Caliente, Caliente, Caliente. Adam Carpenter

Allí estaban, en el escaparate, el par más perfecto de pantalones cortos en los que alguna vez había puesto sus ojos. No eran los pantalones cortos ordinarios de playa, pantalones cortos de trabajo[4], ni siquiera esas bermudas de cuadros de mal gusto. ¡No!, estos estaban hechos de cuero y adornados con metal brillante y otros objetos relucientes… y eran calientes, calientes, calientes. Eso es lo que estaba diciendo, literalmente.

“OMG[5], son calientes, calientes, calientes.”

Erik tenía la costumbre de enviar muchos mensajes de texto y como resultado su forma de hablar se había asimilado mucho a la de escribir dichos mensajes en los últimos años. Sus amigos estaban acostumbrados a ello, sobre todo Tim, que ahora estaba de pie junto a Erik, completamente impresionado por los pantalones cortos de cuero a los que estaban mirando fijamente.

“¿Que cual es el problema? Apenas hay nada de material en ellos, quiero decir, son realmente cortos.”

“¿Hola? ¡Justamente eso! Más piel.”

“¿Por qué simplemente no vas desnudo?”

Erik sonrió abiertamente. “Pasito a pasito, Tim, pasito a pasito. Vamos, vamos a entrar y probarlos.”

“Vamos a llegar tarde. Erik, creo que estás perdiendo el tiempo.”

“Yo, no lo estoy. Y no se menciona a… él.”

Y con esta pequeña negación, Erik se encaminó al interior.

La NightLife Boutique en el Boulevard Santa Mónica estaba concurrida hasta bastante tarde, pero por otra parte, era viernes por la noche y las cosas realmente no se ponían en marcha en West Hollywood hasta que el cielo estaba verdaderamente oscuro. Los bares obviamente conocían este patrón, y lo mismo ocurría con algunas de las tiendas especializadas que se alineaban en el ocupado bulevar. La NightLife era proveedora de ropa sexy, preservativos, juguetes, películas y montón de artículos más, era una colmena bulliciosa en la fría noche de octubre. La medianoche se acercaba rápido y los chicos se preparaban para una larga noche de fiesta o recogían provisiones para una noche que comenzaba.

Tim, de mala gana, siguió a su amigo adentro, la acogedora puerta ya estaba abierta Sin perder tiempo, Erik avanzó por el camino, como un hombre en una misión, hacia la pared más lejana, donde unos estantes de ropa esperaban que alguien les mostrara un poco de interés. Los ojos de Erik se ampliaron cuando ojeó otros estilos de pantalones cortos mientras buscaba los pantalones cortos de cuero negros que había visto en el escaparate. Primer estante, nada. Segundo estante, igual resultado.

“¿WTF[6]?”, preguntó Erik, recorriendo con los dedos fila tras fila de la sexy ropa.

Tim, que esperaba impaciente en la parte superior del pasillo, le sugirió que le pidiera ayuda al vendedor.

“Dios mío, dame un segundo, Tim, hay como cuatro estantes más y un montón de cuero a través del que buscar. Esto no es exactamente una tienda de Laura Ashley, ¿sabes?”

“Ahora, lo que yo pagaría por verlo” comentó Tim.

“¡No me piques!”

Erik entonces hizo caso omiso de su amigo y regresó a su búsqueda, pero aun así, el no encontraba nada de nada. ¿Dónde estaban aquellos pantalones cortos? Francamente, ¿por qué ponerlos en el escaparate cuándo la prenda que anunciaban no se podía encontrar? Jodidos vendedores, se fueron todos a tomar por culo como los muchachos en cada bar en WeHo[7]. Justo como… bien, no importa, no hablamos de él. Además, Erik debería saber todo sobre ser un provocador. Lo habían llamado así en más de una ocasión.

Por último, llegó a los últimos estantes de ropa, pero todos eran de chaquetas de cuero con cadenas y otros artículos con pesados adornos metálicos. Estaban a setenta y cinco grados por la tarde[8] y ¿qué estaba proponiendo esa tienda? Chaquetas de cuero. Seguramente, eran bonitas y Erik, sin duda, luciría como HHH[9] con cualquiera de ellas, pero lo que realmente completaría el equipo sería ir sin ninguna camisa y caray… aquellos pequeños pantalones cortos sexys. Esto enseñaría a ese hijo de puta.

