Capítulo 5
Luces, cámara... ¡Acciones!
En este capítulo
Cómo funciona la
bolsa
Cómo operar: tipos de
órdenes
Interpretar los informes de
los analistas
“Ves esa gente atolondrada que camina por la calle.
Van ciegas, sin bastón. Te diré algo: un tonto y su dinero no caminan juntos durante mucho tiempo.”
GORDON GEKKO (Wall Street)
Aviso a navegantes: en este capítulo no vamos a hablar de análisis fundamental ni de análisis técnico, tampoco vamos a ver los índices bursátiles ni analizaremos estrategias para batir al mercado. Estos aspectos son tan importantes que los encontrarás en el capítulo 13 y en los apéndices 1 y 2. La duda que quizá te está surgiendo es: entonces, ¿de qué diablos va este capítulo?
Pues va de lo que todo inversor en bolsa debe saber antes de lanzarse a comprar acciones y que la experiencia me ha enseñado que muchas veces no sabe. En este capítulo voy a hablarte, entre otras cosas, de la antelación con la que hay que tener una acción para cobrar dividendos, cómo actuar ante una ampliación de capital o en una OPA, cómo no liarte con los distintos tipos de órdenes, cuáles son los puntos de interés de los informes de los analistas (suponiendo que haya alguno... que los hay) y otros temas que verás más adelante.
Una realidad poco conocida del mundo financiero es que tanto los mercados de divisas como los de renta fija mueven volúmenes de capital que hacen sonrojar a las mayores bolsas del mundo, pero el glamur de las bolsa... oh, la lá!, eso no lo tiene ningún otro mercado.
La bolsa habla español
Sin lugar a dudas, en un libro docto de bolsa aquí habría una introducción histórica y hablaría de la familia Van der Borse, de los tulipanes, de la Compañía de Indias, de la crisis del 29 y todas esas cosas. Pero este no es un libro docto y tampoco te contaría nada que no puedas leer en Wikipedia, así que me lo ahorro. Aquí voy a dejar la historia a un lado y te hablaré de la práctica actual. Sin embargo, no puedo resistirme a hacerte un comentario histórico y es que el primer libro sobre bolsa que se escribió en el mundo ¡fue en español! Se trata de Confusión de confusiones, de José de la Vega. Es un libro que data de 1688 y ya muestra la esencia de la bolsa que, dicho sea de paso, apenas ha cambiado en siglos. Hay más tecnología, pero las pasiones humanas, que es de lo que va la cosa, siguen siendo las mismas: miedo y avaricia.
¿Quién quiere ser empresario?
Una acción es cada una de las partes en que se divide el
capital de una empresa. Ser accionista significa ser copropietario
de una empresa junto con otros miles de accionistas.
En el capítulo 4 te explico qué es la renta fija, los bonos, el gran activo que forma parte de las carteras de inversión junto con las acciones. Es muy importante que tengas claras las diferencias de base entre la renta fija (los bonos) y las acciones, porque estos dos tipos de activo conforman en núcleo de las carteras de inversión:
Bono: eres acreedor de la
empresa, lo que te convierte en prestamista. Eso implica que la
empresa te debe dinero.
Acción: eres copropietario de
la empresa y, por lo tanto, empresario. Tienes derecho a participar
de los beneficios de la empresa.
Legalmente, todos los accionistas son iguales ante la Ley (je, je) aunque en las empresas que cotizan hay dos grandes clases del accionistas:
Accionistas de referencia: son
los que tienen un porcentaje amplio de acciones, lo que les permite
influir en la gestión de la empresa.
Accionistas minoritarios: son
los que tienen pocas acciones de la empresa y, por lo tanto, poca
capacidad para intervenir en la gestión de la misma.
Los accionistas de referencia, es decir, los que tienen el
control de la empresa, no acostumbran a vender sus acciones, por lo
que hay esa importante parte del capital de la empresa que no se
negocia. El resto del capital de acciones queda libre en el
mercado. Y a esa parte se la llama free float (no existe
traducción al español). Si los accionistas fundadores de una
empresa la sacan a bolsa y se guardan el 60 % de las acciones para
conservar el control de la empresa, diremos que el
free float es del
40 %.
Ahora que ya sabes esto, si, por ejemplo, compras acciones de Microsoft, sabrás que no es una buena idea llamar a Redmond (Washington) y pedir que se ponga Bill Gates al teléfono para contarle, en calidad de copropietario de su empresa, las características que debe tener el nuevo Windows según tu opinión. Yo, al menos, no te lo aconsejo.
Tener un McDonald’s sin comprar la franquicia
Cuando piensas en bolsa es casi inevitable asociarla a especulación. Por ejemplo, un razonamiento común es: “Comprar la acción de XYZ a 7 euros es un chollo, a este precio seguro que subirá mucho”. Ya he explicado que para nada estoy en contra de la especulación. El problema es que especular es muy difícil y acostumbra a ser un “máster en finanzas” muy caro para el inversor de a pie.
Por el contrario, es un sano ejercicio para el inversor largoplacista plantearse la inversión en bolsa como si fuese a invertir en un negocio. Para mí, comprar acciones de una compañía es, ni más ni menos, ser copropietario de la misma. Aunque la tecnología y la facilidad de acceso (hoy en día todo está a golpe de clic) nos puedan llevar a estilos más especulativos, invertir en bolsa no es más que invertir en negocios reales, con actividad real, empleados reales y clientes reales. Un negocio en toda regla.
Para aclararte lo que te decía en el párrafo anterior usaré a la marca McDonald’s, aunque ya te aviso de que desconozco los detalles del funcionamiento de estas franquicias. Simplemente la he escogido porque todo el mundo la conoce y por su posición de líder mundial. En cualquier caso, abrir una franquicia McDonald’s requiere una inversión inicial elevada (digamos que unos 300.000 euros). Además, supongo que conllevará unas obligaciones de permanencia a lo largo del tiempo y me imagino que, si el negocio va mal, tendrás que hacer mejoras e inversiones adicionales.
