5

El ataque se produjo cuando Poirot salía del edificio. So vio rodeado, desbordado, abrumado por una masa de muchachas, gordas, flacas, morenas y rubias.

—¡Dios mío! —murmuró para sí mismo—. ¡Éste sí que es el ataque de las Amazonas!

Una muchacha rubia y espigada gritó:

—Nos han dicho que...

Estrecharon el cerco. Hércules Poirot no pudo escapar. Desapareció tragado por una ola de joven y vigorosa femineidad.

Veinticinco voces se levantaron en varios tonos, pero todas pronunciaron la misma y trascendental frase:

—Señor Poirot, ¿quiere escribir su nombre en mi libro de autógrafos?