18
Estaban metidos hasta el cuello en un buen problema. Entraron en el edificio y se dirigieron hacia la pared trasera a través de la oscuridad, sudando y jadeando. Cole se esperaba que la débil puerta saltara hecha astillas en cualquier momento.
… pam, y entrarán a saco, chillando, destrozándonos con sus garras antes de que tengamos siquiera oportunidad de verlos…
—Tengo un plan —dijo John entre resoplidos, y Cole sintió un leve atisbo de esperanza que duró hasta la siguiente frase de John—. Echamos a correr como locos hasta la pared trasera —dijo con voz firme.
—¿Estás chalado? —le dijo Leon—. ¿Viste saltar a ése? No hay manera de que les ganemos corriendo…
John inspiró profundamente y luego comenzó a hablar en voz baja y rápida.
—Tienes razón, pero tú y yo somos buenos tiradores y podemos cargarnos algunas de las farolas mientras corremos. Incluso si pueden ver en la oscuridad, eso les distraerá, y quizá les confunda.
Leon no dijo nada, y aunque Cole no podía distinguir con claridad su cara, vio que se estaba frotando el hombro donde la criatura le había golpeado. Lentamente, como si estuviera sopesando la idea de John.
¡Los dos están chalados!
Cole se esforzó para que su voz no mostrara su evidente terror.
—¿No hay ninguna otra opción? Me refiero, no sé, a que podríamos subir a los edificios e ir de tejado en tejado.
—Todos los edificios tienen alturas diferentes —le dijo John—. Y no creo que los hayan construido para soportar demasiado peso.
—¿Y qué tal si…?
Leon lo interrumpió sin rudeza.
—No tenemos munición apenas, Henry.
—Entonces nos volvemos a la fase Tres y nos lo pensamos bien…
—Estamos más cerca de la pared suroeste —dijo John, y Cole supo que tenía razón, lo supo y lo odió mientras intentaba buscar otra solución. Los cazadores eran terribles, casi se trataba de los seres más terribles que Cole jamás había esperado ver…
De algún lugar del exterior les llegó el chillido de uno de ellos, un sonido aullante y feroz que atravesó las delgadas paredes, y Cole se dio cuenta de que no tenían tiempo de pensar en un plan mejor.
—Vale, sí, vale —dijo, y pensó que, como mínimo, debía tragarse su temor y enfrentarse a lo inevitable como si de verdad tuviera valor.
No seré una carga para ellos, pensó, y respiró profundamente, enderezando un poco los hombros. Si eso era lo que tenía que ocurrir, no iba a deshonrarse a sí mismo convirtiéndose en un cobarde tembloroso… y tampoco iba a reducir sus probabilidades de supervivencia convirtiéndose en esa carga.
Cole sacó del bolsillo trasero el cargador que John le había dado y manoteó para cambiarlo por el de la pistola, ya vacío, con el corazón palpitante… y se quedó un poco sorprendido al comprobar que una vez tomada la decisión, una vez comprometido, se sentía más fuerte, más valiente.
Puede que muera, se dijo a sí mismo, y esperó a que le asaltara una oleada de horror… pero no llegó. Ya habría muerto si no hubiera sido por John y por Leon, y quizás era su oportunidad para impedir que uno de ellos, o los dos, resultaran heridos.
Los tres se dirigieron a la puerta sin intercambiar una sola palabra más. Cole pensó que su vida había cambiado más en las dos horas anteriores que en los últimos diez años de su vida… y que a pesar de cómo había llegado, le alegraba aquel cambio. Se sentía completo. Se sentía vivo.
—Preparados… —dijo John, y Cole inspiró profundamente mientras Leon le sonreía bajo la escasa luz que llegaba por la ventana.
—¡Ya!
John abrió la puerta de par en par y salieron corriendo a la calle mientras a su alrededor la noche estallaba en la enorme algarabía de los feroces chillidos de los cazadores.
