Pruébatelo Por La Talla. Katy Sirls

Chloe deseaba que la tienda estuviera más ocupada. Si hubiera sido así, podría haber sido capaz de mantenerse distraída ayudando a varios clientes en los probadores o ayudándolos a encontrar el conjunto perfecto de ropa deportiva, lo bastante distraída, al menos, para mantener los ojos apartados de él sin problema. Así las cosas, no había ningún cliente al que asisitir, y se encontró simplemente doblando y volviendo a doblar de nuevo varias prendas de ropa, tratando desesperadamente de parecer ocupada, esperanzada en que no advirtiera sus continuas ojeadas hacia él.

Estaba mirando pantalones cortos para ir en bici. Despacio y con cuidado, escogió entre ellos, casi como si el éxito de su siguiente carrera en bici dependiera únicamente de que eligiera los pantalones correctos. Echaba un vistazo a un par y los regresaba a su sitio, a continuación, examinaba otros.

Si hubiera sido cualquier otro cliente, Chloe hubiera caminado directamente a él y le hubiera preguntado si quería probarse alguno. Después de todo, ¿no estaba su trabajo como vendedora asociado a llevar a los clientes por cualquier camino que acabara en una compra? Este, sin embargo, era diferente, no estaba segura si era por su cuerpo atlético, perfectamente esculpido por debajo de su camisa y pantalones vaqueros ajustados, o tal vez, por las hebras de pelo que suavemente caían sobre sus ojos oscuros, pero ella no se atrevía ni siquiera a acercarse a él, y mucho menos a hablarle.

Estaba repentinamente agradecida de que la gerente hubiera salido a almorzar. Si hubiera estado aquí con ella, se hubiera convertido en testigo, de cómo se había quedado muda al ver a un hombre atractivo examinar cuidadosamente pantalones cortos de ciclista, se habría reído de ella o la habría reprendido verbalmente, o ambas cosas, en cuyo caso Chloe se habría sentido todavía más idiota de lo que ya lo hacía. Sin embargo, quiso la suerte que no estuviera, que sólo ella y el guapo ciclista estuvieran en la tienda, y así, continuó el proceso de doblar la ropa que no necesitaba ser doblada, dejando que él, su único cliente se valiera por sí mismo.

Inevitablemente, se sorprendió mirándole nuevamente sólo unos segundos más tarde. El examinaba un par de pantalones cortos azules, y una camiseta a juego. Los observaba una y otra vez, como si tratara de averiguar si realmente podrían conjuntar. En la opinión personal de Chloe, el no necesitaba camiseta, estaba segurísima de que estaría estupendo con los pantalones únicamente.

Sintió como se ruborizaba al pensar en él con el torso desnudo, vestido sólo con unos ajustados pantalones cortos de ciclismo. Sin embargo, una vez la imagen estuvo en su mente, dejo que se expandiera. Podía imaginarlo en la bicicleta, independientemente del tipo de bici que poseyera, con el pelo hacia atrás y cada centímetro de su cuerpo visible, excepto por lo que se ocultaba debajo de sus pantalones. Estos brillarían alegremente a la luz del sol, aferrándose a las fuertes piernas, y acentuando sus músculos. Y el bulto de entre ellas, tan cuidadosamente escondido por el spandex y, sin embargo, al mismo tiempo, perfilado al detalle, mientras estaba en el asiento de la bici.

Chloe casi deja caer la camiseta que acababa de doblar, y de inmediato se obligó a salir de su ensueño. Avergonzada, esperaba que no levantara la mirada y la viera ruborizada. Para sentirse segura, le dio la espalda, e hizo todo lo posible por tratar de borrar la imagen de su mente, intentando concentrarse en otras tareas monótonas que la hicieran estar ocupada. No era fácil.

Fue casi un alivio cuando sonó el teléfono, dándole una excusa para ir al lado opuesto de la tienda. En su camino, sin embargo, no pudo resistirse a volver a mirarlo. Esta vez, sin embargo, cuando sus ojos casualmente se desplazaron sobre él para admirar su perfecta forma de “Dios griego” una vez más, se dio cuenta de que había algo diferente, en esta ocasión, también la estaba observando.

