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—¡Vamos, vamos, vamos! —gritó David, y John Andrews apretó a fondo el pedal del acelerador, haciendo girar la pequeña furgoneta en una esquina mientras el tableteo de los disparos resonaba a través de la fría noche de Maine.
John había detectado los dos coches, sedanes de color negro y sin ninguna clase de insignia, tan sólo un momento antes, lo que apenas les había dado tiempo a armarse. Fuesen quienes fuesen los que estaban pegados a sus traseros, Umbrella, los STARS de la localidad, o los policías del lugar, no importaba, todos eran Umbrella…
—¡John, despístalos! —le dijo David, y de algún modo logró que su voz sonara tranquila y relajada incluso mientras las balas acribillaban la parte trasera del vehículo. Era su acento.
Siempre suena igual, ¿y dónde demonios está Falworth?
John se sentía disperso, y los pensamientos cruzaban raudos por su mente en confusa mezcolanza. Era un hacha en las misiones previamente planeadas, pero los ataques por sorpresa le ponían los nervios de punta…
… directos a Falworth y de cabeza a la pista de despegue… ¡Dios!, diez minutos más y ya nos habríamos marchado…
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que John había entrado en combate, y jamás lo había hecho en mitad de una persecución en coche. Era muy bueno en eso, pero llevaba una furgoneta…
¡Bang, bang, bang!
Alguien estaba respondiendo a los disparos desde la parte posterior del vehículo, haciendo fuego a través de una de las ventanillas traseras. Las detonaciones del arma de nueve milímetros en un espacio tan reducido eran tan atronadoras como la voz de un dios iracundo y le machacaron los oídos a John, haciéndole todavía más difícil concentrarse.
Diez puñeteros minutos más.
Estaban a diez minutos de la pista de despegue donde les estaba esperando un vuelo charter. Era una broma pesada… Después de pasar semanas ocultos, a la espera, sin correr ninguna clase de riesgo, van y les pillan justo cuando iban a salir del puñetero país.
John se agarró con fuerza al volante cuando entraron a toda velocidad en la calle Sexta. La furgoneta era demasiado pesada para superar en maniobras a los sedanes. Incluso sin el peso de las cinco personas y la cantidad de artillería que llevaban en el interior, el voluminoso y cuadrado vehículo no era precisamente un coche de carreras. David la había comprado precisamente por eso, porque no era nada llamativa, porque se trataba de un automóvil en el que nadie se fijaría, y ahora lo estaban pagando. Si lograban despistar a sus perseguidores, sería un milagro. Su única posibilidad era encontrar algo de tráfico, y hacer un poco de juego de esquiva. Era algo peligroso, pero también lo era salirse de la carretera y que te acribillaran a balazos.
—¡Cargador! —pidió a gritos Leon, y John echó un vistazo por el espejo retrovisor.
Vio que el joven policía estaba en cuclillas junto a una de las ventanillas traseras, al lado de David. Habían quitado los asientos posteriores para el viaje hasta el aeropuerto para así disponer de más espacio para las armas, pero eso también implicaba de no disponer de cinturones de seguridad. Si doblaban una esquina a demasiada velocidad, los cuerpos saldrían volando…
¡Bang! ¡Bang!
Otros dos disparos de los capullos del primer sedán, probablemente de un arma del calibre 38. John apretó un poco más el acelerador de la retemblante furgoneta al mismo tiempo que Leon respondía a los disparos con su Browning de nueve milímetros. Leon Kennedy era el mejor tirador del grupo. David le había ordenado probablemente que apuntara a las ruedas…
Bueno, el mejor tirador después de mí, ¿y cómo diablos voy a perderlos de vista en Exeter, Maine, a las once de la noche de un día de diario? No hay casi coches…
Una de las mujeres le lanzó un cargador a Leon. John no pudo ver cuál de ellas porque tuvo que girar el volante a la derecha para dirigirse hacia el centro de la ciudad. La furgoneta, con un chirrido de caucho sobre el asfalto, se estremeció al doblar la esquina de Falworth, en dirección al este. El aeropuerto estaba hacia el oeste, pero a John no le pareció que ninguno de los ocupantes de la furgoneta estuviese demasiado preocupado por llegar a tiempo para tomar el avión.
