Capítulo 6
Adiós a Nar Shaddaa
Durante la semana siguiente, Salla Zend estuvo muy tranquila y callada..., tanto que Flan empezó a preocuparse. Nunca la había visto de aquella manera. Salla incluso rechazó ofertas para acompañar a Han y Chewbacca en un par de travesías, a pesar de que Han no estaba bromeando cuando le dijo que necesitaba su ayuda. Jarik había encontrado recientemente una novia en la sección corelliana de Nar Shaddaa, y estaba pasando todo su tiempo disponible junto a ella. El chico también había empezado a trabajar con Shug, porque el maestro de la mecánica estaba mejorando los hiperimpulsores de muchas de las naves que el clan Desilijic empleaba para el contrabando. Era un gran trabajo, y Shug necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir.
Salla empezó a ir al granero espacial de Shug cada día, y también se puso a trabajar en los hiperimpulsores. Pero cuando Han volvía a casa después de haber entregado un cargamento, Salla estaba allí para darle la bienvenida, sonriendo, con un beso lleno de afecto. Su conducta hacia él había cambiado de alguna manera indefinible. Solía mirar a Han como si le estuviera evaluando, y eso hacía que el corelliano se sintiera bastante nervioso.
Lo más inquietante de todo era que Salla le había pedido que le enseñara a cocinar. Haber sido criado por Dewlanna había convertido a Han en un buen cocinero, aunque nunca se molestaba en preparar comidas únicamente para él. Pero, dado que Salta y él salían juntos casi cada noche, Han acabó adquiriendo la costumbre de preparar alguna clase de cena para los dos.
Y de repente Salta dijo que quería que le diera clases de cocina. Han no hubiese podido explicar por qué, pero empezó a tener un mal presentimiento al respecto. No hubiese podido decir qué le preocupaba —después de todo, querer aprender a cocinar no tenía nada de raro—, pero le preocupaba y mucho.
Han empezó con cosas sencillas —desayunos, estofados, sopas—, y después pasó a menús como bistecs de traladón con guarnición de tubérculos, raíces de imush trinchadas y salteadas con salsa caliente, y galletas wookie caramelizadas con miel de los bosques.
Salla prestaba una gran atención a las explicaciones de Han, y se enfrentó a los misterios de la cocina con toda la seriedad que en una ocasión había dedicado a desmontar y reconstruir una matriz motivadora que no funcionaba correctamente. De hecho, se estaba tomando las lecciones tan en sedo que Han empezó a sentirse cada vez más preocupado.
El corelliano llegó a pensar en encararse con ella y preguntarle qué estaba ocurriendo, pero no quería someterla a un interrogatorio. Salla acababa de perder su nave, y Han se dijo que eso era razón más que suficiente para que hubiera un cierto grado de excentricidad en su comportamiento.
Una noche en que Salla le había servido la primera cena totalmente preparada por ella, Han acabó de engullir los últimos bocados de cola de ladnek ligeramente quemada y de soufflé de raíces de los pantanos un tanto gomoso, y después le sonrió.
—Todo estaba buenísimo, Salla. ¡A este paso, pronto serás un auténtico genio de la cocina!
—¿De veras? —preguntó Salla,, que parecía muy complacida. —Desde luego —mintió Han, aunque la verdad era que a Salla todavía le quedaba muchísimo camino por recorrer.
—Han... Hay algo que quiero decirte hace tiempo —murmuró Salla—. Es algo realmente importante.
—«Oh, oh... Allá vamos», pensó Han, sintiéndose invadido por un repentino temor.
—De qué se trata? —preguntó.
—Bueno, he estado haciendo algunos planes. No saldrá tan caro como pensaba en un principio, especialmente por lo referente a la sala de banquetes, y además tengo unos cuantos ahorros. Con lo que todavía te queda de lo que ganaste en esa gran partida de sabacc podremos pagarlo sin problemas. He hablado con un suministrador, y...
—De qué estás hablando, Salla? —la interrumpió Han, sintiéndose completamente confuso.
