Eros y Psique

(griego)

Psique era la hija menor del rey de Anatolia, y la más hermosa de tres hermanas. Afrodita, envidiosa de su belleza, envió a su hijo Eros, el dios del Amor, al que los romanos luego llamarían Cupido, para que le lanzara una flecha de oro oxidado que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de Psique y lanzó la flecha al mar. Luego, el dios del Amor esperó a que la hermosa hija del rey de Anatolia se durmiese, y se la llevó volando hasta su palacio.

Cuando llegó a su palacio, y para evitar la ira de su madre, Eros mantenía a Psique encerrada en sus estancias privadas y aparecía siempre de noche, en la oscuridad, para que Psique no lo viera y no supiera quién era su secreto amante. Cada noche, en la oscuridad, se amaban. Una noche, Psique le contó a su amado que echaba de menos a sus hermanas y quería verlas. Eros aceptó conducirla hasta sus hermanas, pero también le advirtió que sus hermanas querrían acabar con su dicha. A la mañana siguiente, Psique fue conducida ante sus hermanas.

—¿Y quién es ese marido tuyo, que te raptó de tu casa y al que aún no conocemos? —le preguntaron, envidiosas por sus ricos vestidos y su bella apariencia, sus hermanas.

Psique, incapaz de explicarles cómo era su marido, puesto que no lo había visto, titubeó, pero acabó confesando la verdad:

—Nunca lo he visto y no sé ni quién es ni cómo es, pues siempre aparece de noche y se va antes de que la claridad del día ilumine la estancia.

—Uy, un monstruo ha de ser, pues sólo alguien horroroso evita ser visto por su amada. Esta noche, enciende una lámpara y podrás ver que lo que decimos es cierto y bien cierto.

Psique les hizo caso y encendió una lámpara de aceite para ver a su amado. Pero una gota de aceite hirviendo cayó sobre la cara de Eros dormido, que se despertó y abandonó, decepcionado, a su amante.

Cuando Psique se dio cuenta de lo que había hecho, salió corriendo de su encierro en el palacio y se topó con Afrodita:

—¡Oh, diosa, devolvedme el amor de Eros!

Pero la diosa, rencorosa, le ordenó realizar cuatro trabajos, cuatro tareas, casi imposibles para un mortal, antes de recuperar a su amante divino:

—Y el cuarto trabajo será ir al Hades y pedir a Perséfone, la diosa del Inframundo, un poco de su belleza, que guardarás en esta caja negra. Así recuperaré un poco de la belleza que he perdido por los desvelos que me causa este hijo, desolado por tu deslealtad.

Psique fue a una torre, dispuesta a lanzarse desde lo más alto de ella, pues pensó que el camino más corto al Inframundo sería la muerte. Pero una voz la detuvo en el último momento y le indicó una ruta que le permitiría entrar y regresar con vida del Inframundo. Psique, tal como le había explicado la voz, apaciguó a Cerbero con un pastel de cebada y pagó a Caronte un óbolo para que le permitiese subir a su barca y atravesar la laguna Estigia y llegar al Inframundo, el reino de Hades. Una vez allí, se encontró con Perséfone, la diosa de la naturaleza, la diosa del Inframundo, quien mostrándose más benévola de lo que solía, le dio lo que Afrodita requería: un poco de su belleza.

De regreso, Psique le dio otro óbolo a Caronte y otro pastel a Cerbero, y así consiguió volver, viva, a este mundo. Pero de camino al palacio de Afrodita, pensó que, si tomaba un poco de aquella belleza, Eros la amaría con toda seguridad. Así que abrió la caja negra y de allí salió un humo, el humo volátil de la belleza, que la sumergió en un profundo sueño.

Eros, que después de tantos trabajos la había perdonado, voló hasta su cuerpo y limpió el sueño de sus ojos, suplicando entonces a Zeus y a Afrodita su permiso para casarse con Psique. Éstos, viendo el poderoso amor que los unía, que incluso había vencido a la muerte, dieron su consentimiento y Zeus hizo inmortal a Psique. Afrodita bailó en la boda de Eros y Psique, y el hijo que éstos tuvieron se llamó Placer; los romanos lo llamarían Voluptas.