CAPÍTULO 10. El gamberro invisible
—¡El hombre de la bicicleta de carreras! —exclamó Pete.
—¡Con el casco, las gafas, la mochila y los auriculares! —dijo Paul como un eco.
—Los tres entrevistados le vieron pasar por delante de sus puestos de observación —dijo Bob—, ¡y las dos veces pasó también por delante de nosotros!
Todos saludaron a Júpiter cuando, tras empujar la puerta de la trampa, salió del túnel dos y entró en el puesto de mando. El robusto jefe del equipo se sentó para contemplar de nuevo el gran mapa con sus líneas rectas de chinchetas de colores.
—Y también fue visto por el teniente Samuels —añadió Júpiter—, pero ni el teniente ni nosotros le vimos hacer nada. ¿Le vio algún policía rompiendo una ventana? ¿O haciendo algo sospechoso siquiera?
—Bueno —replicó Paul— el patrullero con quien hablé dijo que durante unos momentos pareció que el hombre de la bici iba a detenerse, pero luego siguió.
—Y se detuvo a mirar el «Rolls-Royce» la primera noche que vigilamos —agregó Bob.
—Pero en realidad no hizo nada —insistió Júpiter—. Podría tratarse simplemente de alguien que regresa a su casa cada noche y va por calles distintas para variar.
—¿Quieres decir que es pura coincidencia? —dijo Pete un tanto decepcionado.
—Por otro lado —continuó Júpiter y sus ojos se animaron—, él es la única persona que ha aparecido en todas las vigilancias. Y, puesto que nunca se ha roto ningún cristal en las manzanas donde estaba apostada la policía, el hecho de que no haya sido visto rompiendo una ventanilla no le descarta.
—¿Tú crees que el rompecristales sabe dónde vigila la policía, Jupe? —preguntó Bob.
—Eso parece, Archivos —asintió Júpiter.
—Pero tampoco rompieron ninguno cuando vigilábamos nosotros —observó Pete.
—La policía estaba también en la misma manzana, Segundo —le recordó Júpiter.
—¿Quieres decir que no sabía nada de nosotros, pero sí que los agentes estaban allí?
—Exacto —repuso Júpiter—. De momento el hombre de la bicicleta es nuestro primer sospechoso. Todo lo que tenemos que hacer es demostrar que es culpable.
—Estupendo —dijo Pete—. ¿Y cómo lo hacemos?
—¿Tienes algo pensado, Primero? —preguntó Bob.
Antes de que Júpiter pudiera contestar, Paul que cada vez estaba más confuso, intervino.
—Pero —dijo el muchacho mayor— si el hombre de la bici es quien rompe las ventanillas, ¿cómo lo hace? ¿Por qué yo no lo vi? Quiero decir que si no se detiene para golpear los cristales con alguna cosa, ¿cómo los rompe? ¿Y si se para, por qué no le vi la noche que oí como se rompía el cristal? Bob miró a Júpiter.
—¿Cómo romperías tú una ventana desde una bicicleta en movimiento, Primero?
—¿O cómo te pararías para romper un cristal sin ser visto? —preguntó Pete—. A menos que puedas hacerte invisible—. El Segundo Investigador tragó saliva—. Olvidad lo que he dicho, amigos.
—Yo creo que podemos descartar lo de hacerse invisible, Segundo. Aparte tal vez de una invisibilidad psicológica —dijo Júpiter antes de volverse a Paul—. Cuando oíste el ruido que hizo el cristal al romperse no viste a nadie cerca de tu camioneta. Pero tal vez vieras algo que pasaba por la calle. Algo que había pasado ya cuando oíste el estrépito. Tal vez algo que se movía en dirección a la esquina. Algo que percibiste y sin embargo no viste realmente.
Paul frunció el entrecejo con los ojos entornados como para recordar lo ocurrido aquella noche oscura con mayor claridad. ,
—No vi a nadie cerca de la camioneta, como ya dije. Y estoy seguro de que no había nadie en la calle. Quiero decir que no lo vi... —La voz del joven se apagó y su ceño se acentuó—. ¡Aguarda! Tal vez algo hizo... cierto movimiento. En la calle más allá de la camioneta. Sólo... un movimiento, ¿sabes? Ni un coche ni nada, tan sólo... alguien...
—¿Como una especie de impresión que no puedes recordar del todo? —le ayudó Júpiter.
—Vi algo —asintió Paul tratando de recordar la calle en la oscuridad de aquella noche—. Pero... olvidé que había visto algo tan pronto desapareció.
Júpiter asintió con la cabeza.