Los ojos de Reston brillaron. Se inclinó sobre la pantalla y se quedó mirándola fijamente, encantado de que hubieran tomado aquella decisión suicida. Los tres salieron del lugar hacia la oscuridad como enloquecidos. Como muertos que no tenían la sensatez suficiente como para dejar de moverse.
Corrieron hacia el sur, con John a la cabeza y Rojizo y Cole pegados a sus talones. Un cazador saltó desde una acera situada a su derecha, dispuesto a darles la bienvenida… y se vio un resplandor, un brillante estallido de luz anaranjada procedente de arriba, y unos cristales ardientes comenzaron a caer sobre la calle como una lluvia resplandeciente. Una de las farolas, le habían disparado a una de las farolas, y los 3K parecieron enloquecer cuando los cristales rotos cayeron sobre ellos. El cazador de color rojizo cambiante a gris retorció su cuerpo, frenético y aullante, en busca de su atacante… e hizo caso omiso por completo de los hombres que pasaron corriendo a su lado. Los tres pasaron de largo con las armas en alto, disparando al cielo, disparando contra más farolas, y Reston vio que otro de los cazadores saltaba a la calle, una sombra casi oculta entre las demás sombras… y Cole, Henry Cole, fintó a la izquierda y luego a la derecha, aplastó el cañón de su pistola contra la cabeza del 3K agachado y se vio surgir un surtidor de líquido, de cerebro y de sangre, procedente de su sien. El electricista le había pegado un tiro a quemarropa. Los brazos y las piernas del cazador se movieron espasmódicamente en todas direcciones, pero ya estaba muerto. Cole se apartó de un salto y siguió corriendo, alcanzando a los otros dos mientras más bombillas de las farolas estallaban haciendo volar fragmentos de cristal de las luces blancas estroboscópicas.
—No —susurró Reston, sin darse cuenta de que había hablado, pero bastante consciente de que todo iba horriblemente mal.
John corrió, se detuvo para disparar, echó a correr de nuevo. Los feroces aullidos les seguían, la lluvia de cristales y el olor a metal recalentado les llegaba de todos lados… y vio a uno de ellos en mitad de la calle, justo delante del cruce que los llevaría hasta las jaulas, vio los extraños ojos centelleantes y el agujero negro de su boca aullante…
No desperdicies la munición, Jesús, es igual que la calle…
Siguió corriendo directamente hacia él, sin dejar de apuntarle, con los estampidos de nueve milímetros a su espalda, y el monstruo aullante a menos de tres metros cuando por fin disparó.
¡Ahora!
Una ráfaga corta, medida, directamente al rostro antinatural y salvaje… y no cayó, y aunque giró para esquivarle, no llegó muy lejos. Su cara rugiente, cubierta de sangre, pareció quedarse a escasos centímetros de la suya, y uno de sus brazos, tan largo como increíble, se proyectó contra él y le pegó en el pecho.
El golpe impactó en su pectoral izquierdo, y John esperó ser aplastado, volar por los aires con el cuerpo destrozado… pero la criatura debía estar debilitada por las balas, desorientada, quizá cegada, porque aunque sintió que el pecho se le contraía por el dolor, había sufrido golpes peores. Trastabilló, pero no cayó, y para cuando se quiso dar cuenta, ya lo había dejado atrás y giraba a la izquierda, en dirección oeste.
Echó un vistazo a su espalda, vio que los otros lo seguían, miró hacia delante…
¡Ahí está!
La calle acababa en una pared pintada a menos de un edificio de distancia, y una abertura se abría a unos tres metros del suelo, un agujero de dos metros y medio de ancho y de al menos tres metros de altura…
Otro aullido a su derecha. No pudo ver al cazador camuflado, pero ¡bangbang! Leon o Cole dispararon contra la criatura, y el grito se volvió frenético por la rabia. John alzó su M-16 e hizo estallar la bombilla de otra farola.
Diez segundos y ya estaremos…
Un panel de color azul oscuro comenzó a bajar para tapar la abertura, de modo lento pero inexorable. En pocos segundos, se quedarían sin ruta de escape.
