IX.  Madrid, 16 de febrero 2011

 

Después de varias copas de Champaña, de muchas risas hipócritas y muchos saludos diplomáticos, terminé con la cara cansada de tanto esfuerzo superficial. Las conversaciones totalmente etéreas de nuevas tiendas de ropa, ofertas de supermercados y líneas de cremas hidratantes, me tenían literalmente harta y si alguien más me volvía a preguntar cuándo pensaba “encargar” un pequeño Adrián Junior, iba a caer de largo a largo aquí tendida del aburrimiento. Así que decidí renunciar a mis labores maritales y disfrutar de lo que quedaba de noche. Pipa bailaba con un abogado joven al cual no conocía y daba vueltas y vueltas por la pista mientras los dos se reían como niños. Bruno seguía en el bar, con 3 chicas totalmente entregadas en cuerpo y alma a sus relatos de poeta. Creo que le va a ser imposible escoger sólo una … A la mierda que se vaya con las 3. No creo que a ellas les importe y seguramente a él tampoco.

Decido sentarme en el bar y pedir el cuarto o quintowhiskey (ya perdí la cuenta). Voy a terminar de emborracharme al más puro estilo 007 (mira ya ¡qué buena idea!) y entonces orgullosa de mi ocurrencia le pido al camarero en mi perfecto inglés de Gloucester Rd:

-  Dry martini; shaken, not stirred please[*]

-  Make that two[*] –dice una voz a mis espaldas.

Me giro rápidamente y veo a Míster Menopausia justo detrás de mí con una sonrisa disimulada acercándose a mi lado y quedándose de pie junto a mi taburete.

Esta incómodamente muy cerca, pero no me toca la piel. Echa su cabeza hacia atrás y mira mi espalda desnuda, sonríe y sigue sin decir nada. Sólo se queda ahí, a un milímetro de mi cuerpo.

El camarero al cual había olvidado por completo, esta frente a nosotros con cara de idiota, la boca un poco abierta, los ojos de huevos fritos y una pinza con un cubito de hielo en la mano totalmente petrificado sin decir palabra y lo único que hacía era ¿UHHHH?, vamos que el pobre tiene pocas luces, pero de ahí a no conocer la bebida de James Bond en una fiesta James Bond hay un buen trecho.

Conrad sale a salvar la patria y le dice:

-  Ginebra, vodka y lillet blanco. Agitado, no revuelto por favor.

El pobre chico que debe de tener diecisiete años vuelve a emitir otro “¿UHHHH?”. Y le pregunta qué es el lillet… Conrad se ríe, yo también y al final le pide dos whiskeys con hielo para no hacerle sentir tan mal.

Pasan unos segundos eternos de silencio mientras los dos observamos cómo el camarero (nervioso por tener encima nuestras miradas silenciosas) prepara las bebidas. Rápidamente termina, las pone frente a nosotros y se va huyendo a la otra esquina de la barra.

-  Creo que lo has asustado Eva –yo sonrío, levanto mi vaso y brindamos cortésmente.

Después de saborear un gran trago de whiskey, y sentirme aún más valiente y mareada, miro fijamente a los ojos azules Bora Bora de este hombre misterioso y eléctrico, y termino por preguntarle:

-  ¿Me está usted siguiendo Señor Jhones?

-  Ya. No. Eva. Ya te hemos encontrado te lo he dicho antes.

-  ¿Y por qué me buscaba? ¿Gané un premio o algo así?

-  Digamos que algo así… –lo miro esperando una respuesta un poco más elaborada, el me ve, se ríe y sigue hablando.

-  Digamos que nosotros somos un poco –guarda un silencio como indeciso y al final dice–, ESPECIALES por llamarlo de alguna manera. Y tú eres como nosotros. Por eso queríamos conocerte. Eso es todo

Me quedo totalmente inmóvil durante unos segundos fijándome en sus ojos (ya no sé si tira más hacia el caribe o la costa asiática) sin decir una palabra. Siento cómo la risa va subiendo por mi garganta hasta salir por la boca en una fuerte carcajada que no pude contener y que se multiplicaba dentro de mí provocándome el más absurdo pero delicioso ataque de risa.

