Prólogo

Callum Austell estaba sentado con las piernas es-tiradas frente a él mientras miraba al hombre acomodado detrás del enorme escritorio de roble. Ramsey Westmoreland y él eran amigos desde que se conocieron y Callum acababa de convencerlo de que él era el hombre que le daría a su hermana Gemma la felicidad que ésta merecía.

Callum sabía que sus planes tenían un pequeño fallo, que se volvería contra él si Gemma Westmoreland llegaba a descubrir que el viaje a Australia que pensaba ofrecerle tenía como único propósito sacarla de su entorno familiar y demostrarle lo mucho que la amaba.

–Espero que sepas lo que estás haciendo –dijo Ramsey, interrumpiendo los pensamientos de Callum–. Gemma se pondrá furiosa contigo si alguna vez descubre la verdad.

–Se lo diré antes de llegar a ese punto, pero no antes de que se enamore de mí –replicó Callum.

Ramsey enarcó una ceja.

–¿Y si eso no ocurre?

El intenso empeño de Callum resultaría muy romántico para cualquier otra mujer, pero Ramsey estaba convencido de que su hermana, que no tenía ni una fibra de romanticismo en su cuerpo, no vería las cosas de esa manera.

El rostro de Callum expresaba determinación.

–Se enamorará de mí –acto seguido, sus ojos mostraron un asomo de desesperación–. Maldita sea, Ram, tiene que hacerlo. En cuanto la vi, supe que era la mujer de mi vida.

Ramsey respiró hondo. Deseó haber sentido lo mismo cuando vio por primera vez a Chloe, su esposa, pues se habría ahorrado muchos problemas.

Los sentimientos que Chloe había despertado en él habían sido todo menos honorables.

–Somos amigos, Callum, pero si le haces daño a mi hermana tendrás que lidiar con un Westmoreland enfadado. Espero que tus intenciones con Gemma sean serias.

Callum se inclinó hacia delante.

–Me voy a casar con ella.

–Primero tendrá que aceptar tu proposición.

Callum se puso en pie.

–Y lo hará. Tú concéntrate en el hijo que Chloe y tú esperáis para dentro de un par de meses, que yo me ocuparé de Gemma.