Entrega Especial. Savannah Chase
La suave brisa mecía las blancas cortinas transparentes que rodeaban la cama con dosel. Las velas parpadearon por toda la habitación mientras ella echaba un vistazo a su alrededor, buscándole. Suaves pétalos de rosa blancos adornaban la cama, y llenaban el aire de dulzura. Cada delicado pétalo, suave como la seda, acariciaba su piel.
Vio una sombra en las cortinas. Se le acercó rápidamente. Ella se mordió el labio inferior y su corazón comenzó a revolotear por la anticipación.
“Ponte a cuatro patas, y cierra los ojos”, la voz le dio instrucciones.
Cada vez que soñaba con él, siempre se acercaba a ella, y le ordenaba que cerrara los ojos.
Haciendo lo que le dijo, se levantó de la cama hasta ponerse a gatas de cara a la cabecera. La cama se hundió detrás de ella cuando un peso empujó hacia abajo.
La brisa seguía haciendo crujir las cortinas, acariciando su piel desnuda. Esto envió temblores por todo su cuerpo.
Su olor almizclado flotaba en el aire. Quería desesperadamente abrir los ojos, y ver a su amante misterioso, pero no se atrevía. Sólo esperaba su siguiente movimiento.
Su palma caliente le ahuecó el culo antes de moverse hacia su columna. El sostenía algo suave entre los dedos mientras subía más alto y más alto. Esa cosa acariciaba su piel, enviando más escalofríos por su espalda.
“Contigo lo haré a mi manera”, le dijo.
Podía sentir su aliento cada vez más cerca de ella. Fue en ese momento cuando colocó un delicado beso en su espalda.
Con los dedos le alejó el cabello de la cara, antes de colocar el suave material que sujetaba sobre sus ojos. Era seda. Se lo ató alrededor de la cabeza, y los cabos del pañuelo de seda caían hacia abajo por su espalda. Ahora, aunque quisiera abrir los ojos, no habría ninguna forma de verle.
Lo oyó alejarse, pero su mano regresó a su espalda.
“Esta noche eres mía”, dijo mientras la cama se movía una vez más bajo su peso.
Ahora estaba detrás de ella. La espera por su toque la estaba matando. Kara no quería esperar más. Le deseaba ahora.
Justo cuando su polla acarició su espalda, fuertes jadeos llenaron el tranquilo cuarto. Sus ojos se abrieron con consternación.
Kara se despertó asustada por el sonido de martilleos, sierras eléctricas y gritos fuera de su ventana.
Todavía agarrándose a las sabanas, se dio la vuelta para echar un vistazo. “Venga ya. Otra vez no”, clamó con frustración.
¿Realmente la gente tiene alguna vez buen despertar o es sólo una forma de hablar? Ella ciertamente no estaba teniendo una buena mañana. La había estado teniendo justo unos instantes atrás hasta que fue despertada por lo que estaba sucediendo fuera de la casa.
Esta era la décima vez en las últimas cuatro semanas que había sufrido la interrupción de uno de sus sueños calientes. Desde que empezaron las obras de restauración en la puerta de al lado, se encontraba despertándose por los demasiado ruido y los malditos aparatos. La primera vez que pasó esto, las obras acababan de comenzar. Ahora era algo casi habitual. Ni siquiera en sus días de descanso era capaz de conseguir un poco de sueño extra.
Poco a poco se separó de la cama caliente, se envolvió la sábana negra alrededor y se levantó.
Puesto que ella ya estaba despierta, y no había ninguna manera que volviera a dormir con todo el escándalo de fuera, bajó descalza por la fría escalera de madera. Miró a través de la ventana de la sala de estar toda la acción que se desarrollaba fuera. Los trabajadores llevaban de acá para allá materiales de construcción. Otro pasaba con una pila de dos por cuatro tablas sobre su hombro, mientras alguien más lo seguía con un montón de rejas.
Los vecinos dijeron al principio que este proyecto estaría terminado en menos de un mes. Ya habían pasado cuatro semanas y no parecía que ni siquiera estuvieran cerca de terminar.
Cuando llegó a la cocina, miró detenidamente el reloj a pilas de encima del horno.