—De nuestra boda —dijo Salla—. He estado pensando en ello, en cómo dices que me necesitas..., y la verdad es que tienes razón, Han. Nos necesitamos el uno al otro. Ya va siendo hora de que demos el paso decisivo y tengamos una auténtica vida juntos. Como Roa y Lwyll... ¿Te acuerdas de lo maravillosa que fue su boda? Podemos tener algo igual de maravilloso. Creo que nos lo debemos, y todos nuestros amigos podrán venir.
Han la miró fijamente, sintiéndose demasiado aturdido para poder hablar. Su primer impulso fue preguntarle a gritos si se había vuelto loca, pero logró contenerse y contar hasta diez. Salla quizá necesitaba atención médica, ya que había sufrido un serio golpe en la cabeza. Han, cada vez más preocupado, acabó logrando hablar.
—Eh... Salla, creo que eso no figura en mis planes por el momento. Salla soltó una risita.
—Sabía que dirías eso, Han. ¡Ah, los hombres! Nunca quieren admitir qué es lo que sienten, ¿verdad? ¿No te acuerdas de que me dijiste que envidiabas a Roa y a Chewie porque ellos tenían una verdadera familia?
Han se acordaba de haber dicho algo por el estilo, pero desde luego no había tenido intención de que sus palabras fuesen interpretadas de aquella forma. Meneó la cabeza.
—Salla, cariño, me parece que sería mejor que habláramos de esto. Supongo que no le habrás hablado a nadie de ello, ¿verdad? ¿O has llegado a hacer alguna clase de planes concretos?
—Bueno... Sólo he hablado de ello con algunas personas —dijo Salla—. Shug, Mako, Lando y Jarik, para ser exactos... Ah, y también he reservado la sala de banquetes.
«¡Mako!», gimió Han para sus adentros. Su viejo amigo de los tiempos de la Academia se lo pasaría en grande haciendo correr la noticia por toda Nar Shaddaa. «¿Por qué no me has advertido, Jarik?», se preguntó, y un instante después cayó en la cuenta de que el chico estaba tan loco por aquella monada a la que había estado viendo que probablemente ni siquiera se enteró de lo que le dijo Salla.
—Esto no es nada propio de ti, Salla —dijo por fin—. Nunca nos hemos hecho promesas, y nunca hemos llegado a establecer ninguna clase de compromiso. Quiero decir que algún día quizá... Pero...
Salla estaba volviendo a sonreírle con aquella sonrisa que hacía que Han se sintiera como un traladón de camino al matadero, una extraña sonrisa de sabelotodo que decía que en realidad no le estaba escuchando. Ardiendo en deseos de comunicarse sin llegar a hacerle daño con la verdad, Han se inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Salla entre las suyas.
—Salla, cariño... Ni siquiera hemos llegado a pronunciar la palabra «amor». ¿Me estás diciendo que me amas lo suficiente para pasar el resto de tu vida junto a mí?
Los ojos color ámbar de Salla sufrieron un cambio de expresión casi imperceptible, y después asintió.
—Sé lo que quiero, Han. Quiero que tú y yo estemos juntos, y que dejemos de arriesgar nuestras vidas con el contrabando de especia.. Seremos como Roa y Lwyll, y nos iremos muy lejos de aquí para crear una nueva vida, una vida honrada. Puede que algún día tengamos niños...
—Pero ¿me amas? —preguntó Han, sosteniéndole la mirada.
—Claro —dijo Salla—. Por supuesto que sí, Han. Ya lo sabes.
«No, me parece que no lo sé», pensó Han, un tanto cínicamente. El leve cambio de expresión de los ojos de Salla no se le había pasado por alto. Sabía que Salla le apreciaba muchísimo y que le importaba lo que pudiera ser de él, y que incluso sentía pasión hacia él. Pero ¿amor?
—Y de todas maneras debes entender que es la decisión correcta, Han. Vamos a ser realmente felices, y ésta será la mejor boda que haya habido jamás. Después celebraremos una gran fiesta.