Ahora vamos a ver cómo se comporta la acción de McDonald’s en el mercado: la rentabilidad durante los últimos años (2009-2013) ha sido del 3,70, 26,55, 34,00, -9,22 y 13,54 %, con un dividendo anual añadido de alrededor del 3,00 %. Si calculas la rentabilidad de la inversión a través de la rentabilidad media geométrica (¿ya los sabías, verdad?), obtienes una rentabilidad promedio del 12,63 %. Hay que sumarle el dividendo que McDonald’s da todos los años, que es ese 3 %, con lo cual tu rentabilidad promedio alcanzaría una cifra que rondaría el 15,63 % anual.
Alguien puede pensar que he elegido esta marca a propósito para usar una serie especialmente favorable para el ejemplo. Pero no, solo te diré que si alguien invirtió 100.000 dólares del año 1971 en acciones de McDonald’s (que sí, que 100.000 dólares del año 1971 no eran una tontería, pero para el ejemplo nos vale) hoy tendría 9.300.000 dólares y eso sin incluir los dividendos. Buen negocio, ¿no?
No he encontrado información pública de la rentabilidad promedio que ofrecen las franquicias de McDonald’s a sus propietarios, quizá sea muy alta o muy baja, quizá dependa de la ubicación. No tengo ni idea. Lo que sí tengo muy claro es que si hubieras invertido en bolsa en los últimos años hubieses obtenido una rentabilidad estupenda sin tener que hacer ningún trámite para obtener la franquicia, sin tener que hacer una inversión especialmente elevada, sin tener que dedicar tiempo laboral a la tienda y, muy, muy, muy (poner 50 “muy”) importante, con la posibilidad de “vender” tu franquicia en un segundo el día que te dé la gana: a golpe de clic.
La liquidez que proporciona la bolsa tiene un valor
incalculable. Si, por cualquier motivo, tu inversión va mal, la
puedes convertir en dinero en efectivo y que vuelva a tu bolsillo
de forma inmediata. Compara eso con los problemas de liquidez que
puede provocar una inversión inmobiliaria o una inversión
empresarial si en algún momento tienes una caída de ventas,
problemas de personal, problemas legales con la administración o si
acabas teniendo problemas de salud que te impidan llevar el
negocio... En cuanto a la liquidez, no hay color.
Para qué sirve la bolsa
La bolsa cumple dos funciones esenciales:
Es un mercado para que las empresas
encuentren financiación a largo plazo.
Es la forma que tienen los inversores
de participar en el capital de las empresas y obtener rentabilidad
por ello.
Damos muchas cosas por sentadas y casi siempre vemos la bolsa como un lugar al que ir para ganar dinero en los mercados, aunque para muchos, por desgracia, es el lugar en el que lo pierden. Pero ¿se crearon las bolsas con este fin? Para nada. Aunque relacionemos bolsa con la inversión de nuestros excedentes, la función primaria de la bolsa no es esa, sino que es más bien una consecuencia. Es la contrapartida a la función principal.
Las bolsas se crearon, sobre todo, para cumplir con la primera función que te indicaba, que las empresas pudieran obtener financiación a largo plazo. Las empresas precisan recursos para el desarrollo de su actividad y pueden conseguirlos por sus propios medios, a través del dinero que ponen sus accionistas, o endeudándose, es decir, por medio de los bancos o de las emisiones de bonos. La bolsa permite ofrecer al mercado la posibilidad de comprar acciones de una empresa y a esta obtener un gran volumen de financiación en un tiempo récord. Si todo es tan bonito, ¿por qué muchas empresas no cotizan en bolsa? Sin ir más lejos tenemos El Corte Inglés, Banca March o Mercadona, que no cotizan en bolsa... ¿ se han despistado?
Pues no, para nada, porque cotizar en bolsa también tiene
sus inconvenientes. Podríamos destacar, principalmente,
tres:
Lo primero que debes tener en cuenta
es que si una empresa está saneada y no precisa fondos propios no
tiene sentido ir a buscar más capital, que deberá remunerar con un
aumento de sus beneficios. Eso provocaría que empresas muy
rentables pasaran a ser poco rentables. Busca dinero quien lo
necesita para sacar más rentabilidad a su negocio.
Lo segundo es que cotizar en bolsa
obliga a una exposición pública a la que algunas empresas no
quieren someterse (presentación de balances trimestrales,
publicación de hechos relevantes, exposición en medios de
comunicación).
Y lo tercero y más importante: otras
empresas pueden adquirirlas vía OPA (para saber de qué te hablo,
puedes leer el apartado titulado “Operaciones especiales”
en este mismo capítulo). Por ejemplo, si
Mercadona cotizase en bolsa, podría venir la norteamericana Walt
Mart, que es nosécuántasveces
más grande, lanzar una OPA y quedarse con
Mercadona. El señor Roig sería rico. Corrijo, sería inmensamente
rico, más rico de lo muy inmensamente rico que ya es hoy. Pero ¿es
eso lo que quiere? Otras empresas familiares importantes como Zara
(Inditex, S. A.) sí que decidieron dar el salto y salir a los
mercados pero, desde luego, no es una obligación.
Así, como consecuencia de la función principal de la bolsa, esta nos ofrece la posibilidad de invertir nuestro dinero en miles de empresas repartidas por todo el mundo y que operan en todos los sectores imaginables. No todo son empresas de telefonía y bancos: que quieres invertir en equipos de fútbol, puedes comprar acciones del Manchester United; si prefieres deportes más americanos, compra acciones de la World Wrestling Entertaiment, los de la lucha libre americana (y, ojo, que capitalizan 1.300 millones de dólares); si lo tuyo es aprovechar las guerras (moralmente da asquito, pero es cierto que es un sector en el que se gana dinero), puedes comprar Smith & Wesson que fabrica pistolas o Raytheon, el fabricante de los misiles Patriot; que eres de los que en vez de las guerras prefieres el amor, pues compra Private o Playboy... y así podría pasarme el día. Solo tienes que elegir el sector que más te guste.
La diversificación de sectores y compañías que puedes
encontrar en la bolsa es radical, hay de todo (y más en la bolsa
americana). Puedes convertirte en copropietario del negocio que
prefieras, donde prefieras y cuando tú decidas.
Tus derechos como accionista
Es cierto que tu pequeño paquete de acciones del Santander no te permite decirle a doña Ana Patricia Botín cómo tiene que llevar el banco, pero, como accionista, la ley te reconoce los mismos derechos que a cualquier otro.