Lo primero es lo primero, y tenemos que librarnos de los gorilas que Umbrella ha contratado. Dudo mucho que haya sitio para todos en el avión…
John vio unos destellos de color rojo y azul reflejados en el espejo retrovisor: al menos uno de los coches había colocado una luz en el techo del vehículo. Quizás eran policías de verdad, lo que sería mala suerte. La labor de control de Umbrella había sido exhaustiva: gracias a ellos, probablemente todos los policías del país creían que su pequeño equipo era responsable, al menos en parte, de lo que había ocurrido en Raccoon City. Los STARS también estaban en sus manos. Algunos de los cargos de mayor rango se habían vendido, pero lo más probable era que los agentes a pie de calle no tuvieran ni idea de que la organización se había convertido en una marioneta en manos de la compañía farmacéutica…
Lo que hace que sea todavía más difícil responder a los disparos.
Nadie del improvisado equipo quería que algún inocente resultara herido. Ser engañado por Umbrella no era un crimen, y si los ocupantes de los coches eran policías…
—No llevan antenas, no nos han dado ningún aviso, ¡no son policías! —gritó Leon, y John tuvo tiempo de sentir un par de segundos de alivio antes de ver unas barricadas que se extendían ante ellos y la señal de desvío al siguiente bloque. Vio el blanco rostro de un hombre con un chaleco naranja, sosteniendo una indicación de «Aminorar la velocidad», y soltándolo a toda prisa para ponerse a cubierto…
… hubiese sido divertido sino fuese porque iban a más de ochenta y les quedaban aproximadamente tres segundos antes de estrellarse.
—¡Agarraos! —gritó John, y Claire apoyó las piernas contra la pared contraria de la furgoneta, vio como David sostenía a Rebecca, a Leon aferrándose a una manilla…
… y la furgoneta chirriando, saltando y corcoveando como un caballo salvaje, inclinándose hacia un lado…
… y Claire realmente sintió el espacio vacío bajo el lado derecho de la furgoneta cuando su cuerpo se vio comprimido hacia la izquierda y su nuca golpeó dolorosamente contra el neumático de repuesto.
—Oh, mierda.
David gritó algo pero Claire no pudo oírle por encima del chirrido de los frenos, no le entendió hasta que David se echó hacia el lateral derecho y Rebecca se arrastró junto a él…
… ¡bam!, la furgoneta se enderezó con un terrorífico bote y John pareció recuperar el control, pero todavía se oía el punzante chillido de unos frenos provenientes de…
¡CRASH!
La explosión de metal y cristales tras ellos estuvo tan cerca que el corazón de Claire perdió un latido. Se volvió, mirando por la ventanilla con los demás y vio que uno de los coches se había estrellado contra la barricada, una barricada contra la que ellos mismos se habrían estrellado un segundo o dos antes. Ella sólo captó el breve vistazo de una capota retorcida, ventanillas rotas y una nube de humo antes de que el segundo sedán le bloquease la vista, rechinando al pasar la esquina y continuando con la persecución.
—Perdón por eso —les gritó John, sin aparentar arrepentimiento en absoluto sino un estado de júbilo provocado sin duda por el subidón de adrenalina.
En las pocas semanas transcurridas desde que Leon y ella se habían unido a los ex STARS fugitivos, había descubierto que John hacía bromas con prácticamente cualquier cosa. Era a la vez su más atractivo y su más irritante rasgo.
—¿Todos bien? —preguntó David, y Claire asintió. Rebecca hizo lo mismo.
—Me he llevado un porrazo pero estoy bien —dijo Leon, frotándose el brazo con una expresión de dolor—. Pero no pienso…
¡BAM!
Lo que fuese que Leon no pensara fue interrumpido por la poderosa detonación que sacudió la trasera de la furgoneta.
En un intento de detenerles, el pasajero del sedán les había disparado, unas pocas pulgadas más alto y los proyectiles habrían entrado por la ventanilla.
