El hijo de Orula vence a Ikú,
la Muerte

(cubano)

El hijo de Orula tuvo una discusión con Ikú, la Muerte, porque él decía que la luna no saldría, pero Ikú decía que saldría como todos los días. Hasta que, cansado de tanta discusión, Ikú le propuso un trato al hijo de Orula y le dijo:

—Si hoy no sale la luna, tú ganas: te perdonaré la vida y no morirás; pero si la luna sale, tú pierdes y te vendré a buscar para llevarte de este mundo.

El hijo de Orula estuvo de acuerdo y así los dos se despidieron y se fueron cada uno por su lado. El hijo de Orula se fue a ver a su padre y le contó lo sucedido. Orula le recomendó que hiciera una ofrenda, un ebbó.

—Debes llevar frutas a los hijos gemelos de Changó, a los ibeyis, ellos te ayudarán.

El hijo de Orula llevó las frutas a los ibeyis y éstos se pusieron muy contentos. Agradecidos, le dijeron al hijo de Orula que lo ayudarían. Ese día, como todos los días, la luna salió, tal como había dicho Ikú. Así que la Muerte vino a buscar al hijo de Orula para llevárselo justo a las doce de la noche. Pero a quien se encontró Ikú fue a uno de los ibeyis. El otro hermano estaba escondido. Aquel ibeyi comenzó a hacer piruetas y muecas delante de Ikú, y ésta se moría de la risa. Cuando aquel ibeyi se cansó, el otro ocupó su lugar y, como eran gemelos, Ikú ni se enteraba. Ikú estaba encantada porque hacía mucho tiempo que no se reía. Y fue tanta la risa que le provocaron los ibeyis a Ikú que la sorprendió el amanecer y se marchó sin poderse llevar al hijo de Orula. Los ibeyis le contaron lo sucedido al hijo de Orula y éste se lo agradeció enormemente. Y fue así como el hijo de Orula venció a la Muerte gracias a la ofrenda, al ebbó, que le recomendó hacer su padre, y fue así como el hijo de Orula aprendió que lo único que vence a la Muerte es la risa.