Por un lado tienes los llamados derechos políticos, que son:
El derecho de información.
El derecho de asistencia y voto en la
junta general de accionistas.
Para asistir a la junta hay que ser propietario de las acciones al menos cinco días antes de que se celebre la junta y es habitual que los estatutos de las compañías establezcan un número mínimo de acciones para asistir. Suelen ser paquetes mínimos de pocas acciones. Lo mejor es que no tienes que preocuparte de averiguar la fecha de la junta general de accionistas porque el banco donde tienes depositadas las acciones te lo notificará. La mayoría de accionistas minoritarios suelen delegar el voto en el presidente del consejo de administración. Es un puro acto mecánico, y a cambio te regalarán un bonito libro de arte de un tamaño tal que no te cabrá en ningún mueble del salón y que acabarás regalando a tu suegra. Si tienes suerte, te puede caer un estuche con tres botellas de Rioja, pero estas no las regalarás, sino que les darás un buen uso en Navidad. ¿Que quieres ir a la junta y ejercer tu derecho a voto? ¡Adelante! Pero siendo un accionista minoritario, lo habitual es que no tengas ni el tiempo ni las ganas de empaparte de la cuentas de la empresa. Además, ya te adelanto que estas juntas generales acaban siendo lo que algunos han venido a llamar “bodas y bautizos”.
Por otro lado tienes los derechos económicos:
Derecho al dividendo.
Derecho a la suscripción
preferente.
Derecho a la cuota de
liquidación.
Los dos primeros los veremos con detalle un poco más adelante. Y por lo que se refiere al derecho a la cuota de liquidación, supone que, si la compañía quiebra y se liquida, tienes derecho a recibir la parte proporcional que te corresponda, siempre y cuando haya quedado algo. Recuerda que primero cobran los bonistas, y antes los trabajadores y las administraciones públicas.
La jerga de las noticias: valor de una acción, capitalización bursátil y dividendos
Seguro que estas palabras te suenan de los resúmenes de la bolsa que ofrecen a diario los noticiarios de la tele y más o menos intuyes qué significan. De todos modos, vamos a aclarar los conceptos porque quizá te lleves una sorpresa.
Los valores de las acciones
¿Qué es el valor de una acción? Pues resulta que existe más de un valor:
Valor
nominal: es el valor inicial que tienen
las acciones cuando se emiten. Se constituye una empresa con un
capital de 1.000 euros y 100 acciones. Su nominal es de 10 euros
por acción. El nominal puede modificarse a lo largo de la vida de
la compañía. También se conoce como valor facial.
Valor
de cotización: es el precio al que el
mercado valora la acción en la bolsa.
Valor
contable: es el resultado de dividir los
fondos propios de la sociedad entre el número de acciones (si
quieres profundizar en este tema, consulta el apéndice 1, dedicado
al análisis fundamental).
Lo habitual es que estos tres valores sean diferentes. Nuestra empresa de 1.000 euros de capital con un valor nominal de 10 euros por acción ha ido ganando dinero y generando reservas, y los fondos propios han pasado a 1.100 euros, por lo que el valor contable es de 11 euros por acción. Además, los inversores creen que tiene un brillante futuro y cotiza a 13 euros por acción.
La capitalización bursátil
Ahora sigamos con la capitalización bursátil, que es el resultado de multiplicar el número de acciones en circulación por su precio: una empresa que tiene 20 millones de acciones en circulación a 20 euros por acción tiene una capitalización de 400 millones de euros. En inglés se llama market capitalization.
Los dividendos
Y por último tenemos los dividendos, que son la parte del
beneficio de una empresa que se reparte entre los accionistas. Es
decir, es la parte de beneficio que corresponde a cada acción. Por
ejemplo, una empresa que tiene 100 acciones y gana 100 euros, puede
repartir 1 euro por acción. Bueno, en realidad no es exactamente
así, porque las empresas tienen una limitación para repartir
beneficios, pues, por ley, tienen que guardar una reserva (el 10 %
del beneficio, hasta que alcance el 20 % del capital social). Por
otro lado, el beneficio que no se reparte sirve para financiar los
planes de expansión de la empresa que, de otra forma, tendrían que
pagarse con deuda (emitiendo bonos o pidiendo un préstamo
bancario). Por eso las empresas con grandes planes de expansión
suelen ser tacañas a la hora de repartir dividendos. A la parte del
beneficio que se paga como dividendos se le llama
pay-out (no tiene
traducción al español). Si una empresa genera un beneficio de 100 y
decide distribuir 20 en dividendos, el pay-out es del 20
%.
La distribución de dividendos se suele hacer una sola vez al año, aunque muchas empresas distribuyen el dividendo en dos pagos: dan un dividendo a cuenta como anticipo y, en función del resultado real que hayan obtenido, pagan un dividendo complementario.
Cuando cobras el dividendo de una acción, ese mismo día la
acción caerá por el mismo valor del importe del dividendo.
Efectivamente, y sin que sirva de precedente, el mercado actúa con
lógica. La caja que sale de la empresa disminuye el valor de la
misma en ese importe, es un dinero que ya no está en la empresa. Si
tú tienes una acción que vale 20 y te pagan 1 euro de dividendo por
acción, tu acción automáticamente valdrá 19, aunque eso no impide
que la marcha del mercado impacte en el precio de la acción y la
sesión cierre a un precio distinto.
Para cobrar el dividendo, tienes que ser el propietario de la acción el día antes. De todas maneras, infórmate bien, porque hay empresas que exigen un mayor plazo de tenencia para obtener el dividendo.
Cómo operar en bolsa
No ha habido momento en la historia en el que fuese más fácil operar en bolsa que hoy. No hace tanto tiempo había que ir al banco y firmar un documento físico, y entonces un empleado de la oficina cursaba la orden a la bolsa, pero no a la bolsa directamente, sino a sus servicios centrales, y entonces, en sus servicios centrales, la orden entraba en producción, se juntaba con los cientos o miles de órdenes que llegaban de toda España y al final se procesaba. Eso por no hablar de los mercados de corros (unos señores que chillan muy alto unos mensajes ininteligibles parecidos a los de una lonja de pescado) o de los agentes de cambio y bolsa que debían intervenir las operaciones. ¿Te crees que esos mercados ya no existen? Te equivocas, en el país más avanzado del mundo en cuestiones financieras (Estados Unidos, por supuesto), los mercados de corros siguen funcionando y son una parte indispensable del folclore wallstreetniano.