—John, cambio de planes —gritó David mientras la furgoneta viraba bruscamente, su voz fría y autoritaria elevándose por encima del ruido del motor—. Estamos a tiro…
Antes de que pudiese acabar la frase, John tiró de pronto a la izquierda. Rebecca cayó hacia atrás, a punto de aplastar a Claire. La furgoneta ahora enfilaba una tranquila calle residencial.
—Agarraos a vuestros traseros —gritó John por encima del hombro.
El frío aire nocturno azotó la furgoneta, casas oscuras pasaron velozmente a su lado cuando John aumentó la velocidad. Leon y David ya estaban recargando sus armas, acuclillados detrás de la puerta de metal. Claire intercambió una mirada con Rebecca, que parecía tan intranquila por la situación como ella misma. Rebecca Chambers también era una antigua integrante del grupo de los STARS de Raccoon City, y había entrado en acción junto al hermano de Claire, Chris, además de participar en una reciente operación contra Umbrella llevada a cabo por David y John. Pero la joven había sido entrenada como médico, con estudios profundos sobre bioquímica. La puntería no era uno de sus puntos fuertes, incluso Claire tiraba mejor, y eso que ella era la única entre los ocupantes de la furgoneta que no había recibido entrenamiento de verdad…
A menos que consideres sobrevivir a Raccoon City como algo parecido.
Claire se estremeció involuntariamente mientras John tomaba una curva cerrada a la derecha y esquivaba un camión aparcado, con el sedán ganándole terreno por momentos. Raccoon City: los arañazos y los moretones en el cuerpo de Claire aún no habían desaparecido del todo, y sabía que a Leon el hombro todavía le dolía… ¡BOUM!
Otra descarga de escopeta a sus espaldas, pero esa vez el disparo salió muy desviado. Esta vez…
—Cambio de planes —dijo David de nuevo, con su tranquilizador acento británico, como si fuera la voz de la razón y de la lógica en mitad del caos. No era de extrañar que hubiese ascendido hasta ser capitán de los STARS.
—Que todo el mundo se prepare para un choque. John, en cuanto dobles la siguiente curva, frena en seco. Golpear y huir, ¿vale?
David levantó las rodillas y apoyó los pies con fuerza contra el costado de la furgoneta.
—Ya que nos quieren tanto, pues que nos pillen.
Claire se deslizó por el suelo, afirmó sus pies contra el respaldo del asiento del pasajero, con las rodillas dobladas y la cabeza agachada. Rebecca se acercó a David, y Leon se aproximó a Claire hasta dejar la cabeza a la altura de la suya. Intercambiaron una mirada y Leon sonrió levemente.
—Esto no es nada —le dijo en voz baja.
A pesar del miedo que sentía, Claire le devolvió la sonrisa. Después de sobrevivir a la locura y al caos de Raccoon City, esquivando a los enloquecidos humanos y haciendo frente a las criaturas de Umbrella, por no mencionar el hecho de haber escapado muy por los pelos de la muerte cuando las instalaciones secretas de Umbrella estallaron y volaron por los aires; comparado con todo aquello, un simple choque entre coches no era más que una merienda campestre.
Sí, vale, tú sigue diciéndote eso, le susurró su mente, y después no pensó en nada más, porque la furgoneta dobló una esquina, John pisó a fondo el pedal del freno y se quedaron a escasos segundos de ser impactados por una tonelada y media de metal y cristal a toda velocidad.
David inhaló y exhaló profundamente, relajando todo lo que pudo sus músculos, con el sonido de fondo del chirrido de los frenos acercándose a toda velocidad por detrás… y ¡pam!, un estremecimiento brutal, una sensación de vibración increíble, un segundo que pareció prolongarse a lo largo de una eternidad silenciosa e interminable…, y el ruido que se produjo inmediatamente después… la rotura de cristales y el sonido del aplastamiento de una lata amplificado un millón de veces. David se vio arrojado hacia delante y hacia atrás, oyó a Rebecca dejar escapar un gemido ahogado… y todo se acabó. John ya estaba acelerando a fondo para cuando David se puso de rodillas y alzó su Beretta. Echó un vistazo por la ventanilla y pudo ver que el sedán se había quedado inmóvil, cruzado en mitad de la calle a oscuras, con el radiador frontal y los faros totalmente machacados. Las difusas siluetas caídas detrás del parabrisas agrietado estaban tan inmóviles como el propio coche.