—Todos tenemos tendencia a no fijarnos en las cosas, personas o acciones que nos son tan familiares, tan corrientes, que casi las vemos cada día. Tan normales que al cabo de un rato de verlas no sabemos que las hemos visto. Las olvidamos en cuanto se van. El cartero, el basurero, los que controlan el consumo de los contadores, repartidores, vendedores ambulantes y un hombre que pasa en bicicleta por la calle de noche. Sobre todo si te distrae el ruido de un cristal al romperse. Nosotros vemos al ciclista sin prestarle mayor atención y luego se rompe el cristal. No relacionamos al hombre de la bici con la ventanilla rota de un automóvil; la ventanilla reclama nuestra atención, y olvidamos por completo al ciclista. Invisibilidad psicológica.
—Pero eso significa que no se detuvo para romper el cristal, Primero —dijo Bob—. De modo que: ¿cómo rompe las ventanillas desde una bici en movimiento?
—¿Y cómo es que siempre evita la manzana donde está la policía? —se extrañó Pete.
—Todavía no sabemos bastante para poder contestar esas preguntas —respondió Júpiter—, pero tengo algunas ideas. Quiero volver a hablar con el comisario Reynolds, y quiero examinar la camioneta de Paul.
—Claro —dijo Paul—. Puedes hacerlo cuando quieras. Ahora está en nuestra tienda... mi padre se ha marchado fuera de la ciudad.
—Pero, Jupe —objetó Bob—, todavía no nos has dicho cómo vamos a probar que el hombre de la bici de carreras es quien rompe las ventanillas... si es que es él.
—Vamos a atraparle con las manos en la masa, Archivos —declaró Júpiter—, volviendo a utilizar de nuevo la Cadena Fantasma.
—¿Quieres decir que dirás a todos los chicos de la Cadena Fantasma que le vigilen para ver lo que hace? —dijo Pete.
—Eso es precisamente lo que quiero decir —replicó Júpiter tajante—. Esta vez sabemos exactamente qué queremos que vigilen. Si el hombre de la bici es el que rompe las ventanillas, la Cadena no tendrá muchos problemas para demostrarlo.
—A menos que él sepa que le vigilamos, lo mismo que sabe dónde está la policía —replicó Pete—. Quiero decir que a lo mejor tiene una visión con rayos. ¡Un ojo con rayos infrarrojos que ve en la oscuridad! ¡Tal vez sea un médium que percibe cuando la gente le observa!
—Sospecho, Segundo, que el medio por el que nuestro sospechoso conoce el paradero de la policía es mucho más sencillo —dijo Júpiter—. En cualquier caso no podemos poner en práctica nuestro plan hasta el próximo lunes. El rompecristales no volverá a actuar hasta entonces.
—Eso es una suerte para mí —declaró Pete—. Tengo que irme afuera con mi familia a pasar el fin de semana.
—Y yo tengo que cuidarme de la tienda mientras mi padre esté ausente —añadió Paul—, de modo que estaré ocupado todo el fin de semana.
—Entonces propongo que vayamos a examinar tu camioneta ahora— dijo Júpiter.
Estaban en mitad del túnel tres cuando sonó el teléfono.
Se miraron sobresaltados. Excepto cuando funcionaba la Cadena Fantasma apenas nadie llamaba al puesto de mando. Júpiter conectó la llamada al altavoz
—Los Tres Investigadores— anunció con su voz más rotunda.
—Er...—dijo una voz nerviosa que le resultaba familiar—, ¿podría hablar con el señor Júpiter Jones?
—Júpiter Jones al aparato —replicó el joven detective.
—Ah, Júpiter. Soy Willard Temple. Nos conocimos la otra noche delante de la casa de mi tío Jarvis.
—Lo recuerdo, señor Temple. ¿En qué puedo ayudarle?
—Bien, mi tío ha estado pensando sobre lo que dijo de vosotros el comisario Reynolds y quisiera saber si os puede contratar para que le ayudéis a encontrar el águila. Me ha pedido que os llame y hablemos de vuestros honorarios.
—Nosotros no cobramos, señor Temple. Sólo ayudamos a la gente a solucionar sus problemas y, si quieren darnos algo para facilitarnos nuestro trabajo, lo aceptamos encantados.
—Ya entiendo. Bien, me parece muy justo. Eh, mi tío no está del todo decidido. ¿Por qué no venís ahora y lo discutimos más a fondo?
—¿Ahora? —dijo Júpiter—. Bien, de acuerdo.
—¿Sabes la dirección? El 140 de la calle Valery.
—En seguida estaremos allí, señor Temple —replicó Júpiter.
Los otros tres muchachos asintieron con la cabeza, llenos de ansiedad.