Introducción

UNA PERSONALIDAD EQUILIBRADA

Todos los seres humanos tenemos rasgos tóxicos, áreas inmaduras. Todos venimos «con defectos de fábrica».

¿Cuál es la diferencia con el tóxico?

Ser tóxico es una forma de vivir, de pensar y de actuar; es una manera de funcionar. Además, mientras todos tratamos de eliminar los rasgos tóxicos que percibimos en nosotros mismos, el tóxico no los reconoce y vive culpando a los demás, robando su energía. Los tóxicos son adictos emocionales que para sentirse bien necesitan hacer sentir mal al otro. Son los que van en dirección contraria por la calle y dicen: «¡Qué mal conducen estos idiotas!».

¿Qué es una personalidad equilibrada?

Imaginemos que la personalidad es una pizza. Cada porción de esta pizza es una manera de reaccionar, de funcionar. Por ejemplo, una porción puede ser la desconfianza; otra, la indiferencia; otra, el histrionismo. Cada una de estas porciones enriquece nuestra personalidad.

El miedo. ¿Es normal tener miedo? Sí. ¿Es bueno tener miedos? Es útil ante situaciones de peligro y frente a una amenaza. Se trata de una emoción primitiva del cerebro reptiliano que tarda 125 milésimas de segundo en reaccionar. En menos de lo que dura un parpadeo el cuerpo puede reaccionar de dos maneras: activa las piernas para huir o las manos para pelear. Este es el mecanismo del estrés: huir o luchar. Nuestra vida se desequilibra cuando continuamente vivimos con miedo, pensando que absolutamente todo es una amenaza.

El histrionismo. ¿Está bien ser histriónico? Sí, porque el histriónico llama la atención. Por ejemplo, un profesor tiene que ser histriónico, porque si no lo es, no capta la atención de los alumnos, que terminan durmiéndose en la clase. También es bueno tener una personalidad algo histriónica cuando jugamos con nuestros hijos, por ejemplo.

La indiferencia. ¿Está bien tener un rasgo psicopático como la indiferencia? Sí, porque si nos afecta todo lo que ocurre, nos enfermamos. La indiferencia es un mecanismo de defensa sano que todos poseemos y que sirve para protegernos. Por ejemplo: veo la televisión y tomo distancia de las noticias. ¿Por qué? Porque de no hacerlo me enfermo.

Las obsesiones. ¿Es normal ser algo obsesivo? Claro que hay que ser obsesivo. La obsesión nos centra en los detalles, y todos sabemos que en ciertas ocasiones es importante observar los detalles. Por ejemplo, para una persona que se encarga de hacer balances o informes contables es imprescindible tener en cuenta los detalles y ser obsesivo a fin de hacer correctamente su trabajo.

El narcisismo. ¿Está bien ser narcisista? Sí; un poco sí, porque Narciso dice: «Yo puedo alcanzar mi meta»; «Lo voy a lograr»; «Creo en mí»; «Me va a ir bien». Todos necesitamos una buena dosis de esa autoconfianza.

Ahora bien, si todo es normal, ¿dónde está el problema?

Una personalidad sana mantiene los rasgos en equilibrio. El problema se plantea cuando uno de esos rasgos no crece o crece demasiado. Tomemos como ejemplo la obsesión. En este caso el individuo empieza a ver todo sobre un único rasgo que son los detalles. Cuando la persona observa la realidad desde una sola perspectiva, surge la personalidad desequilibrada. Si tenemos dos o más porciones de lo mismo, esa manera de reaccionar se vuelve nuestro «estilo predominante» y no nos permite funcionar de manera equilibrada. El término «tóxico» hace referencia a las conductas, a las emociones y la forma de proceder de uno mismo y de los demás hacia uno. Para contar con una estima sana, todos necesitamos tener una personalidad equilibrada. Ciertos rasgos de nuestra personalidad pueden ser recursos que nos sirven para determinado momento de la vida, pero es importante poder equilibrarlos.

Podemos verlo de manera gráfica:

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En el primer gráfico el narcisismo está en parámetros normales. La persona tiene confianza en sí misma, tiene autocrítica y puede reconocer que ella tiene valor y los demás también. En la segunda imagen vemos que el narcisismo ha embriagado, desequilibrado al sujeto. Esto suele sucederles a muchas personas después de ganar dinero u obtener un gran éxito en algún área de su vida. Se vuelven pagados de sí mismos, y tienen el síndrome del «ya lo sé»: piensan que lo saben todo y que son mejores que el resto de los mortales.

Siguiendo con la alegoría de la pizza, si los rasgos de la personalidad fueran porciones, debemos observar qué porción está creciendo en demasía. En algún momento de la vida a todos nos va creciendo algún rasgo al que nos acostumbramos y nos resulta más fácil utilizar, y es precisamente ahí donde tenemos que estar atentos.

Así pues, ¡adelante! ¡Y que disfrutes de la lectura!

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