Kara suspiró, y apartó de su cara un cabello suelto. “Sólo son las ocho. ¿No puede una chica conseguir un poco de descanso reparador, y acabar con una buena follada mientras sueña?”
Ella acababa de llegar a la mejor parte del sueño. Su amante misterioso había estado a punto de follarla por detrás. Podía haberla hecho correrse varias veces en cada posición. Si las relaciones sexuales alucinantes existían, definitivamente las estaba teniendo con él.
Vamos, dame un respiro. ¿Es demasiado pedir una buena noche de sueño? Sólo una noche para dejar que mi sueño llegue hasta el final.
Era jueves, su día de descanso. En lugar de hacer recados, tenía que quedarse en casa, y esperar a la grúa para que llevara a reparar su coche. Se había muerto dejándola tirada ayer en la carretera. Era la última vez que compraba un coche de segunda mano.
Dos años, y sólo le había provocado un dolor de cabeza tras otro. Si no era una fuga de aceite, era que la transmisión reventaba. Lo único que podría hacer este día un poco mejor sería recibir por fin su paga extra del trabajo. La esperaba desde el lunes y aún no había llegado. Lo bueno de tener que esperar a que llegara el correo era que tendría la oportunidad de ver al magnífico nuevo cartero que había empezado a hacer las entregas desde el viernes anterior.
Mientras tomaba una taza de la alacena, perdió el agarre de la sábana envuelta a su cuerpo. El inesperado aire fresco la acarició. Esto envió un escalofrío por su espalda y reanimó sus pezones. Rápidamente se cubrió con las manos y se inclinó para coger la sábana.
Es demasiado temprano para dar a los vecinos un espectáculo para mirones, pensó mientras sonreía. Mientras se ataba la sábana, sonó el timbre.
Eran poco más de las ocho. La grúa no podía estar aquí tan temprano. El garaje le dijo específicamente que el conductor no llegaría hasta última hora de la mañana o primera de la tarde.
Echando una ojeada por la ventana, vio al cartero. Estaba vestido con unos pantalones cortos azul marinos, y camisa de manga corta azul, esperando de pie en la puerta, sosteniendo un paquete y mirando alrededor.
Una sonrisa seductora se extendió a través de sus labios. ¡Qué visión para contemplar tan temprano por la mañana!
Apretando la sábana a su alrededor, abrió la puerta sólo lo suficiente para alcanzar el paquete con la mano.
“Buenos días. Yo…” Sus palabras comenzaron a apagarse.
Sus cejas se elevaron, y una enorme sonrisa diabólica cruzó su cara. “Tú sí que sabes cómo hacer la mañana buena para mí, ¿verdad?”
Kara sonrió. “Apuesto que le dices eso a todas las damas que te encuentras mientras repartes el correo.”
Metiendo la mano en el bolsillo de su camisa, sacó un bolígrafo. “No, solo a las bonitas, y hasta ahora tu eres la primera”. Ella notó el anillo brillante de su lengua, cuando él sonrió.
El rostro de Kara se sonrojó mientras le evaluaba. Tenía los ojos verdes más hermosos que había visto. Unos en los que ya se había perdido.
Sosteniendo su improvisada vestimenta con una mano, abrió la puerta un poco más para dejar pasar la pequeña caja marrón. Extendió sus manos, y sus dedos por casualidad rozaron contra la de él. Qué mano más hermosa. Muy masculina, con dedos fuertes.
Como de costumbre, su mente comenzó a hacer remolinos con todas las cosas traviesas que le encantaría que le hiciera con esas manos, y una de ellas sería que acariciara cada pedacito de ella. Y el anillo en la lengua. Era un extra añadido que le gustaría experimentar. El pensamiento de esa lengua lamiendo su crema mientras se corría frenéticamente, la alcanzó y quemó su mente.
Esto sólo desembocó en la construcción de un dolor entre sus muslos y un par de pezones endurecidos.
Kara puso la caja en una mesa cercana. Necesitaba tener ambas manos libres, una para poder agarrar la sábana, y otra para firmar el recibo del paquete. No estaría mal que el tipo la viera desnuda, pero era con el resto del vecindario con lo que tenía problemas. Nunca había sucedido nada interesante por esa tranquila zona de Nueva Jersey. Su imagen desnuda en las escaleras seguramente conseguiría que se chismorreara en la calle.