Basta, se recordó. Esta noche estaba a punto de comenzar de cero, ver florecer un nuevo romance o, al menos, sexo alucinante y temporal.

Por el momento, habían transcurrido quince minutos desde que habían entrado en la tienda, y Tim estaba visiblemente impaciente. El plan había sido ir a los bares con un par de amigos, tomar unas cervezas, terminar la noche en el Abbey , tal vez encontrar a alguien para una follada rápida y casual de L.A., y pasar el resto de fin de semana holgazaneando en ropa interior. Tim decidió recordar a Erik el plan.

“Sí, lo sé. Brad y Simon simplemente pueden esperarnos. Y mira, sé que esto era tu modo de conseguir que saliera de nuevo y olvidarme de mi agujero.” Aún enfadado, siguió hablando como en un mensaje de texto. “Oye, simplemente escríbeles un mensaje, diciéndoles que se nos ha hecho tarde, que ya estoy enamorado. Ellos casi se lo esperaban de todos modos. Además, quiero los pantalones cortos. Espera, cambia eso. Necesito los pantalones cortos.”

“¿Qué pasó con los aburridos viejos Calvins?”

“Tan de la década pasada, tan de mi último novio”, dijo Erik. “Está bien, voy a preguntar a uno de esos mocosos dependientes donde mierda los están escondiendo.”

“Buen plan”, comentó Tim secamente.

Erik encontró a un vendedor detrás del mostrador, justo al lado del escaparate. Estaba ocupado atendiendo a un cliente, y estaba, cogiendo su dinero, y luego mirándole el culo mientras el muñequito salía al exterior. Erik tuvo que esperar un poco antes de que concentrara su atención en su nuevo cliente.

“Oh, bueno… ¿encontraste algo que te guste?”

“Más o menos. Me gustan los pantalones cortos del escaparate. Pero no los he encontrado en la tienda.”

“Ah… aquellos. Sí, son el último par.”

“Me quedaré con ellos.”

“Cariño, son un poco… caros.”

Erik palideció. ¿Ese tipo suponía que Erik no tenía el dinero suficiente para pagar los pantalones? ¿Acaso estaban hechos de trozos de diamantes y oro? Eran sólo de cuero, y no mucho, en realidad. De todos modos, ¿cuánto podían valer? No es que a él realmente le importara el precio. Cuando necesitabas algo tanto, el coste apenas una preocupación. Mientras más bajaba su autoestima, mayor era la cuenta.

“Doscientos cincuenta.”

“¿Doscientos cincuenta qué? ¿Centavos?”, preguntó Tim, colocándose entre Erik y el codicioso empleado de la tienda. Se dio cuenta que necesitaba calmar a su amigo. No podía estar seguro de por qué esta fascinación repentina por esos pantalones cortos. ¿Unos sustitutos de Dan? ¿El Dan que lo dejó, el Dan que lo engañó, el Dan que le rompió el corazón?

La sonrisa del vendedor era débil, pero afilada. “Dólares.”

“¿Por un par de pantalones cortos?”

Erik saltó de nuevo, empujando a Tim a un lado. “Mira, ¿puedo verlos… tocarlos? De esa manera sabré si quiero gastarme ese dinero en ellos”. Aunque él ya sabía que tenían que ser suyos.

El dependiente hizo una pausa, claramente sopesando el tiempo empleado y la probabilidad de hacer una venta. Pero Erik era insistente y no se marcharía. Y eso fue lo que le dijo. En seguida, el maniquí fue desvestido, para gran placer de algunos tontos jóvenes borrachos que estaban en la acera, y Erik tenía en sus manos sus soñados pantalones cortos.

De cerca, eran hermosos. El cuero era el más suave que había tocado nunca, y a lo largo de las costuras laterales se dio cuenta que había pequeñas cuentas de cristal que brillaban, incluso con la terrible iluminación de los fluorescentes de la tienda. Brillarían bajo una luz apropiada, y Erik también lo haría. En la entrepierna había una ventana similar a una malla, que daría espacio a su paquete para respirar. Le gustó eso. Ooh, le gustó mucho. Pero lo que realmente le encantó, fue la cadena de metal que recorría la parte superior de los pantalones cortos. Esto añadía peso a la tela, así como un atractivo sexual extra-especial.

“Como mantequilla, no caucho, y ese olor a cuero fresco, es…”

“Lo sé, lo sé, caliente, caliente, caliente.”

