Wade
Cuando llegó a casa aquel día, ¿qué le pasaba por la cabeza?
—Tyler se había presentado histérico en el hospital. Estaba sangrando; nada importante, pero venía hecho un cromo. Entró en mi despacho de repente. Yo estaba con un paciente y mi secretaria le estaba gritando, un caos total. Tardé unos cuantos minutos en tranquilizarlo. Me disculpé con mi paciente y le pedí a mi secretaria que se ocupara de él; luego le dije a Tyler que me lo contara todo desde el principio. Consiguió terminar tres frases antes de que yo cogiera las llaves y saliera corriendo. Estaba convencido de que había un malentendido, pero aun así me entró pánico. Creo que muy en el fondo sabía que decía la verdad.
—¿Qué fue lo primero que sintió cuando entró en la casa?
—Muchas cosas, señora Sloane.
—Lo que quiero decir es que es evidente que estaba aterrado, pero ¿también furioso?
—¿Ha tenido usted alguna vez un accidente grave, señora Sloane? ¿Uno con heridos?
—Pues la verdad es que sí. ¿Lo que me está diciendo es que se sentía impotente?
—¿Cómo se sentiría usted si la persona que ha causado el accidente lo hubiera hecho a propósito?
—Así que sentía furia.
—Me sentía en medio de un caos, como si mi vida se derrumbara, una vida que me había dedicado a construir. La mujer a la que había adorado durante casi dos décadas había destruido todo aquello por lo que yo me había esforzado tanto. Y lo había hecho a propósito.
—¿Tenía la impresión de que lo había hecho para herirle?
—No, sabía que Amber no era una mujer vengativa, pero el accidente era provocado… Esa clase de sentimientos no se pueden describir con una sola palabra, señora Sloane, era una cosa salvaje, desbocada. No se puede pensar de forma ordenada ni con claridad. Estaba aterrorizado. Tenía la sensación de que mi vida estaba al borde de un precipicio. Quise dar marcha atrás con el coche y por un instante estuve a punto de hacerlo. Pero antes de que me diera cuenta había entrado en la casa y subido las escaleras. Cuando los encontré deseé haberme quedado en el coche. Creo que todavía lo deseo.
[Silencio. Aproximadamente quince segundos].
—Verlos juntos… Verla en sus brazos…
[Silencio. Aproximadamente veinte segundos].
—¿Estaba enfadado, doctor?
[Silencio. Aproximadamente diez segundos].
—¿Doctor?
—¿Sí?
—¿Se enfadó al verlos así?
—No. No era enfado.
—¿Cómo describiría sus sentimientos en aquel momento?
—Me está pidiendo que describa lo indescriptible. No soy poeta.
—¿Sintió repulsión?
—No.
—¿Se quedó conmocionado?
—En cierta manera.
—¿Confuso?
—Eso desde luego.
—¿Por qué exactamente?
—Por cómo encajaban.
—¿Encajaban?
—Ellos. Los dos. Allí tumbados en el suelo del cuarto de baño. Amber estaba pálida, casi fantasmal, y él… Él no parecía un chico joven. No tenía aspecto de amante avergonzado al que han cogido in fraganti. No, tenía aspecto de estar donde le correspondía. Parecían…, parecían hechos el uno para el otro.
[Respiración. Veinte segundos].
—Creo que eso no lo he admitido hasta ahora. Ni siquiera sé si en el momento fui consciente de ello. Creo que estaba conmocionado, confuso, como usted dice, pero ahora me doy cuenta de por qué.
—¿Le pareció que estaban hechos el uno para el otro?
—No. A ver, por supuesto que no. Ella le doblaba la edad, por Dios… Pero me ha preguntado cómo los vi y yo le he explicado que de alguna extraña manera tuve la sensación de estar…, de estar interrumpiéndolos. De que les estaba interrumpiendo en mi propia casa, en mi propio dormitorio, incluso.
—Así que no hubo enfrentamiento.
—Estoy seguro de que esa no fue la razón, pero no. No lo hubo. Eso vino después, mucho después. No, lo había visto con mis propios ojos y no necesitaba oír los detalles sórdidos… Aunque usted tampoco ha tenido el detalle de ahorrármelos…
—Siento que los detalles hayan sido tan gráficos, doctor, pero su reacción a esa información era muy importante, seguro que lo entiende.
—La verdad es que no, pero lo que usted diga. No necesitaba oírla confesarse culpable de lo que mi hijo la había acusado. Después de verlos a los dos así, pues…
—¿Adónde fue?
—Cogí lo imprescindible y me fui a un hotel. Sabía que Tyler se negaría a volver allí, así que hice también una maleta con sus cosas.
—¿Por qué cree que Amber no se opuso?
—He dejado de intentar entender lo que hizo o dejó de hacer Amber.
—¿Le duele que no intentara retenerlo?
[Silencio. Aproximadamente quince segundos].
—Lo que quiero decir es que no intentó pararlo, no le pidió perdón. Dejó que un matrimonio de veinte años se disolviera sin pelear por él…
—¿Cuál es la pregunta?
—¿Cuándo se transformó ese dolor en ira?
—Al cabo de días, semanas, meses… ¿Eso qué más da, señora Sloane? Para mí Amber estaba muerta mucho antes de que muriera y eso es lo único que importa.
—¿La quería muerta?
—¿Quiere que le diga la verdad?
[Silencio. Aproximadamente diez segundos].
—Pues sí. La verdad es que sí.