«RENCONTRE» DE CINE DE SF EN CARCASSONNE 29 OCTUBRE/1 NOVIEMBRE

20 películas de ciencia ficción (y 5 cortometrajes) en 4 días.

Las “rencontres cinematographiques des Ciné-Clubs Audois” se celebran una vez al año, y cada edición está dedicada por entero a un tema concreto. La primera, celebrada en 1966 en la ciudad de Quillan, tenía el común denominador de “poesía y fantasía en el cine”, y su núcleo estaba formado por las obras cumbres del expresionismo alemán. En 1967, la “rencontre” se celebró en Limoux, dedicándose enteramente al tema “Shakespeare”, a través de una revisión fílmica de algunas de sus obras. Salvado el bache de 1968, en que no se celebró ninguna, a partir del año siguiente tomaron como sede permanente la ciudad amurallada de Carcassonne, y en 1969 entró ya en nuestros dominios dedicando las sesiones al “cinema surrealista”, para centrarse en 1970 en el Medievo, y, dando un salto de gigante, pasar este año 1971 del pasado al futuro con el tema que nos ocupa: la ciencia ficción.

  

2001 es en sí misma una categoría aparte dentro del cine de SF. Una de las películas más galardonadas de la historia de la cinematografía, ha abierto unas perspectivas que por desgracia no creemos sean continuadas debido a las fabulosas inversiones necesarias para películas de esta alta calidad.

Uno, recién acabado de salir de la anual experiencia de la Semana de Cine de Terror de Sitges, con su proverbial organización (o falta de ella), esperaba encontrar en Carcassonne algo similar. Primera sorpresa: la organización de la “rencontre á Carcassonne” fue digna de elogios, desde el detalle de cuidar de la reserva de alojamientos (con precios para todos los bolsillos, desde los hoteles de categoría superior al baratísimo y sin embargo excelente Auberge de la Jeunesse) hasta la sincronización de las sesiones, cuyos retrasos con relación a los horarios previstos fueron mínimos. Sin mencionar el hecho de que todas las películas programadas fueron ofrecidas excepto dos (un largo y un cortometraje), o el significativo detalle de que los fragmentos que se ofrecieron de Una mujer en la Luna de Lang, película muda con rótulos en alemán, fueron doblados oralmente en la sala, cosa digna de todos los elogios por parte de aquellos asistentes cuyos conocimientos lingüísticos no llegaban tan lejos.

Vayamos ahora al material ofrecido: el conjunto de las sesiones reunió veinte films de largo metraje y cinco cortos (en realidad, cuatro cortos y un mediometraje: La jetee), que abarcaban la prehistoria (Méliès, Protazanov, Lang), el desarrollo (Guest, Wise, Whale, Kenton) y las últimas muestras (Kubrick, Schaffner, Fleisher) del cine de ciencia ficción a través del tiempo. Temáticamente, la “rencontre” estaba dividida en cuatro partes: El espacio y la ciencia ficción, La medicina y la ciencia ficción, La política y la ciencia ficción y Los Universos paralelos. El más nutrido, naturalmente, era el primero, con diez films, contra únicamente dos del último y cinco y cuatro de los otros dos, respectivamente.

  

ULTIMÁTUM A LA TIERRA es, sin duda, una de las cintas de SF más dignas que haya dado el cine de serie B americano. Realizada en plena “histeria platillista”, trataba sin embargo con seriedad el problema del enviado de otro mundo, portador de un mensaje de paz.

Una buena parte de estas películas son ya conocidas del público español, desde unas secuencias escogidas de la Aelita de Protazanov, que vimos en la Primera Semana de Sitges, hasta las recientes 2001 de Kubrick, El planeta de los simios de Schaffner o El viaje alucinante de Fleisher, pasando por la antológica Ultimátum a la Tierra de Wise, ofrecida recientemente por Televisión Española en un ciclo dedicado al género, Los ojos sin rostro de Franju, el críptico Alphaville de Goddard...

