Epílogo
Nada hay tan espectacular como la boda de un Westmoreland. Y ésta fue especial, pues llegaron invitados de muy lejos, de Australia y Oriente Medio.
Gemma miró a las chicas solteras que esperaban para atrapar el ramo. Se dio la vuelta, cerró los ojos y lo arrojó por encima de su cabeza. Cuando oyó los alborozados gritos, se giró y sonrió. Había caído en manos de Lucia Conyers, la mejor amiga de Chloe. Miró al otro lado de la sala y vio a los dos bebés. Siguiendo los pasos de su prima Susan, Denver, el hijo de Dillon y Pam, también había llegado antes de lo previsto.
–¿Cuándo podremos escabullirnos?
–Has esperado tres años. Tres horas más no te van a matar –replicó ella en broma al que era su marido desde hacía dos horas.
–Yo no estaría tan seguro –respondió él.
Tenían las maletas hechas para su viaje a la India, como habían planeando. A continuación viajarían a Corea y Japón.
Callum tomó la mano de su esposa mientras recorrían la sala de baile. Ya conocía a los Westmoreland de Atlanta, pues se los habían presentado en las reuniones familiares a las que él asistía como invitado. A partir de entonces acudiría a las mismas como miembro de pleno derecho del clan Westmoreland.
–¿Cuánto quieres tardar en encargar un bebé?
Gemma, que estaba bebiendo una copa, estuvo a punto de ahogarse. Él le dio unos golpecitos en la espalda y sonrió.
–¿Podemos esperar al menos a quedarnos solos?
¿Por qué tengo la sensación de que contigo no voy a tener ni un momento de aburrimiento?
Él la atrajo hacia sí.
–Porque no lo tendrás. Recuerda que yo sé lo que quiere una Westmoreland. Por lo menos, lo que quiere la mía.
Gemma enlazó sus brazos alrededor del cuello de Callum.
–Ahora soy una Austell –anunció con orgullo.
–Lo sé. Y créeme, nunca dejaré que lo olvides.
Y, tomándola entre sus brazos, la besó apasionadamente delante de todos los invitados. Tenía entre sus brazos lo único que siempre había querido.
Fin