haciendo mi hermano contigo eh? ¿No te da de comer o qué? –y me vuelve a envolver en sus brazos cálidos que me electrizan todo el cuerpo–. Viste, yo te dije que ese no era un buen partido para ti.

-  Yo también se lo dije, pero no nos hicieron caso sweet heart –dice Pipa mientras le regala a Bruno una enorme sonrisa.

-  ¡Ah Pipa! ¿Cómo estás? Llevo años sin verte –se saludan también con un abrazo eterno que los deja sin aire a los dos.

Bruno se vuelve hacia mí, señala a Pipa y me dice:

-  ¿Ves Princesa?, si no te hubieras casado con ese, estarías tan guapa como la Irlandesa –le hago una mueca a los dos para que dejen de decir tonterías.

Pipa esta guapísima, bueno ella siempre lo está. Tiene tal sentido de la moda, de lo elegante y de lo que le queda verdaderamente bien que es deprimente para el resto de los demás mortales como yo. La falda negra con armador estilo Enrique VIII le llega hasta los talones y le hace una cintura de avispa tan exagerada que ni siquiera la camisa de hombre XXL que tiene encima es capaz de esconder la finura de sus huesos. Lleva el cuello subido y las mangas arremangadas como si estuviera saliendo de la cama, el pelo suelto y solo brillo en los labios. ¿Qué más puede necesitar? Sencillamente perfecta, guapísima.

Qué alegría ver a Bruno, es tan especial, tan desastre, tan único que me encanta. A todo el mundo le encanta, bueno… a todos menos a su familia obviamente: Adrián, lo llama el hermano bastardo… y Victoria, todavía no acepta que su hijo menor abandonó su brillante carrera de notario y se dedicó a la música, a las mujeres y a la vida loca. Llevan años sin hablarse. Menos mal que no hay padre, porque de seguro también lo detestaría.

Bruno es un poeta, un nómada sin fronteras, sin ataduras, sin dinero. Su hermano lo llama loco, yo lo llamo… príncipe ¡Príncipe azul!

-  Bruno honey, ¿Cómo estás? ¿Qué nuevas aventuras tienes para contarnos? –le pregunta Pipa como una niña pequeña anhelando el cuento de antes de ir a la cama, mientras él le hace una seña al camarero y pide lo mismo que yo.

Está delgadísimo, pero sigue tan guapo como siempre. Lleva el pelo más largo, con más rulos como si no se hubieran peinado en tres días… una semana… un mes… qué más da. Su poca barba trata de esconder en vano su boca desproporcionadamente grande que le ocupa toda la cara. Es pura sonrisa, siempre feliz, siempre tranquilo.

El traje, es otra historia… da pena, parece que lo hubiera sacado de una lata de conservas. De un color azul raro, como tornasolado de reflejos grises y verdes que remata con una corbata naranja que está a años luz de combinar con algo. Es tan diferente a Adrián, tan libre, pero el pobre se viste tan mal.

-  Ahhh ya me conoces nena, no paro quieto en ninguna parte –bebe un trago de whiskey y empieza a contar–. A ver a ver… ¿la última vez que nos vimos fue hace cuánto? Uff ya ni me acuerdo. ¿Les hablé de Berlín?

-  Sí –decimos las dos al unísono.

-  ¿Y de Albertina? –vuelve a preguntarnos y ambas negamos esta nueva historia–. Pues después de Berlín conocí a una chilena mientras rompía dramáticamente el corazón a una húngara que me hizo seguirla hasta Budapest.  Albertina, preciosa, inteligente, sexy, vamos una Diosa de la creación. Me dijo que me fuera a Chile con ella… y me fui, con mi guitarra, con mis libros y SUASSS a la aventura. Pues resulta que cuando llegamos a Santiago la mujer se volvió loca, me presentó a sus padres, me hizo la lista de bodas, me llevó a ver neveras y pues yo… la dejé, la abandoné, me desaparecí de la noche a la mañana como el más cruel de los fantasmas y simplemente me fui –tomó un gran trago de whiskey, suspiró y dijo nostálgico–. ¡Cómo me gustaba esa tía!

-  ¿Es que ni siquiera la Diosa de la creación es capaz de llevarte al altar Bruno? –le preguntó Pipa.

-  Pues no, no lo logró, era loca te lo juro, guapa pero loca, psicótica y neurasténica.... además, ya sabéis eso del matrimonio no es lo mío, yo no soy como tú, Eva – y me miró con cara de pena y burla al mismo tiempo.

-  Ja ja ja… Qué risa –contesté con sarcasmo.

-  Bueno, a lo mío… Allí estaba yo, solo, soltero, guapo y sin un duro, con mi guitarra bajo el brazo y listo para lo que fuera. Una cosa lleva a la otra y fui rodando por toda Sudamérica hasta llegar a tu tierra princesa.

-  ¿Llegaste a Brasil? No me lo puedo creer. ¿Y por qué no me avisaste? Te hubiera dado algún número de teléfono a donde ir. Aunque no sé de quien, la verdad ya casi no conozco a nadie de los quedan allá pero vamos a alguien seguro que encuentro para ayudar a mi cuñado el hippie.

-  Gracias bonita, pero sabes que me gusta andar por libre, además, no llegué tan al norte. O sea, me fui de Santiago por todo Chile hasta llegar a Bolivia, frontera, sur de Brasil, Mato Grosso, Sao Paulo y Río, y no recuerdo más…¿Por qué nunca más has regresado Eva? –me pregunta casi indignado.

-  Ufff eso fue hace mucho Bruno, ya yo no vivo ahí, ni tengo nada que me llame a volver. Esa no es mi casa, me fui a los siete años, la poca familia que tenía allá fue desapareciendo poco a poco y ya… fin de la historia. Mi casa está aquí, o en otra parte, pero allá, no.

-  Qué pena princesa porque es realmente precioso. Las playas, la gente, la vida, las mujeres... ¡Dios mío las Mininas! vamos que ya veo de donde salen tus encantos, porque allá todas las tías son impresionantes.

Nuestra conversación se vio interrumpida de repente por la voz de Adrián que llegaba a nuestro encuentro:

-  Hombre, que gusto ver a mi hermano por aquí. ¿Cuándo llegaste? –Adrián se incrusta a mi lado alejando a Bruno de mí; le tiende la mano fríamente y nos mira a todos con aire inquisitivo y controlador.

-  Hace un par de meses Adrián. ¿Cómo estás? Te felicito por la fiesta, gracias por invitarme.

-  No fui yo. Fue Eva quien se empeñó, dale las gracias a ella.

-  Pues entonces, gracias Eva – dice fríamente en tono de burla.

Adrián me coge por la cintura mientras saluda antipáticamente a Pipa. Me dice al oído que lo acompañe a saludar a no sé quién y entonces ve como yo tomo el vaso de whiskey y me tomo a secas lo que queda. Casi se le salen los ojos.

-  Creí que te había dicho que no bebieras esta noche Eva.

-  ¿Ahh si? Oops lo he olvidado. Lo siento cariño creo que nos tendremos que regresar en taxi, ya llevo como cuatro.

Adrián me tira hacia él para que lo siga, yo sonrío a mis dos amigos mientras los dejo entretenidos conversando como gallinas. Me muero de ganas de quedarme ahí y escuchar todos los relatos emocionantes de Bruno y los chistes locos de Pipa. Les lanzo una última mirada lánguida mientras nos alejamos, cuando Adrián se detiene de golpe para comenzar los saludos de rigor:

Alto voltaje
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