Hoy en día tienes el mundo a golpe de clic. Claro que puedes seguir yendo a tu banco o agencia de valores y que tu asesor te invite a un cafetito mientras te presenta los últimos movimientos importantes, pero eso es optativo. Ahora, los bancos tienen brokeres online y, además, dispones de agencias y sociedades de valores que te ofrecerán estupendas plataformas para tomar decisiones de inversión (programas de análisis técnico gratuitos o a bajo coste, informes de análisis de todo tipo, recomendaciones de expertos, etc.). Lo único que deberás tener es, además de una cuenta de efectivo, una cuenta de valores, que es donde se reflejan las acciones que tienes (en el libro Bolsa para Dummies, del trader y deportista Josef Ajram, se tratan más a fondo estas figuras).
Como te imaginarás, toda esta gente tiene que ganarse la vida, por lo que cada vez que intervienen, te cobran un peaje. En una compraventa de acciones te puedes encontrar tres comisiones: la del banco, la del broker del banco y el canon de bolsa. Las dos primeras son un porcentaje de la operación, y, sumadas, pueden suponer un 0,50-0,60 % si la orden es sobre mercado español, y del 0,75-0,85 % si operas en mercados internacionales. En ambos casos hay mínimos por operación. El canon es un importe que cobra la bolsa por cada operación.
Otra comisión que aplicarán a tu cartera de acciones es la comisión de custodia que se origina por el mero hecho de tener acciones depositadas en tu banco. En positivo obliga al banco a avisarte con tiempo de los cobros de dividendos, ampliaciones de capital y cualquier operación societaria relacionada con tus acciones.
Si tu estrategia es largoplacista y vas a operar poco, la
comisión no tendrá un gran efecto en la rentabilidad de tus
inversiones. Por el contrario, si tu operativa será frecuente (como
inversor no debería serlo, pero no voy a entrar ahí), el impacto de
las comisiones es importantísimo y precisarás una tarifa plana por
operaciones, condición que ofrecen prácticamente todos los
brokeres online. Aprovéchala. Y ya que estamos hablando de comisiones, te
confesaré que a estas alturas de mi carrera yo tampoco entiendo por
qué, si hago todas las operaciones del banco a través de su página
web, todavía me sigue cobrando una comisión por “correo” de 0,36
euros. Es uno de los grandes misterios de las finanzas que quedan
por resolver: ¿cómo una operación hecha a través de internet genera
costes de correo?
En cuanto al horario de la bolsa española (en general, todas tienen un funcionamiento parecido), debes saber que, antes de la apertura, ya se pueden introducir órdenes en la subasta de ajuste inicial que va de las 8.30 a las 9.00 h. Luego viene la llamada sesión abierta, que va de las 9.00 hasta las 17.30 h, hora en la que se cierra la sesión. Pero todavía quedará una subasta de cierre de cinco minutos (17.30-17.35) en la que se calcula el precio de cierre de la sesión (es un mecanismo para evitar que una orden de bajo volumen a última hora pudiese desvirtuar el precio de cierre del día, que es uno de los indicadores diarios más importantes). Si quieres conocer más a fondo este funcionamiento, te recomiendo que te hagas con un ejemplar de Bolsa para Dummies, donde se entra en detalle en él.
Tipos de órdenes
Si te dijese la cantidad de errores que he visto (y cometido) con las órdenes de bolsa ni te lo creerías. Así que para que a ti no te pase lo mismo, toma buena nota de los principales tres tipos de órdenes que existen:
Órdenes de mercado (market order)
En este tipo de órdenes no se indica precio. La orden se negociará al mejor precio que haya en cada momento. En valores líquidos (son los que tienen un volumen de negociación más alto como Telefónica, Santander, etc.) la orden es de ejecución inmediata.
Hay un tipo de órdenes parecidas a las de mercado pero más peligrosas que son “por lo mejor”. En estas tampoco se indica precio y la orden se realiza al mejor precio que haya en ese momento, pero si no hay suficientes acciones, la orden no se completará.
Para entender la diferencia entre estos tipos de órdenes,
imagina que tienes 1.000 acciones de una compañía, los precios
están cayendo en picado y quieres vender. Te las quieres quitar de
encima como sea porque, a cada minuto, pierdes más. Supón que la
demanda de estas acciones es: 500 acciones a 5 euros, 200 a 4,25
euros y 300 a 2,5 euros. En una orden de mercado, el sistema
venderá tus 1.000 acciones de golpe de esta manera: 500 serán a 5
euros, 200 a 4,25 euros y las 300 restantes a 2,5 euros. Ya estás
fuera, respira tranquilo, ya no puedes perder más. Si, por el
contrario, hubieses introducido una orden por lo mejor, el sistema
hubiese vendido 500 acciones al mejor precio, esto es, 5 euros, y
aquí hubiese acabado tu orden de venta, ya que la parte no
ejecutada quedaría como una orden limitada a 5 euros. Pero ¡está
cayendo! Así que la catástrofe está asegurada y, a lo mejor, cuando
te des cuenta, el precio de tu acción ya habrá caído a niveles
mínimos. Mal negocio.
No des órdenes por lo mejor. Si vas a activos líquidos,
siempre órdenes de mercado. Ataca la oferta directamente. Y si vas
a activos poco líquidos, protégete con órdenes limitadas, que son
más eficientes que las órdenes por lo mejor.
Órdenes limitadas (limit order)
En este tipo de órdenes se establece un precio máximo para
la compra y un mínimo para la venta. Vuelve a leerlo porque por
aquí empiezan los líos. Vayamos con el ejemplo. Imagina que quieres
comprar Grifols. Tendrás que ver a cuánto cotiza y determinar a qué
precio es atractiva para ti. Si cotiza a 40 euros la acción y
quieres poner una orden limitada de compra tendrá que ser por
debajo de los 40 y, hasta que no haya oferta a ese precio, la orden
no se ejecutará. En una orden limitada de venta ocurre lo
contrario, el precio tendrá que estar por encima de los 40
euros.