A Han tampoco se le pasó por alto el hecho de que Salta no le había preguntado si la amaba. «No quiere conocerla respuesta a esa pregunta», comprendió.
Durante un momento estuvo a punto de decirle «No te quiero, Salla, y no quiero casarme contigo», pero por alguna razón inexplicable no consiguió llegar a pronunciar esas palabras. No quería romper con Salla, y decirle eso sería una forma inevitable de hacerlo.
Han, sin abrir la boca, decidió hablar del asunto con Chewie, y tal vez también con Lando, dado que Salla parecía decidida a guardar silencio al respecto. Uno de los dos quizá tuviera algunas ideas sobre cómo decirle «no» en lo referente al matrimonio sin que eso significara perderla.
Han no quería perder a Salla, pero tampoco estaba muy seguro de querer casarse..., y especialmente en aquellos momentos, cuando por fin había conseguido llegar a la cima de la jerarquía de los contrabandistas y disponía del Halcón. Tenía sitios a los que ir, negocios que hacer, cargamentos que transportar y montones de diversión de los que disfrutar.., y el matrimonio echaría a perder toda esa diversión. En lo que concernía al corelliano, el casarse equivalía a una condena a trabajos forzados en un campamento imperial. De hecho, descubrir que acababa de ser sentenciado a las minas de especia de Kesel le habría parecido prácticamente igual de horrible que la perspectiva del matrimonio.
Al día siguiente Han acorraló a Chewie en su apartamento, y mientras CéCé rodaba de un lado a otro, recogiendo cosas y volviendo a dejarlas exactamente en el mismo sitio del que las había cogido, le contó toda la historia. Su amigo gruñó y gimió, y acabó meneando la cabeza.
—¿Qué quieres decir con eso de que la forma en que está actuando Salla te recuerda a Wynni? —preguntó Han—. Wynni es incapaz de mantener apartadas sus patas de ti, e intenta seducirte cada vez que nos tropezamos con ella. Salla no hace nada de eso. Ella sólo quiere casarse.
Chewbacca explicó y extendió su declaración anterior. Salla le recordaba a Wynni porque no estaba preguntando si Han quería vivir con ella, y se limitaba a dar por sentado que así era y, como consecuencia, hacía lo que ella quería El matrimonio, observó el wookie, tenía que ser una relación en la que ambas partes se encontraran en un pie de igualdad. A veces una parte podía acceder a los deseos de la otra, pero nadie debía limitarse a dar por sentado que sabía qué era lo mejor para las dos y empezar a tomar decisiones en nombre de la pareja.
El entrecejo de Han se llenó de arrugas.
—Sí, comprendo lo que quieres decir —murmuró—. Salla no me lo está pidiendo, y se limita a dar por sentado que nos vamos a casar. —Meneó la cabeza, sintiéndose lleno de pena—. Ahora está recorriendo las tiendas en busca de un vestido. Dice que quiere una boda tradicional corelliana porque yo soy corelliano, y eso significa que necesita un vestido verde.
Chewie meneó la cabeza y se embarcó en un largo discurso sobre las hembras de cualquier especie que consideraban a los machos como premios que conquistar. Advirtió a Han de que su hermana, Kallabow, había llegado a una decisión bastante similar cuando se propuso casarse con Mahraccor. Aun así, siguió explicándole a Han, Kallabow había sabido obrar de una manera bastante más inteligente que Sana. Su hermana se limitó a darle a Mahraccor muchas oportunidades para que comprendiera que estaba enamorado de ella, hasta que un día eso fue exactamente lo que le ocurrió a Mahraccor. Chewie añadió que los dos eran muy felices.
—Bueno, amigo, pues eso no va a ocurrirme a mí —dijo Han en un tono más bien cáustico—. ¿Sabes una cosa, Chewie? Estoy empezando a enfurecerme. A Salla no le importa en lo más mínimo lo que yo quiera y, de hecho, ni siquiera desea saber qué es lo que quiero exactamente. Ésa no es forma de conseguir que alguien se enamore de ti y quiera casarse contigo.