Tampoco es que nosotros hayamos salido mucho mejor librados…
La barata furgoneta de color verde que había comprado específicamente para el trayecto hasta el aeropuerto ya no tenía parachoques ni luces traseras, ni tampoco placa de matrícula… ni, por lo que él supiera, modo alguno de poder abrir las puertas traseras. Ambas partes no eran más que una masa metálica hundida, deformada y completamente inútil.
No es que fuera una gran pérdida. A David Trapp no le gustaban las furgonetas, y tampoco es que tuviera pensado llevársela hasta Europa. Lo importante era que todavía estaban vivos, y que, al menos de momento, habían logrado esquivar el infinitamente largo brazo de Umbrella.
David se dio la vuelta para observar a los demás mientras el vehículo se alejaba del coche destrozado. Alargó la mano de un modo reflejo para ayudar a Rebecca a ponerse en pie. Al igual que John, le había tomado bastante cariño a la joven, desde la malhadada misión al laboratorio de Umbrella situado en la costa. El resto del equipo no había logrado sobrevivir…
Dejó a un lado aquellos pensamientos antes de que se aferrasen a su mente, y le indicó a John que diese la vuelta para ir en dirección a su destino original, pero que permaneciese alejado de las calles principales. Había sido mala suerte que les detectasen justo cuando se iban… pero tampoco es que fuese sorprendente. Umbrella había mantenido vigilada la ciudad de Exeter desde hacía ya dos meses, justo después de que regresaran de la ensenada de Calibán. Tan sólo había sido cuestión de tiempo.
—Buen truco, David —le dijo Leon—. Procuraré recordarlo la próxima vez que me persigan los sicarios de Umbrella.
David asintió, inquieto. Le gustaban Leon y Claire, pero no sabía qué pensar acerca del hecho de que otras dos personas buscaran su liderazgo. Podía entenderlo de John y de Rebecca, ya que antes habían formado parte de los STARS, pero Leon no era más que un policía novato de Raccoon City y Claire una estudiante universitaria que tan sólo daba la casualidad de que era la hermana pequeña de Chris Redfield.
Cuando tomó la decisión de apartarse de los STARS tras descubrir que estaban controlados por Umbrella, no se esperaba que continuaría al mando de un grupo, no había querido nada de eso…
Pero no era cuestión mía tomar esa decisión, ¿verdad?
No había pedido su fidelidad, ni tampoco se había ofrecido para ser el que debía tomar las decisiones… pero no importaba, así habían salido las cosas. En la guerra no se suele tener el lujo de poder elegir.
David paseó la vista a su alrededor, a los demás, antes de volver a mirar por la ventanilla trasera para ver cómo pasaban de largo las casas y los edificios en la oscura noche. Todo el mundo parecía un poco relajado tras el subidón de la adrenalina. Rebecca estaba sacando los cargadores y recolocando las armas; Leon y Claire estaban sentados muy juntos enfrente de ella, sin hablar. Solían estar muy cerca el uno del otro, y tan unidos como la primera vez que les vieron, cuando David, John y Rebecca los recogieron justo en las afueras de Raccoon City hacía menos de un mes, sucios, heridos y aturdidos después de su encuentro con Umbrella. David no creía que hubiera nada romántico en ello, al menos, no de momento. Era más bien que compartían las mismas pesadillas. El hecho de estar a punto de morir juntos puede ser una experiencia muy unificadora.
