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—El jueves por la noche, amigo mío —anunció Japp—. Entonces será cuando salte todo el asunto por los aires. De ello se encargará Andrews, desde luego, ya que es cosa de la Brigada de Estupefacientes. Pero el chico estará encantado de contarle entre los suyos. No, gracias; no quiero ninguno de sus caprichosos sirops. Debo cuidar de mi estómago. ¿Es whisky aquello que veo allí? Eso está mejor.

Una vez dejó el vaso, continuó:

—Creo que hemos resuelto el problema. Hay otra salida del club y la hemos descubierto.

—¿Dónde está?

—Detrás de la parrilla. Parte de ésta gira sobre sí misma.

—Pero si es así tuvieron que verlo cuando...

—No, amiguito. Cuando empezó la batida se apagaron las luces; las desconectaron desde el interruptor general. Nadie salió por la puerta principal porque estábamos vigilándola, pero ahora parece claro que alguien se escurrió por la salida secreta, llevándose el cuerpo del delito. Hemos estado registrando la casa que hay detrás del club y así es como nos enteramos del truco.

—¿Qué se proponen hacer?

Japp parpadeó.

—Dejar que todo ocurra como de costumbre. Aparece la policía; se apagan las luces... y alguien estará al otro lado de la puerta secreta esperando a ver los que salen por allí. ¡Esta vez los cogeremos! —¿Y por qué el jueves precisamente?

El policía guiñó un ojo.

—Tenemos ahora bien vigilada a la «Golconda» y nos hemos enterado de que el jueves saldrá de allí una expedición de material. Las esmeraldas de lady Carrington.

—¿Me permitirá que yo también haga por mi parte unos cuantos preparativos? —preguntó Poirot.