Capítulo 30
Hans miró a Jane a los ojos y aguardó, expectante, su reacción al verlo. De nuevo la tenía muy cerca y se sentía como si ella atrapara sus ojos con algún tipo de sortilegio mágico.
Durante breves instantes le pareció que le recordaría, pero el momento pasó, sin más. Ella apartó la mirada y continuó caminando, al parecer en dirección al lavabo. Hans se reclinó hacia atrás, algo azorado.
No quería pararse a pensar ahora en aquello que pronto sería inevitable. Se preguntó cómo continuaría todo en cuanto llegaran a Múnich. No comprendía cómo el Doctor era capaz de decidir qué había que hacer a continuación. Pero eso no pertenecía a la misión de Hans. Poseer visión de conjunto y tomar las decisiones correctas era responsabilidad de los oficiales. Su oficial-Doctor había tomado la decisión de dejar que Jane se dirigiera a Múnich para observar qué hacía allí y también qué lograba averiguar.
No había sido fácil acercarse tanto a Jane en la taquilla de la estación como para entender a dónde se dirigía. Ahora estaba situado en los asientos inmediatamente posteriores a los de Jane y su acompañante, y había estado escuchando la conversación que habían mantenido ambos. Sólo si los demás pasajeros elevaban demasiado la voz se perdía algo de ella.
Cada vez que hablaba Jane se impregnaba del sonido de su voz y se sintió profundamente decepcionado cuando ella interrumpió la conversación para dirigirse al lavabo.
Hans se levantó y se encaminó hacia la dirección opuesta.
Quería ver quién más se encontraba en aquel tren. Cuando llegó a la siguiente hilera de asientos, sin embargo, su mirada permaneció fija al frente.