CAPÍTULO 6. Júpiter descubre un S. O.

Al día siguiente Paul tuvo que trabajar en la tienda de su padre. Como no tenían que llevara cabo ninguna investigación hasta la noche, Bob y Pete se fueron a hacer surfing y luego comieron en casa de los Crenshaw. Nadie supo nada de Júpiter durante todo el día.

Eran las ocho y media y Júpiter aún no había llamado. Bob y Pete fueron al «Patio Salvaje» en sus bicicletas. No había nadie en el taller. Los muchachos entraron a gatas en el túnel dos y llegaron hasta la puerta del puesto de mando. No se oía el menor ruido en el interior del remolque escondido, pero unas estrechas franjas de luz salían por debajo de la puerta. Los muchachos comprendieron que allí había alguien.

Despacio, Bob empujó la puerta de la trampa, y los dos muchachos asomaron sus cabezas en la habitación iluminada.

Júpiter se hallaba sentado en una silla con los ojos abiertos y brillantes como si hubiera estado mirando lo mismo mucho rato.

—Creo que ya tengo la respuesta, chicos —les dijo en cuanto entraron en la habitación. Continuaba mirando al frente y no a ellos—. ¡Pero no sé qué significa!

—Qué sabes... —Pete pestañeó— pero no sabes...

—¡Las chinchetas! —exclamó Bob siguiendo la mirada de Júpiter hasta el mapa de Rocky Beach. Las chinchetas seguían allí, pero ya no eran plateadas.

—¡Uau! —exclamó Pete—. ¡Son de distintos colores!

—De cuatro colores distintos para ser exactos, Segundo —le corrigió Júpiter—. Me he pasado aquí toda la tarde mirando el mapa y tratando de encontrar una pauta. Decidí utilizar un color distinto para cada día de la semana. Es evidente que sólo eran necesarios dos colores... uno para los lunes y otro para los miércoles. ¡Todos los cristales se rompieron únicamente en lunes o en miércoles!

—Pero —dijo Bob—, hay cuatro colores, no dos.

—Sí —respondió Júpiter—; con sólo dos colores no pude encontrar ninguna pauta o sistema operativo. Así que decidí poner un color distinto a cada lunes y a cada miércoles de las dos últimas semanas; amarillo, rojo, verde y azul. —Hizo una pausa teatral—. ¡Y el S.O. apareció inmediatamente!

Bob miraba el mapa.

—¡Todos están en línea recta! ¡Cada color distinto atraviesa el mapa en línea recta!

—Correcto, Archivos —dijo Júpiter—. Cada lunes y cada miércoles de las dos últimas semanas, y probablemente seis semanas atrás, los cristales de los automóviles se han ido rompiendo en línea recta de punta a punta de Rocky Beach.

—¡Uau! —exclamó Pete—. ¿Y eso significa...? ¿Eso es...? Canastos, ¿qué significa eso, Jupe?

—Pues —admitió Júpiter—, todavía no estoy seguro. Bob y Pete miraron primero a Júpiter y luego el mapa con sus chinchetas de colores, y luego a Júpiter otra vez. El Primer Investigador suspiró.

—Como ya os dije, chicos, creo que tengo la respuesta, pero Ignoro lo que significa. Y veo otro factor importante en el mapa.

—¿Cuál, Jupe? —quiso saber Bob.

—¡Que cada noche que se rompían los cristales en una calle, por lo menos en dos manzanas de la misma calle no se rompía ninguno!

Pete estudió el mapa.

—¿Quieres decir que cada vez que el rompecristales actúa en una calle se salta un par de manzanas?

—Eso es —asintió Júpiter—. Mira a hilera de chinchetas amarillas de la calle Valery donde estuvimos el lunes por la noche. ¡Se salvaron tres manzanas y una de ellas era la que vigilábamos nosotros!

—¡Caramba, Jupe! ¿Y por qué? —Pete tenía el entrecejo fruncido.

—Tampoco puedo contestar a eso —replicó Júpiter—, pero, puesto que forma parte de un sistema empleado previamente, al parecer no tiene nada que ver con nuestra vigilancia. Debe existir otra razón para que nuestra manzana se salvara esa noche, igual que pasaron por alto otras muchas, las demás noches.

Bob miró el mapa.

—Parece que esas manzanas no tienen nada en común, Jupe. Quiero decir que no forman parte de una zona en particular de la ciudad, y ni siquiera están cerca unas de otras.

Ni siquiera hay las mismas en cada fila... es decir, la quinta o la sexta manzana cada vez.

Bob y Pete contemplaron el mapa y asintieron con la cabeza. Los espacios vacíos en las filas de chinchetas del mismo color estaban siempre juntos. Y, mientras los tres muchachos consideraban el posible significado de aquello, llamaron suavemente a la puerta. Tres... tres, uno, dos. Bob abrió la puerta lateral y Paul Jacobs entró precipitadamente.

—Siento llegar tarde, amigos. Intenté decirle a mi padre lo que la Cadena Fantasma nos ha demostrado y ni siquiera quiso escucharme.

—Los adultos —repuso Júpiter— suelen ser terriblemente obtusos.

—Sí —repuso Paul despacio—. De todas maneras, Worthington y el «Rolls-Royce» están delante de la verja.

—Entonces —declaró Júpiter—. ¡Comencemos nuestra misión nocturna!