XXXII.  Venganza

 

 

-  Cuéntame querido… dime todo lo que necesitas –le dije mientras tomaba un sorbito de mi guayoyo caliente en el pequeño salón rosa del desayuno.

-  Tengo todo lo que necesito Alma, bueno o por lo menos eso creo –contestó Oscar–. Aunque no tengo muy claro qué es lo que vamos a hacer exactamente.

-  ¡Todo! –le respondí tajante–. Absolutamente todo.

Me incline hacia él, le tomé la mano y le dije emocionada:

-  Piénsalo Oscar, sólo piénsalo… podemos hacerlo todo. Todo lo que nos falta, todo lo que queramos, todo… no hay límites, no hay trabas. Tenemos un cuerpo joven, bueno y completito a nuestra total y absoluta disposición, para nosotros, para ti. Hasta el último aliento de vida es tuyo, hasta la última gotita de sangre Oscar, hasta el último voltio. Todo tuyo por el tiempo que quieras y para lo que quieras ¿No estás contento?

-  Bueno… si… claro – respondió incómodo–, podríamos seguir con los estudios de la inducción electromagnética y el flujo de corriente en la sangre y las mediciones de…

-  No, no, no, no, no, no y mil veces no. Eso no nos interesa Oscar por favor… ¡Vamos más lejos! ¡A donde nunca hemos llegado! Vamos a lo de los hermanos… Vamos a preñarla una y otra y otra vez hasta que funcione. ¿No quieres que funcione de una vez por todas? ¿No quieres ver tus hipótesis en carne y hueso? ¿Y experimentar? ¿Comprobar?
Con ella segurito que va a servir, ya vas a ver…

-  No sé Alma, es muy delicado, mira a Fanny y… Además es totalmente ilegal.

-  ¡Pero nadie lo va a saber nunca! –le dije levantando los brazos–. Esta chiquita no es nadie, no es hija de nadie, ni familia de nadie, ni amiga de nadie, nada… Nadie la va a echar de menos, nadie se va a dar cuenta te lo juro.

-  ¿Y ella está dispuesta a todo esto?

-  ¿Y ella que importa? Ella no tiene ni voz ni voto en este entierro. Eva Brack es mi propiedad, me pertenece, yo ya pagué por ella. Y dado que no me va a devolver lo que me quitó, por lo menos me lo va a pagar con el mismo dolor y las mismas lágrimas. Ella mató a mi hijo Oscar, tú lo sabes, lo mató. No sé cómo pero lo mató y eso justamente es lo que tenemos que averiguar.

-  ¿Y después?

-  Y después la matamos…. Qué más da.

Oscar se levantó con su tacita de café y se fue hacia la ventana. No parecía muy convencido, tengo que trabajármelo más. Estuvo un rato ahí, comiéndose a la italiana con los ojos. Me acerqué a él por detrás y seguí con mi cantaleta:

-  ¿Todavía se te caen las babas por Franca?

-  ¿Y a quién no? Es una mujer impresionante.

-  Bueno… Volviendo al temita nuestro: Nunca vamos a tener otra oportunidad así Oscar. Este es el momento. Ese momento que has estado esperando toda tu vida. TODA TU VIDA Y NO HABRÁ OTRO COMO ESTE JAMÁS –tomé aire… ya no podía convencerlo más. Todo estaba dicho–. ¿Entonces, qué dice Doctor?

Oscar dejó de contemplar a Franca y empezó a caminar en redondo por toda la pieza mientras hablaba rápidamente para sí mismo, murmurando, enumerando como loco cosas sin sentido que yo no podía entender, era buena señal, el monstruo se estaba despertando. Lo había conseguido.

-  Pues que muy bien. Empecemos querida –no pude evitar sonreír aliviada–. Será largo y muy largo calculando que si logramos con suerte una primera fecundación en los próximos meses más la gestación cuarenta semanas, parto, neonato, lactancia etc. etc. etc.… y después esperar, otra fecundación los márgenes de aborto normales y luego… un momento… –se detuvo en seco y me miró fijamente–, pero… ¿Cómo? ¿De quién?

-  Eso no es problema Oscar. Pretendientes tenemos varios. Podemos tratar de la forma tradicional, estoy segura que Malcom, el pretendiente número uno, no tendría ningún apuro en hacernos el favor a diario… varias veces al día si es necesario y si no funciona de esa manera pues ya empezaremos con las hormonas y eso.

-  Very good, very very good!