Erik ignoró el sarcasmo, se concentró en el tacto de su dedo pulgar a lo largo de la tela. Se imaginó a sí mismo deslizándose dentro de esos pantalones cortos, su cuerpo adaptándose amablemente a sus contornos. Cómo sentiría su polla al rozarse con el material del interior, tanto el cuero como la malla. El deseo comenzó a desbordarse por él, y durante un momento se sintió mareado. Dios, era como si estuviera teniendo sexo aquí y ahora, y no con ese hijo de puta de Dan, mirándolo todo el mundo, esperando a que la sensación del cuero dejara que la fantasía barriera sobre él. Al diablo con lo que los demás pensaban. Esto era Los Ángeles, donde lo raro era normal y la pasión era deseada.

En ese momento sus ojos parpadearon ampliamente. Una corriente de miedo lo golpeó mientras se preguntaba si eran de una talla incorrecta. Eran el último par de la tienda. ¿Y si fueran pequeños o… horror, grandes? Odiaba pensar en el cuerpo que necesitaría para llenar una talla grande de esos shorts. Sería una especie de derrota en su propósito. Tenían que ser pequeños, ¿pero quién pondría la talla pequeña en el escaparate? En una ciudad como esta, todo el mundo estaba en el límite de la anorexia y la talla pequeña volaba la primera. Casi le daba miedo mirar.

Pero allí estaba, en la etiqueta blanca de la parte posterior de los shorts.

S.

Erik respiró aliviado, casi un desahogo sexual. ¿Puedo probármelos?”, preguntó.

El vendedor le dirigió una escéptica mirada. ” ¿Parece que tenemos probadores?”

“Claro, no lo pensé”, dijo, con su mente maquinando pensamientos, posibilidades, escenarios. Fantasías de venganza. Finalmente, dijo, “me los quedaré.”

Tim, estirado, niño bien, y visiblemente cada vez más frustrado, dijo: “Erik, ¿vas a gastar doscientos cincuenta dólares por un trozo de ropa del tamaño de un pañuelo? Vamos, sé por qué lo estás haciendo. Pero son sólo unos pantalones cortos… nada más.”

Erik dejó los pantalones, brevemente, volviéndose a mirar a su amigo y cogiéndole por los hombros, le dijo: “Mira, Tim, en esto es en lo que tú y yo nos diferenciamos. Estos pantalones cortos representan algo nuevo, fresco, un modo de despertar y hacerme saber que soy sexy. Soy un hombre de impulsos y deseos, puedo dejarme llevar por la corriente. Tú necesitas todo planeado hasta el último segundo.”

“No estoy discutiendo aquí mi espontaneidad, Erik, estoy hablando del alquiler del próximo mes.”

“Por ese motivo es por lo que tenemos tarjetas de crédito”, dijo Erik, y como si probara su punto, sacó la suya y la dejó de un golpe en el mostrador. El vendedor deslizó rápidamente la tarjeta a través de su máquina, a la espera de la aprobación Visa. Al llegar ésta, Erik firmó el resguardo, el vendedor metió los pantalones en una bolsa, y la transacción fue finalizada por fin.

Una vez de regreso en Santa Mónica, Tim entusiasmado agarró la mano de Erik y le dijo que era hora de darse prisa, que probablemente ya hubiera cola fuera del bar y el odiaba la espera, parecía tan necesitado.

“Y confía en mí, si necesitas algo para desinflar tu ego, es estar de pie en la cola mientras aceptan la entrada de los tipos calientes, y a ti te toca esperar.”

“Sigue adelante, me voy a casa.”

“¡Erik!”

“¡No esperarás que esté toda la noche por WeHo con estos pantalones cortos! ¿Qué pasa si pierdo la bolsa o alguien me la roba o… una nave espacial aterriza en el centro del Abbey y ellos necesitan cuero como combustible para regresar a su planeta?”

A pesar de todo, Tim se rió. “Bien Sr. Imaginación Salvaje, ¿qué propones?”

“Sólo reúnete con Brad y Simon. Voy a retrasarme aproximadamente una hora.”

“¿Y a dónde vas?”

“A casa.”

“No, no, me ha llevado tres semanas para convencerte de que salieras de nuevo, y finalmente has estado de acuerdo. No estará… e incluso si está, tú nos tienes a tu lado.”