Algunos vecinos estaban obsesionados con la ropa, y les encantaba volar a la junta en el momento en que veían algún tipo de desnudez. ¿Quién sabría por qué? Eran sólo un montón de mojigatos.
El fornido cartero ante ella, le pasó el portapapeles, y luego el bolígrafo que había sacado anteriormente.
“Por favor, inicial y firma donde está la X”, dijo cuando se lo entregó.
“De acuerdo”. Le devolvió el portapapeles.
Su mirada se quedó por un tiempo en ella antes de tomar la tablilla, antes de que se girara y bajara por las escaleras.
“Que tengas un buen día”, dijo. Entonces le guiñó el ojo y se dio la vuelta para continuar su camino por los escalones de la entrada hacia la calle.
Kara se quedó mirando desde detrás de la puerta un poco noqueada mientras caminaba por la acera y desaparecía detrás de los arbustos.
Un medio suspiro y medio gemido salió de sus labios mientras cerraba la puerta y se apoyaba contra ella. Mmmmmmm. Es un cartero caliente.
Verlo sólo había intensificado el dolor y podía sentir como aumentaba su humedad.
Definitivamente iba a necesitar una ducha de agua fría para que su cuerpo recuperara un estado funcional.
Kara se alejó de la puerta y no se molestó en abrir el paquete. Se dirigió directamente escaleras arriba para tomar esa ducha fría.
Cada paso que daba, negaba con la cabeza por la decepción de no haber invitado a entrar al sexy cartero. Ahora mismo podría haber estado con el culo desnudo en la cama, cabalgándolo hasta quedar agotada. Acababa de dar al traste con todo, solo porque ella estaba demasiado asustada para hacer un movimiento. Tenía que conseguir superarlo, y simplemente hacerlo si quería que su fantasía alguna vez se convirtiera en realidad.
**********
La ducha de agua fría al principio del día no pudo calmarla. Cada vez que trataba de concentrarse en el trabajo, la mente de Kara derivaba a su guapa visita. Y esto sólo dio lugar a más duchas frías. Cinco más para ser exactos. Ninguna de ellas consiguió apagar el fuego que había prendido.
Había pasado el día en casa esperando a que la grúa apareciera, y había llamado en numerosas ocasiones. Todo lo que ellos le dijeron era, “No se preocupe, alguien irá en breve a recoger su vehículo.” Eran ya más de las seis de la tarde, y no había manera de que alguien fuera a por su coche esa noche.
Suspirando, Kara agarró un cargamento de ropa de la lavandería que había hecho la noche anterior, y se dirigió a las escaleras para guardarla. En el momento que llegaba al último escalón, sonó el timbre.
Oh, ahora deciden aparecer.
Kara dejó la cesta en la parte superior de la escalera, y se dirigió hacia abajo.
“¿Qué demonios les llevó tanto tiempo? Les dije a los tipos que se pusieron al teléfono que necesito el coche arreglado cuanto antes”, dijo en voz alta, mientras se acercaba a la puerta.
Estaba más que preparada para una buena discusión. Y después de que les dijera lo que pensaba nunca la volverían a tratar así.
“Entonces, ¿cuál es la excusa esta vez?”, dijo, mientras abría la puerta.
Para su regocijo, la persona al otro lado de la puerta no era el conductor de la grúa. Era su sexy cartero, pero no llevaba el uniforme. Ahora estaba vestido con unos vaqueros y una ajustada camisa blanca de manga corta, con una gorra de béisbol en la cabeza.
Tenía una mirada confusa en su cara. “¿Mi excusa?”
Ella sonrió y le dijo con voz agradable. “Oh, lo lamento. Pensé que eras otra persona.”
Esta aparición inesperada en la puerta de su casa fue un soplo de aire fresco, y más que bienvenida, teniendo en cuenta el día que había tenido. Era la última persona que hubiera esperado ver. Su encuentro de por la mañana le había rondado por la mente a lo largo de todo el día. Y cada vez había deseado poder volver el tiempo hacia atrás, y hacer las cosas de otra manera. No le habría permitido marcharse tan rápido.