Chewie se mostró estrepitosamente de acuerdo con su amigo.
La noche siguiente, Han habló con Lando en un bar lleno de humo de uno de los grandes casinos de Nar Shaddaa. El jugador meneó la cabeza en cuanto Han sacó relucir el tema.
—Han, Han... Salla se lo ha tomado terriblemente en serio, ¿comprendes? Cuando me habló de ello, lo primero que hice fue echarme a reír —¡porque te conozco, amigo!—, y Salla estuvo a punto de atizarme un puñetazo.
—Ya sé que se lo ha tomado muy en serio —replicó Han con abatimiento—. Maldita sea, Lando, lo que pasa es que no quiero casarme con ella... ¡De hecho, no quiero casarme con nadie! ¡Quizá nunca quiera casarme! Me encanta la vida de soltero y me encanta poder hacer lo que quiero, cuando quiero y con quien quiero.
—Cálmate, amigo —le advirtió Lando.
Han se dio cuenta de que había subido el tono de voz hasta tal punto que otros clientes del bar le estaban mirando fijamente, y se apresuró a engullir un sorbo de su cerveza alderaaniana.
—Bien, ¿y has intentado explicarle cuáles son tus sentimientos? —preguntó Lando
—Sí. Un par de veces, de hecho..., y no consigo que me haga caso. «Esto no es una buena idea, Salla —le digo—, y además necesito un poco de tiempo para pensar en ello». Incluso he llegado a decirle que el matrimonio no es algo que me interese en estos momentos, pero no ha servido absolutamente de nada.
—¿Y qué dice ella cuando tú dices eso?
—Oh, no le da importancia. Se limita a soltarme cosas del estilo de «No te preocupes, Han. Eso les ocurre a todos los hombres. Ponerse nervioso antes de la boda es perfectamente normal».
Undo dejó escapar un suspiro tan prolongado que su bigote se estremeció.
—Mal asunto, amigo —dijo después—. Se diría que Salla está totalmente decidida a casarse contigo porque considera que ésa es la mejor manera de poner un poco de orden en su vida. Perdió su nave, pero ahora va a conseguir un esposo.
—Quiere que deje el contrabando y que me vaya de Nar Shaddaa. Dice que podemos ser como Roa y Lwyll, y que podríamos empezar una nueva vida y dedicarnos a hacer alguna otra cosa. Se acabó el contrabando, ¿entiendes?
Lando se estremeció.
—¿Un trabajo honrado? ¡Eso es horrible!
El jugador estaba bromeando, pero sólo en parte.
Han vació su jarra de cerveza y se limpió los labios con el dorso de la mano.
—¿Qué voy a hacer, Lando? No pienso casarme con ella, eso está muy claro. Pero tampoco soy capaz de decírselo de una forma lo suficientemente convincente para que haga que me escuche.
Lando frunció el ceño.
—Sí, parece bastante complicado. Aunque tengo la impresión, y lo digo por la forma en que está actuando Salla, de que sólo está pidiendo que alguien le proporcione una vida más tranquila. Aun así, Han...
Bien, el problema está en que no puedes esperar. Salla me dijo que ha decidido fijar la boda para la próxima semana.
Han se irguió de golpe.
—La semana próxima? Oh, no... ¡Eso es imposible, Lando! Lando asintió.
—Tienes que decírselo, Han.
—¡Pero es que no querrá escucharme!
—¿Qué otra cosa puedes hacer?
Una nueva determinación endureció los rasgos de Han.
—Puedo irme, eso es lo que puedo hacer. Ya hace tiempo que tengo intención de pasar una temporada en el Sector Corporativo. Quiero localizar a un técnico en naves espaciales llamado Doc, y me parece que es el momento más adecuado para hacer ese viaje.
—El Sector Corporativo queda muy lejos.
