Expreso de medianoche
1993-1995
Ciertas personas consideran que con alimentar y mantener bien a los presos conforme a la ley es suficiente. Por envilecido que esté, todo individuo exige por instinto el respeto y la dignidad de hombre. Sabe que es un preso, un marginado, conoce las distancias que le separan de sus superiores, pero ni la cadena, ni los baldones que han caído sobre él le hacen olvidar que es un ser humano. Y puesto que lo es, hay que tratarlo como tal. ¡Dios mío! Un trato humano puede volver a alzar incluso a aquéllos para los que la imagen de la divinidad permanece en penumbra.
Dostoievski, Recuerdos de la casa de los muertos, 1862