Por lo que David sabía, Claire y Leon era los únicos supervivientes del desastre de Raccoon City que conocían la existencia del virus-T de Umbrella y su vertido accidental. La niña que había estado con ellos tenía una leve idea de lo que había ocurrido, aunque Claire había tenido mucho cuidado de proteger y ocultarle a la niña la verdad. Sherry Birkin no necesitaba saber que sus padres habían sido los máximos responsables de la creación de una de las armas biológicas más poderosas de Umbrella. Era mejor que recordase a su padre y a su madre como personas normales…
—¿David? ¿Te pasa algo?
Sacudió la cabeza para regresar de sus vagabundeos mentales y le hizo un gesto de asentimiento a Claire.
—Lo siento. Sí, estoy bien. Lo cierto es que estaba pensando en Sherry. ¿Cómo está?
Claire sonrió, y David se quedó sorprendido de nuevo al ver cómo se animaba cada vez que alguien mencionaba a Sherry.
—Está bien, y se está adaptando. Kate no se parece en nada a su hermana, lo que desde luego es una ventaja. Y a Sherry le cae bien.
David asintió de nuevo. La tía de Sherry le había parecido una persona agradable, pero además de eso, sería capaz de proteger a Sherry si Umbrella decidía ponerse a buscar a la niña. Kate Boyd era una abogada criminalista competente y preparada, una de las mejores de toda California. A Umbrella le convendría mantenerse alejada de la única descendiente de los Birkin.
Mala suerte que eso no se pueda aplicar a nuestro caso. Eso haría que todo fuese mucho más fácil…
Rebecca ya había acabado de reorganizar su arsenal, bastante impresionante por cierto. Se acercó para sentarse a su lado y se apartó un mechón de cabellos de la frente. Sus ojos parecían mucho más viejos que el resto de los rasgos de su cara. Apenas tenía diecinueve años, pero ya había pasado por dos incidentes armados con Umbrella. Era, en la práctica, la persona más experimentada de todos ellos respecto a los manejos de la compañía farmacéutica.
Rebecca se quedó callada unos instantes, mirando por la ventanilla cómo pasaban las calles. Cuando por fin habló, lo hizo en voz baja, pero al mismo tiempo observándole con atención.
—¿Crees que todavía están vivos?
Ni siquiera intentó pintarle un cuadro de color de rosa. A pesar de lo joven que era, la muchacha era capaz de discernir las verdaderas intenciones de la gente.
—No lo sé —le dijo, procurando que los demás no le oyeran. Claire deseaba ansiosamente reunirse con su hermano—. Lo dudo. Ya sabríamos algo de ellos. Me temo que eso significa que tienen miedo de que los localicen o…
Rebecca lanzó un suspiro. No estaba sorprendida por ello, pero tampoco satisfecha.
—Sí. Incluso si no pudieran entrar en contacto con nosotros… Texas todavía tiene instalada la antena decodificadora, ¿verdad?
David asintió. Texas, Oregon, Montana… todas aquellas bases disponían de canales abiertos, con miembros honestos de los STARS en los que podían confiar, y no habían recibido ningún mensaje desde hacía ya más de un mes. El último lo había enviado Jill. David se lo sabía de memoria. De hecho, había estado presente en sus sueños todos los días desde hacía semanas.
SANOS Y SALVOS EN AUSTRIA. BARRY Y CHRIS TIENEN UNA PISTA SOBRE LA OFICINA CENTRAL DE UMBRELLA. PARECE BUENA. PREPARAOS.
Preparados para reunirse con ellos, para llamar a las pocas tropas leales que él y John habían logrado convocar. Preparados para asaltar la verdadera oficina central de Umbrella, el poder oculto detrás de todas las demás instalaciones. Preparados para atacar al mal en su fuente y origen. Jill, Barry y Chris se habían marchado a Europa para descubrir dónde se estaban escondiendo los verdaderos jefes de las operaciones secretas de Umbrella, empezando por la sede central en Austria… y habían desaparecido.
—Ánimo, chicos, ya estamos —dijo John desde la parte delantera. David apartó los ojos del rostro serio de Rebecca y miró por la ventanilla para ver que ya habían llegado al aeropuerto.
Fuera lo que fuera lo que les hubiera pasado a sus amigos, ellos lo descubrirían muy pronto.