—Sí. Y Salla no tiene una nave, lo cual significa que no podrá seguirme. Si me limito a irme, además, eso le transmitirá el mensaje de una forma mucho más clara que cualquier cosa que pueda decirle. Y pienso irme ahora mismo, Lando: mañana, de hecho...
—¿Tan pronto? —preguntó Lando, visiblemente sorprendido—. ¿Por qué tienes tanta prisa?
—¿Y por qué voy a seguir retrasándolo? —replicó Han—. Mañana por la mañana iré a ver a Jabba y le diré que estaré fuera durante algún tiempo, y que no sé cuándo volveré. Además... Bueno, Salla me importa —añadió con un suspiro—. No quiero que gaste sus créditos en una boda que nunca va a tener lugar. Cuanto más pronto me vaya, más dinero se ahorrará.
—Se lo va a tomar francamente mal —dijo Lando.
—Lo sé —dijo Han, asintiendo lúgubremente—. Y me gustaría que las cosas no tuvieran que ser de esa manera. Salla debería haber sentido un poco más de respeto hacia mí y no haber sido tan tozuda. Si hubiese alguna otra forma de salir de este lío la utilizaría, pero no se me ocurre nada. Haga lo que haga o diga lo que diga, Salla acabará pasándolo bastante mal.
—Podrías darte por vencido y casarte con ella —dijo Lando, enarcando una ceja en un movimiento lleno de diversión.
Han meneó la cabeza.
—Antes preferiría darle un beso de tornillo a Jabba, Lando.
Lando sufrió tal ataque de risa que estuvo a punto de caerse del taburete.
—No estoy dispuesto a perder mi libertad —dijo Han, poniéndose muy serio—. Salla acabará superándolo. Sí, se enfadará. Sí, probablemente nunca volverá a dirigirme la palabra. Lo siento mucho, pero no lo lamento lo suficiente para quedarme aquí. Antes preferiría dar un microsalto a través de las Fauces.
Lando se encogió de hombros y le ofreció la mano.
—Voy a echarte de menos, amigo.
—Ven conmigo —sugirió Han, estrechándole la mano—. A Chewie y a mí no nos iría nada mal tener un poco de ayuda extra.
—¿Qué me dices de Jarik?
Han agitó la mano en el aire.
—Estoy casi seguro de que el chico no vendrá. Shug le está pagando más de lo que puedo permitirme pagarle, y además está tan loco por esa chica a la que acaba de conocer que apenas puede pensar con claridad. Nunca aceptaría hacer un viaje tan largo.
—Cierto —dijo Lando—. El primer amor._ Encantador, ¿verdad? Han puso los ojos en blanco, y los dos amigos se echaron a reír.
—Bien... ¿Vas a venir? —insistió Han.
—No —dijo Lando—. He de dedicar unas cuantas horas al depósito de naves espaciales. Desde que Roa se fue he tenido a un montón de encargados distintos, y además no quedé nada satisfecho del último.
—Magnífico. —Han meneó la cabeza—. Bien, Lando, te echaré de menos... Mantén los ojos bien abiertos, amigo.
—Lo mismo digo, Han.
Han pasó una última noche con Salla, pero ella se encontraba tan absorta en sus planes que ni siquiera se dio cuenta de lo sombríamente silencioso que estaba Han.
Antes de que volvieran a casa, Han la miró a los ojos.
—Ojala me hubieras pedido mi opinión antes de planificar todo esto, Salla —dijo—. No soy la clase de hombre que se casa.
Salla se rió.
—Todos los hombres piensan eso, Han..., hasta que se casan. ¿Te acuerdas de Roa? Siempre estaba diciendo que jamás se casaría y luego se casó, y no habías visto a nadie más feliz que él. Los hombres sencillamente son así.
—Este hombre no —dijo Han, pero Salla se limitó a reírse.
A la mañana siguiente Han fue a su apartamento e hizo que CéCé recogiera su ropa (lo que no exigió mucho tiempo, ya que Han nunca había tenido muchas prendas) y las metiera en una vieja mochila. Después él y Chewie fueron a la pista de descenso del Halcón Milenario, que se encontraba en lo alto de uno de los edificios más elevados de Nar Shaddaa.