Truco para que no te líes: en una orden limitada de compra,
el mensaje es “me interesaría comprar esta acción, pero solo si
baja a este precio”, por lo que el precio que des como referencia
será más bajo que la cotización. En una orden limitada de venta el
mensaje es: “Cuando suba hasta este precio, ya habré ganado
suficiente”, por lo que el precio de referencia que darás será más
alto que la cotización.
Órdenes condicionadas (stop orders)
En un libro sobre la gestión de tus ahorros no debería alargarme con este tema, y no lo voy a hacer, pero es importante que sepas cómo acotar el riesgo de tus inversiones. Se trata de aplicar una orden llamada stop de pérdidas o stop loss, que prácticamente todos los brokers online permiten (y si el tuyo no lo permite, cambia de broker).
Una stop order
se envía al mercado cuando el valor alcanza un
precio determinado. Te recuerda a la limitada, ¿verdad? Aquí la
diferencia es que introduces una orden que suele ser “mayor o
igual” o “menor o igual”. En una orden condicionada de venta, la
instrucción sería “menor o igual”. Para entenderlo mejor, imagínate
que tus Grifols, compradas a 40 euros la acción, amenazan con
bajar. Por mucho que te guste la compañía, has decidido que no
estás dispuesto a vender más de un 10 %. En este caso, introduces
una orden condicionada de venta que indicará que si el precio es
“menor o igual” a 36 euros (40 -10 % = 36), la orden se ejecute
inmediatamente.
Y, por último, me quedaría por explicarte la combinación de orden condicionada y a la vez limitada (stop-limit order), pero esta herramienta, que es muy útil para especular, solo te provocará un terrible dolor de cabeza y más problemas, así que no voy a entrar en ella.
En síntesis, las operaciones más habituales te servirán para
los siguientes casos:
Para comprar o vender valores
líquidos al precio al que cotiza la acción: orden de
mercado.
Para comprar a un precio por debajo
del actual: orden limitada de compra.
Para vender a un precio superior al
actual: orden limitada de venta.
Para comprar o vender valores poco
líquidos y evitar sustos: orden limitada.
Para protegerte de grandes pérdidas:
orden condicionada de venta (stop
loss).
Existe otro tipo de órdenes que condicionan la forma de ejecución. Están más pensadas para los profesionales que para los inversores particulares. Son volumen mínimo, todo o nada, ejecutar o anular y volumen oculto, pero no voy a entrar en ellas en este libro. Pero te las menciono para que sepas que existen.
Tipos de acciones
Hay muchos tipos de acciones, en función del baremo con que se clasifiquen: según el punto de vista legal, por tamaño, rentabilidad, sector... Y en este apartado te hablaré de todas ellas.
Clasificación legal
Desde un punto de vista legal, las acciones pueden presentar
distintas características:
Ordinarias frente a
preferentes: las
acciones ordinarias se emiten en condiciones normales, todas tienen
los mismos derechos. Por el contrario, las preferentes suelen
limitar un derecho político como es el derecho a voto pero, a
cambio, suelen ofrecer derechos económicos como es el derecho
preferente de dividendo.
Nominativas frente al
portador: como se
deduce, en las segundas, la simple tenencia de las mismas acredita
la propiedad. Para ti, como inversor particular, no tienen mucha
relevancia, pero como es posible que las veas en algún documento,
te las menciono en esta lista.
Viejas o nuevas: aquí no estamos
hablando de la edad de la acción (que chiste tan malo, ¡por
favor!). Una acción vieja suele ser la que ya está cotizando. En
principio, todas las acciones son viejas por definición. Solo
aparecen acciones nuevas cuando se suscribe una ampliación de
capital. Las acciones nuevas no tienen los mismos derechos
económicos que las viejas, ya que hasta que no completan un ciclo
económico, por lo general, un año, no pueden cobrar la totalidad
del dividendo. En ese momento se igualan, dejan de ser nuevas y
pasan a ser todas viejas. Por eso, a veces, puedes ver dos acciones
de la misma empresa con precios distintos. Las nuevas, al tener
menos derecho a dividendo, tienen un precio inferior.
Nombres con historia
Hoy las acciones son meras anotaciones en tu cuenta. Si compras acciones, verás el movimiento en tu cuenta de valores y nada más, pero antaño las acciones eran un documento físico, de ahí que todavía se utilicen expresiones que hacen referencia al mundo material. Cuando una empresa reparte dividendos se sigue hablando de “cupón”, pues antes de la era digital cada acción incorporaba un número de cupones recortables. El dividendo se pagaba contra la entrega del cupón. Otra expresión, esta más en desuso, es la comparación entre “dinero y papel”. Se dice que hay más dinero que papel cuando la demanda de una acción es fuerte y su precio sube. Y viceversa, se dice que hay más papel que dinero cuando la fuerza del mercado es la oferta y los accionistas se quieren sacar de encima sus acciones y, en consecuencia, el precio baja.
Acciones según su tamaño
A ti, como inversor, de cara a seleccionar el tipo de acción que quieres, te interesa conocer otras diferencias entre los tipos de acciones: si se trata de acciones grandes o pequeñas, de acciones de valor o de crecimiento, de las que acompañan al ciclo o si son defensivas. Es la diferenciación más importante en los mercados bursátiles. Veámosla:
Grandes compañías frente a pequeñas
empresas. Muchas veces las encontrarás como large caps (grandes),
mid caps (medianas) y small
caps (pequeñas). Seguro que conoces el
índice de bolsa española Ibex 35, que se compone con la cotización
de las 35 mayores empresas de España (el tamaño no es el único
requisito sino que influyen otros aspectos que pueden hacer que
fuera del Ibex 35 se encuentre alguna compañía a la que, si solo
nos fijáramos en el tamaño, le correspondería estar). De lo que no
estoy tan seguro es de que conozcas el Ibex medium cap y el
Ibex small cap.
Lo que define que una empresa sea grande o pequeña es su
capitalización bursátil, aunque también es un dato relativo. Por
ejemplo, en Estados Unidos se define como small cap cualquier empresa
con una capitalización bursátil de entre 300 y 2.000 millones de
dólares. Nosotros, en nuestro Ibex 35, tenemos empresas como Indra,
Técnicas Reunidas o FCC, entre otras, que están moviéndose sobre
los dos mil y poco millones de capitalización. Y en nuestro índice
de pequeñas compañías, el Ibex small, tenemos un montón de
empresas que están por debajo de los 100 millones de euros de
capitalización. Una empresa de ese tamaño en la bolsa de Estados
Unidos sería una micro
cap.