Oscar se revolvió las manos con emoción sacó su libreta del bolsillo y empezó a escribir como loco mientras balbuceaba en inglés un bojote de palabras incomprensibles.
“Ya está” –pensé. Tenía al gringo en el sancocho y hasta estaba emocionado con el nuevo proyecto. Eso es lo bueno de los científicos: que no son muy humanos que se diga… A ellos todo le suena a experimento, hasta la vida humana les suena a experimento.

Seguí con mi cafecito viendo por la ventana. El loco seguía hablando solo a mis espaldas y Franca seguía afuera impaciente a la llegada de Conrad. Sigue loquita por él como lo suponía. ¿Por qué lo habrá dejado? Gran misterio… ¿o fue él quien la dejó a ella? No lo sé la verdad, pero voy a tener que darle un empujoncito para volvérsela a meter por los ojos a Conrad y para que me deje a la Eva en paz. Todo está saliendo como planeado Alma. Todo va bien, hay que seguir pa’ lante. Sonreí.

“Mira ya… aquí llegan los tortolitos de la montaña” me dije cuando vi a Conrad y a Eva cruzar el jardín en dirección a la entrada.

No pude evitar soltar una gran carcajada al ver cómo Franca se le lanzó encima al otro y le zampó un beso hasta el estómago. ¡Ayyy Dios mío esta italiana no necesita ni empujoncito ni nada! ¡Y cómo los miraba Eva! ¡No podía parar de reír! Esto es demasiado bueno…

Casi me ahogo de los ataques de risa. No podía respirar… Me senté rápidamente antes que me diera un infarto o algo. Oscar estaba enfrascado en sus cálculos y ni siquiera se había dado cuenta del ruido de mis carcajadas.

Uff, me hicieron falta varios minutos para retomar el aliento, poner cara de drama y esperar a que Conrad cruzara por esa puerta hecho una furia.

-  Oscar cariño… –le dije en voz baja.

-  Oscar –subí un poco la voz.

-  Oscar –grité con fuerza mientras golpeaba la mesa para sacarlo de su trance.

-  Sí… sí, perdona Alma es que yo… tu sabes… no…

-  Sí sí… vale. Necesito que me dejes sola. Sube a hacer tus cosas anda.

Y salió de la pieza obedeciendo mis órdenes sin levantar la cabeza mientras seguía escribiendo en su libreta. Un poco autista la verdad.

Tomé aire, me concentré en hacer brotar lágrimas por mis ojos y miré a la puerta fijamente hasta que apareciera (como previsto) Conrad encolerizado como un toro…

-  ¿Por qué la trajiste aquí? –me preguntó con humo saliéndole de las pestañas.

-  ¿Pero cómo puedes decir eso? No fui yo. No sé cómo se enteró dónde estabas. Se presentó aquí esta mañana así sin más. Te lo juro, te lo juro hijo que yo no le dije nada.

-  No jures Alma porque no te creo una palabra.

-  Conrad por favor… no es momento de perder el tiempo con estas tonterías. De hecho me parece bien que Franca esté aquí porque así va a poder ayudarnos cariño –dije ya llorando a moco tendido.

Conrad me miró extrañado sin entender de qué estaba hablando, y por qué estaba llorando tanto.

-  Conrad… Hijo… tienen a Hemard –le dije con la voz quebrada de angustia.

-  ¿Quién?

-  Yo que sé quién…. Los mismos del famoso chip ese supongo… lo tienen secuestrado y lo van a matar.

-  Por favor Alma no digas tonterías –se rió–. Hemard sabe cuidarse solo y dudo que alguien quiera secuestrarlo. Eso pasa en tu país, no aquí.

Rápidamente me saqué el móvil del bolsillo, busqué el video y se lo mostré. Era Hemard amarrado a una silla con toda la cara ensangrentada implorándonos, suplicándonos casi sin voz que lo sacáramos de ahí.

Conrad lo tuvo que ver varias veces para creerme y con todo y eso todavía no estaba muy convencido.

-  ¡Conrad tienes que irte a Madrid ahora mismo! Tienes que traerme a Hemard para acá. Tienes que salvarlo por favor. Por favor hijo, te lo pido…Te lo ordeno.

-  Que vaya Malcolm.

-  Malcolm es incapaz de resolver nada solo, tú lo sabes… Tienes que ser tú.

-  Entonces me llevo a Eva.

-  ¿Pero qué dices? La quieren a ella. Todo el mundo la está buscando a ella, los mafiosos esos, la policía y hasta la familia del ex marido ¿te parece razonable llevarla a la boca del lobo? Si yo pudiera me fuera para allá, pero no puedo Conrad, las piernas me fallan y ya me cuesta demasiado caminar. El dolor no me deja, por eso te lo pido a ti. Tú sólo puedes hacer esto, eres el único en quien confío Conrad, el único.