Chloe se detuvo en seco, congelada como un ciervo hechizado por los faros de un coche. Internamente se regañó por ser incapaz de parecer fría y deseó que sus piernas siguieran adelante para alcanzar el teléfono de la tienda, que seguía sonando sin cesar, pero no se movieron. Ella lo miró fijamente, y él le devolvió la mirada. Sus ojos se encontraron, y por un momento el mundo de Chloe se detuvo en seco. Sentía que no controlaba su propio cuerpo, era incapaz de moverse, su corazón se aceleró y sabía que su cara estaba ruborizada.

Finalmente, devolvió su atención a los pantalones cortos, y ella pudo obligarse a continuar hacia el teléfono que estaba junto a la caja registradora. Dejó de sonar unos segundos antes de que lo alcanzara, y cuando se puso el auricular junto al oído todo lo que oyó fue el tono de marcado. Jurando en voz baja para sí misma, colgó suavemente el teléfono. Tal vez quienquiera que fuese podría volver a llamar. Chloe decidió que sería buena idea quedarse junto al teléfono durante un minuto más o menos.

Lo habría hecho, de no ser por la mano que sintió sobre su hombro sólo un momento después. Sobresaltándose ligeramente, se dio la vuelta y se encontró cara a cara con él, con el cliente que buscaba pantalones cortos, y que sólo unos segundos antes, se encontraba al otro lado de la tienda. Chloe sintió que el corazón se le aceleraba de nuevo. Hubiera querido decir algo. ¿Puedo ayudarle? ¿Hay algo que puedo ayudarle a buscar? Pero no se le ocurrió nada. Sólo podía seguir mirándole y admirar todo lo que veía.

Él le sonrió, a pesar de su silencio. “Me gustaría probarme estos.”

Chloe vio que sostenía dos pares de pantalones cortos para ir en bici. Quiso golpearse a sí misma. “Por supuesto”, dijo, buscando las llaves de los probadores. Utilizó la excusa de buscar la llave correcta para mantener los ojos apartados de él. “Por aquí.”

Caminó rápidamente, enseñándole el camino que giraba en la esquina hacia los probadores. Le abrió el más grande y él comenzó a entrar.

“Ah”, dijo él, como si un pensamiento se le hubiera ocurrido de repente. “¿Le importaría traerme una camiseta para probármela con ellos? Me gustaría ver cómo queda en conjunto.”

“Ah la… de acuerdo,” contestó Chloe, tratando con fuerza de no tartamudear. Se preguntaba por qué él no habría cogido alguna camiseta desde el principio, pero si eso era lo que quería, se la conseguiría.

Tardó más o menos un minuto en buscar camisetas que conjuntaran con los pantalones cortos. No había mencionado la talla que quería y ella tampoco era buena en adivinar ese tipo de cosas. Con un pequeño suspiro, al final cogió una de cada talla y se dirigió de vuelta a los probadores.

Giró la esquina y se quedó parada en el sitio. De pie justo delante de ella, reflejándose en el largo espejo, estaba su increíblemente guapo cliente. Se había quitado la ropa, y ahora llevaba los pantalones cortos de ciclista, sin nada más. Le sentaban perfectamente, destacando sus muslos firmes, en forma. A pesar de que trató de contenerse, no pudo impedir que sus ojos se centraran en la entrepierna, donde la lycra se ajustaba, y perfectamente podía distinguir la forma de su pene y pelotas.

Se dio la vuelta para agradecerle con una cordial sonrisa. “Gracias”, dijo, reconociendo las camisetas que había traído para él. “¿Cómo crees que quedaría la negra con estos?”

A Chloe le hubiera gustado tener el coraje para decirle que se veía mejor sólo con los pantalones, pero la única respuesta que le salió fue ofrecerle la camiseta negra que él había indicado.

“Gracias”, dijo, mirando rápidamente hacia abajo a la etiqueta con su nombre, “Chloe”. Comenzó a meterse la camiseta por la cabeza, sin molestarse en entrar de nuevo en el probador. “Por cierto, soy Aidan.”

Chloe echó una ojeada hacia atrás para asegurarse que nadie más había entrado en la tienda. Estaba vacía. “Encantada de conocerle, Aidan.” Dejó que el nombre saliera de su lengua despacio, saboreando el sonido que venía de su propia boca. Dejó que ese momento se alargara tanto como podía atreverse, pero después de que él se pusiera la camiseta, comprendió que, lamentándolo mucho, tenía que regresar a la tienda.