No sé si era el alcohol o este hombre a mi lado que me ponía nerviosa, o de verdad lo absurdo de aquella situación, pero la risa duró más de lo que yo esperaba. Cuando al fin logré calmarme un poco y volver a la conversación, mi sarcasmo salió a flote en cuanto a toda esta escena surreal: vamos que si quiere ligar conmigo no tiene que rebuscar tanto… soy una tía sencilla, fácil… y sobretodo casada, así que no entiendo de qué va todo esto.

-  Lo siento, de verdad señor Jhones, pero es que no entiendo de qué me está hablando… ¿Quiénes sois vosotros? ¿Una Secta? ¿Una ONG? ¿Congregación religiosa? ¿Comuna sexual? ¿Y qué quiso decir con “especiales”? Ahhh ya se, ¡tipo Spiderman! O no, mejor Harry Potter en versión Conrad Jhones, “el hombre ESPECIAL”… Ya sé, extraterrestres, de Plutonio … E.T. Phone Home.

Mientras más hablaba mi voz más subía de tono. Estaba molesta y me sentía un poco como una niña inocente de la cual ya se habían burlado bastante. No sabía quién era este Conrad Jhones ni lo que hacía en mí, pero tampoco me trago que una secta “especial” esté buscándome a mí, la tía más comúnmente regular que existe en el planeta.

Seguía hablando y burlándome ácidamente de toda esta historia. Él no decía ni una palabra. Miraba su vaso, bebía y de vez en cuando se inclinaba hacia atrás para ver mi escote vertiginoso en la espalda. No estaba escuchando nada de lo que yo decía y eso hacía que me enfadara aún más. ¡Es tan inglés que desespera!

-  Entonces señor Jhones, ¿me puede aclarar un poco más de qué es exactamente de lo que está hablando? –le digo mientras me giro de frente para que deje de ver mi escote–. ¿O quiere que siga elucubrando paisajes fantásticos con seres mágicos de otro planeta?

Él toma una gran bocanada de aire, mira su vaso, toma un trago de whiskey y me dice:

-  Creo que no estás lista para esto Eva, es mi culpa. Tal vez llegué demasiado pronto o demasiado tarde, no lo sé. Has bebido demasiado y no estás pensando bien. Ya nos veremos otro día. Adiós –y justo antes de irse se volvió otra vez y echó un último vistazo hacia mi espalda–. Bonito vestido Señora Brack.

Antes de que mi cerebro procesara la información y diera una respuesta a la altura de esta humillante despedida, mi boca soltó un incontrolable y suave:

-  Lo siento, por favor no te vayas –del cual quise arrepentirme después pero no pude.

Él se detuvo en seco y luego de unos segundos se volvió y regresó a mi lado. Retomó su whiskey, bebió y con los ojos fijos en su vaso me dijo.

-  ¿Recuerdas cuando nos vimos en el ascensor Eva? No fue una casualidad, llevábamos mucho tiempo siguiéndote la pista para encontrarte. Y tampoco fue una casualidad cómo te sentiste: el calor, el ruido, el dolor, fui yo el que lo provocó todo en ti y sin embargo fuiste tú la que lo detuvo. Lo detuviste todo, todo, de hecho detuviste hasta el ascensor, la electricidad, casi el edificio entero, ¿recuerdas? No es una tontería lo que te estoy contando, ni una coincidencia, ni mucho menos una broma. Tú estabas ahí Eva. Tú lo sentiste. Tú sabes que si toco tu piel, si la rozo apenas, la descarga sería evidente porque todavía no sabes cómo controlar la materia de la que estas hecha. Tú sabes que si tienes miedo o rabia hay una bola enorme que se forma en tu estómago y sale reventando las farolas de toda la calle si hace falta. Y lo sabes –solamente en este momento levantó sus ojos hacia mí y me miró fijamente–. ¿No es verdad Eva?
No he venido hasta aquí para convencerte, ni para llevarte conmigo, ni para pedirte dinero, ni mucho menos favores sexuales ¡por favor qué locuras dices! Y con respecto a Harry Potter, creo que no somos de los que vamos por el mundo con varitas mágicas lanzando conjuros aquí y allá. Lo nuestro (como tu bien sabes) es bastante más doloroso e incómodo que eso. Es visceral. Viene de las entrañas, desde el fondo de tu ser y te electriza hasta quemarte por dentro cada una de tus células y de tus venas. No te deja respirar porque huele a azufre, todo huele a azufre, todo tiene el mismo sabor a trapo sucio, todo sabe mal y duele, ¿verdad Eva? Duele y molesta.

