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EL loco camarero está intranquilo. No tiene ningún cliente. No tiene ningún cliente, pero no está intranquilo por eso. Ve, a lo lejos, al vagabundo triste y harapiento. Cuando se acerca un poco, aquél le hace una señal con la mano.
—Sí, ésa es la señal —se dice el camarero.
Se pone la chaqueta. Se pone la chaqueta y cierra el bar. Cierra el bar y sale. El perro Nicodemo, que estaba tendido en medio de la plaza, se pone en pie. Se pone en pie y se dirige a la fábrica del señor de los gemelos, después de beber un poco de agua en la fuente de la plaza.