Ahora, él estaba allí, y ella tenía una segunda oportunidad.
Tuvo que admitir que estaba genial sin su uniforme de trabajo, y que se vería incluso mejor sin nada.
Metiendo la mano en el bolsillo de atrás, sacó un sobre y se lo entregó. “Normalmente no hago esto, pero cuando terminé mi ruta, encontré una carta extraviada que se había caído debajo del asiento de mi choche. Sé que podría haber esperado para dártela mañana, pero quería volver a verte.”
Kara se ruborizó. Había vuelto sólo para verla.
Ella se estiró para coger la carta. “Me alegra que hayas decidido volver. He estado pensando en ti todo el día”, confesó.
Una vez más sus dedos se rozaron, pero esta vez no se apartó, prolongó el contacto. Sus piernas estaban listas para derretirse solo con el roce. Su delicada caricia despertó cada pedacito de ella al igual que había pasado por la mañana cuando la tocó por primera vez.
Se atraparon mutuamente en un cruce de miradas por lo que pareció una eternidad. El seguía sosteniendo el sobre y acariciando sus dedos cuando entró. Se inclinó hacia ella y capturó sus labios con un beso.
Kara gimió de placer con el sabor a menta de su boca. Cuando ella inhaló, el olor a su colonia impregnaba el ambiente. Olía tan bien como sabía. Deslizó la mano por su espalda y le quitó la gorra de béisbol. La tiró al suelo y reveló su corto pelo negro. La mano regresó a su espalda. Sus músculos se contraían bajo ésta mientras él profundizaba el beso.
Sin aliento, él se separó del beso. “A propósito, mi nombre es Julian”, dijo, mientras cerraba la puerta detrás de él.
El seductor nombre rodó por su lengua.
Sus pocas palabras pusieron su cuerpo a cien. Kara no quería perder ni un sólo momento, por lo que recuperó sus labios. El olor de su colonia volvió. Ella sólo podía imaginar cómo sabría el resto después de haber tomado una muestra con su beso.
Kara profundizó el beso, exploraba cuidadosamente su boca con la lengua. Quería paladear todo de él. Estrechó el abrazo alrededor de él. Su polla dura se le clavaba en el cuerpo. Se moldeó a él mientras sus pezones endurecidos le presionaban el pecho. Se preguntaba si el resto de las partes de su cuerpo sabría tan delicioso como sus labios. Esperaba averiguarlo Impacientemente.
Su mano se deslizó por debajo de la camisa y tiró de ella. Lo quería sin camisa. No había forma de parar esto, no había marcha atrás. Lo había deseado todo el día y allí estaba. Casi desnudo y listo para tomarla.
Ella alcanzó su propia camiseta, se la sacó y la arrojó por detrás. Sus duros, erectos pezones ansiaban ser tocados. Este era un día en el que se alegraba de no haberse tomado la molestia de ponerse sujetador.
Justo ahora sólo deseaba estar desnuda con él, sentirle palpitar dentro de ella, necesitándole para golpear su mundo.
Kara era muy consciente de cuan tensa tiraba su polla contra los vaqueros. La cremallera parecía estar a punto de estallar en cualquier momento.
Lentamente deslizó la mano por su pecho hacia abajo. Cuando alcanzó la cremallera, se detuvo y comenzó a deslizarla hacia arriba.
El soltó un profundo gemido de disgusto.
Kara sonrió, sabiendo perfectamente bien por qué estaba decepcionado, ella quería juguetear con él si él estaba conforme, realmente lo deseaba. Cuando pasó la mano sobre su corazón pudo sentirlo latir desesperadamente.
Para detener la tortura, él le tomó la mano y la guió de vuelta a la cremallera. Ella le sonrió por sus acciones. Estaba listo para poner fin a sus jugueteos.
“No puedo esperar a estar dentro de ti”, susurró él. “No he pensado en nada más durante todo el día”.
Kara sabía que no debería haberse encendido o excitado porque él le hablara de esa manera, pero lo hizo. Su cuerpo zumbaba por la anticipación.
Cuando las manos de ambos alcanzaron el final de la cremallera, su polla saltó libre. Sus jugos ya cubrían la cabeza del pene, y despacio comenzaban a gotear hacia abajo por su longitud.
