Atención: frikis sueltos
El término “friki” realmente viene del inglés Freak, que significa extravagante/estrafalario/fanático. Aunque aquí le hemos dado nuestro toque latino y lo traducimos como “raro de cojones”, nuestra Real Academia lo acepta (¡y además escrito con “k”!) para definir a una persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición. ¿Podríamos pensar entonces que Camilo Sesto es un friki del quirófano? No, él simplemente querría ser inmortal y no sabe cómo hacer para no arrugarse.
Por cierto, os apunto que en Estados Unidos el término freak se usaba para referirse a personas con algún tipo de malformación o anomalía física (tipo la mujer barbuda, hombres elefante…). Pero esa acepción nuestra RAE no la recoge, porque para eso tenemos nuestro: “¡Bicho!”.
De que teníamos frikis en España nos dimos cuenta tarde, con el boom de la saga de Tolkien (El Señor de los anillos). De repente teníamos occidentales que hablaban algo que era más raro que el chino: el élfico, que es mu bonito para decorar un anillo y declararte a tu amor pero… Eso es como el sueco: ¡Pa los suecos, pa los suecos, que eso suena a militar enfadao, por favor! La ventaja del élfico es que no es gritón. Al contrario: parecen susurros de moribundo tibetano. Pero ver a un hombre hablando en esdrújulo y con obsesión por los árboles genealógicos… es chungo. Porque además se deben creer que son graciosos:
—¡Ey, hola Sáradriel, hija de Lauréanor, prima del Quíjote! ¿Cómo estás?
—¡Pues mejor que tú, oh Chálador, amigo del Pérturbao e hijo de la Gránputar!
Tienen unos objetivos vitales muy marcados: la informática, la electrónica, la ciencia, los videojuegos, el manga, el anime, los cómics, los juegos de rol y, por supuestísimo, las películas, series y libros de ciencia ficción y/o de superhéroes, fantasía y terror. Tal es así, que al conjunto de aficiones minoritarias de esta gente se denomina “Cultura friki” o “Frikismo”. ¡Y tienen su propio día del orgullo friki! ¡¡El 25 de mayo!! Que con esa manía que tienen de salir disfrazados en manada a la calle, como se junten con los niños de las comuniones que las madres pasean orgullosas vestidos de marineros y de mini vírgenes… ¡Eso debe parecerse más al día del orgullo gay!
Enumeradas así pueden parecer aficiones normales, ¿verdad? Pero, para mí, la clave está en la variable “edad”: yo creo que el friki nace y desarrolla su frikismo desde la infancia. Porque, a ver: ¿¡qué niño “normal” empieza a mostrar un interés exagerado por la ciencia con 4-5 años y prefiere no salir con los amiguillos para quedarse en casa estudiando (¡por su cuenta!) la vida de Copérnico (¡que ni los padres saben quién es este señor!)!? ¿¡Qué niño “normal” se queda boquiabierto por dibujos japoneses que tienen de didácticos lo que Iniesta de locuaz!?
Mucho ojito con estos detalles, papás y mamás. Si vuestro retoño pide de reyes “La Historia del tiempo” de Stephen Hawking en lugar del Tragabolas o los clics de toda la vida… raro. Y si encima, cuando le preguntéis por qué prefiere ese regalo, os contesta supertranquilo algo como: “Porque para leer no me hace falta nadie”, no es que tu hijo/a sea un superdotado (o un tímido enamorado de la lectura, que diría una madre cursi), no. ¡Tu hijo está infectado! ¡Tiene el germen del frikismo! ¡Ponedle delante de la tele, por favor! ¡Maniatadle y obligadle a ver Gandía Shore, Gran Hermano, Mujeres, hombres y viceversa o cualquier película de Almodóvar, todo seguido durante días y días y días! Y a pesar de que esta bomba televisiva anularía hasta las neuronas de Ramón y Cajal… Yo también os recomendaría rezar. ¡Aunque no seáis creyentes en nada! Rezad aunque sea a Messi o a su médico, que para mí son lo más parecido a un milagro psicomotriz que he visto. Encomendaos hasta al diablo porque esto tiene peor pinta que una de esas cocinas que examina Chicote.
Los frikis son prácticamente una etnia en sí mismos y, por suerte para los humanos, bastante endogámica. Es decir: se juntan y se reproducen entre ellos (¡gracias a Dios o al sentido común de los demás, que tratan de mantener sus genes lejos!).
No se les conoce inclinación política definida aunque sí religiosa: todos, sin excepción, unidos como piñas, unidos como las Nuevas Generaciones del PP, procesan veneración supina a George Lucas, padre y creador de la saga de Star Wars (La guerra de las galaxias). Que a mí esto luego me choca con que también veneren a Chuck Norris y a John McClane (el personaje de Bruce Willis en la saga La jungla de cristal), que dime tú qué tienen que ver con el espacio. Aunque, bueno, al menos para mí, el McClane ese sí está más cerca de ser un semidiós, porque se pasa las cuatro películas con la misma camiseta de tirantes roída dando leches como panes a diestro y siniestro, y lleno de sangre, pero sigue siendo blanquita y estando to buenorro.