Tengo un nudo en la garganta y un escalofrío invade mi espalda. Siento una única y solitaria lágrima que baja por mi mejilla. Tengo miedo. ¿Cómo sabe tanto de mí? ¿Cómo sabe todo esto de mí? Esto es absurdo, tengo que salir de aquí, no puedo respirar. No puedo seguir oyendo a este psicópata. Me levanto con la intención de salir corriendo pero Conrad trata de cogerme del brazo para impedírmelo y siento un pinchazo que me atraviesa la piel y me quema hasta los huesos como si hubiera apagado un cigarrillo en mi brazo. Gimo de dolor. Él también y quita la mano de un golpe. Siento que las lágrimas de miedo se mezclaron con las de dolor y ahora era imposible contenerlas. Aun mareada y definitivamente borracha, trato de caminar titubeante lo más rápido que puedo hacia las puertas que llevan al jardín. Escucho que Conrad dice algo pero no pienso volverme, ni detenerme, ni oír una sola palabra más de este farsante.

Las puertas están atoradas y me cuesta horrores abrirlas, me muero de calor, me estoy quemando, necesito salir de aquí. Al fin consigo abrirlas y sentí como una bocanada de aire me envolvía la piel dejándome enfriar poco a poco–, respira Eva, respira –me digo a mí misma y me doy cuenta del olor. De este olor que siempre ha estado ahí. ¿Azufre? Tal vez, pero para mí es aire. Así siempre huele el aire…

Estuve así un tiempo, no sé cuánto, ahí de pie, en mitad de esta terraza majestuosa llena de flores congeladas. Respirando. Regresando a mí.

-  Lo siento Eva, no quise asustarte – oí la voz suave y tímida de Conrad a mis espaldas –tal vez no debí haberte dicho todo esto.

-  ¿Tal vez? ¿Tal vez? Pues no, no debió señor Jhones, ¿y todavía se lo pregunta?

-  Perdóname Eva, no quise ser tan cruel, pero ¿hubieras preferido que no te dijera nada?

-  Tal vez hoy, ahora, no era el mejor momento.

-  Sí, tal vez. Creo que me dejé llevar por tu sarcasmo infantil y dije más de lo que debía.

-  ¡SARCASMO INFANTIL! –esto colmó mi paciencia–. Pero cómo te atreves especie de british mutante –le digo mientras me giro para verle la cara totalmente indignada por su comentario–. ¿Pero qué te has creído? Vienes aquí, me persigues en mi trabajo, en mi vida, en mi casa y hasta en mi puta tarta de chocolate, me quemas el brazo, me haces llorar y ahora te quejas de mi sarcasmo infantil. Creo que definitivamente no hablamos el mismo idioma Conrad.

Sentía cómo me iba poniendo roja otra vez del calor y de la rabia, hasta que oí de nuevo su voz en mi cabeza… literalmente dentro de mi cabeza. Me quede paralizada tratando de ver de dónde venía. Lo mire asustada. Él se llevó el dedo índice a la boca para decirme que guardara silencio y sonrío levemente.

-  Respira Eva –retumbaba su voz dentro de mí… muy suave, casi susurrando, melodiosa, ronca, como una caricia–. Concéntrate solo en la respiración. Adentro y afuera…. Adentro y afuera…. Adentro y afuera –cada vez iba más despacio hasta que el ritmo de mi respiración fue exactamente el mismo que sus palabras–. Cierra los ojos Eva. Aspira y llénate toda de aire, hasta el último rincón de tu cuerpo, hasta tu última gota de sangre. Ahora suéltalo todo hasta que te llenes toda del más absoluto vacío. Piensa en tu respiración, ponle un color, ponle una forma, déjate envolver en ella…. –durante un largo tiempo hubo silencio, hubo paz, hasta que su voz dentro de mí lo interrumpió todo otra vez y me ordenó con un tono más fuerte– y ahora Eva…. Siente.

