La primera muerte
(aborigen australiano)
En el tiempo de los sueños vivían Purukupali y Bima, y ambos tuvieron un hijo: Djinini. Purukupali y Bima eran felices juntos con su hijo. Durante el día, cuando Bima iba a recolectar alimentos se llevaba a su hijo con ella, y cuando el niño se dormía, Bima lo acostaba a la sombra de un árbol y seguía con su trabajo.
Pero un día Tjarapa comenzó a decirle galanterías a Bima cuando la hallaba sola con su hijo, y tanto insistió y tanto la halagó que un día muy caluroso Bima, finalmente, cedió a sus peticiones. Dejó a su hijo durmiendo solo y se fue con Tjarapa detrás de unos arbustos. Mas cuando regresó al lugar donde estaba el niño, vio que la sombra del árbol bajo la que se cobijaba se había movido y su hijo estaba a pleno sol, muerto. Bima cogió en sus brazos a su hijo muerto y volvió a su casa. Cuando Purukupali supo cómo había muerto Djinini, su tristeza y su indignación no tuvieron límites. Ciego por la rabia, alzó su lanza contra Bima para castigarla por su descuido. Bima, asustada, huyó al bosque.
Tjarapa, que se sentía culpable por la muerte del niño y por el desdichado fin de la madre, le suplicó a Purukupali que le entregara el cuerpo de Djinini para que él pudiera devolverle la vida al cabo de tres días. Pero Purukupali desafió a Tjarapa a que se batiese en duelo con él. Si vencía a Tjarapa, vengaría la muerte de su hijo, y si Tjarapa lo vencía a él y lo mataba, dejaría de sufrir. La lucha comenzó y los dos lucharon durante mucho tiempo y se hicieron profundas heridas el uno al otro, hasta que, finalmente, vencidos por el cansancio, cayeron malheridos los dos al suelo.
Purukupali se levantó el primero y cogió a su hijo en brazos. Caminó de espaldas y se sumergió en el mar mientras anunciaba que a partir de ese momento todos los seres vivos de la Tierra tendrían el mismo destino que su hijo: la muerte. En el lugar donde Purukupali se sumergió con su hijo se formó un remolino de agua tan fuerte que todavía hoy sigue siendo peligroso y nadie se atreve a acercarse a él. Dicen que conduce al lugar donde habitan los muertos.
Tjarapa cogió su antorcha encendida y ascendió al cielo. Hoy le llamamos Luna y todavía se le pueden ver las cicatrices de las heridas que le causó Purukupali. También Tjarapa, como todo lo que vive, muere, pero después de tres días renace de nuevo. Sale del remolino del mar, del lugar donde habitan los muertos, y reanuda su travesía por el firmamento. Bima, que se había refugiado en el bosque, adoptó la forma de un zarapito, y todavía hoy, cada noche, se oye a la orilla del mar su lamento por la muerte de su hijo: Djininiiiiiiii.