También hubo algunas novedades, empezando por Una mujer en la Luna de Fritz Lang (del que pudimos ver también Metrópolis), y de la que, siguiendo la técnica de Aelita, se ofrecieron únicamente las colosales escenas del despegue de la nave, realizadas con todo el rigor germánico al uso y en las que se adivina el toque de su maquetista-creador, Oberth; el resto de la película, que narra un moroso ménage à trois en la Luna, fue hábilmente escamoteado, cosa que hay que agradecer.

La invención diabólica, del checo Karel Zeman, es un frío pero tremendamente correcto homenaje a Julio Verne, del que hay que destacar su curioso método de realización. Siguiendo la técnica que luego emplearía también en otra excelente película que pasó por nuestras pantallas sin pena ni gloria, Las aventuras del barón de Münchhausen, Zeman mezcla hábilmente imagen real y dibujo animado, pero añadiéndole una característica suplementaria: la de dar a todo el conjunto el mismo acabado que tenían los viejos grabados que ilustraban las primitivas ediciones de las obras de Verne, lo cual da a toda la película un delicioso y evocador tono rancio.

La isla del doctor Moreau pasó por España hace tantos años que muy poca gente se acuerda ya de ella. Con ella nos hallamos de nuevo frente el mejor Wells, presente también en Carcassonne a través de otras dos películas: el antológico Hombre invisible de Whale (otra ausente desde hace mucho tiempo de las pantallas españolas) y La máquina del tiempo de Pal, que en nuestro país se llamó, en su explotación comercial, El amo del tiempo, ignoro por qué motivo, pues el protagonista de la cinta lo hace todo menos esto precisamente: dominar el tiempo. Rodada en 1932, La isla del doctor Moreau, con la que se cerró el apartado de “Medicina y ciencia ficción”, no ha perdido absolutamente nada, salvo en algunos detalles técnicos, de su frescura original, y el tema de biología-ficción que aborda, el de la transformación de animales en hombres a través de sucesivas intervenciones quirúrgicas en sus organismos, tan sólo ha sido tocado con originalidad y altura por otro escritor de ciencia ficción después de Wells: Cordwainer Smith (ver Nueva Dimensión n.° 22). Los animales-hombres de Wells, las “almas perdidas” de la película (el título del film es en realidad La isla de las almas perdidas) son sobrecogedores en su realismo, casi tanto como el propio doctor Moreau, al que da vida un Charles Laughton en lo mejor de su carrera, en una interpretación tan alejada de las usuales en películas de este tipo (y aquí las referencias a Las cazas del conde Zaroff es inevitable) que un taumaturgo de esta índole nos resulta por primera vez humano, simpático y hasta justificable.

  

UNA MUJER EN LA LUNA tiene derecho a un pedestal en la galería del mejor cine de SF única y exclusivamente por la fabulosa escena del despegue de la nave lunar, realizado “al alimón” por Fritz Lang, Thea von Harbou y los expertos de la Sociedad Alemana de Cohetes, futuros constructores de la V-2.

Ikaria X.B.I. es otra película checa bastante más moderna (data de 1962), que aborda el conocido tema de la nave-arca enviada a las estrellas, con una tripulación mixta de hombres y mujeres, en un viaje de años en busca de vida más allá de nuestro sistema solar. La cinta, de la que hay que destacar unas correctísimas maquetas y una perfecta ambientación, nos narra en forma minuciosa la vida cotidiana de todos aquellos seres encerrados en el gigantesco caparazón de metal, con sus problemas íntimos y generales, desde la mujer que espera un hijo que nacerá en el espacio hasta el comandante que se ha traído de la Tierra un viejísimo robot hacia el que siente un enorme cariño, pasando por el inevitable romance entre dos de los tripulantes más jóvenes. Los lances del viaje dan un poco de suspense a la cinta, y entre ellos cabe señalar el descubrimiento de un antiguo satélite artificial militar a la deriva, en cuyo interior hallan una tripulación de cadáveres y un enorme stock de bombas atómicas, así como el hallazgo de una estrella oscura cuyas radiaciones alterarán el equilibrio interno de la nave, haciendo caer a todos sus tripulantes en un prolongado letargo y enloqueciendo a uno de ellos que las recibió directamente. El film termina cuando la misión para la que fue lanzada la nave es cumplida, aunque sea con una variante digna de mención: al final, no es Ikaria X.B.I. quien descubre vida en otro sistema, sino esta vida la que los descubre a ellos, salvándoles, en el último momento, del peligro que les acechaba.

