Capítulo 44

Pasaron algunos segundos antes de que Daniela fuese capaz de distinguir su entorno, aunque en ningún momento llegó a perder la consciencia. El dolor que se había instalado firmemente en la mitad derecha del rostro se extendía hacia el resto de su cabeza. Se apoyó con el brazo flexionado en el suelo e intentó levantar el torso, lo cual lanzó nuevas oleadas de dolor hacia su cráneo. Intentó ignorar aquel martirio cuando, de repente, sucedieron tantas cosas a la vez que los acontecimientos se le presentaron como fotogramas enlazados en rápida sucesión.

Rosie se acercó y agarró a Lukas.

Hans se agachó justo delante de ella en una postura algo extraña mientras simultáneamente levantaba un brazo, que pareció volar en su dirección. Se produjo un repugnante sonido como de succión que no fue capaz de identificar.

El cuerpo de Robert se tensó de manera grotesca, éste levantó los brazos y apretó las manos temblorosas contra el cuello.

Wittschorek sacó algo de su chaqueta y se lo lanzó a Grohe. El comisario jefe atrapó aquel objeto y apuntó con él a Hans y Robert mientras flexionaba las rodillas, y Daniela comprendió que empuñaba un arma. Siguió a todo ello una explosión de tal magnitud, que el tiempo pareció ralentizarse después. Presenció, a cámara lenta, cómo se paralizaba Hans. Se meció hacia atrás y hacia delante, se giró a medias y cayó a continuación al suelo, quedando con la cabeza, que rebotó en varias ocasiones como si estuviese hecha de goma, a pocos centímetros de ella. Después se quedó quieto, justo delante.

Los ojos muertos.

Los ojos muertos que ahora quizá estuvieran muertos de verdad. Y la miraban fijamente.

Daniela no pudo sino gritar. Gritó, gritó, gritó y gritó, alejando de sí con sus agudos aullidos aquella cabeza muerta con sus terroríficos ojos y todo lo demás que la rodeaba, incluso la luz.

Sólo cuando llegó la oscuridad, Daniela dejó de gritar.