Por fin, inspiró profundamente. “Si necesitas cualquier otra cosa…” Dejó que las palabras se apagaran, haciéndole saber que estaría allí si necesitaba algo, y anunciando su partida al mismo tiempo.

“En realidad,” dijo Aidan antes de que tuviera la oportunidad de salir de la zona de probadores, “Estoy teniendo problemas con este cierre.” Señaló la pequeña cremallera de la parte trasera del cuello y le sonrió de nuevo. “¿Te importaría?”

¿Importarme?, pensó Chloe, dando un paso hacia él. “Por supuesto que no.”

Él se giró, haciendo que Chloe por poco jadeara ante la vista completa de ese culo tan apretado vestido por los pantalones de ciclista. Respirando lentamente, con las manos un poco temblorosas, se acercó y las extendió para terminar de cerrar la camiseta. Trabajó despacio, tan despacio como pudo, ya que no quería que esto se acabara. Su aliento caliente rebotó en su espalda, a pocos centímetros de su rostro, y le calentó los labios. Su mano rozó la parte de atrás del cuello y envió un hormigueo por el brazo.

Ella estaba a tres cuartas partes de cerrarla, cuando él se giró repentinamente, enfrentándola. Manteniendo su mano en la cremallera, no dispuesta a dejarlo ir. El avanzó poco a poco hacia ella, mirándola a los ojos. Chloe sintió que se estremecía cuando se acercó más aún, hasta que sus cuerpos se tocaron. Notó una inconfundible dureza contra su pierna, y se halló desesperada por alcanzar hasta abajo para agarrarla y, con la mano que le quedaba libre, rodearlo y apretar su trasero. Sin embargo, no lo hizo, pues su mano permaneció firmemente en la cremallera.

Poco a poco, comenzó a subirla de nuevo, sin que sus ojos nunca abandonaran los de él. Llegó a la cima, pero Aidan no advirtió que había finalizado la tarea que le había encomendado. En cambio, siguió mirándola fijamente a los ojos, casi como si le dijera. ¿Estás segura de no preferir estar doblando camisetas ahora mismo?

Chloe apenas podía creer que este hombre, este sexy hombre en el que no había sido capaz de dejar de pensar desde que entró en la tienda, ahora estuviera ahí plantado, con sus pantaloncitos ajustados, duro como una roca y apretándose contra ella. A su pesar, comenzó a notar cómo aumentaba el calor y se desplazó ligeramente hacia la erección que, aún oprimida bajo los pantalones cortos, se apretaba contra su entrepierna.

Mientras lo hacía, tomó una profunda bocanada de aire. Sintió su mano en la parte baja de la espalda mientras su profunda mirada cambiaba sutilmente centrándose en la de ella. Chloe se sentía como si le preguntara, sin palabras, ¿Deseas esto tanto como yo?

“Sí”, le susurró, aunque él no hubiera hablado. No sabía que más decir. Le deseaba, le deseaba desesperadamente, y se sentía inflamada por el deseo.

Él se inclinó, su boca de repente en la de ella, y se abrazaron fervorosamente. Chloe se sintió poco a poco empujada contra la dureza de su polla, y Aidan se apartó muy ligeramente, sonriéndole como si quisiera decirle, Espera… espera un momento. Y luego su boca estaba en su cuello. El empujó el escote de su camiseta para pasársela sobre los hombros y notó su aliento caliente sobre la piel ahora desnuda. Temblaba por la anticipación.

De repente, sus manos estaban bajo su camiseta, desenganchándole el sujetador. Apretó su cintura, subiendo lentamente su agarre hasta que colocó las manos con firmeza sobre sus pechos. Con gracia, le sacó la camiseta por la cabeza y la tiró a un lado. Chloe se estremeció por un momento cuando el aire frío le golpeó la espalda, ¿o eran sus manos que con calma regresaban a la cintura?, y, sin la gracia que Aidan había mostrado, ella alcanzó detrás de él y febrilmente comenzó a abrir la cremallera que acababa de cerrar momentos antes. En segundos, la camiseta volaba sobre su cabeza.

Miró hacia sus pantalones cortos y el contorno de la polla palpitaba en su interior. Lo acarició sutilmente, bajando la mano desde su pecho hacia el estómago, hasta que la apoyó en su entrepierna. El tembló con la excitación. “¿Sabes?, ahora que los miro,” reflexionó ella, “no pienso que te hagan justicia en absoluto.”