Reston apretó frenéticamente el botón de cierre de la jaula, y la puerta siguió bajando como un puñetero caracol. Tenía las manos pegajosas por el sudor, y la mente, embriagada, le daba vueltas por la incredulidad.
No, no, no, no…
Había cerrado las jaulas de las fases Dos y Tres, pero uno de los cazadores se había quedado en el interior de la suya, así que la había dejado abierta, se había olvidado… y ahora el animal había salido y los tres hombres estaban a punto de escapar. De escapar de él, de la muerte que se les había asignado.
¡Más rápido!
John estaba mirando a su espalda, gritando, con Rojizo justo detrás de él y con Cole casi al lado de éste… y vio a un cazador a menos de siete metros de ellos, acercándose a toda velocidad, ganando terreno, con su inmenso cuerpo pasando del marrón edificio al negro asfalto y viceversa y sus garras dejando grandes arañazos el suelo.
¡Mátalos, vamos, salta, mátalos!
John llegó a la abertura y sus manos se agarraron al borde inferior, para meterse luego en el interior con un ágil salto.
Sacó una de las manos, Rojizo llegó un instante después, la agarró y John lo metió de un tirón en el interior…
Cole lo alcanzó al momento siguiente, y también iba a lograr pasar, la puerta no se cerraría a tiempo y ya había dos manos esperándolo…
Entonces, el cazador que lo perseguía alargó sus dos brazos y los bajó de golpe. Las garras destrozaron la espalda de Cole, atravesando la camisa, la piel, el músculo y quizás incluso los huesos.
Los otros metieron a Cole de un tirón mientras la puerta acababa de bajar.
Cole no gritó mientras lo dejaban con cuidado en el suelo, aunque debía estar sufriendo una dolorosa agonía. Lo colocaron boca abajo con tanta suavidad como pudieron. Leon se sintió embargado por la pena cuando vio el destrozo de carne que antes había sido la espalda de Cole.
Se está muriendo, muriendo.
En pocos segundos, el suelo bajo su cuerpo quedó cubierto por un charco de sangre. Leon pudo distinguir la carne desgarrada a través de los jirones de su camisa húmeda y ya de color rojo, las fibras musculares rotas y el brillo fresco del hueso por debajo, hueso aplastado. El daño había sido hecho a lo largo de dos extensas heridas, de arriba abajo, y cada una comenzaba por encima de los omóplatos y acababa en la cintura. Eran heridas mortales.
Cole respiraba de forma superficial y jadeante, con los ojos cerrados y las manos temblorosas.
Estaba inconsciente. Leon miró a John, vio su expresión de angustia y apartó la vista. No podían hacer nada por él.
Estaban en el interior de una jaula gigantesca que apestaba a animales salvajes, al final de un profundo pasillo de cemento, uno que al parecer recorría a lo largo las cuatro áreas de prueba. Estaba casi a oscuras, con tan sólo unas cuantas bombillas encendidas, y se vislumbraban las jaulas en la penumbra. Cada una de ellas estaba separada por unas paredes con unas inmensas ventanas acristaladas, y Leon pudo ver con mayor claridad la que tenía justo al lado, el hogar de los escupidores. Estaba cubierta por un plástico grueso y transparente, con el suelo repleto de huesos.
La jaula de los cazadores estaba vacía, y era de al menos diez metros de ancho y el doble de larga, con un par de abrevaderos bajos adosados a las paredes de rejilla metálica. Era un lugar triste y solitario donde morir, pero al menos estaba inconsciente y no sentía ningún…
—Dad… me la vuelta —susurró Cole. Tenía los ojos abiertos, y los labios temblorosos.
—Eh, quédate tranquilo —le dijo John con voz suave—. Te vas a poner bien, Henry, tú quédate donde estás, no te muevas, ¿vale?
—Y una… mierda —le respondió Cole—. Dadme… la vuelta. Me… muero.