Ahora bien, sobre la admiración por Norris, me gustaría hacer un inciso porque me inquieta. Me preocupa aún más que lo idolatren al hecho de que encuentren “trepidante” a las pelis de Matrix, donde todo va ralentizado ¡y se ve color Heineken! Encima ¡ellos que no beben alcohol! (¿Será porque ya vienen colocaos de nacimiento?). No lo entiendo. Lo digo en serio. ¡Chuck Norris es el precursor natural del botox, por favor! Tiene menos expresividad que Kevin Costner congelado ¡y ya es decir! Yo creo que en alguna de esas expediciones le picó el mosquito y no se enteró. Aunque… Estoy pensando que puede que lo admiren por su pelazo (como el de El Puma pero en rubio): inamovible ante la adversidad. Pero, claro, eso no es mérito suyo, sino de su peluquero y esa laca que le echa para que el tío no se despeine un solo pelito mientras se pelea o persigue a una pobre indígena como un loco inexpresivo que le grita “I Love You” con la misma cara que le dice: “¡Cuidado! ¡Que te vas a tropezar con los cordones, india!”.
Otra cosa es su pasión por Terminator y por la coprotagonista de la saga, Sarah Connor, porque Termi es un “ciborg” asesino (“organismo cibernético”, es decir: mitad humano, mitad robot) enviado a través del tiempo desde el año 2029 hasta 1984, para asesinar a “Sarihta”. Vamos, estas historias sencillitas que les gustan a ellos, ¿verdad? Es curioso porque tienen la verosimilitud opuesta a las teorías físicas que luego defienden con sus vidas (porque los friki in extremis se la juegan, van provocando, las cosas como son. Es que cualquier español que se precie, al ver a uno, tiene tentaciones en plan: “Lo mismo si le sacudo una buena colleja, se pone a funcionar bien, como el mando de la tele”). Apuesto a que si Moisés hubiera sido un ciborg conciliador… ¡Los frikis le habrían hecho hasta un videojuego!
Cada vez son más los frikis, amigos. ¡Se están multiplicando como chinches! Con la diferencia de que estos insectos pueden pasar desapercibidos. ¡Pero nuestros raritos no! Primero, por las pintas que llevan los frikis tienen dos tendencias, digamos:
A. Ir vestidos como nuestros abuelos ¡pero literalmente! Sin darle “rollito” al look. No hacen moderno lo antiguo, como los “hipster”, que están tan en auge ahora mismo. NO. Ellos es que pasan de la moda y se ponen lo que heredan, ¡que ni siquiera se lo compran!
B. Ir vestidos con todo aquello que, si bien no les hace parecer superhéroes, imita o halaga la estética de los que idolatran (que de esa relación ahora os hablo, por cierto porque… ¡Ríete tú del complejo de Edipo!).
La segunda pista para saber que tienes delante a un friki, es su carácter: no suelen tener demasiado don de gentes. Vamos, que no brillan por su desparpajo. Y si encima prefieren jugar a ser personas virtuales en sus juegos de rol, en lugar serlo de carne y hueso… ¡PELIGRO! ¡Estamos ante unos “Faletes emocionales” que no saben ni lo que son ni pa dónde tiran!
En fin, amigos. Espero que estos datos os hayan servido de ayuda. Estad alerta porque están por ahí sueltos, como los extraterrestres de Expediente X, aunque una o dos veces al año se reúnen para celebrar su rito: la Campus Party. Un pabellón enorme lleno de mesas y sillas donde cada friki se lleva su ordenador y juega en línea con otros congéneres, mientras comparten avances tecnológicos tan necesarios como Ilumina tu disco duro con neón, pasan las horas debatiendo sobre cuál de los “X Men” es el más fuerte o qué ocurriría si, por ejemplo, se enfrentarán Lobezno y Spiderman. ¡Y me estoy quedando corta, os lo aseguro! ¡Que se juntan más de 500 raritos con cascos, coca colas y palomitas, “hablando” a través de una pantalla con el de la silla de al lado sobre cómo hackear una Web porno o cómo crackear la wifi al vecino!
Pero me quedo más tranquila porque creo que mi misión está cumplida. Advertidos quedáis. Aunque, como mujer os digo una ventaja de echarse un novio muy friki: cuando te dice eso de —“¡Cariño, llego más tarde de lo que te dije, que estos han montado un fiestón del quince!”, tú no tendrás zozobra porque te mandará una foto donde verás a 12 tíos con gafas y ganchitos, en una mesa alargada, con ordenadores de sobremesa tuneados.