¿Y por qué es importante esta clasificación? Por el juego de
las finanzas que te explico en el capítulo 2: la relación
rentabilidad-riesgo. Si bien no es una regla universal ni mucho
menos, si generalizamos se puede decir que las grandes compañías
líderes en sus sectores ofrecen un menor perfil de riesgo que las
pequeñas. Insisto, es una generalización que tiene numerosas
excepciones. A estas grandes compañías líderes se les llama
blue chips, por
analogía con las fichas de mayor valor de los casinos. Si
observamos el Ibex 35, estaremos de acuerdo en que Telefónica,
Santander, BBVA, Inditex y Repsol son blue chips. Si nos vamos al
otro extremo, en argot bursátil, a las empresas más pequeñas y con
fundamentales débiles se les suele llamar chicharros; sería el caso de
Amper o de Laboratorios Rovi. Las pequeñas empresas ofrecen un
perfil de riesgo mayor, pero también conllevan un mayor
potencial.
Empresas de valor y empresas de crecimiento
Si las finanzas no son una ciencia exacta, lo de clasificar a las empresas entre las de valor (value) y las de crecimiento (growth) es prácticamente una opinión. En general, se dice que una empresa es de valor si, frente a otras empresas similares, está barata. Si usamos la expresión técnica, diremos que “cotiza por debajo de su valor intrínseco” (el valor intrínseco es el valor de la empresa obtenido por métodos teóricos de valoración), es decir, la empresa vale más de lo que indica el mercado. Y te recuerdo que la idea es comprar barato. En el otro lado tenemos a las empresas de crecimiento, que son aquellas de las que se espera una alta tasa de crecimiento de sus beneficios en el futuro; dadas las altas previsiones de crecimiento, suelen ser empresas de cotización cara.
Como comentaba, las clasificaciones de “valor” y “crecimiento” se utilizan de forma muy libre. Lo que no saben muchos inversores, ni siquiera los profesionales, es que estas nomenclaturas las estandarizó una compañía de servicios financieros, Barra, quien en 1974 dividió las compañías del índice S&P 500 en “acciones de valor” y “acciones de crecimiento” creando los índices Barra Value y Barra Growth. Y lo hizo sin complicarse la vida en exceso. Tomó el ratio de “precio sobre valor teórico contable” (P/VTC) —que verás con más detalle en el capítulo 6— de las 500 empresas del índice y lo partió —más o menos— por la mitad: si el ratio es bajo la compañía es barata, es de valor, y si es alto, la compañía está cara y es un valor de crecimiento.
Acciones cíclicas y acciones defensivas
En el capítulo 3 te he explicado cómo funciona el ciclo
económico. Las acciones cíclicas siguen el ciclo económico, por
ejemplo, la automoción. Es de cajón, pues cuando la economía va
bien, se venden más coches y cuando la economía decrece, cuando hay
crisis, se venden menos. Lo mismo ocurre con las constructoras. El
mejor momento para comprar cíclicas es al final de un ciclo bajista
o inicio de un ciclo alcista. Por el contrario, las acciones
defensivas son las de empresas cuyo producto se venderá de forma
bastante uniforme en cualquier momento del ciclo: suba o baje la
economía, cogeremos la gripe ¿no?, y seguiremos comiendo, ¿verdad?
Creo que ya has pillado la idea, me refiero a acciones de
laboratorios farmacéuticos que fabriquen medicinas para
enfermedades habituales, empresas de alimentación básica o
compañías de suministros (agua, luz, gas...).
Acciones según el sector económico
Para acabar, podemos dividir las acciones en tantos tipos como actividades económicas existen. A nivel sectorial, las divisiones más importantes son estas:
Industriales: como los
fabricantes de automóviles o las acereras.
Tecnología: no es solo
Facebook o Yahoo, también son compañías como Microsoft o
Apple.
Financieras: aquí entran tanto
bancos (Santander) como aseguradoras (Mapfre).
Inmobiliarias: por ejemplo,
Colonial, aunque también incluiríamos los REIT americanos
(encontrarás qué son en el capítulo 7).
Comunicación: Prisa,
AtresMedia o Mediaset son un par de ejemplos.
Telecomunicaciones:
Telefónica, Vodafone...
Consumo
básico: empresas que producen o
comercializan alimentos o artículos de primera necesidad. Ebro
Foods sería un ejemplo de productor y DIA (supermercados de
descuento), de comercializador.
Lujo: Louis Vuitton y todas
las empresas de alta costura italiana, por ejemplo.
Farma: empresas relacionadas
con la salud, como Grifols o Bayer. Dentro de farma hay un
subsector que es biotecnología (biotech), con empresas
centradas en la investigación de nuevos medicamentos relacionados,
en general, con enfermedades “caras” (cáncer, alzhéimer, sida,
ébola). En España apenas tenemos Zeltia y Grifols, pero en Estados
Unidos hay miles (Aria, Acadia, Raptor... digo miles, no
cientos).
Utilities: empresas
vinculadas a servicios públicos: agua, electricidad, gas. Hay quien
también incluye aquí las autopistas.
Operaciones especiales
En bolsa, hay una serie de operaciones especiales que debes
conocer para tomar decisiones fundamentadas. Los más importantes
para un particular son:
Ampliación de capital.
Pago del dividendo en efectivo o en
acciones.
OPV.
OPA.
Vamos a verlas una a una para que sepas qué te conviene más en cada caso.
Ampliación de capital
Una ampliación de capital es una de las formas de
autofinanciación a las que recurren las empresas. Los factores que
debes conocer de esta operación son los siguientes:
Tipo de
ampliación: las acciones se pueden
emitir:
• A la par, esto es, con el mismo valor nominal que las viejas.
• Con prima, por lo que hay un pago adicional sobre el nominal (por ejemplo, para comprar una acción de nominal a 4 euros con prima del 200 %, el nuevo accionista tiene que pagar 8 euros).
• O puede hacerse una emisión liberada, que consiste en la entrega de acciones nuevas a los accionistas sin hacer pago alguno por las mismas.
