29 de febrero
Alsúa marca con la mano el día metido de clavo
(1948)
Este es un día de clavo, un día que se mete en el calendario cada cuatro años para corregir un mal cálculo del calendario gregoriano, en el que algo se nos quedó colgado y hubo que compensarlo así: metiendo un día de más. Conozco gente que se considera con derecho a no trabajar ese día, puesto que se supone que no existe. Bueno, pues ni este día fantasma perdona el fútbol, que tiene esta fecha ocupada por una de las más estruendosas polémicas de toda la historia de la rivalidad madrileña: el gol de Alsúa al Atlético de Madrid, con la mano. Sobra decir que Alsúa era del Real Madrid, de ahí que la polémica durara tanto.
Antonio Alsúa había nacido en Irún. Su hermano Rafael también jugó en el Madrid. Antonio Alsúa fue un extremo veloz, dicen que con buen centro y nada desdeñable remate si se piensa que en 134 partidos marcó 34 goles, buenos números para un extremo. Llegó al Madrid procedente del Alavés y se mantuvo siete temporadas en el club. Esta de la que hablamos es la última y el Madrid no iba bien en la tabla. Bernabéu acababa de construir el nuevo campo de Chamartín y todo el dinero se había ido en eso. No había apenas para refuerzos. Cuando se produjo el encuentro «de la máxima rivalidad» como se decía entonces, el Madrid penaba en la parte baja de la tabla mientras que el Atlético aún aspiraba a ganar el título. Al final, el Atlético sería tercero y el Madrid undécimo, sobre un total de catorce.
El día de autos era la primera visita del Atlético al nuevo campo de Chamartín. El Madrid jugó con: Bañón, Azcárate, Corona; Moleiro, Pont, Ipiña; Molowny, Chus Alonso, Pruden, Barinaga y Alsúa. Y por el Atlético: Saso, Riera, Aparicio; Mencía, Arnau, Cuenca; Juncosa, Vidal, Jorge, Silva y Escudero. El Atlético es mejor, sale con todo y marca pronto por medio de Escudero, en un gran cabezazo. Luego contemporiza. El Madrid saca fuerza y orgullo y nivela la superior clase del rival. Y a tres minutos del descanso llega la jugada de la que se hablaría durante tantos años: un avance rápido, un remate de Barinaga al larguero, un pequeño barullo en el área chica y manotazo de Alsúa que mete la pelota en la red. Azón, el árbitro, concede el gol, entre protestas de los jugadores del Atlético, que tienen claro que el gol ha sido con la mano. El público, mayoritariamente madridista, lo da por bueno, en parte porque le conviene y en parte porque la rapidez de la jugada no ha permitido verlo bien. Así lo consignan algunas críticas. Pero al día siguiente aparece una foto inequívoca: Alsúa está manoteando el balón, ante unos sorprendidos Saso y Riera. El testimonio gráfico refuerza la indignación de los atléticos, que agitan la página del periódico ante las caras de los madridistas en los bares y en las oficinas. Durante muchos años esta jugada fue el pilar sobre el que los atléticos asentaron su teoría del apoyo de los árbitros al Madrid. Hoy está bastante olvidada, porque después ha habido otras. Pero ninguna de las que han venido desde entonces hizo correr tanta tinta como aquella.