“Ya lo sé. Pero tengo que ponérmelos.”

Tim conocía a su amigo. Sabía que no cambiaría de opinión. “De acuerdo. Llámame más tarde. Pero no te duermas.”

“No lo haré. Te mandaré un mensaje.”

“Por supuesto que sí. LOL[10].”

Erik dio a su mejor amigo un piquito rápido en la mejilla, dijo “Gracias”, y luego se fue corriendo por las atestadas aceras de Santa Mónica en busca de su coche. Tenía una cita esta noche, una más caliente de lo que ni siquiera él podía haber imaginado. Dios, estos jodidos shorts iban a hacerle parecer muy ardiente. Caliente, caliente, caliente. Jódete, Dan.

**********

Había una razón por la que había comprado un espejo enterizo. Erik era un amigo muy leal, pero la vanidad también tenía un lugar en su corazón, y así como se sintió fatal por haber abandonado a Tim, sabía que no podría acallar la voz en su cabeza sin correr a casa y probarse estos pantalones cortos. Así que allí estaba, de pie ante el espejo ovalado, contemplando su cuerpo adornado para divertirse, que haría que él cambiara rápidamente, como una serpiente lo hace con su piel, y revelara su nueva y deseada apariencia.

Incluso cuando casualmente se desnudaba, Erik pensaba que había algo salvajemente erótico acerca de exponer la piel y a uno mismo ante cualquiera que estuviese mirando. Un amigo íntimo, un nuevo amante, o simplemente uno mismo y las fantasías que habitan en el interior. Las últimas semanas, había estado a solas con esas fantasías, recordando los amantes anteriores a que Dan entrara en su vida. Su fantasía actual implicaba al hermoso par de pantalones cortos en los que acababa de gastar el dinero ganado con el sudor de su frente, y así, sin más preámbulos, comenzar su propio juego

A los veintisiete años, Erik estaba en muy buena forma, no tenía uno de esos cuerpos tonificados en el gimnasio, pero naturalmente más delgado por los beneficios de correr tres veces por semana a través del Laurel Canyon. Su ropa se adhería fuertemente a su cuerpo, a menudo dejando poco a la imaginación. De cualquier manera, no había nada como lo real, eliminando capas para revelarlo todo.

Así que se quitó primero su camisa, botón a botón, eligiendo comenzar de abajo hacia arriba. Miro en el espejo su expuesto vientre plano, el hueco de su ombligo y siguió hacia arriba. Por fin, el último botón fue liberado, deslizó la camisa por los hombros, mirando su reflejo en el espejo, que se elevaba del suelo detrás de él. Sus pezones ya se habían endurecido, pero entonces pensó que habían estado así desde el momento en el que había tocado esos shorts. Observando su pecho, sus fuertes pectorales, su piel suave como la seda, supo que él era todo eso y más. Dios, se sentía bien pensando en sí mismo de esta forma, positivamente. Como si alguien pudiera encontrarle atractivo otra vez.

Sus manos bajaron por su pecho, sus dedos juguetearon con sus pezones, sometiéndolos. Retorciéndolos un poco, se estremeció ante la primera señal de dolor, entonces los apretó aún un poco más. Mordiéndose los labios, cerrando sus ojos azules y cristalinos, imaginó que sus manos ahora pertenecían a un amante oscuro y sexy con manos suaves y las intenciones de un salvaje, deslizándose hacia abajo por el centro de su pecho. Su toque le envió temblores de deseo por todo el cuerpo, más allá de un cosquilleo, pero no un orgasmo verdadero. Su aliento estaba entrecortado, jadeante.

En ese momento sus dedos se posaron en el botón del vaquero y con un rápido movimiento, no sólo lo abrió de un chasquido, sino que deslizó la cremallera, abriéndola para revelar su ropa interior negra. ¿Qué había pensado él? ¡Aburrido! Quitarse lo que quedaba de los pantalones vaqueros requirió un poco más de esfuerzo. Eran súper-ajustados y parecía que los llevaba pintados. Una vez más, en su mente destelló una imagen de ropa ajustada contra su cuerpo, pero esta vez estaba vestido con su pantalón recién adquirido. Una agitación dentro de sus calzoncillos lo trajo de vuelta al momento.