  

Con PLANETA DE LOS SIMIOS se inauguró una serie de cintas tan taquilleras que en estos momentos se está rodando la cuarta, y se habla ya de una quinta, que no será tampoco la última, a menos que los beneficios dejen de fluir.

Por término medio, la calidad de las películas fue aceptable, si bien, a mi modo de ver, faltaron un buen número de films característicos, mientras otros de los programados sobraban, muchos de ellos no por su calidad intrínseca sino precisamente por no ser característicos. Los ojos sin rostro de Georges Franju, por ejemplo, no es ni con mucho una película de ciencia ficción, aunque su tema principal sea los trasplantes de piel, sino tan solo una magnífica y correctísima película de suspense en la que éste se logra mediante la creación un clima de irrealidad, cosa que no hay que confundir con el tema que nos ocupa. Las tres películas de la serie de Quatermass, también, son características de un muy determinado tipo de ciencia ficción, privativo de los años cincuenta: el del peligro-llegado-de-más-allá-de-nuestra-atmósfera, y en este aspecto son francamente mediocres, pudiendo haber sido sustituidas con ventaja, por ejemplo, por una película tipo The thing from outer space (en España El enigma de otro mundo, ver ND n.° 6). Y faltaron otros muchos enfoques de la ciencia ficción en el cine mucho menos tradicionales que otros de los expuestos: films tipo Barbarella o Privilège, por ejemplo, The war game, algún film de miniaturización tipo Dr. Ciclops o The Incredible Shrinking Man, Forbidden Planet (para muchos el mejor film de ciencia ficción producido en todo el mundo y en todos los tiempos... antes de 2001, supongo), etc.

Naturalmente, hay que tener en cuenta que toda selección de films presenta una serie de problemas de disponibilidad que, a la hora de ultimar las sesiones, condiciona bastante. Muchas veces no puede programarse lo que se quiere, sino aquello de lo que se dispone. De todos modos, los Ciné-Audois poseían acceso a bastantes cinematecas nacionales e internacionales, incluso la de Moscú, y es probable que muchas de las omisiones sean debidas a criterios de selección más que a disponibilidad. Como lo fueron por otro lado algunas inclusiones, como la del triple Quatermass, a juzgar por el interés demostrado hacia ellas y hacia su noción de “serie” por uno de los cuatro organizadores, que no dudó en calificarlas en público de obras maestras.

Y hay que hacer mención también de los cortometraje. Dos de ellos, aparecidos inesperadamente, eran muy relativamente de ciencia ficción, aunque cumplieron sobradamente su condición de complemento: un dibujo animado de Bugs Bunny que nos lo enfrentaba a un marciano, y un conocido film de Stan Laurel y Oliver Hardy, cuyo título no consigo recordar de ninguna manera, y en el que la pareja, oficiando de deshollinadores, tiene contacto con el clásico-sabio-loco inventor de un líquido rejuvenecedor. De los tres restantes, podemos dejar aparte por sobradamente conocido el A la conquista del Polo de Méliès, que sustituyó al primitivamente programado de El viaje a la Luna. El planeta verde, de Piotr Kamler, es una excelente cinta de dibujos animados que nos narra, en clave humorística, la historia del hipotético planeta Actur y las costumbre de sus habitantes, los actufagos. Los textos son del conocido autor galo Jacques Sternberg, lo cual en sí mismo ya es un indicio de calidad, y la animación, muy lejana a las corrientes tradicionales y siguiendo los esquemas de McLaren, no le va a la zaga.