Kara temblaba con la anticipación cuando Julián se inclinó hacia ella e inhaló su esencia antes de empezar a trabajar sus doloridos pezones. Su lengua lamió, jugueteó, y mordió ligeramente los montículos de carne dura. Bebió a lengüetazos de uno y luego el otro, como si fueran un par de pirulís dulces. Ella no podía conseguir bastante de esa boca y de lo que podría hacer con su lengua perforada.
Esa lengua seguía ocupada cuando sintió su cálida mano llegar abajo y tirar de sus pantalones cortos. Estaba segura de haber oído el rasgón de sus bragas en su frenético intento de quitárselas. El no perdía el tiempo. Este hombre era una tortura sexual, y todo lo demás incluido en sólo uno.
Los pensamientos de Kara fueron a la deriva mientras un gemido salió de sus labios. La sensación de la mano acariciando suavemente la parte interna de su muslo la llevó al borde. Era imposible pensar. Cada toque llevaba su mano más cerca de su palpitante coño, que chorreaba de humedad. Finalmente los dedos rozaron contra su raja mojada.
Ella quería que la tocara allí desesperadamente, para satisfacer algo de su dolor, pero no lo hizo. Sus dedos se retiraron, y la abandonaron.
Un quejido dejó sus labios.
Ella se sintió decepcionada en el instante en que abandonó su coño.
Kara le envolvió con sus brazos alrededor del cuello cuando comenzó a levantarla en volandas. La llevó a la escalera, a sólo unos pasos de distancia de ellos.
Una vez sentada, pudo observarlo cerniéndose sobre ella como un gato montés. Era su presa y estaba listo para tomarla. El capturó su cuello con los labios y Kara se esforzó por tomar un aliento. Bajó despacio por su cuerpo, besando ligeramente su hombro, a continuación, cada pecho, antes de arrastrarse hacia su estómago.
Ella gimió ante la sensación de sus labios contra la piel. Estaba desesperada por tratar de contener la explosión de su cuerpo. Era difícil hacerlo cuando el lamía y chupaba su delicada piel cada vez que la besaba.
No estaba segura de cuánto tiempo más podría resistir.
En el momento en que sus labios se pusieron en contacto con su coño ella cedió y se corrió, rápido y duro. El tormento de su lengua siguió contra su cuerpo mientras ella latía y gritaba de placer.
La lengua de Julian jugueteó con los sensibles labios de su coño mojado, lamió sus dulces jugos con intensa hambre. Su boca era implacable.
Cuando abrió los ojos, la estaba contemplando con una sonrisa de pura satisfacción. Se lamió los labios, probando su crema, mientras dejaba escapar un profundo gemido. Saboreaba su gusto, saboreaba el momento.
Kara gemía más y más alto con cada pase de la lengua por su coño. Su cuerpo zumbaba y se sacudía fuera de control.
Justo cuando pensaba que se correría otra vez, él se separó.
“¿Estás lista para mí ahora?”, le preguntó, mientras se lamía los labios una vez más.
Fue incapaz de articular una sola palabra, así que se limitó a asentir. Observó cómo Julian se daba la vuelta y miraba hacia donde estaban sus vaqueros. Se agachó y sacó un paquete plateado del bolsillo, lo rompió y se enfundó la polla.
Cuando regreso a ella, colocó una mano cálida sobre su mejilla antes de recuperar sus hinchados labios. Ella envolvió sus piernas temblorosas alrededor de su cintura cuando la recogió del escalón y la levantó. Con ella en brazos, bajó su cuerpo y se sentó en los escalones, mientras la sentaba a horcajadas sobre él. Suavemente, ella se levantó y luego se empaló a sí misma en su pene. Le montó despacio al principio, y luego sus empujes se hicieron rápidos y cortos. Con cada embate, se movía más rápido y más duro.
Kara apretó el agarre a sus hombros mientras su cuerpo se deshacía. No pasó mucho más tiempo antes de que echara la cabeza hacia atrás y lanzara otro grito cuando la atravesó un orgasmo. Sentía el cuerpo en llamas, rompiéndose por cada rincón. Verdaderamente creyó ver estrellas cuando el placer la dominó.