Una suave caricia como de terciopelo fue subiendo suavemente por mi espalda descubierta. Al principio fue tímida como una línea dibujada finamente con la punta de un lápiz. Entendí que era la yema de sus dedos que apenas rozaban mis caderas, pero luego esta caricia tímida y lineal se abrió en una mano fuerte y ancha que se fundió en mi piel como si quisiera meterse dentro de ella, empezó a recorrer mi espalda intensamente tocando cada una de mis vértebras, de mis costillas y sobre todo de mi piel, tocaba toda mi piel, cada milímetro, cada poro. Yo la sentía, la palpaba. La mano, los dedos… y me gustó. Oía el ruido que provocaba esta fricción de pieles y sentía el calor, sin quemarnos, sin doler, solo con pequeñísimos escalofríos eléctricos que me picaban y me hacían cosquillas. Poco a poco su mano iba subiendo hasta llegar a mi cuello totalmente indefenso el cual cabía prácticamente todo dentro de su empuñadura. Se posó ahí, esperó un momento y luego me dijo al oído susurrando con su voz de verdad:

Abre los ojos Eva –hice lo que me pidió y muy suavemente fui abriendo los ojos. Él me soltó el cuello, se puso frente a mí sin dejar de mirarme ni un segundo. Me mostró sus dos manos y sonrió, las llevó hasta mi mano, la tomo como si fuera el objeto más delicado y frágil del mundo, la llevo hasta su boca y la beso con el beso más tierno y suave que jamás había sentido.

-  Ahora ya podemos hacer las presentaciones formales Señora Brack –no pude evitar sonreír y sentirme un poco aliviada de no haberme electrocutado con este hombre.

-  Encantada de conocerlo señor Jhones, espero no transformarme en Hulk la próxima vez que nos volvamos a ver.

Él sonrió suavemente sin soltar mi mano. Nos quedamos ahí, como estatuas, sin movernos, sin hablar. No necesitábamos llenar el espacio vacío con accesorios innecesarios. Teníamos la noche helada llena de estrellas y el tacto… que más podíamos necesitar. Me sentí bien.

De repente una voz quebró el aire en mil pedazos que cayeron sobre mi cabeza.

-  ¿Eva qué haces aquí? – era Adrián. Estaba ahí a unos metros de nosotros y ni siquiera lo había sentido llegar. ¿cuánto tiempo llevaba ahí? No lo sé, pero por la dureza de su mirada supongo que el suficiente.

-  Coge tus cosas que nos vamos –me ordenó.

Miré a Conrad fugazmente, me giré y empecé a caminar hacia la puerta. Oí cómo Conrad trató de decir algo, pero no sirvió de nada, Adrián me siguió a paso firme justo detrás de mí. Podía oír su respiración acelerada, sentía retumbar sus latidos del corazón y sentí miedo. Ya habíamos pasado por esto antes y tengo un muy mal sabor de boca de aquel recuerdo. No llegó a reventarme la cara porque prefirió romper la ventanilla de un coche que por suerte estaba allí para defenderme, pero estoy segura de que si no hubiera estado aquel coche hubiera sido mi cara la que hubiera destrozado. No sé cuál será mi suerte esta noche. No sé cómo calmar a esta bestia celosa que simplemente se transforma en un monstruo violento y sediento de dolor físico cada vez que le viene en gana. No sé qué voy a hacer ni qué será de mí, pero de algo estoy segura y es que no voy a dejar que me toque. Él no tiene derecho. No lo tiene. Y además, no he hecho nada malo. ¡NADA!

Alto voltaje
titlepage.xhtml
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_000.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_001.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_002.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_003.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_004.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_005.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_006.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_007.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_008.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_009.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_010.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_011.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_012.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_013.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_014.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_015.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_016.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_017.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_018.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_019.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_020.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_021.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_022.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_023.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_024.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_025.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_026.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_027.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_028.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_029.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_030.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_031.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_032.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_033.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_034.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_035.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_036.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_037.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_038.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_039.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_040.html
CR!XK53ZPVMJ16ZF1KYB70EWH3YP24F_split_041.html