Jarik fue a despedirles. Han no le había dicho a nadie que se iba salvo a Lando y al joven. Jarik le ofreció la mano, y Han se la estrechó.
—¡Acabo de darme cuenta de que me encantaría ir con vosotros! —dijo de repente el joven—. ¡Vuelve convertido en un hombre rico, Han! Cuida de él, Chewie, ¿de acuerdo?
Han deslizó un brazo sobre los hombros de Jarik y le sacudió afablemente. Chewie le revolvió los cabellos con una enérgica potencia wookie que hizo chillar al muchacho.
—Cuídate, Jarik —dijo Han—. No permitas que CéCé te haga la vida imposible. Y... sigue mi consejo, chico. Diviértete, pero acuérdate de una cosa: ¡si yo soy demasiado joven para casarme, no cabe duda de que tú eres espantosamente demasiado joven para hacerlo!
Jarik se echó a reír.
—No lo olvidaré, Han.
—Hasta pronto, chico. Y procura disfrutar de la vida, ¿de acuerdo?
Unos minutos después, con Nar Shaddaa detrás de ellos, Han activó su comunicador para enviar un mensaje holográfico. Introdujo rápidamente el nombre y los códigos de Salla, y luego dio instrucciones a la Central de Mensajes de que mantuviera «retenido» el mensaje durante dos horas. Cuando hubiera transcurrido ese tiempo, ya estaría lo suficientemente lejos.
En cuanto el sistema de mensajes indicó que estaba listo para iniciar la grabación, Han se aclaró la garganta antes de empezar a hablar.
—Hola, Salla —dijo después—. Siento mucho que las cosas hayan tenido
que ser de esta manera, pero cuando recibas este mensaje Chewie y yo ya nos habremos ido. Intenté hablar contigo, pero no querías escucharme. Han titubeó durante unos momentos, y después respiró hondo antes de seguir hablando.
—Eres una mujer maravillosa, Salla, pero no estoy preparado para casarme... con nadie. Intenta no tomártelo de una manera demasiado personal, ¿de acuerdo? Creo que necesitamos dejar de vernos durante algún tiempo. Algún día volveré y... Trata de no enfurecerte demasiado, Salla. Estoy haciendo lo que debo hacer. Cuídate mucho, y despídete de Shug y de Mako en mi nombre.
Chewbacca estaba soltando insistentes gruñidos.
—Oh, y Chewie también quiere despedirse —añadió Han—. Espero que todo te vaya lo mejor posible, Salla Sé feliz.
Extendió la mano, pulsó el botón de transmisión y luego se hundió en su asiento.
—¡Uf! Esto ha sido peor que una docena de travesías de Kessel, amigo.
Chewbacca admitió que aquel tipo de cosas nunca resultaban demasiado fáciles.
Han asintió.
—Tienes toda la razón, amigo. Y hablando de matrimonios, creo que tú y Mallatobuck os merecéis disfrutar de una pequeña segunda luna de miel antes de que pongamos rumbo hacia el Sector Corporativo. Así pues, ya puedes empezar a trazar el curso hacia Kashyyyk.
Chewbacca miró a Han y sus ojos azules se iluminaron. Han le sonrió.
—Además, he conseguido echar mano a otro cargamento de esos dardos explosivos que tanto le gustaron a Katarra. He pensado que unas cuantas cajas de brandy thikkiiiano podrían proporcionarnos una buena suma de dinero en el Sector Corporativo. ¿Qué te parece mi idea de hacer una pequeña escala en Kashyyyk antes de dirigimos hacia el Sector Corporativo?
Chewbacca expresó su aprobación a la sugerencia de Han con un rugido tan potente que al corelliano le zumbaron los oídos.
Unos minutos después, el Halcón ya sólo era una estela rectangular que surcaba el hiperespacio en el primer tramo de su largo viaje.