Él sonrió. “Por supuesto, quítamelos.”

Deslizó sus dedos bajo la cinturilla y apartó los pantalones cortos, hasta que la polla saltó libremente. La agarró firmemente en su mano y, despacio, comenzó a acariciarlo. Aidan cerró los ojos y comenzó a jadear.

Cuando un momento después los abrió de nuevo, agarró entusiasmado la cremallera de los vaqueros de Chloe y rápidamente se los quitó. Sus bragas fueron lo siguiente, y luego sus unidos cuerpos desnudos se presionaron con una impaciente anticipación. Ella quería pedirle que la penetrara, que la follara como un loco, pero no podía encontrar su voz. Todo en lo que podía concentrarse era en la cercanía de sus cuerpos. Sin embargo, sólo un momento después, Aidan la empujó contra la pared y le levantó una pierna sobre el brazo, posicionándose para enterrarse en ella.

Con un sólo impulso se introdujo profundamente. Se sacudía en su interior, lentamente al principio, luego fue aumentando la velocidad. Se agarró a él, moviéndose a su ritmo, casi incapaz de soportar la felicidad de, al fin, sentir dentro de ella su caliente polla. Por encima de su hombro, podía ver el espejo, y la imagen de él dirigiendo sus caderas hacia adelante, encajándose en su anhelante cuerpo una y otra vez. Ella empujó con sus propias caderas todo lo que pudo, reteniendo tanto de él como le era posible.

Chloe se inclinó y agarró su culo con las dos manos, atrayéndole más cerca con cada empuje. Entonces, repentinamente, Aidan la rodeo con sus brazos y la levantó. Aún dentro de ella, la llevó a la silla que estaba en los probadores y la sentó.

“Date la vuelta”, le indicó con impaciencia, sin aliento.

Dejando que se retirara solo un breve momento, Chloe se giró de modo que quedó doblada de espaldas sobre el asiento. Esperó celosamente por él, impaciente por tenerle de nuevo en ella, cuando de repente le sintió entrar con fuerza por detrás. Esta vez no comenzó lentamente, esta vez, empujó con una fuerza apasionada, follándola con tal intensidad que no pudo impedir que se le escapara un fuerte gemido. Ella se empujó hacia atrás todo lo que pudo, tratando de presionarse contra su cuerpo.

Entonces, después de un empuje tremendamente profundo, se quedó inmóvil dentro de ella mientras se corría. Casi al mismo tiempo, Chloe sintió su propio cuerpo estremecerse por el ardor del clímax. Colapsaron unidos, los cuerpos fundidos entre sí, en el momento final de la íntima pasión.

Tras ello, yacieron abrazados, respirando pesadamente. Ella le acarició la espalda y él le besó el pelo durante unos minutos eternos, y Chloe casi olvidó que estaba en el trabajo, efectuando un prohibido acto de deseo. Es decir, casi olvidó, hasta que oyeron cerrarse de golpe la puerta trasera.

Aidan la miró alarmado. “¿Hay alguien en la tienda?”

Los ojos de Chloe se abrieron como platos. “Mi gerente. Ha regresado de su descanso para comer.”

Al unísono, los dos se levantaron y cogieron sus ropas, desapareciendo en un probador. Se vistieron tan rápido como pudieron, y Chloe hizo lo posible por colocarse bien el cabello y eliminar el rubor de su rostro. Tan pronto como le pareció que lucía lo bastante decente, se apresuró a salir de dicho probador.

Cundo comenzaba a dar la vuelta a la esquina, casi tropieza con la gerente.

“Lo siento”, exclamó, haciendo todo lo posible por actuar con naturalidad.

“Chloe, me preguntaba dónde estaba usted”, contestó la gerente, echando un segundo vistazo a su aspecto. “¿Han venido clientes mientras he estado fuera?”

En ese momento, Aidan salió del probador, presentándose notablemente arreglado. Sostenía el par de pantalones cortos de ciclistas que había llevado puestos un momento antes. “Me quedaré con estos”, dijo.

Chloe miró a su gerente. “Sólo uno”, respondió.

“Ah”, contestó su gerente, estrechando los ojos por una ligera sospecha mientras los miraba de uno a otro. “¿Supongo que encontró todo lo que necesitaba?”

“Sí”, respondió Aidan. “Y puedo garantizar que volveré por más.”

Guiñó a Chloe antes de darse la vuelta y alejarse.