  

EL HOMBRE INVISIBLE constituyó en su tiempo un impacto por la utilización de nuevas técnicas de trucaje por aquel entonces avanzadísimas, al servicio de un guión perfecto cuyo único fallo sea quizá un exceso de caricatura en los personajes.

Finalmente, La jetée, de Chris Marker, un mediometraje en realidad (su duración es de veinte minutos), es notable por varios aspectos: por tratarse de un excelente ensayo sobre el tiempo (pese a lo cual fue programado como “Política y ciencia ficción” en lugar de “Los universos paralelos”), y por abandonar las técnicas cinematográficas habituales y ofrecernos un “román photo”, filmado a base de planos fijos (todos menos uno, dejo a ustedes que la han visto o piensan ir a verla que descubran cuál; es fácil para el buen observador) a los que da soporte la voz del narrador. Programada recientemente en España en salas de arte y ensayo, recomiendo a todos los aficionados a la ciencia ficción que vayan a verla a la primera oportunidad: no quedarán defraudados.

Los sesiones fueron presentadas y comentadas en rotación por los cuatro animadores de los cine clubs organizadores, los cuales llevaron también los coloquios posteriores a cada sesión, en los que discutieron libremente entre ellos sus personales puntos de vista sobre los films de ciencia ficción, dejando incluso intervenir, de tanto en tanto, a algún otro asistente, para seguir después con sus disertaciones. Así pudimos escuchar todos los asistentes una interesante defensa del cine de ciencia ficción como descendiente directo del cine gótico (sic.), una explicación de la ciencia ficción cinematográfica como el resultado del deseo innato en el hombre de descubrir sus inciertos orígenes (a raíz de 2001 y Quatermass and the pit), una revisión de Ikaria K.B.I. a la luz de un oculto mensaje profundamente político...

Lo cual fue interesante pues permitió observar el desconocimiento de la ciencia ficción que existe por parte de la gente que aún conoce la ciencia ficción tan solo desde fuera. La “rencontre”, en general, hay que admitir que fue digna, estuvo bien llevada, y la asistencia (la nutrida asistencia) quedó satisfecha con ella. Pero al terminar es indudable que la persona que no sabía lo que era la ciencia ficción se quedó sin saberlo o sabiéndolo tan solo muy parcialmente. En su conjunto, los films ofrecidos reflejaban solamente una parte concreta de la ciencia ficción, o de las posibilidades de la ciencia ficción en el cine. Los organizadores, por otra parte, como buenos aficionados al cine, se preocuparon únicamente del aspecto cine, desechando un poco los demás.

  

El FRANKENSTEIN de James Whale logró, con medios simples y habilidosos encuadres, una veracidad tétrica que pocas de las cintas posteriores que han utilizado el mismo personaje han sabido alcanzar.

Pero la “rencontre” detectó también, por otro lado, un creciente interés por parte del público asistente, entre el que hay que hacer notar la total ausencia de especialistas galos en el tema. Los dos locales donde se celebró alternativamente la “rencontre”, el Teatro Municipal y el cine Le Boléro, se llenaron en casi todas las sesiones, y una característica digna de notar en la asistencia fue su juventud: unos 22 años por término medio, calcularía yo. Esto muestra que el público joven es cada vez menos indiferentes al tema. Y los intentos de debate que hubo luego de algunas proyecciones mostraron también, en el espectador, una creciente madurez.

Por otro lado hay que aceptar que realizar una “rencontre” de cine de ciencia ficción tal como yo creo que debería hacerse para que fuera completa, tendría el problema de que, aparte las dificultades de localización de películas, no podría hacerse en solo cuatro días, sino que necesitaría como mínimo diez o doce días tan repletos como estos, en los que cada día se pasaban seis largometrajes, para llevarla a cabo. De todos modos, esto me reafirma en mi convicción de que creo valdría la pena intentar algo así en nuestro país. España está pidiendo también “rencontres” de este tipo. A mí, personalmente, me gustaría poder organizar una. O al menos intentarlo. Sobre todo después de haber comprobado que puede ser válida... aunque no puedan garantizarse a priori los resultados.

DOMINGO SANTOS