Capítulo 28

Poco después de que Jane abandonara aquella oficina comenzó a comportarse de manera muy extraña.

Eso significaba, según Hans, que no pasaría demasiado tiempo antes de que debiera actuar. Muy pronto tendría que intervenir, y de ese modo modificar de raíz una serie casi interminable de acontecimientos sucesivos.

El proceso tenía algo de grandioso, creativo. Y a pesar de ello, este pensamiento suscitaba un raro desconcierto en su cabeza. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Cómo podía cuestionar de repente cosas que eran totalmente incuestionables?

Después de que el acompañante de Jane abandonara su posición, se había acercado a ella cruzando la calle. Ambos conversaron un rato, después caminaron un trecho para finalmente detenerse solamente tras unos pocos metros, delante de un colorido cartel que al parecer había atraído la atención de Jane. Lo miraba fijamente, como en estado de shock, mientras el hombre le hablaba insistentemente.

Cuando finalmente logró arrancar su mirada de aquella amalgama de colores de los que, a la distancia que se encontraba, Hans no lograba distinguir detalle alguno, se agarró tambaleante con tal fuerza a su acompañante que Hans pensó que caería al suelo. Entonces se puso en movimiento. Tenía que saber qué la había alterado tanto. Tras unos pasos ya pudo leer las primeras palabras que, en grandes letras amarillas, dominaban el cartel. Mientras se iba aproximando a aquellas dos personas y al cartel podía distinguir cada vez más detalles, y cuanto más era capaz de leer, más seguro se sentía de que muy pronto su misión llegaría a término. Memorizó todo lo que vio y pasó de largo un buen trecho hasta que, al cabo de unos metros, se dio la vuelta como de casualidad. Decidió que ya se había alejado lo suficiente y sacó su teléfono móvil.

El Doctor escuchó atentamente su informe sin interrumpirlo en ningún momento. Finalmente Hans tuvo que taparse el oído libre, porque con cada una de las breves, precisas instrucciones que oía, sintió incrementarse su malestar.

Cuando el Doctor finalizó la conversación Hans volvió a guardar el teléfono. Aquellos dos, situados ahora detrás de él, aún seguían delante del cartel, conversando.

Hans exploró con la mirada, paseando la vista por la calle, los caminos y las casas, buscando por todas partes aquel cabello intensamente rojo, pero no logró descubrirlo por ninguna parte.