«La señora Ferrier sufre una ligera depresión nerviosa y ha salido para Escocia con el fin de descansar.»
Conjeturas, rumores... informes fidedignos de que la señora Ferrier no estaba en Escocia; de que nunca estuvo allí.
Historias escandalosas acerca del verdadero paradero de la señora Ferrier.
Y la gente habló de nuevo.
—Te digo que Andy la vio. ¡En ese lugar tan indecente! Estaba borracha o había tomado drogas. La acompañaba Ramón... ese antipático gigolo argentino. ¡Ya ves!
Y más habladurías.
La señora Ferrier se había ido al extranjero con un bailarín argentino. La habían visto en París, atiborrada de drogas. Las tomaba desde hacía muchos años y bebía como un pez.
Lentamente, la recta mente inglesa, al principio incrédula, fue tomando una actitud condenatoria contra la señora Ferrier. Al fin y al cabo, parecía como si hubiera algo de cierto en todo lo que se decía. Aquélla no era la clase de mujer apropiada para ser la esposa del primer ministro. «¡Una Jezabel; ni más ni menos que una Jezabel!»
Y luego llegaron las fotografías.
La señora Ferrier, en París... en un club nocturno, recostada y con un brazo posado familiarmente sobre el hombro de un joven moreno, de tez oscura y aspecto depravado.
Y en otras circunstancias, medio desnuda en una playa, con la cabeza reclinada en el hombro de aquel lagarto de salón.
Debajo de la «foto»:
«La señora Ferrier se divierte...»
Dos días después se
presentó una demanda de difamación contra el X-ray News.