Julian empujó unas cuantas veces más hasta que su propio orgasmo estalló. Gimió mientras se ponía rígido y silbó por el placer que le consumía.
***********
Al día siguiente, Kara no estaba segura de qué esperar cuando Julian no apareció. Cuando se despertó, él se había ido. No había ningún rastro de él allí, salvo el olor que impregnaba su cuerpo.
Cuando avistó el camión de correo que venía hasta la acera, una parte de ella saltaba de alegría porque volvería a verlo. Su cuerpo todavía estaba reponiéndose de la noche anterior. Sin duda, recordaría lo que pasó cada vez que mirara hacia la escalera.
Kara estaba en la cocina cuando sonó el timbre. Para su sorpresa, no era Julian quien estaba al otro lado de la puerta. Era un cartero femenino.
“Estos son para usted, señorita”, dijo, mientras le entregaba dos catálogos de gran tamaño.
“Um, si no importa que le pregunte, ¿dónde está el cartero habitual? ¿Julian?”
La mujer sonrió cortésmente. “Oh, el sólo estaba temporalmente en esta ruta. Fue transferido a otro puesto. Esta será mi ruta usual de aquí en adelante”, contestó, antes de darse la vuelta y reanudar su camino.
Kara se quedó de pie en la puerta durante un momento antes de cerrarla. En el fondo, había tenido la esperanza de que fuera él. La había hecho sentirse viva cuando estuvo entre sus brazos. Se dio cuenta que había cometido un error dejándole ir tan fácilmente. No fue sólo una aventura de una noche. Fue mucho más. Pero sólo se convertiría en un recuerdo lejano
***********
La tarde llegó y se fue, y Kara seguía trabajando duro para dejar la casa impecable. Tenía que mantener su mente ocupada en cualquier cosa excepto Julian. Se suponía que la limpieza era aburrida y no agradable. Se suponía que iba a apartar su mente de todo. Pero durante todo ese tiempo, no fue así. Limpiando la escalera, se imaginaba a Julian sosteniéndola entre sus brazos mientras hacía que su cuerpo doliera de placer. Las que antaño habían sido unas simples escaleras, ahora se habían convertido en el lugar dónde ella se atrevió una noche a dar un salto y sentirse libre. Este no era el efecto que esperaba después de una sola noche.
Se estaba preparando para instalarse delante de la tele con un bote de helado, cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. “Entrega especial para la señorita Kara Morgan”, dijo una voz profunda mientras ella caminaba hacia la entrada.
“¿De quién es el paquete?”, preguntó ella antes de comenzar a abrirla.
“No hay ningún remitente”, contestó la voz.
Cuando abrió la puerta, se encontró a Julián parado al otro lado. Sostenía una rosa roja. Verlo hizo que se le saltara el corazón.
“Espero que no te importe que el paquete venga desenvuelto”, dijo antes de atraerla hasta él y besarla en los labios.
Oh, cuanto había añorado su sabor y la sensación de su cuerpo presionando contra ella. Solo esperaba que no estuviera soñando viéndole otra vez aquí.
Su beso la dejó débil de todas las formas posibles. Nunca pensó que estaría de nuevo entre sus brazos.
“Antes de que hables, tengo que decir esto”, dijo Julian. “Sé que nunca debería haber vuelto hasta aquí. Que fue cosa de una sola vez y nada más. Traté de engañarme a mí mismo con que era sólo eso, pero sin importar cuánto lo intentaba, no pude. Para mí, fue algo más, desde el momento en que puse los ojos en ti. Después de que me marche de aquí, todo lo que sabía era que quería volver a verte. Necesitaba volver a verte.”
Kara se quedó en silencio mientras ponía al descubierto sus sentimientos. Le estaba diciendo que quería más de ella. Le estaba diciendo exactamente lo que ella misma había estado sintiendo desde su encuentro.
“La noche que compartimos significó algo para mí. ¿Quieres decirme algo?”
Hizo una pausa, la incertidumbre asomaba en sus ojos.
Los miró fijamente. Aquellos ojos verdes que la capturaron desde el primer momento en que se encontraron.
“Tú eres una entrega especial que no planeo devolver nunca”, dijo ella antes de arrojarse en sus brazos y capturar sus labios con un beso abrasador.