Conrad está incómodo en la puerta, no sabe qué decir, ni si creer o no a mis historias. “ya está casi Almita… Ya lo tienes”.

-  En la escalera te dejé un bolso con ropa y dinero para que no pierdas más tiempo. ¿Tú sabes lo que quieren esos matones hijo? –le pregunté haciéndome la mosquita muerta.

-  Si… un chip que tenía el marido de Eva.

-  ¿Y quién lo tiene?

-  Yo. Se lo quité a Eva hace unos días y lo tengo yo. Ella no lo sabe.

Casi se me escapa la sonrisa… o sea que el fiel Conrad Jhones le había quitado el famoso chip a Eva. ¿Me pregunto por qué? ¿Se quiere lanzar en solitario y llevarse todas las ganancias?

-  ¿Y qué es lo que tiene eso tan importante?

-  Información –me respondió tajante sin dar muchas explicaciones–.

-  ¿PERO ENTONCES QUÉ QUIEREN CON HEMARD? LO VAN A MATAR… –y rompí a llorar como una histérica, dando alaridos y pegándole golpes a la mesa… ¿tal vez estaba exagerando? No, no creo, sigue así Alma, ya casi lo tienes–. Por favor Conrad ¡sálvalo, sálvalo!
Franca… Franca es buena… Llévala contigo, ella te va a ayudar allá. Y después que se quede en Madrid y que se encargue de la venta de la consultora y de los activos que quedan por allá. Que se encargue de todo y que liquide todo. Después de todo… ella es de confianza, es como de la familia ¿no?

-  Pero Eva…

-  No te preocupes por Eva –le interrumpí–. Eva estará muy bien aquí. La cuidaremos y no dejaré que le pase nada en tu ausencia te lo juro –me acerqué a él, le tomé las manos y las pegué a mi pecho–. Además, solo será por unos días Conrad. Estoy segura que tú solucionarás esto lo antes posible y regresarás con Hemard más rápido que volando.

-  Que venga Malcolm con nosotros.

-  ¿Estás loco? Será para que tú y él se maten por el camino. Deja de decir bobadas Conrad y confía en mí… Eva estará bien. Yo la cuidaré por ti. Te lo prometo…

Lo abracé con fuerza y le besé la frente.

-  Y ahora vete hijo. Por favor vete ya… y que Dios te bendiga.

Conrad titubeó un poco, se zafó de mis brazos algo incómodo y se fue.

 

***

 

A las 12:15 al fin escuché el ruido del coche avanzando por la gravilla que llevaba hasta los garajes de la casa. Ya estaba un poco fastidiada de seguir esperando en el balancín a que llegaran.

-  Bueno bueno, al fin aparecen señoras… Ya empezaba a preocuparme –le dije a Eva y a Elzbieta apenas salieron del coche.

Eva inclinó la cabeza dándome los buenos días tímidamente, yo hice lo mismo. Comenzó a bajar nerviosa del coche las cestas con la compra. Se notaba a leguas que mi presencia allí la intimidaba enormemente.

Al ver a Elzbieta le hablé con fuerza para que lo que iba a decir se oyera hasta en Pekín.

-  Elzbieta para la comida solo seremos cinco. Conrad y Franca ya no están.

-  Sí, señora.

La pobre Eva… Se puso más pálida que la nieve, casi casi casi sentí lástima del nudo tan grande que se le hizo en la garganta. Pobrecita la niña… Se quedó como un guiñapito ahí… como un pedacito de nada.

-  ¿A dónde se fueron? –me preguntó con la voz chiquitita

-  Conrad regresó a Madrid Eva. Como te dije antes su trabajo aquí ya terminó así que tuvo su noche de juerga contigo y ZASSS se fue. Lo siento cariño, él no era para ti.

Su cara era un poema sacado de un libro de telenovelas y si Malcolm hubiera esperado un segundito más un momentico chirriquitico más, hubiera tenido la dicha de ver esa lágrima que estaba a puntico de caer por su ojo derecho rodar desconsoladamente hasta abajo… Pero no, el muy bestia no esperó ni un segundo antes de clavarle la jeringa en el cuello y dejarla frita. De verdad… es que a veces es tan bruto y precipitado que no disfruta los buenos momentos. Los detalles… ¡Muchacho pendejo!

-  Llévala al cuarto amarillo –le ordené de mala gana.

-  Sí –dijo mientras se la montaba en los hombros como un saco de papas.

-  Y cierras todo bien ¿Entendido?

-  Entendido.

Alto voltaje
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