Capítulo 35
Hans se sentía feliz de encontrarse solo de nuevo. No le gustaban las reuniones, y menos aún con individuos que creían que podían decirle lo que debía hacer. Pero el Doctor le había dicho que debía colaborar con Rob, de modo que lo hacía, aunque no soportaba a ese hombre de nombre Robert al que todo el mundo llamaba Rob.
A las siete de la mañana lo tuvo ante su puerta para explicarle cosas que Hans, o ya sabía, o no creía que necesitara saber.
Hans quiso preguntarle si había tocado a Jane, pero finalmente no lo había hecho. Porque, ¿y si hubiera contestado afirmativamente?
Consultó su reloj de pantalla LED. Las ocho menos dieciocho minutos. A las ocho le llamaría por teléfono el Doctor.
De nuevo llamó alguien a la puerta, pero en esta ocasión repetidas veces, de forma impaciente y ruidosa.
Cuando Hans abrió volvió a encontrarse de nuevo con Rob. Éste le tendió una nota y su semblante no parecía anunciar nada bueno.
—Ha estado en mi habitación. Sabe Dios cómo ha logrado entrar. Lee.
Hans tomó la nota manuscrita y la leyó.
Ven a verme inmediatamente, por favor. He visto en la televisión al hombre que me mantuvo encerrada. Empresa CerebMed Microsystems. Sibylle.
Cuando Hans volvió a levantar la vista, habló Rob:
—No se encuentra en su habitación. Ya puedes imaginarte qué planea hacer ahora. Hans le devolvió la nota.
—¿Has informado al Doctor? —preguntó con calma.
—Sí. He llamado inmediatamente, en cuanto vi que no se encontraba en su habitación.
Se pasó los dedos por el pelo, un poco demasiado largo, y Hans constató que ese Rob normalmente tan seguro y arrogante estaba bastante nervioso. Pero tenía motivos para ello. Mientras se encontraba allí arriba, reunido, Jane Doe se le había escapado.
—Si la reconocen en alguna parte nos traerá muchos problemas, Rob. ¿Qué dice el Doctor?
—Que vayamos hacia allí y la detengamos. Que la detengas tú.
Hans asintió. Había llegado la hora.