CAPITULO 5
LA TRANSFORMACIÓN

Marc permaneció en aquella sala durante el resto de la tarde. Contempló, entre fascinado y consternado, las distintas transformaciones que iban experimentando los cuerpos sujetos a estudio. Cuando la noche cayó, invadiendo con su oscuridad la base, pidió a uno de sus compañeros un sándwich de piña y jamón york con doble de queso y dos Red Bull, con la idea de permanecer allí hasta bien entrada la madrugada, observando cuanto sucedía.

Se sentía mal. En un principio había decidido quedarse en el laboratorio por un extraño sentido de solidaridad con aquella joven a la que no conocía, y a la que había visto por primera vez aquella lejana mañana en el despacho del coronel. ¿Qué habría hecho para que su vida acabara de aquella manera? ¿Conocería su familia su paradero? Aquello daba ya igual. La cuestión era que ahora había un fuerte componente de curiosidad añadido en todo aquello, que había ido creciendo poco a poco conforme pasaba el tiempo y que no lo permitía sentirse muy a gusto consigo mismo. Hecho por el que no dejaba de fustigarse.

Ahora, después de tantos años, podía comprobar de primera mano y con todo lujo de detalles la transformación no de uno, sino de varios de aquellos seres; tenía la oportunidad de observar la última exhalación de un humano y la llegada del zombi, de aquel parásito inclasificable dentro de la pirámide evolutiva, convertido ahora en feroz depredador para los de su propia especie.

Marc permanecía en silencio junto al cuerpo inmóvil pero todavía con vida, de la chica, acompañado por Boehringer científico alemán con el que nunca había tenido mucho trato que se dedicaba a tomar con paciencia muestras de tejidos y de sangre de los cuerpos. Después escribía todo tipo de notas en un cuaderno que no soltaba en ningún momento. Fue entonces con la mirada perdida en los diversos cuerpos que le rodeaban cuando uno de ellos se agitó con fuerza, provocándole un susto de muerte.

—Ha comenzado —explicó con tono rutinario Boehringer, acercándose a Marc—. Creía que no habría ninguna actividad esta noche, pero veo que el paciente Z-002754 se nos ha adelantado un poco al planning previsto.

—¿Ha muerto?

—Lo hará en breve. De momento respira, pero dentro de poco el aire que inhalará será un simple acto reflejo de su vida anterior —respondió Boehringer, mientras conectaba el visor de sus gafas—. Ahora es cuando todo sucede, es probable que lo haya visto con anterioridad, pero seguro que nunca tan de cerca. No se pierda detalle, tal vez alcance a ver algo que a los demás se nos pasó por alto.

El sujeto Z-002754 se retorcía de dolor. Su torso se encontraba girado de tal forma que parecía a punto de romperse en cualquier momento, partiendo por la mitad a aquel infeliz, que parecía sumido en un mar de dolor y agonía. Marc, tras activar los sensores de sus gafas, pudo ver cómo la piel del paciente iba perdiendo por completo su tono rosado, tomándose blanquecino de forma paulatina.

Estaba decidido a que no se le escapara ningún detalle, por insignificante que pudiera ser, y le llamó la atención la especial resistencia que aquella persona parecía estar ejerciendo para no perder lo poco que le quedaba de vida; de humano.

—Sí, es completamente normal lo que está viendo —se adelantó Boehringer—. Es el único avance que hemos logrado: retrasar la transformación un minuto o dos, dependiendo del paciente. A costa, eso sí, de ampliar el dolor de forma exponencial No creo que haya nadie dispuesto a inyectarse esta vacuna si supiera las consecuencias, a pesar de que esos minutos extras podrían salvar la vida de sus seres queridos. Deduzco por su rostro que Bendis no le dijo nada.

—Imagino que no lo hizo con la esperanza de que me fuera antes y no acabase viendo todo esto.

—Aun así, y no es por acabar de arruinar su conciencia, esta no es de las peores cosas en nuestro día a día. Resulta mucho peor tener que abrir el cuerpo de algunos de los sujetos en plena fase de transición… por muy anestesiados que estén. En ocasiones es necesario hacerlo con la idea de intentar contemplar de primera mano la transformación en sujetos que alargan ese período de incubación.

—Al menos ahora los anestesian, no como antes —dijo Marc, recordando los viejos tiempos—. Aquellos gritos me perseguirán de por vida, se podían escuchar por toda la base en la quietud de la noche.

—Pecados de juventud —respondió Boehringer—. Los hay que continúan pensando que la anestesia enturbia y distorsiona los resultados finales de los test. Personalmente, opino que no debe de haber muchas diferencias, ya que sé de otras bases donde no proceden con tanto cuidado, en las que están igual o peor que nosotros.

—Es una lástima que no se cotejen más los resultados entre las bases. En ese aspecto, la competitividad fomentada por los mandos no ha ayudado en exceso a la comunicación —dijo Marc—. Imagino que es cosa de los militares.

Marc permaneció hasta bien entrada la madrugada junto al cuerpo de la joven. No volvió a abrir la boca y estuvo regresando día tras día hasta que, transcurrida una semana, esta acabó transformándose.