Vestido ahora sólo con su ropa interior, Erik se miró en el espejo como un modelo que daba la primera mirada a su último atuendo. Se contorneó, se giró, se observó, y luego se golpeó en el trasero para su diversión, el impacto fue más duro de lo que esperaba. Dan había sido un amante normal, nunca había llevado las cosas a un nivel más duro. Era agradable escuchar el golpe de piel contra piel, mano contra culo. Otra vez, su polla se movió, comenzando a elevarse de su posición inactiva a un papel destacado en esta fantasía cada vez más intensa.

Una vez más, la mano de Erik siguió, sus dedos deslizándose por debajo del elástico de sus boxer y suavemente aflojándolos a través de sus estrechas caderas hasta que la fuerza de la gravedad se hizo con el control. Al fin, la última prenda estaba a sus pies, y con un giro juguetón, les dio un puntapié en el aire y observó cómo los calzoncillos atravesaron el cuarto volando. Aterrizaron en la lámpara de al lado de su cama, enviando inmediatamente al cuarto a unas sombras más oscuras. Miró a su alrededor, y era casi como si estuvieran tres de él en la habitación.

“Ooh, un trío. Kink-o-rama[11]”, dijo entre risas. El sonido de su voz resonó en el cuarto. Se sentía extraño, como si hubiera desaparecido hace un tiempo y sólo ahora hubiera regresado.

Su polla estaba totalmente extendida y la examinó largo rato en el espejo. Siendo homosexual durante los últimos veinte años, no era como si lo que contemplaba erguido frente a sí, resultara extraño, en su mayor parte, para él o los otros, pero de todos modos sintió el calor, la anticipación, de lo que iba a venir. Siempre había sido un ser sexual, y aunque era guapo, tenía un buen cuerpo y casi todas las noches tenía más ofertas para tener sexo de las que podría manejar, eso no significaba que huía de la idea del autoplacer. Hacia el final de su relación con Dan, a veces era lo mejor.

Acéptalo, Erik, eres un tipo atractivo, es tiempo de que recuerdes esto. El pelo en la base de la polla había sido recortado decididamente, y sólo una pizca de ese tesoro serpenteaba hacia arriba por su vientre. Había considerado eliminar todo rastro de vello esa noche, pero se alegró de no haberlo hecho, Oh, como se vería escapándose furtivamente por debajo del borde de los pantalones cortos.

Eso es lo que le dijo al espejo, y la sonrisa que recibió de vuelta fue diabólica. Esto era muy divertido. Con la ropa puesta, sabía que su sonrisa era uno de sus puntos más fuertes. Ahora, con la piel al aire, sabía que había otros atributos que él añadiría al juego, pero en realidad, cuando llegaba a ese punto, ¿no estaba ya más o menos en acción?

Alcanzando abajo, Erik acarició su polla, mirando como la gruesa cabeza aumentaba un poco más de tamaño. Frotó la punta, comenzando a sentir la presencia de la pre-eyaculación. Sí, con lo que estaba a punto de suceder, la satisfacción no tardaría demasiado en encontrar el camino de regreso a su corazón. No mucho tiempo en absoluto. Por supuesto, se conocía a sí mismo, sabía su límite y su punto de ebullición, por eso tenía razón en decir a Tim que los encontraría a todos en el bar en una hora.

El momento de la verdad había llegado. Los pantalones de cuero, que lo habían llamado desde el escaparate, lo habían hecho salir disparado en su coche y que habían visto su streptease desde la abertura de la bolsa de Nightlife. Ahora era su momento para revelar todo. Erik volvió a la cama, y se adueñó de la bolsa con las mismas ansias que si se tratase del primer beso de un nuevo amante. Luego deslizó sus manos dentro de la boca hambrienta del paquete, y emitió un agudo grito de deseo mientras sus dedos iniciaban el contacto con el suave cuero. Esperó un momento para que la sensación se arrastrase sobre él, llegándole hasta las puntas de los dedos de los pies, era una emoción de naturaleza orgásmica. Pero no, se advirtió a sí mismo, todavía no.

Sacó los diminutos shorts de la bolsa, los llevo hasta el espejo. Extendiéndolos entre sus manos, el por fin hizo caso a su anhelo, creciendo la sed al pensar en sus deseos. Con la boca seca y los dedos sudorosos, Erik era, de repente, una mezcla de apetitos y emociones, acechándole la idea de que lo que más ambicionas está a tu alcance pero temes que no cumpla con las expectativas. Pero sabía que esos shorts lo harían, oh sí, oh sí, oh sí. Él sabía exactamente cómo los sentiría.