John intercambió una mirada con Leon, quien asintió a regañadientes. No quería causarle más dolor a Cole, pero tampoco quería negarle nada. Se estaba muriendo, y debían hacer lo que les pidiera.
John levantó lenta y cuidadosamente a Cole, y le dio la vuelta. Cole gimió cuando su espalda tocó el suelo, abriendo los ojos de par en par y girándolos sobre sí mismos, pero pareció sentir algo de alivio unos momentos después. Quizás era el frío del suelo… o quizás es que ya estaba más allá de poder sentir dolor, ya estaba insensible.
—Gracias —dijo con un susurro, y una burbuja de sangre surgió de entre sus pálidos labios.
—Intenta descansar, Henry —le dijo Leon con cierta dulzura, deseando poder echarse a llorar. El hombre había intentado tanto ser un valiente, mantenerse a su nivel…
—Fósil —murmuró Cole con la mirada fija en Leon—. En un… tubo. El tipo dijo… que si salía… destrozaría… todo. En el… laboratorio… Al oeste. ¿Vale?
Leon asintió, entendiéndole perfectamente.
—Una criatura de Umbrella en el laboratorio. Fósil. Quieres que la dejemos salir.
Cole cerró los ojos, y su rostro ceniciento se quedó tan quieto que Leon pensó que ya se había acabado… pero habló de nuevo, en voz tan baja que tuvieron que inclinarse para poder oírlo.
—Sí —exhaló—. Bien.
Cole inspiró por última vez, dejó escapar el aire… y su pecho no volvió a moverse.
Los dos averiguaron cómo salir de la jaula de los cazadores pocos minutos después de la muerte de Cole. Reston se quedó mirando a la pantalla, sin sentir nada, decidido a no sentirse sorprendido. Simplemente no eran humanos, eso era todo. Una vez se aceptaba eso, ya no cabía posibilidad alguna de sorprenderse.
Los pilones para la alimentación habían sido soldados firmemente a unos largos y estrechos huecos en la malla metálica de acero para que los cuidadores pudieran darle la comida a los especímenes sin tener que entrar en la jaula. Una pequeña parte del pilón sobresalía lo suficiente como para que tan sólo hubiera que dejar caer la comida y los animales la recibieran por el otro lado. No importaba si los 3K intentaban tirar de los pilones, o empujarlos hacia fuera, ya que el hueco era demasiado pequeño para sus cuerpos.
Pero no para unos cuerpos humanos… o para los suyos, sean lo que sean.
John y Rojizo comenzaron a darle patadas al pilón, y en cuanto empezó a salirse por el otro lado, Reston tomó su revólver, se puso en pie y le dio la espalda a las pantallas. No tenía sentido quedarse mirando. Había fallado, las pruebas de Planeta habían demostrado ser demasiado sencillas y sería castigado con severidad por lo que había hecho, incluso era posible que lo mataran. Pero no estaba dispuesto a morir, todavía no… y no a manos de ellos.
Pero ¿y el montacargas?, ¿y la gente en la superficie…?
Tampoco era muy seguro ir arriba. Todo el complejo había sido tomado por aquellos soldados de los STARS, lo habían aislado, y ahora tan sólo estaban esperando que sus dos muchachos lo obligaran a salir…
No puedo subir, no puedo matarlos, no tengo suficiente tiempo… ¡la cantina!
Sus empleados lo ayudarían. En cuanto los hubiera liberado, en cuanto les hubiera explicado lo que había ocurrido, se agruparían a su alrededor y lo protegerían de cualquier daño. Tendría que inventarse los detalles, por supuesto, pero podría hacerlo de camino.
Tengo que irme, llegarán enseguida para buscarme. Quizá para vengar a Cole. Para hacer que me arrepienta, cuando sólo hice mi trabajo, lo mismo que hubiera hecho otro cualquiera…
Dudaba mucho de que fueran capaces de entenderlo. Reston salió de la sala de control, imaginándose ya lo que iba a contar, preguntándose cómo era posible que todo hubiera salido tan mal.