13 de febrero
Aquel fatal gol de Katalinski en Fráncfort
(1974)
Estamos en plena época de Kubala como seleccionador. El que fuera genial jugador húngaro había cogido la selección tras el fracaso de esta para clasificarse para el Mundial de México de 1970, y había mostrado una gran capacidad para generar entusiasmo. Sin embargo, tras unos buenos resultados en amistosos (bonita victoria sobre Alemania en Sevilla y más bonita aún sobre Italia en Cagliari), fracasó en el primer compromiso oficial, la Eurocopa de 1972. Nos tocó eliminarnos contra la URSS, y perdimos allí por un gol (era la primera vez que España jugaba en Moscú) y empatamos a la vuelta en Sevilla. Fue una decepción. Kubala habló entonces del «pecado latino», consistente en presentar primero a nuestro equipo como un monstruo de dos cabezas y cuatro colas antes del partido, y luego echarlo por tierra si no ganaba. Y tenía razón.
El siguiente desafío es clasificarnos para el Mundial de 1974 en Alemania. El grupo nos enfrenta a Grecia y Yugoslavia, por sistema de liguilla entre las tres. España tiene buenos jugadores por esos tiempos: Iribar, Sol, Benito, Gallego, Pirri, Asensi, Amancio, Gárate, Valdez… Hay cierta confianza, pero el grupo se tuerce desde el primer partido, cuando Yugoslavia nos empata (2-2) en Las Palmas, lo que nos va a obligar a ir cuesta arriba. Luego todo se arregla: ganamos los dos partidos a Grecia y empatamos en la visita a Yugoslavia. Queda pendiente la visita de Yugoslavia a Grecia. Si pierden, empatan o ganan por un gol, pasamos. Si ganan por dos, habrá que desempatar con los yugoslavos. Si ganan por más de dos, pasan ellos por diferencia de goles. El partido se televisa en directo para España, a la hora de comer, y ganan los yugoslavos, entre sospechas de tongo. Grecia no se jugaba nada y su portero (el partido acaba 2-4) no estuvo lucido.
El caso es que hay que ir a un
desempate, a partido único, en Fráncfort. La expectación es
bárbara. España no ha ido al Mundial anterior y desespera la idea
de fallar por segunda vez. Antes de viajar a Fráncfort se juega un
partido amistoso contra el Atlético, en el Manzanares, y para darle
más verosimilitud al ensayo el Atlético viste de azul. España viaja
a Fráncfort cargada de esperanza. Miles de emigrantes (entonces
nosotros buscábamos trabajo fuera, en lugar de dar trabajo a los de
fuera, como ahora) acuden al partido. España juega con Iribar; Sol,
Benito, Jesús Martínez, Uría; Juan Carlos, Claramunt, Asensi;
Amancio, Gárate y Valdez. El partido se tuerce pronto: en el minuto
13 (¡también es día 13, mecachis!), Yugoslavia lanza una falta
desde la derecha de su ataque. El balón cruza por alto el área
española y en el pico del área chica del segundo palo salta
Katalinski, que gana a Benito, y cabecea a placer. Iribar rechaza
el balón como puede, con la desgracia de que le vuelve a
Katalinski, que remata con el pie, con Iribar aún en el suelo. De
ahí en adelante, el partido se pone cuesta arriba. España no puede
arañar el muro yugoslavo. En el minuto 73 entraron Marcial y Quini
por Juan Carlos y Amancio. En ese mismo minuto es expulsado
Miljanic, seleccionador yugoslavo, que pronto será entrenador del
Madrid. Pero nada mejoró. Katalinski, el potente líbero del
Željezniar
de Sarajevo, ha resuelto el partido con su única incorporación al
ataque. Nos quedamos sin Mundial, y con un nuevo nombre en nuestra
leyenda negra: Katalinski.