Derecho de suscripción preferente: es el derecho que tiene el accionista a suscribir nuevas
acciones en una ampliación de capital. Su finalidad es que los
accionistas puedan mantener el porcentaje de propiedad que poseen y
que su posición no se reduzca tras la ampliación (el efecto
dilución). Cada acción incorpora un derecho. Por ejemplo, en una
ampliación de 1 × 10, por
cada 10 acciones viejas que tenga un accionista se dará la opción
de comprar una nueva. Es decir, el accionista necesita diez
derechos (o acciones antiguas) para comprar una acción nueva.
Cuando se anuncia una ampliación, los derechos cotizan en bolsa y
el accionista puede vender si no quiere ir a la ampliación, o
comprar más si quiere adquirir más acciones.
Tu banco depositario tiene
la obligación de informarte de las ampliaciones de capital de las
acciones que tengas depositadas, así como del pago de dividendos.
Cuando el depositario te informe, deberás darle instrucciones sobre
la operación: comprar las acciones que correspondan a tus derechos,
vender los derechos o comprar más derechos (o una combinación entre
estas opciones). Si es una ampliación liberada y no dices nada, lo
normal es que acuda a la ampliación en la proporción que te
corresponda, pero no te fíes y da siempre las instrucciones a tu
banco.
Un truco de los veteranos
de la bolsa que quieren ir a una ampliación pagando lo menos
posible es esperar al último día. Los depositarios que no han
recibido instrucciones venden los derechos en masa ese último día,
lo que puede originar caídas muy importantes en el precio del
derecho, coyuntura que aprovecha el veterano.
Efecto
dilución: cuando las acciones nuevas
empiezan a cotizar, la cotización de las viejas cae en proporción a
la ampliación que se ha realizado. Hay que entender que una
ampliación de capital consiste en emitir acciones nuevas a cambio
de dinero fresco (fresh
money). Si hay más accionistas, el
beneficio que se repartirá por acción es menor, hay más gente para
compartir la tarta y la tarta sigue siendo la misma. Imagina que
una empresa vale en bolsa 10 millones de euros y hay 1 millón de
acciones. La empresa amplía capital por valor de 2 millones de
euros y emite 500.000 acciones más. En el momento inicial, la
acción valía 10 euros, pero, tras la ampliación, la acción vale 8
euros. El primer día de cotización eso se reflejará en el mercado:
es el efecto dilución. Luego, la dinámica del mercado valorará la
acción al alza o a la baja, pero, en el momento inicial, la
aritmética del efecto dilución se verá reflejada.
Split
No hay que confundir una ampliación de capital con un
split, que es un
desdoblamiento de acciones. Se aumenta el número de acciones sin
que aumente el valor de mercado de la compañía ni el número de
accionistas.
En 2014, Apple hizo un split de 7 a 1. Cada acción
se convirtió en 7. ¿Por qué se hace un split? Por puro factor
psicológico. Antes del split, Apple cotizaba a más
de 640 dólares por acción y, tras el mismo, pasó a cotizar a 94
dólares. Insisto, no hubo variación en el valor patrimonial,
simplemente lo que antes era una acción, tras el
split se
convirtió en 7 acciones. A efectos visuales, parece más atractivo
comprar a 94 dólares algo que hemos visto a más de 600 hace pocos
días. Como puedes ver, nuestras emociones nos llevan una y otra vez
a tomar decisiones poco racionales. Tras el split, Apple empezó a subir
como la espuma.
Pago del dividendo
Ya hemos visto que el cobro de dividendos no tiene mucho misterio, pero eso era antes de la crisis. En los últimos años se ha hecho habitual la opción de cobrar el dividendo vía script dividend, que no es más que una ampliación de capital. El importe que te corresponde por dividendo, en vez de pagártelo en dinero, te lo pagan en acciones. Habitualmente puedes elegir si prefieres dinero o acciones, aunque no siempre, y es un mecanismo algo complejo. Ahora bien, ¿qué te conviene más? No hay una respuesta que valga para todas las ocasiones; depende del momento que viva el mercado y de la marcha de la empresa. Sabemos que las ampliaciones generan efecto dilución, malo, pero si la empresa nos gusta y el mercado es alcista, a largo plazo nos puede compensar tener más acciones.
Oferta Pública de Venta (OPV)
Una Oferta Pública de Venta (OPV) es una salida a bolsa. Si
compras acciones en otros mercados, lo encontrarás como IPO
(Initial Public
Offering). Básicamente, consiste en que
una empresa privada quiere cotizar en bolsa, y pretende que tú y
otros como tú os convirtáis en copropietarios de esa empresa. Los
socios fundadores se suelen quedar un buen porcentaje (si se quedan
poquito, malo, pues no piensan en la empresa sino en pillar lo que
puedan y poco más) y el resto sale a cotizar (free-float).
Atención a las OPV. Para no complicarnos la vida con las
fórmulas, pongamos en práctica ese ejercicio que te recomendé en el
capítulo 1: pensar. Todo el mundo sabe que los socios fundadores de
una empresa son un tipo especial de personas que quieren que tú
puedas comprar sus acciones al mejor precio posible, aunque ello
afecte a su beneficio (claro, claro...). ¡Ya! ¡Y qué más! Los
socios fundadores son como cualquier ser humano. Quieren tener más
dinero, y por eso sacan la empresa a bolsa. La clave es si solo
quieren el dinero (con lo que venderán un paquete excesivamente
elevado de acciones al precio más alto posible) o si, además, creen
en el proyecto y quieren seguir manteniendo un importante
porcentaje de la empresa.
Otro actor importante en esta función y que debes tener muy en cuenta son los bancos de inversión que diseñan la OPV: cuanto mejor precio obtengan para su cliente, mayor comisión se llevan, y su cliente no eres tú, sino los socios que sacan la empresa a cotizar.