Inclinándose, Erik levantó una pierna, luego otra y por fin su piel se había puesto en contacto con el cuero parecido a seda, a mantequilla. A medida que deslizaba lentamente los pantalones hacia arriba, miraba en el espejo como el vello plumoso de sus piernas se erizaba ante el contacto con el extraño material. Pero el continuó su camino, la sensación burlona aumentando el nivel de la tentación. Su polla saltó y se estremeció exageradamente, como si supiera que pronto sería encerrada en una prisión que amenazaba con evitar su culminación desesperada, el resultado deseado. Los shorts de cuero seguían acercándose, sobre las rodillas y los muslos, estirándose hasta el límite cuando el apretado material se aferró a la musculosa piel. Erik pudo sentir cómo se le doblaban las piernas, y por un momento pensó que podría tener que sentarse, arrodillarse, cualquier cosa para asegurar el equilibrio. Pero la ondulación pasó, y una vez más, los shorts casi estaban llegando a su destino. Sólo unas pulgadas más y el placer definitivo sería todo suyo. El aspecto, la sensación, el maravillosamente tentador y delicado tacto de la pieza más fabulosa de ropa que alguna vez hubiera usado.

Por último, se subió los shorts hasta la cintura, miró en el espejo la manera en que la apretada tela se le afianzaba alrededor del culo y observó cómo su pene al completo fue tragado por la bolsa de malla que tenía delante. Dirigiendo sus manos contra el material, casi podía sentir el calor del cuero atravesándole los poros y el sudor quemándole las palmas. El olor empalagoso, maravilloso del cuero invadió su sentido del olfato, flotó por su garganta y se coló dentro de él. Abrió la boca para respirar, y maldita sea si no vio salir humo, el calor manando ahora de su cuerpo.

Tocó la malla de los shorts, advirtió que había una apertura en ella, y con cuidadosa precisión, colocó su engrosada polla a través del hueco de la malla. Ahora, su pene erecto, casi tocó el espejo, su eje sostenido en el sitio por el ajustado pantalón de cuero. Una suave caricia llevó a otra, y luego a otra, y Erik miró en el espejo como las pollas gemelas, la real y la de la imagen, interactuaban, jugaban y se burlaban. Con la otra mano, se frotaba los pantalones cortos, recorriendo de nuevo con el pulgar el delgado cinturón. El toque fresco del el metal contrarrestaba el calor de la piel y Erik podía sentir la presión aumentando profundamente en él.

Este era el momento que había anhelado, la atención que había buscado, el conocimiento de que seguía teniéndolo, de que realmente no importaba lo que vistieras, sino cómo te sentías. Pero a veces en la vida se necesita un poco de ayuda extra, y maldita sea, maldita sea, maldita sea si estos pantalones cortos no lo habían arrastrado hasta el límite…

Su polla entró en erupción con una potencia que apenas podía recordar, y por unos momentos el aliento le abandonó y sus pulmones se constriñeron. Erik cerró los ojos y se bombeó, bombeó de nuevo, sin parar hasta que salió la última gota. Se estremeció una vez, dos veces, otra más y una última. Por fin, de buen grado, abrió los ojos y dejó que sus pulmones tomaran la primera respiración profunda en varios minutos. Estaba mareado, aturdido, pero en el espejo había un reflejo que no había visto durante las últimas semanas.

“Erik, has regresado. Y por lo que parece, mejor que nunca.”

Volvió a meter su pene en el armazón de malla de los shorts y decidió que era el momento de reunirse con sus amigos. De reunirse con su grupo de citas. Se colocó sus vaqueros y camisa con rapidez, ahora estaba ansioso por causar impacto en el ambiente del bar. Sus viejos Calvins se quedaron en el suelo. Erik se dejó puestos los shorts. Esta noche, esperaba lucirlos para alguien más.

Mientras abandonaba su apartamento, tomó su teléfono móvil y escribió a Tim un mensaje de texto.

“En camino. ¿R y ready fr axtion[12]? ¿Shortss? ¿HHH? Como yo.”

Erik sonrió ampliamente. Era él mismo nuevamente.

Hombre, esto se sentía bien. Por otra parte, maldita sea, lo consiguieron esos shorts de cuero.