En general, y con todas las excepciones que puedan darse, no
recomiendo ir a las OPV. Prefiero esperar y ver cómo evoluciona la
cotización cuando la mano del cuidador ya no esté tan encima de la
operación. Hay muchas leyendas urbanas sobre los cuidadores, esos
intermediarios que asesoran y planifican la OPV. Es cierto que la
mayor parte de las empresas cotizadas cuentan con los servicios de
algún banco de negocios o entidad financiera que tutela la marcha
de la acción y, en la medida de las posibilidades que permite la
ley (las empresas cotizadas pueden tener hasta un 5 % de
autocartera), intentan controlar las caídas abruptas. La
autocartera son las acciones que posee la propia empresa; cuando
una compañía se “autocompra” acciones está generando demanda y, si
la acción está cayendo, puede, de forma limitada, incidir en el
precio. Sin embargo, hay muchas OPV que han salido al mercado caras
y luego el precio se ha dado un buen paseo a la baja.
Oferta Pública de Adquisición (OPA)
Una Oferta Pública de Adquisición (OPA) se produce cuando
una empresa quiere tomar el control de otra que cotiza y se ofrece
a comprar todas sus acciones. Por ejemplo, si BBVA quisiera comprar
la totalidad de Bankinter (las dos cotizan en el Ibex 35), debería
lanzar una OPA indicando las condiciones que ofrece: precio,
calendario de la operación y cualquier condición o información
relacionada con la operación. El pago a los accionistas podría ser
en efectivo (8 euros por acción), en acciones (por cada 10 acciones
de Bankinter te darán 15 de BBVA) o una combinación de ambas (3
euros + 10 acciones) La OPA puede ser amistosa si ambas empresas
han pactado la operación previamente o puede ser hostil (no
pactada). Ten en cuenta que hostil no significa que sea mala para
el accionista de la empresa que recibe la OPA, ni mucho menos.
Siempre que se lanza una OPA, hay un folleto público y oficial que
previamente ha supervisado la CNMV y que, si te interesa la
operación, deberías leer. A veces la prensa económica nos ayuda y
publica algún artículo con diagramas y notas para decidir sobre la
OPA en caso de que no hayas entendido ni jota del
folleto.
Aceptar o rechazar una OPA es totalmente
voluntario.
Cómo interpretar los informes de los analistas
Antes de empezar, me gustaría dejar muy claro que no aprecio demasiado los informes de los analistas más allá de la parte puramente técnica del análisis (análisis de balance y cuenta de resultados, análisis de la evolución de la actividad y ratios financieras). En el fondo, lo que estamos haciendo es darle valor a una información que, cuando se basa en datos históricos, es pasado y, cuando se basa en previsiones, son meras conjeturas que podrán o no cumplirse. Es predecir el futuro, lo cual, salvo para magos y adivinos de distinto pelaje, nunca ha sido tarea fácil.
La revista Barron’s publicó en noviembre de 2007 un artículo de Gene Epstein basado en un informe de los profesores Ulrike Malmendier de Berkeley y Devin Shanthikumer de Harvard donde se analizaban las recomendaciones de las principales firmas de bolsa entre 1993 y 2002. La conclusión fue que, sobre un total de 174.000 recomendaciones sobre 2.400 acciones distintas, solo el 4.6 % eran recomendaciones de venta. Es decir, se analizaron muchas veces unas 2.400 acciones de todos los sectores de actividad a lo largo de diez años. Durante estos años, unos sectores fueron bien y otros mal, pero los resultados evidencian que casi nunca se recomendó vender. Es curioso que las recomendaciones para sectores tan dispares presenten tanta uniformidad: no vender.
Y añado la opinión del que, probablemente, es el mejor experto en valoración de empresas de España, el profesor del IESE Pablo Fernández, que se publicó en el periódico El Confidencial en junio de 2007: “Valorar empresas es una chapuza y los analistas solo confunden a los inversores”.
Si crees que con los ejemplos anteriores te estoy hablando de la prehistoria, aquí tienes un caso más reciente: la implosión del portugués Banco Espirito Santo (BES) en verano de 2014. En el mes de mayo se suscribió una ampliación de capital por 1.047 millones, ampliación que estaba asegurada por la flor y nata de la banca de negocios: Merrill Lynch, UBS, Morgan Stanley, Citi, JP Morgan y Nomura (además del propio Besi, filial del BES). Antes de la ampliación, abundaban los informes que recomendaban la compra de acciones basándose en las buenas expectativas de rentabilidad que ofrecía. La ampliación se colocó sin problemas a 0,65 euros por acción pero, poco después, en agosto de 2014, el banco colapsó, y sus acciones llegaron a quedar excluidas de la bolsa.
Entonces, ¿vale la pena leer los informes de los analistas? Pues en mi opinión, lo que sí que vale la pena que leas son sus análisis, porque comprenderás el negocio al que se dedica la empresa que estás estudiando (o sector, si es un informe sectorial); podrás ver qué porcentaje de ventas es nacional y qué parte son exportaciones, te vendrán hechas todas las ratios y calculados los multiplicadores, los balances y las cuentas de resultados y, por último, tendrás la opinión del analista.
Cada casa de análisis tiene sus propios matices, pero en general utilizan la siguiente nomenclatura: comprar, sobreponderar, mantener, infraponderar y vender. La mayoría de las veces, sus recomendaciones se quedan entre el “infraponderar” y el “sobreponderar”, que como son palabros con una definición abierta les comprometen menos. Y es que el analista promedio se moja poco o nada.
Si cae en mis manos un análisis que dice “compra agresiva”, de entrada, me lo creeré. Se está mojando a base de bien, pero ¿eso quiere decir que compraré confiadamente? Para nada, pero el sesgo que le aplicaré a esa acción cuando la estudie será más positivo que negativo. Si dice “sobreponderar”, me lo miraré con detenimiento; el analista no está tan convencido; si dice “mantener”, en general es que esa acción va a caer o ya está cayendo.
Y si dice “venta agresiva” pueden pasar dos cosas muy diferentes: o bien esa acción es un muerto o bien es una empresa que puede dar la sorpresa y empezar a girarse al alza. Los analistas van tarde, van con retraso y es posible que cuando se publique el informe esa “venta agresiva” sea más bien un “neutral” (que es otra palabreja que sirve para no mojarse) y que la empresa esté en posición de volver a subir de nuevo.
Que un analista diga que una acción tiene un recorrido
potencial del 30 % no significa que esa acción vaya a subir un 30
%. Seguir a pies juntillas las recomendaciones de las casas de
análisis es una forma segura de palmar. Avisado estás.